domingo, 23 de noviembre de 2008

Pintura de Caballote: Sin título y Flores para mi Madre: Feber y Sebastían.




Bueno, el primer cuadro no tiene título, y no es otro fin que el de experimentar, pero lo guardo por que mucha gente me ha dicho que les gusta, y que si no se los vendo. Yo les digo, "¡¿pero cómo crees, no te voy a vender un mero ejercicio...?!" Así como ven. El otro sí es serio, se llama "Flores para mi madre: Feber y Sebastían" y en cambio me han dicho de éste cuadro que es muy "Kish". No me importa si es éso o no. En realidad traté de hacerle a mi madre unos girasoles y le puse a mis dos mascotas que he querido más: La Feber, que era una gata malgeniuda y arisca, y a la que un amigo de la carrera pensó siempre ingenuamente que era una niña de verdad que había adoptado. Nunca le quise decir la verdad, por supuesto, ya que rompería ése aire benefactor que él se encargó de propalar, y el otro micho, el güero, no es otro que el Gran Sebastián. Ese gato era especial. Mi amigo Colbert se lo llevó a mi madre siendo un cachorrito con un enorme moño de papel de baño en el cuello, y se quedó para siempre. Es decir, uno sí que extraña a ése gato. Era valiente, no temía enfrentarse a un rotweiller de 80 kilos, discutía con mi madre cuando se iba de juerga, con las orejas hacia atrás y maullándole respuestas ante las cosas que mi madre le decía; respondía prontamente cuando uno le gritaba "Sebastían, Luz mató a sus hijos" y era un gran ratonero. Se ganó el respeto de las viejas del edificio cuando mató a una enorme rata, más conejo y casi de su tamaño, él solo. Ya nadie se quejó después de los orines y de las serenatas. En contraste de mi pobre Feber, que su única gracia era hacer monerías y corretear perrillos toda esponjada y pufeándoles ferozmente. Tengo unos dibujos de ella haciendo éso, nomás que los escanee los publico. Como a mí, a ella el amor la traicionó e hizo que bajara la guardia, siendo asesinada por un méndigo perro. Tenía yo mucho coraje, e intenté matar a todos los perros de la colonia, pero mi madre me reconvino y me hizo volver de mi iracunda furia. Y de ahí éste cuadro. Para terminar, diré que a Sebastían le arrebató la vida un ciego e inconsiente conductor en la Avenida Chapultepec. Desde entonces no me gustan mucho los coches, y utilizo nada más el transporte público. Neta, como que nadie merecería tener carro. a no ser que pasara un estricto exámen psicológico.

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