jueves, 31 de agosto de 2017

Eructo Literario: “Torta de Sándwich de Quesadilla con Harto Aguacate” Parte 2 + un par de Dibujos.


                ¡Hola! ¿Cómo están?

                Desde este lado del Muro de Los Lamentos Lastimeros y el Aullar de los Perros, el Gato se pasea orondo como corresponde a la dignidá gatuna que este su seguro servilleta ostenta, resistiendo la violencia, la inflación (¡de pronto, y sin previo aviso, las cebollas, tradicional alimento de la gente amolada y de ciertos Gatos ostentosos, se volvieron de plata! ¡Ya ni que decir de los jitomates que ahora parecieran estar hechos de oro, y ni siquiera mencionar a los antes humildes nopales, que ahora se transmutaron en platino, por los altos precios!), y a  últimas fechas, la lluvia, que no nos ha dejado de amenazar con ahogarnos. Pareciera que Tláloc busca destruirnos, enojados por nuestra autodestructiva forma de ser; si no me creen, chequen las noticias del socavón que se abrió en el Centro Histórico de la Capital Mexica. Sólo falta que se vuelvan a ver auroras boreales en estas latitudes, y que se aparezca una Garza con la mollera de Espejo en pleno Palacio Nazi-onal.

                ¿Qué por qué ando tan fúnebre? Verán, el pasado Sábado 26, fuimos al Centro Histérico para apoyar a los padres de los muchachos desaparecidos de la Normal Rural de Ayotzinapa. Y es muy triste notar que en un país en donde se “extravían” cerca de 20 000 personas al año, haya tan poca sensibilidad de parte de nosotros los pobladores. La gente dice: “ya están muertos”, y como que todos creen que está mal que estos señores paren el tráfico para pedir algo que es de justicia elemental: que ésa cosa amorfa que se dice “gobierno”, haga lo que tiene que hacer, es decir, que se CUMPLA LA LEY, y que caiga quien deba caer, y no dar largas al asunto, y no mandar a sus golpeadores, a sus soldados y policías a vigilar a estos padres, vigilando cada paso que dan, evitando que salgan siquiera de Ayotzinapa, como denunció una de las madres, costándoles mucho el venir hasta esta Capital que es un gigante egoísta y sordo y ciego, lleno de cánceres por todos lados. Entró la pequeña y humilde manifestación, pero no por ello menos combativa, a la Avenida Juárez, para quedarse en el Hemiciclo al Benemérito de América. El Zócalo, nuestro Histórico Zócalo desde donde la gente de todas las eras ha venido a manifestarse, desde los Mexica cuando apedrearon a Moctezuma, hasta los tiempos más o menos recientes, hoy, se halla cerrado a este tipo de cosas. El pueblo ha sido expulsado de él.




                Tomé un par de fotos, debido a que la lluvia se soltó muy fuerte, justo cuando entraba la manifestación. En mi corazón, camaradas y camarodos, siento un aire sobrenatural flotando en el ambiente. Quisiera creer que ya tocamos fondo, y que por lo mismo, sólo nos queda comenzar a subir de nuevo, pero esto es una mera esperanza. El país se desmorona, y a sus mismos ciudadanos les vale un soberano cacahuate. En fin.




                ¿Dónde estaban los estudiantes de la UNAM’ ¿Dónde estaban los políticos que van a “salvar” a este país? ¿Dónde estaba López Obrador? ¿Los del PCM? ¿La gente que se conduele de la tragedia de Tejas E.U.A, pero que es sorda e indiferente a este tipo de desgracias? Más importante, ¿Dónde estaba nuestra conciencia, que permite un ultraje de esta calaña, el que 43 estudiantes, muchachos, desaparezcan y nadie se quiera hacer responsable de encarar la verdad y se queda tan tranquila? Este país, esta gente, duele, en serio. A veces se me ocurre que necesitaríamos una purga al estilo Mao. Porque no es posible que cada día aparezcan en nuestras paredes letreros de gente desaparecida, no sólo estos muchachos, y nadie, ni siquiera nosotros, hagamos nada. No me extraña que nos inundemos, que estemos llenos de ladrones y asesinos, que la Tierra se abra. No, realmente no me extraña.

                Y bueno, pasando a cosas más agradables, quiero presentarles la continuación de:



“Torta de Sándwich de Quesadilla con Harto Aguacate” Parte 2



Habiéndonos sacudido a las colas, ahora sí, con calma, nos dirigimos a Eduardo Molina; en un instante vimos recortarse contra el cielo gris a la enorme cúpula de la Terminal de Autobuses de Poniente-Oriente. Parece un molde gigante de gelatina, ¿a poco no? Alcanzamos a pie después de estacionar el carro el túnel que conduce al interior, y en un momento más, vimos un servicio de guarda equipaje, el único en todo el andador. Buscamos la gaveta doce, y al fin tuvo sentido la palabra "adodocemolina". Una cerradura de combinación, así que probé derecha 40, izquierda 33 y derecha 77. Nada. Entonces recordé que Arnoldo Charles era comunista, así que nunca empezaría nada por la derecha, si pudiese evitarlo. Ahora lo hice pero a la inversa, y ¡voilá! el pequeño locker se abrió. Con manos temblorosas descubrimos un sobre, y adentro de él, una llave antigua, pero no por éso menos compleja que las modernas. Ritssi sacó su celular y tomó fotos de todo lo que estábamos haciendo; creo que por ser forense, tiene ésa especie de vicio. Yo saqué el cofrecillo, y lo abrí con la llave que recién habíamos adquirido... Adentro, había un cuaderno pequeño, largo y hecho a mano, ideal para ocultarse en cualquier sitio; era una especie de bitácora escrita en su totalidad con taquigrafía -lo bueno es que aprendí ésa técnica en la secundaria; en estos días, ya es muy poca gente la que aún la usa- que Arnoldo llevaba discretamente a cualquier sitio y una tarjeta SD de memoria.

Nos fuimos al área de comida de la terminal, para empezar a analizar el contenido; Arnoldo Charles era en extremo metódico, cosa que se agradece ya que nos evita trabajo extra. La bitácora comenzó hace un mes y días, coincidiendo con el arranque de la precampaña presidencial -no puedo evitar mencionarlo, por todos lados están jode y jode con éso-, con una extraña petición: la señora Delfina Caxtixtleca -"es la madrecita de Aguirre" acotó Ritssi- le pidió al "camarada mono" que por favor le echara "un ojito" a su hijo, ya que de un tiempo a la fecha, estaba teniendo un comportamiento grosero con ella; la señora temía que anduviera en malos pasos, ya que en un momento dado, dormía todo el día, y llegando la noche, salía de su domicilio y regresaba hasta ya entrada la mañana, descuidando sus ocupaciones. Parte del comportamiento inusual de Aguirre era el hecho de que se sumía en profundos monólogos, además de un estado de ansiedad febril, como si tuviese deudas que no lo dejaran en paz, espantando a la madre la cual, al inquirir por la causa del comportamiento, era parada en seco, al principio con frases cortantes como "usted no entiende", y al final, con amenazas. Ritssi al escuchar ésto se extrañó, ya que su trato con Aguirre siempre había sido cordial y respetuoso, parecía que el "camarada mono" estuviese describiendo a una persona totalmente opuesta...

-"La pasión es algo muy cabrón, pinche Ritssi, y discúlpame por lo que voy a decir, pero tu vieja se cae de buena y por si fuera poco, coge delicioso; ¿si en un momento dado se hubiera portado grosero, lo habrían vuelto a invitar?"

-"Claro que no, güey; si le hubiese faltado al respeto a Alma o a mí, lo hubiera corrido a patadas."

-"Por eso 'el cerdo' se portó siempre bien con ustedes; me late que por ahí va el pedo, este patrón lo veo a cada rato tanto en los amantes como en los maridos de las esposas que me ha tocado investigar..."

Arnoldo Charles se dio a la tarea de seguir a Aguirre, dándose cuenta de que su cambio de actitud se agravaba después de los días miércoles y jueves, llegando a una tabla de remanso los lunes. Justo ésos días, los miércoles y los jueves, eran cuando generalmente los Ritssi hacían cama redonda con Aguirre; de hecho, Ritssi me comentó que coincidieron un par de veces Aguirre y el "camarada", y aunque la cosa acabó en deliciosas orgías, Aguirre trataba muy respetuosamente a Charles.

-"Dices 'respeto', Ritssi, pero, ¿no podría ser frialdad?"

-"Ahora que lo mencionas, 'Gordolobo', posiblemente sí, güey..."

Entonces, Arnoldo Charles dedujo correctamente que "el cerdo" Aguirre estaba terriblemente apasionado con Alma. La contundente prueba: su casa/estudio -un cuarto grande de azotea con cocineta que alquilan en la colonia Guerrero, muy cerca de La Lagunilla- se hallaba literalmente tapizado con dibujos y pinturas, y casi todas, con el tema a últimas fechas preferido por el artista: Alma.

-"¿Sabías eso, Ritssi?"

-"No güey; siempre quiso pintarla y dibujarla, y nos pedía permiso a cada rato, pero Alma no se deja ni tomar fotos, dice que siempre sale gorda en los retratos güey; incluso la bella foto de nuestra boda en el hermoso atrio de la iglesia de 'La Sagrada Familia', está guardada bajo siete llaves en un viejo baúl 'enterrado' en el lugar más profundo del armario junto al resto de sus identificaciones, y éstas las saca sólo cuando es muy necesario güey. Con decirte que ni siquiera vota con tal de no enseñar su credencial..."

La quería sólo para él. Su actitud era un síntoma de desesperación al tener que compartir al objeto de su deseo: Alma. Y con cada "menage a troi" los miércoles y los jueves, el deseo y la desesperación del pintor crecían geométricamente. O al menos, eso era lo que en un principio consideró el "camarada mono". Aguirre necesitaba acercarse a Alma desde otro ángulo. Ya no era suficiente ser el compañero de placeres, necesitaba que ella fuera suya completamente a toda hora, necesitaba que lo amara. Y "el cerdo" se enfrentó a dos problemas, insalvables de momento: Alma estaba felizmente casada con Ritssi, nada más ni nada menos que el Jefe de Medicina Forense del SEMEFO. Y el segundo, quizá más importante: Aguirre era pobre, muy pobre. Imposible que satisfaciera los costosos gustos de ella.

Lo que Arnoldo Charles descubrió también, y como de rebote, es que Aguirre fue llevado, en su desesperación por obtener poder económico y social para enamorar a la esposa de Ritssi, a trabar contacto con una extraña sociedad ocultista: "El Tabernáculo de Quiún", y cuyo rostro visible es el de una supuesta sociedad de beneficencia que se especializa en geriatría y en tanatología: "La Casa de la Hermosa Luz" -aquí es donde empecé a creerle al viejo que conocí en la avenida Amsterdam-. El local que conocí apenas ayer funciona, según el camarada, como centro de asistencia psicológica tanto para ancianos y sus familias, así como hospital y asilo, y en donde Aguirre trabajaría por un tiempo de limpiapisos hasta que alguien del Patronato de la Fundación lo recomendó para hacer una exposición a beneficio del centro tanatológico, en la mismísima Casa Lamm, en el corazón de la colonia Roma. Estos hechos coincidieron con el cambio radical de Aguirre con su madre, lo que despertó la suspicacia del "camarada mono". ¿Cómo en éste país, de la noche a la mañana, un humilde limpiapisos -aunque sea un artista excelso- expone en uno de los centros culturales más elevados de la capital, y lo más extraño, que el pintor done todo a dicha fundación, cuando él mismo sería objeto de ayuda? Algo definitivamente no estaba bien, sonaba a todas luces a fraude. Entonces apuntó su mirada hacia la fundación tanatológica, y así fue que la empezó a investigar.

Arnoldo era un gran detective: cruzando datos incluso pudo conseguir información sobre sus ingresos, los cuales ascendían a varios miles de millones de pesos, obtenidos gracias a donativos, eventos culturales como en el que participó Aguirre, colectas y a no pagar impuestos dada su condición de organización de beneficencia, y sobre todo, al famoso redondeo. Cada cinco centavos que la gente redondea en las tiendas de autoservicio, se canalizan a la bolsa de valores en fondos chatarra, multiplicándose y yendo las ganancias a parar a las Islas Caimán, libres de polvo y paja. Y discreto, nunca llama la atención de forma directa, ya que el total recaudado antes de inflarlo en la bolsa, se dedica al mantenimiento de la Casa. Un negocio redondo, libre de sospechas dado que "La Casa de la Hermosa Luz" no cobra nada por sus servicios, además de que tampoco paga sueldos, ya que se mantiene casi en su totalidad con el esquema de becarios, cosa muy conveniente para ellos, ya que los empleados no hacen antigüedad y son cambiados constantemente. Nadie, excepto el Patronato de la Fundación y su director, trabaja tres meses seguidos en el mismo puesto, ni seis meses en la "Casa de la Hermosa Luz". La casa que es su fachada en la calle de Iztacíhuatl, es propiedad de la Presidenta del Patronato de la Fundación, una mujer misteriosa a la que únicamente se le conoce por Meriba, no se sabe si es su nombre o un alías -aquí Arnoldo hizo la anotación, hombre enciclopedia al fin de cuentas, de que en hebreo antiguo ése nombre significa "rencilla"-. No hay fotos públicas de ella, sólo se sabe que es muy anciana ya, habiendo rumores que dicen que tiene más de cien años.

Arnoldo Charles incluso descubrió más. El Tabernáculo de Quiún -Arnoldo también anotó que "Quiún" es el nombre de un demonio egipcio, y que la Biblia habla de él en Amós 5:26; aparentemente, según ciertos textos medievales y alguno musulmán, éste diablo busca absorber vida así como los vampiros, pero de la gente que ha vivido más, como una forma de desacralización y blasfemia contra el ser más anciano y longevo que existe: Dios. Seguramente el director de "La Casa de la Hermosa Luz" tomó para sí ése nombre en lugar del propio; ya me perecía un apelativo muy raro de por sí-, aparte de las conexiones que mantiene con los tres principales partidos políticos mexicanos y con la CONCANACO, la COPARMEX y la AMB -algunos miembros del Patronato son también miembros distinguidos del FRI, del Mocho y del Perderé, así como ocupan grandes sillas en un par de bancos y empresas-, también mantiene muy disimuladas ligas con el cártel "Tepito Guerreros Aztecas", ayudándose mutuamente a lavar dinero, y apoyándose para su seguridad de ellos y su local en una casi desconocida y obscura organización criminal a nivel internacional terriblemente peligrosa llamada "Valkyria", y su rama mexicana "Los Quimera", dedicada en su totalidad a la trata de personas. Aparentemente, ellos apoyan a "La Casa de la Hermosa Luz" a cambio de dinero -mucho dinero-, con un par de camionetas y expertos asesinos que buscan por todos los rincones de la ciudad a indigentes de la tercera edad, y fingiendo ser trabajadores sociales con engaños los conducen a la casa, de donde nunca vuelven a salir. Como dato curioso: el centro tanatológico también da ayuda funeraria, pero no tiene tratos con ningún cementerio ni con ninguna empresa de pompas fúnebres; a diario tienen mínimo un deceso tanto en sus instalaciones que funcionan como hospital y asilo, como de gente externa, quienes dejan al cuidado de "La Casa de la Hermosa Luz" a sus ancianos desahuciados o agonizantes, pero los cuerpos no aparecen nunca, y los familiares, aparentemente, están satisfechos con la ayuda dada. "Entonces, ellos han de cremar a los viejitos que fallecen..." pensé, recordando las dos altas chimeneas que comenzaron a soltar humo blanco cuando fui a ver la casa.

Hay más. Hace quince días, el "camarada mono" ayudó a doña Delfina con dinero para escapar a su pueblo. Arnoldo descubrió que "El Tabernáculo de Quiún" exige, para ingresar a sus filas, el sacrificio de alguien cercano; entre más cercano, mejor, ya que el rango obtenido dentro de la organización es más elevado. El sujeto a sacrificar siempre debe ser de la tercera edad. "El cerdo" Aguirre ya estaba intentando convencer a su madre de ingresar como interna a "La Casa de la Hermosa Luz", cuando Arnoldo Charles, adelantándose muy oportunamente a la acción de los falsos trabajadores sociales de "Quimera", prácticamente la sacó de su casa aprovechando un descuido de Aguirre y la acompañó hasta su pueblo y cuando vio que se hallaba a buen resguardo, regresó a la capital e intentó colarse en la casa de Iztacíhuatl disfrazado de alguien interesado en los servicios de hospedaje y asilo, sin mucho éxito, dada la cerrada seguridad que "Quimera" proporciona al sitio. No logró colarse sino hace apenas seis días, disfrazado como un anciano indigente y armado con una pequeña cámara, cuyas fotos y audios están en la tarjeta SD. Y a partir de entonces, todo fue correr. De alguna manera se dieron cuenta, pese a las precauciones que Arnoldo tomó para cubrirse las espaldas, de que había descubierto sus secretos. Sin embargo, "Quimera" no fue el perseguidor. Tampoco los matones del cártel instalado en el barrio bravo de Tepito. Arnoldo aquí se vuelve vago en sus descripciones, sólo habla de sombras blancas que lo persiguen y de un terrible sentimiento de angustia y desazón que no lo dejaba ni dormir. Lo cierto es que Arnoldo nunca supo, quizá sólo hasta el final y antes de poder escribirlo en ésta bitácora qué o quién fue enviado a terminar su existencia.

-"¿Cómo ves?"- le pregunté a Ritssi.

-"Es... monstruoso, güey; es obvio que el enemigo es ésa organización. Aparte de la certeza de que están matando viejitos, la forma en que manipularon a Aguirre es diabólica güey, suponiendo que las pesquisas de Arnoldo sean ciertas; sigo creyendo que Aguirre es inocente. Simplemente no creo que alguien con su sensibilidad artística pudiese matar a alguien... "

-"Está el caso de la 'Doña', María Félix y Agustín Lara, Ritssi; ¿no le tiró el cabrón dos balazos, enloquecido de celos? Y ahí tienes a Van Gogh, cortándose la oreja para evitar perder a su amigo Gauguin, y lo único que logró, fue espantarlo. La soledad y el deseo de estar con alguien son cosas difíciles de sobrellevar."

-"Bueno, güey, tienes un punto a tu favor, pero aun pienso que en todo caso, güey, es una víctima de ésa extraña sociedad".

Me quedé pensando un momento, sopesando los datos, y dije:

-"Quizá 'La Diabla' no haya estado tan errado en encerrarlo; si lo que nos dice el camarada en esta bitácora es cierto, pues Aguirre sí sería sospechoso de la muerte de Arnoldo, puesto que si tendría un motivo claro. Sí, Ritssi, discúlpame; me parece que Aguirre sabe más de lo que él mismo admitió ante el juez. Como sea, creo que es necesario que vaya al Reclusorio Oriente a hablar con él."

-"Sí, también creo eso, güey. Yo debo ir a trabajar, y en el work, quizá pueda analizar las fotos de la SD de Arnoldo. Estamos en contacto güey, cualquier cosa, te marco o me marcas."

-"¿Te llevo?"

-"No güey, tomo un taxi; debo regresar a la casa a cambiarme. Toma esto..."

Y mientras terminaba de fumar su cigarrillo -¡cómo fuma éste cabrón! ¡Fácil se termina dos cajetillas a diario!-, al momento sacó una libreta e hizo unas anotaciones, firmándola y sellándola con un sellito que me acabo de enterar que siempre carga:

-"Diles a los guardias que vas de mi parte, en asunto oficial para que no se pongan mamones, y les muestras esto, güey. Que me hablen a éste número por si no te creen".

Salí de la TAPO y me dirigí al Reclusorio Oriente. Llegando, pedí hablar con el encargado de custodios para intentar saltarme la enorme fila de familiares que desde temprana hora se hallan formados buscando pasar. Mentí descaradamente: les dije que iba en asunto oficial y de parte de "La Diabla", haciéndome pasar por uno de sus "madrinas". No tuve siquiera que mostrar el papel que me dio Ritssi. Todos le temen a "La Diabla". Me imagino que algo semejante era José Stalin antes de la Revolución de Octubre, cuando era el jefe de la policía zarista. O Beria, cuando supuestamente ya eran comunistas los rusos. O el mero mero de la Gestapo. O el jefe del FBI cuando empezó su cacería de "comunistas". O Cueto durante el '68, para ponernos nacionales. O... Charros. Pinche lista tan larga la de estos demonios.

-"Aguirre se halla en confinamiento solitario. Ahí puede entrevistarlo. ¿Necesita apoyo?"

-"No, gracias. ¿Por qué lo aislaron?"

-"Porque el sujeto está loco. Yo creo que está buscando morirse; ha intentado suicidarse dos veces y al no conseguirlo, atacó a alguien pesado de aquí con un palito de elote harto afilado y si éste no se lo echó al plato, fue porque Aguirre está bajo la mirada del jefe 'Diabla'; nos dijo bien claro que ése cabrón no se puede morir hasta que despepite todo."

No pude hacer menos que sorprenderme. Hasta aquí llega el largo brazo de la ley del diablo, y hasta los cárteles internos le temen, carajo.

Me condujo un custodio hasta el área de confinamiento. Por el camino, pude ver cómo este supuesto centro de readaptación social funciona día a día. Presos comerciando droga, "trabajando" en estafas telefónicas, todos revueltos: carteristas con asesinos, pederastas con narcos, caníbales con defraudadores y lo peor de todo: los familiares caminando por toda la prisión, como si vinieran a un día de campo. En caso de un motín, tendrán muchísimos rehenes. No. Estas pinches cárceles debieran ser derribadas, y vueltas a hacer. Nada de esta anarquía disfrazada de "autogobierno"; celdas individuales, y nunca mezclar reos peligrosos con el resto de la población. También habría que ponerlos a trabajar con un sueldo, que no tengan tanto tiempo libre, porque sólo tejen tenebra en sus cabecitas y se corrompen más. ¿Podré ver eso algún día? Já. Tendrían que cambiar mucho las cosas aquí. El sistema carcelario mexicano es como un estado, independiente, más semejante a una monarquía antigua, incrustado como un cáncer terminal en el sistema judicial: si se le extirpa, el paciente muere, llevándose a todos con él. Siguiendo esta línea de ideas, se  me ocurre que quizá, para hacer una verdadera revolución aquí, habría que empezar por demoler este viejo edificio llamado sistema judicial. Quizá por ello, lo primero que hizo el cura Hidalgo al comenzar la Revolución de Independencia, fue liberar a los presos. Pinche ambiente, éstas cárceles son frutos muertos, corrompiendo a toda la sociedad. Es feo pensarlo, pero una democracia nunca logrará erradicar esta corrupción que crece y lo alcanza todo, porque la democracia es el sistema perfecto para salirse con la suya; ofrece millones de esquinas donde ocultarse a los poderosos, por éso ha de ser que los súper millonarios que matan a quien se les ponga enfrente de sus ganancias y sus intelectuales comprados la defiendan tanto. Quien se ponga de parte de los jodidos, en automático se convierte en "dictador" y/o "terrorista". Quizá el "camarada mono" tuviese razón. Sólo un estado comunista, o quizá también una teocracia, tuviesen la fuerza suficiente para eliminar ése tipo de corrupción. No lo sé. Puede que la medicina llamada "dictadura del proletariado" sea amarga, dura, pero igual y es lo que necesita éste país que desprecia a la vida y adora a la muerte como bien dijo Josialfredo.

Llegamos. Una hilera de puertas metálicas cociéndose como cacerolas al sol. Frente a mis ojos, la puerta rojiza con un seis dibujado a toda prisa: un apando. Aquí afuera ya empieza a hacer calor; para el mediodía, la temperatura ahí adentro ha de ser el jodido infierno; de por sí, antes de llegar, el sitio todo apesta como una zahúrda. El custodio abrió la puerta y en la maloliente obscuridad, pude conocer al fin a Aguirre. Estaba tratando de cortarse las muñecas frotándolas contra un pedazo de cemento no aplanado. Si no hubiese estado atado con las manos atrás de la espalda, seguramente ya se habría cortado las venas con sus propios dientes. "El reglamento dice que esta puerta, debe estar cerrada. Cualquier cosa que usté necesite, nomás me toca duro la puerta, y de volada la abro" sentenció con gravedad el enorme custodio que me sirvió de Virgilio a través de éste infierno. Madre mía, que pinche peste... ¡Caca por todos lados! Se ve que el reglamento sólo sirve para una chingada. Aquí no hay derechos humanos; aquí, no existe siquiera un atisbo de humanidad. Saqué el pañuelo que Alma acababa de darme, esperanzado en que el rico aroma de ella fuese suficiente para neutralizar la miasma; madre mía, realmente no aguantaba el hedor, los ojos comenzaron a llorarme mientras hacía heroicos esfuerzos para contener el impulso de vaciar las tripas del asco. Traté de ver al "cerdo" Aguirre a los ojos, pero él los apartó.

-"Usted es el pintor Aguirre, ¿cierto?"- El sujeto, acuclillado, asintió con un gesto. -"Tenemos que hablar. Sé que usted está relacionado con 'El Tabernáculo de'..."

-"¡Calle! Usted no es uno de nosotros. Usted, como profano, no sabe nada… ¡No diga ése nombre! No lo mencione nunca..."

-"Bien. Comenzamos a entendernos. Entonces seré breve: ¿mató usted a Arnoldo Charles?"

-"Si, yo lo maté, sí..."

-"¿Cómo lo mató?"- Pregunta de control, únicamente para saber si miente, o lo obligan a mentir.

-"Yo... yo lo llevé a su casa... Él creyó en mí, pero, yo lo llevé a su casa..."

-"¿A quién llevó a la casa de Arnoldo Charles?"

-"...Yo... yo no quería matarlo... Él fue bueno con mamá, la ayudó mucho, incluso cuando perdí el control... Ay de mí... Espera… Tú, ¡tú la conoces! ¿Verdad?"

De pronto, Aguirre se irguió, oteando el putrefacto y estancado aire del apando, mirando a través de la caliente obscuridad, observándome sostener el pañuelo que Alma me dio; repentinamente, Aguirre saltó hacia mí, bufando como un animal. Buscaba morder, arrebatarme con la boca el pañuelo. Acostumbrado como estoy a las peleas, no tuve que hacer nada, solo moví mi centro de gravedad hacia la derecha mientras me inclinaba un poco, y Aguirre se fue en banda, tropezando con mi pierna, estrellándose contra la sucia pared y cayendo al suelo. Como un niño, "el cerdo" Aguirre comenzó a sollozar. Serio, hasta ése momento me percaté de las extrañas esculturas hechas con excrementos: torsos, rostros, caderas. Y todos ésos "monumentos" pertenecían a una sola mujer: Alma. Toda Alma recreada en la inmundicia. Aguirre crispaba las manos, llorando; pacientemente le repetí la pregunta:

-"¿A quién llevaste a la casa de Charles?"- Casi no entendía lo que Aguirre empezó a balbucear:

-"...has estado con ella, ¿verdad? ¿Verdad que es Afrodita, es Asera, es Xochiquetzal? ¡Todas ellas en ella! ¿Verdad que es la Diosa del Amor? Debes entenderme, yo estuve dispuesto a sacrificar a mi mamacita a su diablo, por ella... Ella supo, ella lo sabe todo porque es mi Diosa del Amor; ella me lo pidió, y yo obedecí, ¿qué podía hacer, si mi voluntad es totalmente suya? Ella ordena, yo obedezco, sin chistar nada, ¿no es eso lo que esperan los dioses de nosotros? Ella mandó, y yo llevé al ángel de su diablo, para que matara a don mono... Pero don mono, tan bueno... Él la salvó, no dejó que llevara a mamá a ésa casa, me detuvo, y éso, éso la enojó mucho..."

-"¿A quién te refieres? ¿Quien se enojó?"

-"Tú la conoces, es la Diosa del Amor... Don mono evitó que mamá fuese devorada por él, el Demonio Egipcio. Y ya no pude tener nada, ¡nada! Ni riquezas, ni una respetable posición social, ni a ella, ¡ay! mi Diosa, por quien arriesgué todo, y por quien todo lo perdí, ¿y sabes qué, extraño? No me arrepiento de haber pecado, no me arrepiento de aceptar que mi mamita fuese sacrificada a él, y lo volvería a hacer, con tal de volver a estar una noche más con ella, mi hermosa Diosa, mi Diosaaa..."

Me acerqué prudentemente para que no me embarrase de mierda, remarcando mi pregunta, jugando un as al ver la inestabilidad mental de Aguirre:

-"¿Quién es tu diosa? Te conmino en su nombre a que me reveles el suyo."

Me aventé un farol, y ante mi sorpresa, pareció funcionar. Ante mi presión, Aguirre se apartó con evidente temor, mientras, ahora sí, buscaba mi mirada:

-"¡No! ¡No puedes hacer eso! Si me lo pides en su nombre, yo… yo no puedo negarme, pero yo no debo revelar su nombre a profanos, aunque posean su marca... Por favor, si ella sabe que he revelado su nombre, mandará a su ángel a exterminarme; no me obligues, por piedad, no me separes de ella..."

-"¡Habla! En su nombre te lo exijo..."

Aguirre, desesperado, se mordió fuertemente el labio inferior, cortándoselo, y como un animal, gruñó sordamente:

-"¡MERIBA! ¡Su nombre real es Meriba...!"

-"¿Su nombre real? ¿A qué te refieres, Aguirre? Dices que la conozco, pero, ¿con qué nombre?"

Aguirre únicamente sollozaba sin lágrimas; era en cierto modo, triste verlo hipear como un niño al que le han pegado.

-"Ay, mi alma... mi bella alma..."

-"Está bien, no me lo digas ahorita pero, esta tal Meriba, ¿ella te ordenó matar a Arnoldo Charles? ¿No fue el director de la Casa de la Hermosa Luz, el Dr...?"

-"¡Calla! No menciones su nombre. No, eso no es lo que tú crees, él no es el verdadero, ¿cómo podría serlo, si se halla atrapado en El Tártaro? Él sólo es un muñeco, un... golem. No tiene voluntad propia, extraño. ¿Cómo podría, si ella es la médium de la Voluntad de Él, el que se halla parado en ese Otro Mundo, Otro Ángulo, observándonos? No importa ya... Te he revelado su nombre, y su ángel vendrá a asesinarme…”

Aguirre tomó una profunda aspiración de aquel aire putrefacto, arqueando ambas cejas, serenándose pero de pronto, con desesperación, empezó a decir:

-“¡Ah, ya lo entiendo! Por ello traes su marca, profano… Tú has traído a su ángel, al igual que yo, que conduje al ángel para que asesinara a don mono... Sé bien que al no serle útil, ella, mi Diosa, me desecharía como basura; sólo deseaba que se me permitiese terminar por mis propias manos, y no así... Ya nada importa, ya estoy muerto, profano... Los dos estamos muertos, amigo, la diferencia es que mientras yo lo sé, tú dudas, por ello preguntas y preguntas cosas que ya sabes y que de todas maneras no te incumben; en fin… Te lo diré todo, de muerto a muerto: Ella le ofrece ancianos a su dios, el demonio Quiún. Ella cree que así puede abrir las puertas de su prisión para traerlo a este mundo, donde le dará a ella y a los discípulos, El Tabernáculo, poder sobre toda esta región y una vida muy, muy larga, como la de ella, que vio cuando los esclavos hebreos levantaron las pirámides de Egipto. Ella lo adora; con las cenizas de los huesos y la sangre de los sacrificados, ella crea imágenes de Quiún, y la imagen es su avatar; lo marca también, con una marca profunda en su mejilla para que sea el avatar quien reciba el mal que vaya dirigido a ella... Ella lo controla, y él obedece; él crea a los ángeles con el poder de Quiún, y los manda a hacer lo que los hombres no podemos…

Me extrañó el cambio de actitud de Aguirre.

-“¿Quién es ése tal Quiún? ¿Otro dios a quien adoras?”- Pregunté, para calar la calidad de cosas que “el cerdo” me había dicho. Pero éste ahora, molesto, me encaró para derrumbarse después:

-“¡No digas pendejadas, muerto! ¡Yo, amigo muerto, sólo puedo adorarla a ella, mi Diosa del Amor! ¿Cómo podría adorar a un supuesto dios que ha sido capturado? ¡Entonces, o no es tan fuerte, o no es dios! Si se tratase de simplemente adorar como chimpancés a los truenos, ¿no sería más sabio, más prudente adorar a quien lo capturó? ¡Simple lógica! Pero, amigo muerto, nunca es tan sencillo; la adoración exige creer, es decir, tener fe. Y la única fe en la que puedo creer, está en Ella, dentro de sus caderas... Ya veo que no has estado con ella, ¡no puedes haber estado con ella! ¡Cualquiera que hubiese estado con ella, no haría semejantes preguntas tan idiotas! ¿Crees, amigo, que soy un ambicioso anciano deseoso de vida eterna como los necios del Tabernáculo que creen estúpidamente que con dinero pueden comprarlo todo? ¡A mí no me importa cuánto tiempo viva yo, si puedo estar ése limitado pero a la vez eterno instante con ella, dentro de ella, amándola! Pero ella, ella… ¡Ella no me ama a mí, solo tiene ojos para ése infeliz hijo de su chingada madre demoníaca de Quiún! ¡La muy hipócrita no quiere ni siquiera a la máscara que le sirve de marido en ésta época! ¡Y el muy imbécil no se da cuenta de nada! ¿De qué sirve el tiempo, si no puedo estar con ella? ¡De nada! ¡Maldito Quiún! ¡Maldito sea su tabernáculo! ¡Malditos sean todos! ¡Tú, yo, todos…! ¡Ay de mí, ya está aquí...! Viene por mí... Perdóname mamacita, no quería hacerte daño, pero ella, ella es mi todo... Escúchame, amigo, porque es lo último que diré: Yo no maté con mis manos a don mono, no, pero sí conduje al ángel de Quiún, con la Marca de Meriba; don mono nunca la aceptó, pese a haber estado con ella, ¡nunca la quiso, siempre la devolvió, yo lo vi cómo se la devolvía todas las veces que ella se la daba! Y tuve que llevársela yo mismo, y tuve que ver cómo el ángel le apagó la vida desde adentro a don mono. Y después, cuando comprendí lo que había hecho, lo bajo que caí, llorando fingí el robo, llorando revolví toda la casa, llorando lo rompí todo, hasta la chapa, pero nunca le clavé la espátula a don mono cuando ya estaba muerto sobre su escritorio; ¡yo quería mucho a don mono! Siempre le estaré agradecido por salvar a mamá del Tabernáculo y... de mí. Lo de la espátula, eso se lo ha de haber ordenado ella al ángel, porque odió mucho a don mono porque le impidió tomar la vida de mi mamacita para ése maldito diablo; yo sólo me dejé atrapar para que nadie sospechara del Tabernáculo. Eran mis órdenes, y las cumplí bien, aunque no quería hacerlas, pero ella, ella, mi Diosa, me lo ordenó. Ella ordena, yo obedezco. Siempre es más fácil si hay un robo y alguien como yo, sin valor, cerca... Y supe, amigo, desde que don mono se llevó a mamá que ya no le era útil, que ya le estorbaba, pero yo, era feliz únicamente estando cerca de ella, respirando el aroma de ella, ése mismo rico aroma a hembra que traes tú en su marca… Ya, ya está aquí... ¡Vete! ¡Corre todo lo que puedas! ¡De todas maneras, ya estás marcado, y cuando ya no le seas útil, también te eliminará, como a mí!  ¿No hice bien lo que se me ordenó? ¿Qué hice mal, sino revelar tu nombre? No, por piedad, no..."

Volteé siguiendo la ahora aterrada mirada de Aguirre. En la hedionda penumbra, algo blanquecino se recortaba como una sábana que flotase en la estancada atmósfera. Por instinto me llevé la mano a la funda, pero recordé que me habían quitado el arma en la aduana del reclusorio. Comencé, nervioso, a patear la puerta y a llamar al custodio a gritos, cuando éso pareció extenderse, cubriendo a Aguirre, golpeándolo salvajemente al estrellarlo contra el piso, el techo y las paredes y justo cuando la puerta se abrió, ésa cosa se metió por la cara del pintor, el cual, como una marioneta a la que le han cortado todos los hilos al mismo tiempo, se desplomó sin vida ante mi espantada mirada y la aterrorizada mirada del guardia, que también alcanzó a verlo todo.

Me quedé al papeleo. Lo duro fue que de improviso llegó "La Diabla", ahora sí, con sus pistolas, los agentes Sánchez y Solórzano. Frente a nosotros, y como una burla por parte del Comisionado de Paz Pública del CISEN, Ritssi –traído ex profeso para esta labor- abrió como a una res el cuerpo de Aguirre. Y lo que halló no fue nada nuevo: la laringe y los pulmones eran los de un anciano que hubiese fumado toda la vida. El mismo cuadro que Ritssi descubrió en el "camarada mono". "La Diabla", echando literalmente flamas de los ojos fue directo al grano:

-"Ustedes se sienten muy nalgas, muy chingones, como si fueran investigadores gringos, ¿no? El 'ciesai' de Teporingo, y sólo son un par de pendejos que se están pasando de listos. Ustedes tienen que aprender, cabroncitos, que hay formas en las que se hacen las cosas. Una correcta, y lo que ustedes están haciendo. No han entendido que éste país tiene raíces muy viejas, y sus estructuras están dadas por Poderes establecidos mucho antes de que Colón fuese comisionado para que trajera a los europeos cuando ésos mismos poderes consideraron y negociaron con los Principados europeos que era el momento; no han entendido que si alguien quiere hacer algo, se deben "engrasar" los engranes correctos. No han comprendido, imbéciles, que el Poder debe ser absoluto, o no es Poder, y a los Poderes, Tronos y Principados les gusta la adoración. Síganle, síganle como van, porque me cae de madres que no van a llegar a fin de mes. Tómenlo como una amistosa advertencia, en memoria del 'camarada mono' a quien estimaba como a mi hermano pese a que pocas veces estuvimos de acuerdo. No saben, par de pendejos, que si me agitan las aguas, pueden pescar algo que quizá se los coma. Algo muy viejo, con un enorme y feo aguijón, y sobre todo, malo. Malo en serio, y no mamadas. Ustedes no tienen ni una pinche idea de lo que aquí se está moviendo. Están advertidos, después no vengan a chillarme nada. Solórzano, Sánchez, ¡vámonos!"

Y "La Diabla" salió de la morgue del reclusorio, seguido por sus colas; si no hubiese tenido la nariz, la boca y el cuello totalmente embadurnados con ungüento de mentol, podría haber jurado que el ambiente hedía a azufre. Obviamente, "La Diabla" sabe, y muy bien, contra lo que estamos peleando, y la confirmación de esto es que no preguntó nada sobre lo que hablamos el difunto Aguirre y yo; la pregunta aquí es la misma a la que llegó el “camarada mono”: ¿en qué bando está ese cabrón? ¿O solo está de pinche observador? No creo poder preguntárselo, también por obvias razones. Sin embargo, no nos ha prohibido seguir con el caso, aún tenemos margen de maniobra. Ritssi terminó de cerrar el cuerpo, y visiblemente agotado, dejó que el forense del Reclusorio terminase de hacer el papeleo. Ritssi estuvo muy callado, desde que llegó al Reclusorio, y hasta que abordamos mi coche -Ritssi siempre ha sido huevón para manejar; casi siempre se mueve a través de taxis-, y una vez adentro, pleno de un gran cansancio que era más anímico que físico, me dijo que teníamos que hablar.

-"¿Que traes entre manos?"- le dije, a lo que él sacó de su mochila su lap. Ahí me mostró los documentos financieros con la firma de la tal Meriba y el Patronato que demostraban los nexos de "La Casa de la Hermosa Luz" con "Quimera" y operadores del cártel "Tepito Guerreros Aztecas", pero lo más impactante fueron las horribles fotos que Arnoldo pudo tomar en "La Casa de la Hermosa Luz": ancianos colgados y desollados como reses en un rastro, y sacrificados por un hombre con cuatro marcas en el rostro. Lo mismo que me dijo el viejo que me llevó al centro tanatológico, coincidiendo también con la descripción del fulano que pagó los anuncios a Rosita. Y un par de fotos borrosas, que mostraban a una mujer de espaldas saliendo de la casa de Iztacíhuatl.

-"Quiero que sigas a esta cabrona"- y la voz de Ritssi sonó con... coraje, si. Llevaba el rostro contraído en una mueca que conozco muy bien: la de un marido ofendido. Sin embargo, la postura, la caída del cabello, las hermosas pantorrillas, las anchas caderas que se intuían a través del grueso abrigo... Recordé en ése instante lo que el "camarada" dejó dicho en su bitácora, las pinturas y dibujos de la mujer que obsesionó al "cerdo", lo que acababa de ver en el apando, las esculturas de mierda hechas por Aguirre, totalmente de espaldas, recreando de memoria todos los aspectos de una mujer que él recorrió centímetro a centímetro cada miércoles y jueves. Y lo que él mismo acababa de decirme un par de horas antes cuando lo cuestioné acerca del nombre con el que conozco a Meriba: "Ay, mi alma... mi bella alma..." Creo... Sí, he estado con ella. Es la misma mujer que aparece en estas borrosas fotos. Aún digiriéndolo, le pregunté a Ritssi, sin quererlo lastimar:

-"¿Sabes quién es?"

-"No. No precisamente. Tengo una sospecha güey. Arnoldo dejó dicho que ésta mujer es la famosa Meriba, la presidenta del Patronato del asilo éste."

Le platiqué entonces lo que me dijo el difunto Aguirre sobre la tal Meriba, y le dije lo que lo había asesinado; extrañamente Ritssi no pareció sorprenderse; es muy probable que ya haya llegado a la misma conclusión que yo.

-"Entonces eso resuelve el porqué sus sistemas respiratorios estaban tan dañados. No te lo he comentado todavía, pero ya terminé el análisis del polvo blanco. Es carbonato de calcio carbonizado hasta volverlo blanco, mezclado con restos quemados de algodón. Es simple ceniza de huesos cremados en un horno y revuelto con cenizas de tela, güey. 'Gordolobo', amigo... ¿contra qué nos estamos enfrentando?"

No pude responderle. Pensé en decirle algo amable, pero la verdad, tenía miedo. Mucho.

Pasé a mi local. Necesitaba sentarme, beber un poco de leche de magnesia -la úlcera me estaba molestando mucho desde que "éso" mató al "cerdo" Aguirre y en el reclusorio me terminé mi última ranitidina- y digerir todo éste desmadre. Simple ceniza de huesos, seguramente de viejitos sacrificados. Eso cuadra a huevo con el rubro de la Casa. Y éso. Lo que mató a Aguirre... Él llamó a ésa cosa "el ángel de Quiún". De no haberlo visto, sencillamente soltaría la carcajada. Mierda, ¡estaba temblando! Mis manos no eran capaces de escribir nada, porque sencillamente no podía teclear nada en el ordenador, menos sostener la pluma para armar lo que ya teníamos. Realmente Arnoldo Charles prácticamente nos dejó todo en bandeja de plata, solo había que relacionar a ésa tal Meriba con la Casa y el Tabernáculo, y quizá presentarle, más como una cortesía, el informe a “La Diabla”, y enviarlo no sólo al periódico, también a alguna ONG para cubrir nuestros traseros de posibles represalias, ya que los miembros del Tabernáculo están muy bien posicionados; al verse descubiertos, lo más probable es que reaccionen con mucha ira ante quien destapó su cloaca. Quizá recurra a la ONG que ayuda a los padres de los muchachos desaparecidos de la Normal Rural de Ayotzinapa, son muy buenos en lo que hacen; aunque de la raya, nadie pasa, dicen por ahí. Necesitaba tomar una siesta, así que cerré con llave y me tumbé en el sofá y me perdí cerca de cuatro horas que me cayeron de maravilla. Me despertó el vibrador del celular, con un Ritssi en muy mal estado. Casi no entendí lo que me estaba diciendo, pero alcancé a comprender que había confrontado a Meriba; me pidió que lo viera en la Iglesia de la Sagrada Familia, entre Puebla y Orizaba, colonia Roma, hacia donde se dirigía. “Apúrate por favor güey…

Me vestí a toda prisa y salí pitando hacia el sitio. Algo adentro de mí me gritaba que apretase el paso, y pese al tráfico de la hora –eran las seis de la tarde-, logré llegar relativamente rápido. Un sacerdote me salió al paso, como si me esperara: “Disculpa hijo, ¿serás por ventura aquel a quien le dicen ‘Gordolobo´?”. No sé porqué todos los sacerdotes han de tratar a los "normales" de "hijos"; será que todos somos hijos de la chingada. Al asentir, el sacerdote con grave rostro de circunstancia me dijo: “sígueme hijo, creo que no tenemos mucho tiempo.” Me guió hasta la casa sacerdotal, y mientras caminábamos a toda prisa, me iba diciendo que Ritssi estaba en muy mal estado, con graves golpes y severas quemaduras tanto externas, como internas, y aún así no había querido que trajeran a ningún médico; no, hasta que hablase conmigo. Preguntó si habría algún problema en que le permitieran terminar ahí ante esa enorme probabilidad, y como dio una muy generosa limosna, cualquier problema quedó superado. Entramos a una habitación en penumbras y en una cama, hallé a un Igor Ritssi terriblemente golpeado, mas lo impresionante, es que tenía todo el cabello cubierto de canas, y terribles quemaduras en el rostro. Me acerqué presurosamente, y Ritssi abrió un ojo, y su mirada verdigris era intensa; con una voz que era casi un susurro empezó a decirme, en medio de constantes ataques de tos:

-…´Gordolobo´, amigo… ¡Cájum! Ya sé quién es… Meriba… ¡Cof! ¡Cájum! Siempre lo...supe...pero no...no había querido... aceptarlo... ¡Cof! …Meriba es… ella es… Alma… Lo que viste... ¡cóf!... lo que... mató a Arnoldo... ¡cóf!.. lo que mató a Aguirre... ¡cájum!... me atacó... Y ella... la mujer que... amé por casi veinte años... sólo se reía... ¡cóf! Me dio por... muerto... y se fue. ¡Asgf! Pero ella no... no sabe que... no me mató... resistí... ¡cájum!... quizás porque he fumado mucho... desde que era un... muchacho...”

Y con un débil aliento que desgraciadamente sonaba a último, me dio un par de cuentas de banco con unas contraseñas, y una encomienda, tan dolorosa, que Ritssi soltó un par de lágrimas de su único ojo medio sano: “Mátala. No la entregues a ´La Diabla´… Ella hallará el modo… ¡Cof!…de escaparse… y seguir… ¡cájum!...con su carnicería… Debes… matarla… solo me usó… de pantalla… Fui un tonto güey… Tanto que la amé, y... no supe... ¡cóf!... que estaba... enamorado de... un monstruo... Debes… parar esto…

Eran las siete veintisiete de la tarde noche cuando un sueño profundo hizo descansar a mi amigo. Dejé instrucciones al sacerdote para que ahora sí, trajese al doctor Pinto del Hospital Mercy; el dinero no sería ningún problema. Le encargué encarecidamente que no permitiese, al menos hasta mañana al mediodía, su traslado a un hospital, dado que temía que Alma Meriba, si lograse sobrevivir a mi ataque y acabase conmigo, fuese en busca de mi amigo. "El es muy fuerte, resistirá" dije al sacerdote, y entonces me dirigí a cumplir con mi encomienda. Le pedí al cura si podía prestarme alguna computadora con internet, y amablemente me prestó la de la iglesia. Chequé los números, y pedí estados de cuenta con las claves que mi amigo acababa de darme. No podía creerlo. Alma, bajo el nombre de Meriba era exorbitantemente rica. Ritssi no era precisamente pobre, tenía un muy buen salario de cinco dígitos al mes que le permitía vivir con holgura, pero en comparación con su esposa, era un indigente viviendo en una caja de cartón. ¿De dónde obtuvo tanta riqueza? Obviamente de las transacciones llevadas a cabo con la fachada de la “Casa de la Hermosa Luz”, quizá desde mucho antes. Ahora, debía ver la forma de relacionarla firmemente con ellos. No iba a ser fácil, ya que ella era experta en cubrir sus rastros, por lo que Arnoldo había podido investigar. Además, ella estaba rodeada de un aura… sobrenatural. Es necio negar, a estas alturas de la investigación, ése elemento; el problema es hacerlo creíble. Quizá en su casa pudiese hallar algo que me acercase a ello, cualquier identificación con su foto o firma serviría. Saqué impresiones de los estados de cuenta y además los guardé en mi USB y salí de ahí pensando en ir a la casa de Ritssi, no sin antes despedirme de mi amigo, a quien un par de amables beatas ya lo estaban cuidando. La historia a contar a todo el mundo es que accidentalmente se quemó en su trabajo con ácidos. Y con ésa historia pienso presentarme ante Alma. Alma Meriba. Quiero ver su rostro cuando le informe de la "muerte" de su marido y avisarle donde está, y después meterle siete plomazos y cortarle la cabeza para que no pueda regresar nunca -le pregunté ociosamente al sacerdote, más por joder que por curiosidad antes de salir, sobre cómo podía matar a un demonio encarnado y que se chupa la vida de los demás. El cura, sonriéndome, me dijo que los demonios, al ser ángeles caídos de la Gracia no se les podía matar; pero si estaban poseyendo a alguien, lo mejor sería el exorcismo, mas si eran espíritus encarnados, es decir, posesos ya sea por propia voluntad, o metidos en el cuerpo de muertos o niños nonatos, el procedimiento a seguir sería el mismo que con los vampiros: descabezarlo y enterrar o quemar el cuerpo aparte y boca abajo o arrojarlo al fondo de algún ojo de agua, laguna o río mientras que a la cabeza, habría que coserle los ojos con sal y/o ajo adentro de ellos, y trabar la mandíbula con una piedra de río o, en su defecto, un ladrillo; de preferencia bendecido o perteneciente a una iglesia o a un camposanto. Me sorprendió el amplio conocimiento de este sacerdote sobre el tema; si hallo alguno de esos elementos, lo tendré en cuenta-. Mandarla directo a los brazos de ése tal Quiún, de parte de Arnoldo y de Ritssi, y de tantos que ella sacrificó desde sólo Dios sabe cuándo. Me pregunto si Ritssi realmente es católico. Bueno, a estas alturas, ¿cuál es la importancia de ello? Se supone que Dios está en todas partes, ¿por qué no estaría en esta iglesia de "La Sagrada Familia"? No lo sé. De momento no quiero pensar en  ello. Y no sé si Dios me apoye: ¿valdrá aquí el mandamiento "no matarás"? Ya que voy a echarme a varias bestias disfrazadas de seres humanos.

En el coche, y mientras me dirigía a la oficina de nuevo por los documentos para armar el caso, comencé a atar cabos con los elementos que ya tenía a mi disposición, los datos que Igor obtuvo y con los que el “camarada” me proveyó: Ritssi tuvo la sospecha de la identidad de “Meriba” desde el instante en que vio el pañuelo blanco en el departamento del “camarada mono” -Alma le da un pañuelo blanco de algodón pedido exclusivamente a cierta fábrica en los Estados Unidos, bañado en sus secreciones vaginales mezclados con su sudor y el caro perfume que usa a todos sus amantes, y todos, o casi todos, caímos en este lujurioso juego menos Arnoldo, lo que obligó a Alma Meriba a usar al "cerdo" Aguirre para llevárselo-, y dicha sospecha se convirtió en una abrumadora certeza cuando observó las fotos, aunque borrosas, que le hiciese Arnoldo Charles saliendo de la “Casa de la Hermosa Luz”, él mismo me lo acababa de decir con su voz quemada por el ataque del "ángel de Quiún". Todo empezó a caer en su sitio. Por ello Arnoldo Charles dijo en su carta póstuma que todo esto iba a ser muy doloroso para Igor... ¡Un momento! El viejo que me mostró la Casa dijo que había visto a una especie de monstruosa mujer-araña en el sitio cuando estaban por sacrificar a su amigo; si mi sospecha es verdadera, entonces, me he estado cogiendo a... He estado metiendo mi tilín en... Qué asco.

Para llegar rápido a la oficina, conduje por la Avenida Chapultepec para tomar Río Tiber y entroncar con el Circuito Interior y apenas había llegado ahí cuando, sin previo aviso, una especie de sábana blanca me tapó todo el parabrisas. Iba a sesenta por hora cuando me estampé de frente con el vehículo que iba adelante, y por atrás se me estampó otro; supe de inmediato que todo había comenzado, así que sacudí con fuerza la cabeza para sacarme el atontamiento y ante el atascamiento de la puerta que se negó a abrirse, rompí desesperadamente con los talones uno de los vidrios traseros y me escurrí por el hueco a toda prisa, justo cuando ésa cosa blanquizca penetró al interior de mi auto entre las resquebrajaduras del estrellado parabrisas. Aún aturdido, caí al piso buscando ganar espacio para poder defenderme mientras uno de los conductores que chocó conmigo se acercaba diciéndome leperadas, groserías que se congelaron en su boca cuando vio lo que salió de mi auto; horrible, quimérico, parecía otear el aire como un perro erizado buscando, y, al descubrirme, se lanzó contra mi; temblando, levanté el arma que ya llevaba afuera y disparé una, dos, tres veces, dándole de lleno a esa cosa innatural, que de inmediato comenzó a dar chillidos como de cerdo, mientras se agitaba como movida por un violento viento, deshaciéndose en cenizas blancas.

Afortunadamente, aunque estaba bien golpeado, no tenía miembros rotos, así que me alejé como pude del lugar. Este ataque sólo significaba una cosa: Alma Meriba había sido alertada sin querer por Ritssi cuando la encaró; posiblemente también estaría a estas alturas enterada de que la investigación de Arnoldo Charles no había sido neutralizada y por lo tanto, debía silenciarla eliminando todos lo cabos sueltos: yo; ya era un peligro potencial al haberme convertido en el sucesor de dicha investigación. Bien. Si conseguía controlar el dolor de la úlcera y llegar hasta mi oficina, le demostraría a ésa bruja todo lo peligroso que puedo ser. ¡Cómo pude meter mi tilín en esa cosa! ¡Voy a tener que desinfectarlo sumergiéndolo en cloro! Qué asco, en serio...

No sé cómo lo hice, pero me arrastré por varias calles alternas, previendo que la bruja tuviese espías que vigilasen mis pasos. Obviamente los tenía. El Tabernáculo está podrido en dinero, y ése es el verdadero dios de éste mundo, de esta jodida sociedad. Por ello ha de ser que el signo de "dinero" lleva una "s" cancelada: "Satanás". "Quimera" prácticamente trabaja para ellos, al menos aquí en la ciudad; el Tabernáculo está relacionado con los grupos más poderosos del país. Posee el enemigo recursos ilimitados, ¿y yo que tengo? ¡El Cuarto Poder, con una chingada!  ¡Si algo relativamente bueno ha salido de tanta gloriosa revolución, de tantos gloriosos muertos que han dejado sus espinazos y sus manos luchando por cambiar las estructuras monolíticas del mundo, es la libertad de publicar un artículo, una opinión en un periódico, una revista, un pasquín, en internet o hasta en una pared y que muchos lo lean! ¡Cuando descubra su pinche jueguito a todo el mundo, se arrastrarán a esconderse del sol como las asquerosas alimañas que son! Madre mía, me está matando la pinche úlcera. A ver si ella no termina conmigo antes que el "ángel de Quiún", el enviado de Alma Meriba, lo haga.

Lo bueno es que ya mero llego... Y lo bueno, es que Arnoldo Charles logró tomar fotos claras del conciliábulo; tengo a todos esos ojetes del "Tabernáculo de Quiún" agarraditos de su pelada colita en la acción misma del delito: reunidos alrededor del viejito a sacrificar... Tengo al ojete doctor Quiún F. Outheaven fotografiado en el perverso acto de clavar el cuchillo desollando ancianos vivos. Ya mero llego. Nomás atravieso este callejón, y podré tomar mi leche de magnesia. Y empezar a armar el artículo que presentaré a "La Rayuela"; Bobadilla estará contento, él también estimaba al "camarada mono"... lo subiré a la nube, lo mandaré también a la ONG Agustín Pro Juárez, a Carmen Aristegui; descabezaré a la bruja, encarcelarán a sus aliados, ya lo verá... No, ¡no puede ser! ¿Cómo chingados es que me hallan? Ahí está la pinche sábana blanca, el supuesto ángel exterminador, oteando el aire, como un animal salvaje, como un pinche chacal...

Disparo.

La extraña sombra se estira innaturalmente, se retuerce agresiva como una especie de papel que fuese gobernado por un extraño, feroz viento, trata de esquivar mi plomo, pero creo que le di de lleno... Si, creo que ya recordé esto, ya lo hice, aquí me quedé. Acabo de quemar mi oficina, y abordo de éste taxi, me dirijo al domicilio de mi amigo Igor Ritssi buscando la última pieza suelta, el último elemento que ligue firmemente a la bruja con su organización; acabo de quemar la computadora junto a mi oficina, y necesito una para armarlo todo... Debería comprar una portátil.

Llego a Puente de Alvarado e Insurgentes. De aquí a la casa de Ritssi sólo son unos pasos; camino sigilosamente, mirando a todos lados para evitar ser descubierto por los espías del enemigo. No sé que clase de espías sean; dado que me enfrento a seres sobrenaturales, podrían ser incluso ratas o cucarachas, no solo humanos. También debo evitar a toda costa toparme con Alma Meriba, ya que aún no es el momento; hasta que arme todo y lo suba a la nube y lo envíe por e-mail a "La Rayuela" y a la ONG, hasta entonces será el momento. Me paro en la esquina, y me tomo un momento para escudriñar la casa; no hay luces encendidas. Seguramente la bruja, después de que creyó haber asesinado a mi pobre amigo, habrá ido al aquelarre que es "La Casa de la Hermosa Luz" a festejar. Bien, que lo disfrute, porque a ésa hija de la chingada se le acabó la diversión.

Sin embargo, no me permito bajar la guardia. Camino en diagonales volteando a todos lados buscando parapetarme en los portales y en los automóviles que se hallan estacionados y alcanzo la residencia con la llave que tomé de Ritssi en la izquierda; en la derecha llevo el arma amartillada, cubriéndola con la mochila salchicha donde llevo todos los documentos. No puedo permitir que la bruja me liquide por un mal movimiento, no antes de chingármela primero. Giro silenciosamente la llave, abro un poco la puerta y tras escuchar atentamente los ruidos de la casa, me convenzo de que no hay nadie, y entro. Afortunadamente para mí, a Alma Meriba no le gustan las mascotas, contrario al casi finado Ritssi que siempre ha querido tener un perro.

Subo sigilosamente hasta la recámara, y con únicamente la luz de mi linterna, comienzo a buscar la pieza que me falta en los cajones de la cómoda. Nada. ¡No hay nada, con una chingada! ¿Donde guardará la bruja sus identificaciones? No vaya a tenerlas en alguna gaveta adentro de la casa de Iztacíhuatl; no, no lo creo. Esas cosas son muy personales y de uso corriente, así que debe tenerlas dentro de alguna bolsa: su credencial para votar, su permiso de conducir, alguna credencial escolar o de biblioteca; sólo necesito un documento con huella dactilar, con foto y firma, algo así. ¡El clóset! Ritssi mencionó alguna vez que ella guarda esas cosas ahí. No quería buscar en el enorme clóset, pero ya ni modo. Ahí está la cama king size donde nos revolcamos los tres apenas ayer, madre mía... Realmente disfruté ése par de ocasiones. Qué lástima. Y qué asco. Siempre he tenido mala suerte con las mujeres: la que no me pone el cuerno, es terriblemente ambiciosa, o es medio frígida, o es muy estúpida o muy hueca o irremediablemente loca, en el sentido más bajo y peyorativo de la palabra, o todas esas cosas juntas... Pero, realmente nunca me había tocado tener a una inteligente y astuta bruja como amante, una bruja peligrosa que quisiera, y que pudiera matarme.

Ahí continúa en su sitio el retrato de Arnoldo Charles, pintado por "el cerdo" Aguirre. Qué buen retrato. La sonrisa que me regala desde la pintura el "camarada mono" me convence de que estoy haciendo lo correcto. Bien, amigo mío. Me apuraré. Y realmente este olfato de detective que poseo no me falla, ya que no tengo que buscar mucho. Detrás de unos viejos abrigos de piel que parecen de principios del siglo pasado, hallo un baúl también viejo, y siguiendo mi instinto, lo abro con las ganzúas, hallando adentro un cofre ovalado de madera policromada con escenas de garzas y lirios, al más puro estilo faraónico cerrada con un candado que, pese a ser mucho más reciente que la caja, es muy, pero muy antiguo. Es hermoso, pero las ganzúas no me sirven aquí de lo viejo que es, así que debo romperlo. En la cocina debe haber algo que me sirva, porque nunca he sabido dónde guarda Ritssi su herramienta; mientras me dirijo ahí, no puedo evitar pensar que a Alma Meriba le gustan las antigüedades. Por toda la casa hay muebles y pinturas viejas, además del par de abrigos y el baúl... En especial esa caja de apariencia egipcia; ha de ser antiquísima. No podría precisar la fecha, quizá sea de finales del siglo XIX, cuando los europeos sintieron una admiración por el "exotismo" y compraban como enajenados cualquier artesanía hecha en lugares lejanos. Quizá sólo el "camarada mono" pudiera fecharlo correctamente, al ser tan culto; pero de que es muy viejo, no me cabe la menor duda. ¿De ahí, de ése placer por lo antiguo habrá sacado la idea torcida de sacrificar ancianos? Y me viene a la cabeza sin querer otra cosa: Aguirre dijo, antes de morir: "Ella le ofrece ancianos a su dios, el demonio Quiún. Ella cree que así puede abrir las puertas de su prisión para traerlo a este mundo, donde le dará a ella y a los discípulos, El Tabernáculo, poder sobre muchas cosas y una vida muy, muy larga, como la de ella, que vio cuando los esclavos hebreos levantaron las pirámides de Egipto". Después de ver esa caja, y algunas de las prendas de ése guardarropa, ya no estoy tan seguro de que Aguirre estuviera exagerando. También está la "amistosa" advertencia de "La Diabla": "Algo muy viejo, con un enorme y feo aguijón, y sobre todo, malo..." Creo que el Comisionado de Paz Pública conoce mejor que yo al enemigo. Qué triste que no haya hecho nada ante los asesinatos de sólo Dios sabe cuántos ancianos.

Sigo con suerte: camino a la cocina me he topado con otra puerta, y siguiendo una corazonada, la he abierto y bajando unas escaleras, ¡oh sorpresa! me he topado con la cava de Ritssi, y también, con el escondite de sus herramientas. Este cabrón tiene de todo, hasta un garfio para escalar paredes; creo que me puede servir, así que lo tomaré prestado. Tomo también unas sólidas pinzas de bombero para romper el candado que custodia el cofre de Alma; espera, esto también me puede servir, tomaré esta mascarilla de ebanistería para polvos finos, uno nunca sabe -ojalá tuviese una para gases pesados-. Y me tomo también un instante para curiosear el chupe de Igor. Vinos, licores, y una caja llena de whisky y otra de vodka... No quiero decir o pensar que sea un borracho, pero tiene tanto whisky como un explorador que fuese a la India y temiese ser mordido muchas veces por las cobras... Espera, quizá me puedan servir... Si, ¡ijajay! Con estas botellitas podría hacer cócteles molotov... Sí, creo que puedo hacer una docena; no creo que a Ritssi le moleste, para no llegar desarmado ante la bruja y su conciliábulo. Eso me dará un mayor margen de maniobra.

Regreso al closet, y con las pinzas rompo al fin el candado; que bueno que las hallé, con una palanca hubiese lastimado esta hermosa artesanía. Empiezo a buscar, y hallo más de lo que podría pedir. ¡Bien! ¡Su credencial para votar! Espera... Aquí está un pasaporte viejo de Alma, fechado en... ¿1968? Sí, comparando ambas fotos y firmas es ella, solo el peinado y la ropa son diferentes. ¿Cuántos años tiene, pues? A simple vista aparenta unos treinta y cinco, más o menos; y esto... Una... una cédula de identidad francesa junto a un permiso para entrar al país firmada por el mismísimo Porfirio Díaz... ¿Y estos otros? Madre mía, estos otros documentos de identidad son... franceses. De cuando Maximiliano de Habsburgo intentó crear el Segundo Imperio y Don Benito Juárez se lo impidió. Son permisos para comerciar con México telas. Y estos otros... también franceses, y por la fecha... No puede ser, son salvoconductos emitidos por el primer imperio napoleónico, y si no me equivoco, son para salir de Egipto, por la probabilidad de guerra con Inglaterra... Las firmas en todos ellos... ¡la caligrafía es la misma! ¡Estoy viendo la firma de Alma Meriba en documentos que abarcan más de trescientos años! No puedo creerlo. Éste se ve muy viejo, está escrito con caracteres árabes, ¿será del imperio otomano? Y este otro aún más viejo, escrito en un latín raro; por la marca en el sello de cera parece bizantino, o quizás de la república de Venecia, no puede ser... ¿Qué es esta bruja, un vampiro? No puedo evitarlo, me tiembla el cuerpo de miedo. Me estoy enfrentando a un ser que, a juzgar por estos papeles, tiene más de mil años de vida. Jamás me he sentido más pequeño e insignificante. Impotente. La úlcera me empieza a molestar de nuevo, sudo frío, y nuevamente recurro al pañuelo que Alma me dio para secarme la frente mientras saco la leche de magnesia para calmar el malestar, pero no bien bajo la botella, el ángel exterminador de Quiún ya está sobre mí. Apenas puedo hacerme a un lado mientras le aviento por reflejo la pesada y larga pinza; el espantajo chilla, parece que le ha dolido ya que le ha abierto un boquete, pero únicamente he conseguido exacerbar sus ansias asesinas... ¡Debo sobrevivir a toda costa! ¡Trata de envolverme! ¡Maldición! ¡Quemas, cosa hija de la chingada...! ¡AAARGH! ¡Si lo logra, esto se acabó! Lucho, tiro patadas con todas mis fuerzas en el hueco que la pinza hizo, busco un poco de espacio para poder sacar la pistola, y con gran esfuerzo lo consigo: le doy un par de balazos a bocajarro a ésa maldita cosa, que como en las anteriores ocasiones, chilla horriblemente antes de deshacerse. ¡Maldición! ¡Van a salirme ámpulas donde ésa cosa me tocó! Ha estado muy cerca, casi me mata esta vez... Todo me da vueltas, siento que me desmayo; de no ser por el retrato del "camarada mono", su pintada sonrisa al óleo dándome valor, creo que no podría seguir.

¿Cómo es que me encuentran? ¿Cuál es el elemento que les permite hallarme? Debo serenarme, usar la lógica y ver si en el comportamiento de los... "ángeles" éstos hay algo que me dé un indicio. ¿Qué es lo que hacen? Realmente parecen perros, como chacales olisqueando el aire, como detectando un rastro, cazando... Y son ciegos, de eso no me cabe ninguna duda ya que el último que me acaba de atacar, no fue capaz de esquivar el fierro que le arrojé. No observan, huelen. Y de pronto, la verdad le llega a mi abrumado cerebro: ¡el pañuelo! Es verdad, Aguirre me dijo más de lo que yo mismo quiero creer: "Yo no maté con mis manos a don mono, no, pero sí conduje al ángel de Quiún, con la Marca de Meriba" "¡Corre todo lo que puedas! ¡De todas maneras, ya estás marcado, y cuando ya no le seas útil, también te eliminará, como a mí". ¡La susodicha "marca" es el chingado pañuelo! Mientras traiga éste pinche trapo, seguramente los enviados de Alma Meriba seguirán apareciéndose. Hora de probar esta hipótesis: si mi razonamiento es verdadero, lo primero que debo hacer, es dejar el pañuelo en... el sótano. Es el lugar más aislado de esta casa con una única entrada, y salida. Tendré el control por un momento. Me dirijo entonces al sitio, y dejo el pañuelo sobre la mesa de trabajo de Ritssi; a continuación, busco en la cocina algo que destruya las feromonas de Alma, algo como el cloro, o hidróxido de amoníaco. Uso un lavapisos con este último compuesto y me tallo vigorosamente el rostro, las manos y por si las flys, mi tilín con todo y bolas, ya que después del pañuelo, es la cosa que cargo que más ha de oler a las intimidades de la bruja ya que no he tenido tiempo para darme un regaderazo; madre mía, al contacto con el químico sin diluir, me arde un chingo, ¡quien me manda andar de cachondo! Sin embargo, me achispa, despejándome la cabeza. Acto seguido, también lavo los chones, la gabardina y lavo también los bolsillos donde guardé el pañuelo, y por si las flys, también las solapas a las que paso un trapo de cocina humedecido en el detergente. Y espero un momento después de volverme a vestir, parapetado detrás de una vitrina, justo atrás de la puerta que conduce al sótano con el arma preparada, al "ángel de Quiún".

Mi espera no dura mucho: aparece el "ángel exterminador" igual de impresionante que todas las veces; es la primera vez que lo veo con detenimiento: semejante a primera vista a la Esfinge flota, ondula en el aire como si estuviese hecho de humo. Mi primera impresión fue acertada, ya que parece un chacal hecho de humo blanco; aparentemente mi hipótesis de que es ciego también es correcta, ya que se desliza justo a mi lado y debo apretar el cuerpo para que no note el temblor de mis miembros, el castañeteo de mis dientes mientras rezo un Padre Nuestro en mi cabeza pidiendo ayuda divina. Tiemblo. Las piernas se me aflojan cuando noto eso que, por analogía, pudiera ser el rostro del "ángel": es, sin duda, un rostro humano, el rostro de un viejito. No sé por qué, pero hay una infinita tristeza en ése arrugado rostro, que a momentos se convierte en el de un chacal, y al siguiente es humano. Estoy de suerte. Pasa de largo sin notar que tiemblo bañado en sudor frío, y flotando baja las escaleras; debo moverme, como un cazador. La presa está en mi trampa pero no debo confiarme. Eso que está abajo es como un tigre, capaz de acabarme de un único zarpazo. Me acerco cauteloso a la puerta y observo lo que el demonio hace: llega hasta el pañuelo, y me busca olisqueando el aire, y al no hallarme, chilla horrible y angustiosamente. Es un ruido estridente, me pone los nervios de punta y ya no aguanto más. Disparo, una, dos veces, y le doy hasta la tercera por el temblor de mis manos, justo cuando se da cuenta de donde me hallo y se pega a las paredes, bufando agresivamente mientras sube las escaleras buscando alcanzarme antes de deshacerse en cenizas blancas... ¡Ah, mi estómago! Siento como si un cuchillo lo atravesase, y debo recurrir a la leche de magnesia; la bebo mientras bajo la escalera, cojo una botella de vodka en memoria de mi gran amigo Arnoldo Charles y mojo con él el pañuelo; sobre un serrucho que uso como plato, quemo el pañuelo maldito que arde rápidamente en una larga y azulada, agresiva llamarada. Ahora Alma Meriba no sabe dónde estoy, tengo el elemento sorpresa de mi parte. Lo malo, es que reforzará la vigilancia, y quizá también, mande más "ángeles", o a los matones de "Quimera" hacia aquí. Subo de nuevo a la recámara, tomo la portátil de Ritssi, el cargador y una batería recargable, todos los documentos que hay en el baúl y los echo en la mochila salchicha, así como a las pinzas de bombero, pensando en hallar otros candados que no pueda abrir con las ganzúas; tomo una sábana que rasgo, bajo de nueva cuenta y con premura, hago bombas molotov mezclando los licores con azúcar que tomé previamente de la cocina. Diez. Las acomodo en la mochila y también pongo en su interior la mascarilla y el garfio, y salgo igual de sigiloso como entré. En ése momento, una camioneta blanca da vuelta a la esquina, y siguiendo correctamente a mi instinto, me parapeto rápidamente detrás de un zaguán. Cinco matones bajan y entran a la casa de Ritssi. Ni siquiera se toman la molestia de ocultar sus armas: uzis y AR-15; entran, usando una llave que seguramente es la de la dueña.

Debo apurarme. Al no hallar el cadáver de Ritssi, sabrán que no ha muerto y comenzarán a buscarnos. Sobre mí, está claro que Alma sabe cuando he destruido a sus enviados: el que sigan viniendo, es la prueba de ello, sólo espero que ella no sepa del escondite en donde se halla su marido. Ex marido. De mi cuenta corre que terminando esta noche, así será. El tiempo está en nuestra contra, cada minuto cuenta; aún así, debo encontrar un sitio donde pueda armar el informe, eso es de vital importancia en el descabezamiento de ésa extraña sociedad, ése será el primer golpe y ha de ser contundente. Si mal no recuerdo, en la calle de Salamanca esquina con Durango hay un Vip's que abre durante toda la noche. Paro un taxi en Insurgentes y le pido al chafirete que me lleve ahí. Debo tomarme un momento para armar toda la historia, y seguir con mi plan antes de ir a enfrentar a Alma Meriba, que seguramente ya me está esperando; confío en que, al sentirse poderosa, se haya ensoberbecido y no intente huir, porque eso la haría ganar. Sencillamente se sentaría a esperar el momento adecuado para matarme y cambiar de identidad, como lo ha hecho por cientos de años. Sin embargo, un sentimiento extraño me hace levantar la vista, y alcanzo a distinguir a varias unidades del CISEN y la PGR que a toda prisa van hacia la dirección de donde vengo... Silenciosos, se mueven entre el tráfico como sombras; cuando he llegado a seguirlos en sus operativos como reportero de nota roja, siempre se me han figurado orcas que van de cacería, totalmente diferentes en su accionar a la policía "normal". ¿Acaso "La Diabla" por fin ha comenzado a moverse? No lo creo. No se ha movido ni un ápice desde que Aguirre fue asesinado, ¿por qué habría de moverse ahora? Irán a echarle el guante a otros, esta delegación política es de las más violentas de la ciudad. Sí, eso ha de ser…

CONTINUARÁ…


                ¿Qué les está pareciendo? Este cuentito es muy largo; quizá debiese llamarlo una novela ligera y corta. Es el penúltimo relato de mi libro “Los Jóvenes Soñadores”, que desearía publicar.

                Bueno, les prometo que la siguiente entrega será la última de este cuento. Y ahora vamos a un par de cosas que he hecho en estos días:



     "Todo el mundo tiene algo que decir". Papel marquilla y lápices de grafito y tinta china. Y es cierto. Cuando alguien quiere a alguien, todo el mundo tiene algo que decir. Importe o no, todo el mundo. Este es un pequeño desahogo y nada más. Los otros dos son más... serios, por decirlo de alguna manera.


                Este dibujo se titula “Llegaron los Payasos”, y es una alegoría sobre el momento cuando la cordura huye ante la marcha implacable de los payasos que tomaron mi mente. Son lápices de cera de colores sobre papel marquilla y es grande, son 59x42 cm. Un poco para rememorar un día perdido en la memoria, cuando su seguro servidor vino a este mundo a dar lata.








                Estos son detalles. Y el siguiente es una acuarela y es un retrato de mis queridas primas las chicas Manzano:


                Recuerdo cuando niño, iba a Oaxaca a pasar los veranos. Recuerdo el aire tibio, el olor a muchas plantas, los cocuyos y las luces extrañas que se veían por las noches en el largo cuarto donde dormíamos. Extraño esos años, en serio. Estos son detalles:








                ¡Espero que les hayan gustado! Y ahora sí, sin más por el momento, me despido de ustedes.  ¡Hasta la entrega que viene! ¡Sayonara! ¡HISTORIETA O MUERTE! ¡VENCEREMOS!




miércoles, 2 de agosto de 2017

Eructo Literario: “Torta de Sándwich de Quesadilla con Harto Aguacate” Parte 1.


                ¡Mis estimados contlapaches y contlapachas! ¿Qué me cuentan de nuevo? Pues nada, yo aquí desde este lado de la pantalla digital, ¡mascando enojos y frustración! ¡AAAAH! ¡LO ROMPO TODO! No es cierto. Bueno, sólo un poco. Verán el porqué de mi enojo y frustración: como ustedes pueden constatar, al darse un paseo por los más de cinco años que este su seguro servidor ha estado publicando esta bitácora, he dado todo lo que he hecho de forma gratuita y sin cortapisas, salvo la de que, si ustedes tienen a bien compartir o atesorar algo de este sitio, únicamente me den el crédito que merezco. Es todo lo que pido. Es todo lo que cualquier artista necesita. También, cuando he llegado a vender algo, un cuadro, una ilustración, una historieta, trato de no ser excesivo, porque siempre he creído que el don del Arte, es algo que viene de Dios, y por lo mismo, es malo cobrar por algo que Dios da gratis. Si uno cobra algo, ha de ser por la simple razón de que todo artista también ha de comer.

                Otro asunto es el del empresario que regentea la obra artística. El empresario le paga al artista por su obra, y, en casos como la música, se digna a dar un ínfimo porcentaje de cada canción, cada disco. Lo mismo pasa, tengo entendido, con la literatura. Sin embargo, con la excusa de que ellos se arriesgan al invertir su capital en algo que quizá no les de ganancia, se sienten libres de manipular y mutilar o alterar la obra del artista, que en última instancia, es quien deja manos, piel y lomo en su quehacer.  Y en el proceso, se llenan los bolsillos como buitres, como sanguijuelas, de ése esfuerzo. ¿Y cuál es la herramienta de que se valen estos señores para hacer esto? Muy simple: la cesión de los Derechos de Autor. El artista, en la gran mayoría de los casos, queda despojado de su obra, debido a que, en lo que se labra un nombre, es la única manera de poder vivir sin tener que trabajar de otras cosas, como limpiar mesas, lavar automóviles, como guardias de seguridad, ya que el sistema económico vigente, no le da más valor al arte que el monetario. Obra que no vende, obra que no gusta, es desechada. Es más, ni siquiera es tomada en cuenta.

                Sin embargo, la Obra de Arte existe por sí misma, y a veces, es potencializada cuando otro artista toma dicha obra y crea algo nuevo. Cito como ejemplos de esto, a Warhol cuando toma la Mona Lisa y juega con la imagen para crear una obra nueva. ¡Imagínense si alguna Compañía Buitre tuviese los derechos de la Mona Lisa! ¡Andy Warhol hubiese ido a parar a la cárcel! ¡O imagínense a quienes han tenido la osadía de usar al “Grito” de Edward Munch en playeras o en miles de imágenes relacionadas! Me parece que prohibir la exhibición pública de películas, o el registrar como marcas propias a colores o, como en el caso del Himno Nacional Mexicano, registrado bajo el nombre de un tramposo estadounidense sin ética, es un abuso de las leyes de Derecho de Autor, a favor de ésas compañías buitre. Mientras se le dé crédito al artista, y su obra sea usada con respeto y dignidad, creo que debiera ser una cuestión abierta. En todo caso, la ganancia sobre una obra debiera ser en un lapso corto de tiempo, para que la obra pueda ser del dominio público y sea apreciada por toda la gente que se pueda.

                Todo esto viene de que, hace casi un par de años, hice un par de trabajos sobre la idea de un cuarto Rey Mago, uno que baja desde el Norte, y que nunca puede llegar. Hice un poema, un par de cuadros y un video sobre esta idea, y al video se me ocurrió musicalizarlo con una muy triste y hermosa pieza sinfónica llamada “CANTUS IN MEMORY OF BENJAMIN BRITTEN FOR STRING ORCHESTRA AND BELL” de un autor llamado Pärt, y al cual le agregué mi propia voz hablando como si lo hiciese en una voz antigua y dolorosa, ya que el poema que escribí es doloroso. Ustedes quizá lo vieron, ya que estaba en este mismo cojín y en mi canal de You Tube. Sin embargo, hace unas semanas me llegó una notificación de Google+ en la cual me informaban que la compañía que detenta los derechos de la obra, BIS Music, le pidió que silenciara mi video. ¿Por qué lo silenciaron? No hice mal uso de él, no lo mutilé, di créditos al final, y por si fuese poco, no gané ni un quinto con él, lo hice únicamente porque cuando lo realicé, estaba transido por el dolor de una separación y esa pieza fue lo más cercano que hallé que fuese comparable a mi dolor de ése momento. No hubo  ninguna especie o tipo de dolo, ya que ni siquiera esperé que lo viese una gran cantidad de gente.

                Y si, es verdad que así es la ley. Y ya qué. Sin embargo, como alegato final, diré en mi defensa que aunque yo di crédito al artista Pärt, y en ningún momento usé su obra con menosprecio, sino que lo hice con toda dignidad hacia él, al silenciar mi video, los Buitres sí mutilaron mi obra, que como la Mona Lisa de Warhol, ya era una pieza aparte, con su propia vida y dignidad. No la busquen. Ya la borré, así como a otro video, y pienso quitar ése canal de You Tube en estos días, no me vayan a dar un susto ésos Buitres Carroñeros de la Cultura.

                Bueno, ya dije lo que tenía que decir, y ya me siento aliviado, como si hubiese escupido una gran bola de pelo. Ahora sí, ¡a lo que te truje Chencha! Quiero presentarles el penúltimo cuento de mi libro de relatos “Los Jóvenes Soñadores”, y como está muy choncho, he decidido dividirlo en dos partes, ¡espero que les guste!


Torta de Sándwich de Quesadilla con Harto Aguacate.






"The spiderman is having you
For dinner tonight.
Robert Smith / The Cure.

Disparo.

Extrañas sombras se mueven con el fogonazo que ilumina brevemente, como un relámpago, el callejón; una de las sombras se estira innaturalmente, se retuerce agresiva como una especie de papel que fuese gobernado por un extraño, feroz viento, trata de esquivar mi plomo, pero creo que le di de lleno.

Disparo. Otra vez, para asegurar, pienso; pero lo cierto es que el miedo es quien me hace apretar el gatillo de nuevo. Y ya no tengo balas. ¡Con una chingada...! Despanzurré mi último cargador, pero estoy seguro que le di en su madre a ésa cosa, ha dejado de moverse y su trasero de blanquizca ceniza se deshace en el reducido espacio sin dejar evidencia alguna de su horrible existir. Sí, era el único, no creo que hayan mandado más a seguirme por el momento, por fin estoy solo; debo moverme, no debo quedarme mucho tiempo en el mismo sitio... Bendito Dios, porque por lo menos, el plomo se los chinga; si no fuese así... Mejor no pensar en ello. Que bueno que no tenga que usar balas de plata como ése tal "Aguilita".

Me duele el estómago. Un dolor que es como un gemido sordo, sube en forma de grandes eructos que no puedo acallar, y siento como si fuese un cerillo ardiendo la forma de costalito de mi estómago; literalmente se está cociendo en su propio jugo por las cosas horribles que he visto y sentido -y lo que aún me ha de faltar por ver, desgraciado de mí-, obligándome a caminar encorvado como un tlaconete que ha sido bañado en sal, e igual a un tlaconete, pinto este camino hasta el despacho con sudor helado. Madre mía, que feo duele, creo que estoy viendo doble, y no hallo el maldito hoyo de la cerradura, casi no siento el ardor de los ojos que me nadan, escociéndose en sudor; todo yo un estómago que se deshace como cera muy caliente por la presión hasta que la llave, bendito Dios, abre, y como un náufrago manoteando en la obscuridad del mar buscando algo a qué asirse, alcanzo el cajón de hasta abajo del escritorio, mis dedos ansiosamente palpan buscando una forma cilíndrica y cuando la hallan, ¡lotería! bebo de un jalón casi un litro de leche de magnesia, que calma de momento el horrible ardor y al fin puedo sentarme, como un gato, a lamerme las heridas.

Por fin puedo limpiarme los ojos que los he de traer rojos como de diablo, con este pañuelo que me regaló Alma, la buenísima esposa del Ritssi. Coqueta, caliente como una plancha, mi choricín se asaba sabrosamente dentro de la parrilla que era ella; Ritssi y Alma. No hace mucho que los conozco. Íntimamente, quiero decir. Ya los conocía de vista desde antes, justo cuando empezaron a joder con el absurdo e inútil rollo de la precampaña presidencial -¡comerciales por todos lados, hasta que se te salgan los candidatos por la nariz!- y en el baile de la policía me los presentó oficialmente el "camarada mono" Arnoldo "Monita" Charles, "camarada" por ser uno de los pocos miembros activos del PCM -siempre he sospechado que ésa postura de comunista radical no era otra cosa sino una pose, hecha ex profeso pera alejar a los tontos prejuiciosos y vacíos que rondan en todos lados-, y que se ganaba como yo sus quintos en "La Rayuela, El Periódico que Grita lo que otros Hablan" como columnista científico y cultural; su sección de todología "La Rama del Chango" donde escribía de cualquier tema como en botica -casi un sabio de Salamanca, perfecto hombre del Renacimiento por decirlo de algún modo-, gusta mucho, además de ayudarle a la policía como asesor científico y forense. Aprovechó hábilmente el momento en que tenía la atención de todos los invitados al convite con la historia de mi bisabuelo José Galicia el primero cuando allá, en los Altos de Jalisco, mató después de una larga cacería con su machete a un nahual que aterrorizó a toda la región para presentarme con los Ritssi oficialmente. Esa noche Alma -buenísima Alma que estaba enfundada como pie en calcetín dentro de un vestido de licra azul rabón y escotadísimo, madre mía, las nalgas más firmes y paradas que hicieron que se me empapara todo el grifo por haberse endurecido el empaque al bailar apretaditos-, me coqueteaba descaradamente frente a las narices de su viejo, Igor Ritssi, el cual sostenía una cuba en la mano mientras se excusaba para no bailar con su muletilla preferida: "tengo las dos patas chuecas, güey", evidentemente ebrio ya mientras el "camarada mono" sólo se reía al verme como un colegial haciendo heroicos esfuerzos para no perder la cabeza por las caderas de ésa mujercita que no despegaba el metro y medio del suelo. Quién iba a decir que un mes y medio después el "camarada mono" aparecería muerto, aparentemente a manos de un ladrón desesperado quien al verse descubierto -según la "verdad histórica", como está de moda decirle a la versión oficial-, lo asesinó con una de sus propias espátulas con las que recogía evidencia en las escenas del crimen. Descansa en paz, mi gran amigo. El mundo, la humanidad perdió con tu partida a una gran luz, a un brillante y sabio hombre y todo, todo, hasta las calles, parecen más obscuras todavía.

Nada tan común como lo que hago yo. Cierto, ser reportero de nota roja, investigador privado y aspirante a novelista negro debe tener algún mérito; es solo que toda esta locura empezó para mi -sus horrorosas ruedas ya estaban girando, masticando y tragando inocentes sabrá Dios desde cuando- con la muerte del "camarada mono". Y quien me empujó sin quererlo fue el pinche Ritssi. Todo hubiera quedado en un mero asalto -le quitaron su cartera, le desvalijaron su pequeña caja fuerte, le despanzurraron el colchón, y no se llevaron la escoba porque éso hubiese sido demasiado-, de no ser porque el pinche Ritssi me hizo notar -Ritssi es el Jefe de Medicina Forense del SEMEFO- que el "camarada mono" no había muerto por la herida ocasionada con la espátula de acero que se había alojado en sus cervicales, no. El cabrón descubrió que la agresión con la espátula había sido hecha después. Sencillamente, la sangre en las venas ya estaba bastante coagulada como para escurrir siquiera y la espátula de acero alemán entró en la parte posterior del cuello de la misma forma en la que entra un cuchillo en un albondigón; la herida, era algo ajeno ya, una pista hacia otra dirección, un mero pretexto de causa mortuoria, una cortina de humo. El "camarada mono" habría muerto como dos horas antes, en apariencia debido a unas hojas de papel que se había tragado o que le habrían obligado a tragar -el cuerpo, hallado sentado en su silla, el torso apoyado sobre su escritorio en una postura relajada, no mostraba indicios de lucha ni de asfixia, más bien parecía alguien a quien le ha ganado el sueño- y que, al hacerse bolas, se habrían quedado atoradas en la laringe ocasionando que se asfixiara.

Como dato curioso, en la autopsia Ritssi halló que el "camarada mono" tenía los pulmones y la laringe de un fumador de noventa años, que hubiese empezado con el vicio a los trece, además de inexplicables quemaduras en boca y nariz. -"No manches tu triste vida, Arnoldo nunca fumó"- le dije, a lo que Ritssi se encogió de hombros, con el dato duro de haber sido él quien lo abrió en dos durante la autopsia. Otro dato curioso: el "camarada mono" tenía como almohada cuando la fría lo sorprendió, no "El Capital" de Carlos Marx, ni el "Pequeño Libro Rojo" de Mao sino una Biblia Reina Valera, abierta y babeada justo en el salmo 91.

Acompañé a Ritssi a ver a "la Diabla" -como le apodan al Comisionado de Paz Pública del CISEN, cuya oficina extrañamente fue quien se hizo cargo del caso, quitándoselo a la PGR-, para hacerle ver este hecho, pequeño, casi insignificante pero que definitivamente marcaba una pauta hacia una investigación más profunda del caso. Sin embargo, la justicia ya se hallaba encaminada en la verdad histórica del robo y en un par de días, presentó al homicida: el hijo de la septuagenaria señora que ayudaba al "camarada mono" a limpiar su casa una vez a la semana. Desempleado, imposible que hallase un trabajo formal por tener más de cuarenta y cinco, y que se dedicaba a pintar cuadritos al óleo de flores y pájaros de donde sacaba gasto para medio vivir. "El cerdo" Aguirre era el chivo expiatorio perfecto, y tras una breve pero concisa sesión con los hombres de "la Diabla", sus huellas dactilares aparecieron como por arte de magia en el mango de la espátula -según Ritssi, la espátula no tenía huellas dactilares cuando la retiró del cuello del camarada, sino una especie de marcas semejantes a dedos, hechas de una ceniza blanca muy fina, como si el agresor hubiese estado quemando papeles y revolviéndolos con una mano enguantada antes de asesinarlo. Aún estaba analizando la ceniza para ver de qué chingados era-, así como su confesión escrita con una mano con tres dedos quebrados: "Declaro que maté a don Mono para robarlo". Todo dentro de los cauces normales. El "cerdo" Aguirre saldría del reclusorio cuando cumpliese ochenta y siete años. Quizá antes si se portaba bien y siguiese pintando cuadritos de flores y pájaros. Já.

Esa noche del carpetazo, fuimos Ritssi y yo a bebernos nuestra fé en la justicia mexicana y de ahí nos hicimos buenos amigos. Siempre me mido con el alcohol debido a la úlcera, cosa que Ritssi no hizo; verdaderamente dolido, se acabó en medio de elogios al camarada y a Aguirre no sé cuántas botellas de ron hasta que ya no pudo sostenerse por sus propios medios. Echando chines y malines, lo llevé a su casa y ahí fue donde volví a ver a Alma. Abrió la puerta de la casa vestida con una bata de baño y el cabello recogido en una cachonda cola de caballo -"qué buena vieja te traes pinche Ritssi", pensé para mis adentros-, y al ver a su marido ahogado de borracho, hizo un gesto de resignación y nos permitió entrar. Acostumbrada a los excesos de su viejo, le ayudé a acostarlo, llamando mi atención un retrato de Arnoldo Charles colgado de una de las paredes de la recámara. "Lo hizo el artista al que acaban de encarcelar injustamente, por encargo de Igor", dijo la esposa de Ritssi mientras bajaba los humedecidos y grandes ojos. Era verdad, el pintorcillo no era tan malo; captó a la perfección el carácter jocoso del "camarada mono". Era un buen retrato y pensé que me agradaría tenerlo, quizá le encargue uno de mi querido padre Chingongón; en ésas cavilaciones estaba, cuando me percaté que Alma, que terminaba de tapar con un edredón a su marido dándome la espalda, llevaba la bata hasta arriba. Madre mía, que soberbias nalgas, que piernas tan torneadas posee esta mujer, que piel tan deliciosamente blanca, y ya Ritssi comenzaba a roncar, cuando en su misma cama, Alma volteó dándose cuenta de mi cachonda mirada devorando su trasero y benditamente cínica, abrió su bata y ¡carajo! ¡No soy de fierro! ¡Totalmente encuerada! ¡La velluda, obscura y húmeda Medusa me sonreía verticalmente traviesa, volviéndome de piedra a un ansioso Perseo que comenzó a llorar, emberrinchado con querer explorar esa caverna! Ella me dijo no sé que tantos elogios tontos a mi varonilidad, a la facha de tipo duro y a mi caminar como si fuese a madrear a alguien, justificándose por bajarme el pantalón y yo, ni le hice caso, bonita tonta, que piropos tan zonzos e inútiles me estás dando, atento únicamente a esa golosa boca de labios gruesos jalándome entero a profundidades desconocidas, atento únicamente al tacto y a la deliciosa presión de sus hábiles manos haciéndome subir y bajar antes de ponerme el condón y ahí mismo, junto al roncador Ritssi, frente al retrato del "camarada mono" que pareció sonreír más, la monté con la  ferocidad de un marinero que haya estado un año entero en la mar como tres veces junto a los previos y deliciosos escarceos amorosos. No salí de ella sino hasta que los ruidos de la calle me dijeron que serían cerca de las seis de la mañana. Me vestí, y ahora avergonzado con el pobre Ritssi, prácticamente huí.

Y no los hubiera vuelto a ver, de no ser porque Ritssi me buscó, justo al día siguiente a la hora de la comida, en las oficinas del periódico. Yo, recobrado el sano juicio, adolorido de todo el cuerpo por la ardorosa pelea con su esposa, sentí que la cara me estallaba de vergüenza al toparme de frente con su sonrosado y cambiante rostro, pero de todas formas me puse en guardia esperando que ardiese Troya, pues tampoco me iba a dejar, qué la chingada, si ella fue, en primer lugar, quien me buscó hasta que me encontró; Ritssi sonriéndome me extendió la mano y, confundiéndome aún más, amigablemente, haciéndose el cómplice, me soltó el rollo de que ellos eran de ésas parejas "swingers", y que no había bronca, ya que Alma le había platicado con lujo de detalles mi performance...

-"...quien te viera, tan pinche gordo como estás, y nadas como un delfín en la cama, güey."
-"A'i nomás 'pal gasto mano."

...y ella ya quería que repitiéramos cuando se pudiese; Ritssi lamentaba haber estado tan borracho para no haberle entrado a nuestra fiesta, pero el asunto del "camarada mono" le había pegado en serio, no solo a él, también a Alma. Ante mi sorpresa -"pinche camarada, ¡quién lo viera!"- me confesó que llevaban tiempo haciendo cama redonda, por lo que conocían bien a Arnoldo, y también conocían a la señora que le ayudaba a hacer la limpieza y a su hijo, con quien también compartían cama un par de días a media semana. "Un excelente pintor, desperdiciado por el círculo cuadrado de artistas e intelectuales, güey", y que "el hombre, güey, es demasiado sensible para convertirse en asesino", según las propias palabras de Ritssi.

Nos fuimos a un chino a comer; yo pedí como siempre que me hallo en una encrucijada, una torta de sándwich de quesadilla con harto aguacate -vieja costumbre mía- y no sé que pidió Ritssi, creo que un chop suey y ahí, mientras comíamos, Ritssi sacó un sobre carta de plástico transparente, de esos que tienen cierre flip-flop, y desplegó frente a mi café con leche, los papeles con los que pensaba que Arnoldo Charles había perdido la vida: un par de cortesías de un centro tanatológico -"Cuando un ser amado llega al último tramo de la vida, qué hacer para estar preparados"-, un anuncio clasificado de periódico -de el mismo donde trabajo como reportero de nota roja- sobre asistencia psicológica y un pequeño folleto impreso en papel couché a todo color sobre el mismo centro de las cortesías: La Casa de la Hermosa Luz. Ahí habían tres números escritos apuradamente con un bolígrafo azul, 40, 33, 77, muy corto para ser un teléfono, y la palabra "adodocemolina".

-"¿Que piensas de estos números?"- pregunté a Ritssi, y él, después de escrutarlos un par de segundos, me dijo que muy bien podrían ser de una cerradura.
-"A güevo que Arnoldo, como el gran forense que fue, nos dejó una pista, güey; por éso usó tinta azul, sabía muy bien que es la que más tarda en descomponerse, pienso que es un buen punto de partida. Déjame decirte que estaban cubiertos güey, al igual que los pulmones y la laringe, de la misma ceniza blanquizca que estaba en el mango de la espátula".
-"¿Que ganas con esto?"- le pregunté mirándolo fijamente a los ojos. -"El caso está cerrado, y vas a ganarte la enemistad de 'la Diabla', ya sabes cómo reaccionan los sujetos con un cargo alto, cuando llegan un par de cretinos con un estatus obviamente más bajo a mostrarles que son huevones y que no hacen bien su trabajo. Yo, por lo menos soy periodista, pero tú, tendrías que vértelas a diario con ése cabrón".

Ritssi encendió un cigarrillo valiéndole madre la prohibición a fumar en espacios públicos, jaló hasta la mitad, contuvo el humo un momento y lo soltó junto a sus palabras:

-"Justicia. Nada más ni nada menos. No sé tú, 'Gordolobo' (¿puedo llamarte 'Gordolobo', verdad güey?), pero yo por lo menos, estoy hasta los huevos sobre cómo se hacen las cosas aquí güey. El camarada era una buena persona, así como ése pobre pintor y su madre, cuyos únicos delitos fueron el ser pobres güey; el hijo, el tener un espíritu demasiado libre en un cuerpo dizque viejo como para tener un trabajo estable para encajar en ésta pinche sociedad cretina, doble cara, sin que lo trataran de 'mantenido' o 'parásito', güey; nada más falso ya que era muy activo, sólo que su quehacer no es valorado porque aquí, nadie distingue un garabato de una obra de arte, y menos en alguien que intenta vivir por el camino de la vocación güey. Y lo otro, que su anciana madre tuviese la mala fortuna de chambear en la escena del crimen. Es gente buena, pero sola y desamparada güey, lo que los convierte en los chivos expiatorios perfectos, güey. No tienen lana para amanecer mañana, menos para pagar a alguien que los defienda como se debe; ¿crees que un buen abogángster no impugnaría que la confesión la sacaron con tortura, güey? Pero sólo tienen a un pasante que está haciendo su trabajo social como abogángster de oficio. Sin contactos y sin ninguna maldita maña. Sin ninguna maldita gana de hacer su trabajo, güey. No. No lo merecen. Arnoldo fue un gran forense que me enseñó muchos trucos del oficio, era de los pocos a los que les interesaba llegar siempre hasta la verdad; no es justo que quien lo haya asesinado, esté por ahí haciendo su desmadre, güey. Mira güey, sé bien que 'la Diabla' es un cretino que aunque haya estimado al camarada, no va a mover ni un pinche dedo para hacer justicia. Sencillamente ha estado dentro del sistema mucho tiempo, güey. No. Aquí entras tú, 'Gordolobo'; es decir, aquí debe entrar el cuarto poder. Tú, además de reportero, eres detective, y eras amigo, no un simple conocido del 'camarada mono' güey, ¿qué mejor que éso? Debemos hacer mucha bulla, la suficiente como para que se les haga justicia al camarada, a Aguirre y a su pobre madre. Y sobre el verle la jeta a diario a 'la Diabla', pues, me vale madre siempre y cuando logremos que, por una vez, hagan lo que tienen que hacer güey. ¿Cómo ves?"

Cómo veo. De la vil chingada. Por experiencia propia sé que un simple periodicazo no sirve de mucho, además de que puedes ganarte por andar sacando trapos sucios, un lugar preferencial en el panteón; por eso siempre cargo mi .45 con sus cinco cargadores por si las flys. Pero Ritssi tenía un buen punto a su favor: el "camarada mono" también fue mi amigo, y lo llegué a apreciar mucho. Era el tipo de hombre incorruptible que por lo mismo, casi no tiene éxito en el mundo, y menos en un país que se halla hasta el cuello hundido en la corrupción, por lo que tenía que trabajar como negro para medio vivir como negro. Y aún así sonreía, le hallaba el lado bueno a las cosas aunque no las tuvieran, te contagiaba sus ganas de vivir y de reír. Era un cabrón a quien siempre daba gusto ver porque te ponía de buen humor. Así que la única opción que teníamos, como amigos, era hacer lo que la policía no hace nunca: investigar, hallar al verdadero culpable, y exponerlo en los medios. Obligarles, con pruebas contundentes, a agarrar al verdadero culpable y sacar a Aguirre del botellón y salvar de la indigencia a aquella pequeña familia de dos. En éste sistema penal, donde de forma absurda el ofendido y el acusado deben hallar por ellos mismos pruebas de la inocencia y/o la culpabilidad -¡cosa que a todas luces es chamba de la tecolotiza!-, tener a un miembro de la familia preso también encarcela a toda la familia; no es barata ni fácil y mucho menos tranquila la vida dentro de la cárcel, es una gran piedra llena de robos, extorsiones y amenazas muy pesada que jala fuerte hacia abajo, y cuyos lazos son el cariño hacia los familiares. Vampírico. No. Demoníaco. Si el reo es alguien como Aguirre, su madre está condenada a pedir limosna y morir sola. Apoyar por una vez a los desamparados, tratándolos como debe ser, como nuestros iguales, sería, a fin de cuentas, uno de los ideales socialistas del "camarada mono". Quizá así, Arnoldo Charles pueda descansar en paz.

Habiéndonos puesto de acuerdo, quedamos de vernos como a las nueve de la noche en casa del Ritssi. Alma le urgía que quería verme otra vez. Ya no soy un jovencito, es verdad; pero adentro mío, sigo siendo un muchacho soñador; la primavera sigue floreciente aquí en mi pecho arrojando ganas de vivir, haciendo que la única duda sobre el poder responder adecuadamente en un lapso de tiempo tan corto desapareciese. Como un gatito al que le han encebado los bigotes, apreté la mano de un Ritssi alcachofa y me despedí.

Regresé a las oficinas de "La Rayuela" a hablar con mi jefe. Le dije que estaba tras una nota que prometía ser jugosa, así que por un corto tiempo no iba a poder seguir a la policía como el habitual reportero de nota roja. Bobadilla se rascó la calva, dudando: "¿Me puedes adelantar algo?", y le solté lo que Ritssi había descubierto sobre la muerte del "camarada mono". Bobadilla abrió los ojos, y sin dudarlo más, me dio el permiso. Pude notar que el finado Arnoldo Charles también era muy estimado por Bobadilla, ya que no bien estaba cerrando la puerta del despacho, el jefe de redactores abrió el frigobar y se sirvió un generoso whisky "on the rocks" mientras se limpiaba al disimulo una lágrima.

Era hora de empezar a hacer hipótesis, y tratar de despejarlas. Por la obvia razón de que le sacaron la confesión al romperle los dedos, el "cerdo" Aguirre no podría haber asesinado al "camarada mono", así que decidí dejarlo, de momento, fuera del asunto. Ahora bien, ¿podría alguien resentido, algún enemigo, alguien a quien las pesquisas del "camarada mono" hubieran llevado a la cárcel, ser el asesino? No lo creo. Su labor como asesor forense debió ser del mismo tipo que la de Ritssi: un mero adorno. Para alguien con una ideología pura, y una ética recta como Arnoldo Charles, debió ser muy duro investigar cosas que en última instancia, no serían tomadas en cuenta. En éste país la única investigación policíaca seria es a base de golpes, toques eléctricos en los genitales y tehuacanazos en la nariz hasta que aceptes que mataste a don Benito Juárez, lo que descarta ésa hipótesis, aunque sea de momento. Sigue la más obvia de todas las conjeturas: el supuesto robo. La chapa de la casa, según Ritssi, no había sido forzada, sino que había sido rota desde adentro, además que la excesiva violencia demostrada en la apertura de la pequeña caja fuerte y el despanzurramiento del colchón contrastaba plenamente con la ausencia de violencia que mostraba el cadáver del camarada; dudo que Arnoldo Charles tuviese más de dos pesos juntos, dado el pequeño departamento en donde vivió, y su estilo frugal de vida; pero lo que más me saca de onda, es que el asesino, si realmente lo mató para robarle, ¿no lo hubiera golpeado despiadadamente debido a la frustración, como se estila hoy en día, donde te medio matan en la calle por no traer más de veinte pesos? Y en todo caso, ¿para qué se tragó Arnoldo ésos chingados papeles? No tiene sentido, eso del hurto me suena cada vez más a cortina de humo, así que pondré el robo aparte de momento. ¿Qué tal un enemigo personal, algo del tipo pasional? Arnoldo Charles era querido por mucha gente, y era muy discreto en su vida privada. El único exceso que le acabo de conocer, es su sorprendente relación a tres bandas con los Ritssi. Además, la ausencia de lucha, de violencia en su deceso, de nuevo, es algo muy extraño. Su mera postura cuando murió, me genera más dudas. Plácido, su rostro estaba demasiado tranquilo, entonces, ¿fue un suicidio? ¿Por qué no mostraba la desesperación que genera la asfixia? ¿Él mismo se tragó las cortesías y el anuncio y el folleto, o lo obligaron a tragárselos? Su rostro tranquilo, según Ritssi, es lo que más me confunde. Aparte, está lo de sus pulmones, su boca y nariz quemados. ¿Quizá usó el asesino algún tipo de gas, como el mostaza o el zarín, quizá algún derivado del cloro o del fósforo? De ser esto cierto, ¿no debería quedar algún residuo? Hay que checar esto con Ritssi. Debo también ir a ver por mí mismo la escena del crimen, antes de que sea alterada aún más por la gente del SEMEFO. Posiblemente Ritssi pueda conseguirme las fotos tomadas cuando hallaron el cuerpo. Sí, debo pedírselas. También debo checar el asunto de que un comunista de hueso colorado, haya estado leyendo una Biblia justo antes de morir, ¿acaso buscaba paz, sabiendo que lo querían matar? ¿Sabía eso el camarada? ¿Esa Biblia no podría ser una pista? ¿O, ante la pregunta final, se dio cuenta de que existen cosas que ni el materialismo dialéctico ni el método científico pueden explicar?

Pero, ya que estaba en el edificio de "La Rayuela", decidí ir de una vez a Clasificados a checar la vigencia del anuncio hallado en el garguero del camarada, y quién lo había pagado. Rosita me recibió, como siempre, con una gran sonrisa. Es bella la mujer; los únicos "peros" que le pondría, son su voz chillona -auténtico "matapasión"- y la ausencia total de sensibilidad estética al maquillarse: pareciera que usa la escopeta maquilladora que inventó Homero Simpson. Lástima. Rosita solo pudo hallar un nombre en la computadora, extraño aún para un extranjero por cierto: Dr. Quiún F. Outheaven, con dirección en la plazuela Iztacíhuatl s/n, a un par de cuadras de Amsterdam, Colonia Hipódromo Condesa. La misma dirección que estaba impresa en las cortesías y el folleto. Al preguntarle a Rosita sobre quién pagó el anuncio, me respondió que el mismo Dr. Quiún. Le llamó la atención debido a su acento raro, como "inglés de Inglaterra", sus movimientos que más que humanos, parecían los de un robot: -"se veía avejentado pese a ser tan guapote, cansado, quizá estuviese muy adolorido por hacer mucho ejercicio"- apuntó Rosita, y una rara cicatriz en la mejilla izquierda: un arañazo casi vertical, con cuatro marcas profundas. Fuera de ello, era alguien canoso, de ojos grises, entre los cincuenta y los sesenta, pero no los setenta, alto y vestía de forma elegante; pagó todo un año por adelantado y en efectivo la publicación de su anuncio. Decidí irle a dar un vistazo a su clínica, nomás a checar la cosa.

De camino pasé rápidamente al despacho que tengo de investigador privado por la cámara, y de paso ver si no me había caído trabajo. Uno interesante, pues, pero no. Solo estaban los requerimientos habituales en el cuaderno que tengo colgado junto a la puerta: un par de maridos celosos preocupados por los cuernos, teléfonos y contácteme urgente. Bah. A todos nos han puesto los cuernos y hemos puesto los cuernos un par de veces; las razones vienen sobrando, y de todas ellas, solo una es lo suficientemente poderosa, y por lo mismo, es la razón que no tiene ninguna razón porque es la única razón en sí misma: el deseo. Es cabrón, y quien haya resistido, quien no haya caído aunque sea una vez en él, por la causa que sea, ése sí que es más cabrón. El deseo es un impulso urgente, imperioso, semejante al hambre, y que es capaz de eclipsar toda lógica o sentido común. Que se diviertan las esposas un poco más, que sus asuntos pueden esperar un día o dos. Tomé la cámara y volví al coche para dirigirme a la calle de Iztacíhuatl.

Sacado de onda, tardé un buen rato para dar con la "Casa de la Hermosa Luz". Sencillamente, las calles aledañas a Amsterdam, y sobre todo las cercanas a las plazuelas, son como un laberinto; todas se parecen, todas se tuercen en circunvoluciones, es fácil perderse ahí, aún con GPS. Tuve a momentos la sensación de que algo estaba impidiendo que diese con el lugar, que una especie de hechizo me mantenía dando vueltas en círculos, así que decidí estacionar el coche junto al Parque México, en la avenida Sonora, y a pié comenzar a indagar por el centro tanatológico. No fue sencillo. La zona ha crecido en estatus, y por lo mismo, hay poca gente por las calles, contrario a otras zonas más populares de la ciudad. Aunque hay actividad económica, a ciertas horas la zona parece un sitio fantasma, al no toparte con nadie caminando, ni un radio sonando desde alguna ventana, ni un mísero perro que ladre. Vacía. Muerta. Entré a varios negocios buscando información, y nadie sabía dónde estaban, tanto el dichoso centro, como el consultorio del dr. Quiún. Cansado, a punto de dejar la investigación para otro día, decidí sentarme a descansar las patas en una de las guarniciones de concreto de la avenida Amsterdam, cuando tuve una corazonada al ver a un borrachín de la tercera edad durmiendo la mona en uno de los prados que enmarcan las construcciones art decó de los 20's, y que llenan toda la colonia uniformándola. Maldito art decó, ¡qué feo es! Todo ése estilo tiene algo de brujería, de arquimancia. No en balde su aparición estuvo justo en la época cuando surgió la Sociedad Tulé y el rollo de la eugenesia. Roquefeller y Hitler, tan parecidos los dos hijos de la chingada, masacrando gente por todo el mundo; debieron ser como los dos alegres compadres. Es divertido observar cómo la historia los ha tratado: uno, como el monstruo que fuera, pero al otro... Enternece ver que hay personas que adoran a Roquefeller como si hubiese sido un gran humanista, y no el despiadado imperialista que condenó a millones de personas a la pobreza extrema, robándoles no sólo sus bienes, también su futuro. Ahí está la historia, sólo es cuestión de desmenuzarla un poco.

"Señor, despierte, señor..." comencé a agitar al viejo, que no estaba muerto a juzgar por su respiración sorda y profunda. "Señor, le invito otro trago, si me ayuda..." El viejo, quemado de sol y del frío de estas calles -la Roma, la Condesa y la Hipódromo Condesa son colonias muy atractivas, pero endiabladamente frías a ciertas horas; ha de ser por tanto árbol, el rollo cuasi utópico de la "ciudad jardín"- comenzó a dar señales de vida. Me miró extrañado con uno de sus ojos. El otro, se le iba de viaje, además de que estaba casi cubierto por una catarata, pobrecito; se sentó mientras se daba golpecitos en las mejillas para desperezarse, y aproveché para repetirle mi oferta:

-"...aquí traigo una sor juanita para usted, pero necesito que me ayude a encontrar una dirección"
-"...qué... qué dirección... "
-"Necesito que me lleve a la Casa de la Hermosa Luz, ¿sabe dónde está?"- Al escuchar hacia dónde quería ir, el viejo, visiblemente espantado, se incorporó de un salto y comenzó a caminar aprisa tratando de alejarse de mí, mientras balbuceaba "no, usté no quere ir ahí, pura pinche maldá hay ahí, ésa es la casa del diablo", a lo que salté yo también y me puse junto a él, mostrando el billete de doscientos pesos para calmarlo. La cosa pareció funcionar, ya que el viejo se detuvo, luchando entre su necesidad y su miedo:
-"Ándele señor, este billete es suyo, dígame ¿por qué hay pura maldad ahí? ¿Que pasa en ése sitio? Dígame, y el billete es suyo."
-"¿No será usté uno de ellos, no? ¿No viene a encerrarme ahí?"
-"Le doy mi palabra de hombre que no. ¿Entonces, ¿me dirá lo que sabe o no?"

El viejo se arrancó con una historia fantástica. Sabía bien dónde estaba el sitio que buscaba, y que a veces, generalmente los domingos, invitaban a gente como él a comer y darse un baño, y les daban ropa limpia y zapatos con la consigna de quien se quisiera quedar, podría hacerlo. Así de sencillo. Únicamente viejos, los jóvenes o maduros no eran aceptados ni para darles caridad. Pero los que se quedaron, ya nunca salieron, nadie sabía de ellos, y esos eran todos los que fueron, todos los que se subieron a la camioneta blanca que iba ofreciendo la caridad. El viejo tenía un amigo de parrandas apodado "Pezuña", y cuando se enteraron de la atractiva oferta, estuvieron tentados a quedarse, cansados ya de tantos años de vivir en la calle, pero aquella vez que fueron a comer y a bañarse y a conocer el sitio, sucedió que empezó a ver cosas raras apenas entrando a la casa, como las clásicas sombras con el rabillo del ojo que en cuanto volteaba, desaparecían; pero bueno, el viejo al principio no le dio mucha importancia: la casa era vieja, muy sombría, y con ello también quiso justificar los escalofríos que empezaron a acometerlo apenas traspuso el quicio de la entrada principal. Algo llamó poderosamente su atención: la residencia era también un asilo, pero no pudo ver a ningún residente, con la excepción de una señora que vagaba, y que apenas lo hubo visto, caminó a toda la velocidad que sus artríticas piernas pudieron y le dijo: "hijito, ¿por qué estoy aquí? Sácame de aquí, hijito". El viejo comentó que la anciana lo miró con una intensidad conmovedora, hasta que un enorme trabajador social que más parecía un matón llegó hasta ellos con una sonrisa falsa, como de vendedor de Mac Donal's y se la llevó, desapareciendo detrás de una puerta hacia un largo corredor. No disfrutó la comida, la imagen de la anciana lo había perturbado profundamente, además de que sentía que era vigilado constantemente por ojos que no podía ver. La cuestión es que después -y con esto, juró por la "virgencita" mientras se santiguaba-, en el cuarto de baño a donde lo condujeron para que tomase una ducha, llamó su atención una procesión de arañas -si, arañas- que como hormigas, caminaban en fila india hacia un hoyo en medio de los azulejos y él, movido por la curiosidad, siguió a la bizarra formación, dándose cuenta de que llevaban consigo, envuelta en telarañas, a otra araña muy grande, canosa y casi del tamaño de su mano, muy elegante y enjoyada -según las palabras del señor- y que en su cabeza o afuera, no estaba seguro, escuchó una horrible y cavernosa voz que decía en susurros: "esta es la vieja atrevida que viste siendo ofrecida a nuestro señor; así te atraparemos. Igual que a ella, así te llevaremos también hacia él"; espantado, abrió los ojos muy grandes, mirando como en trance a la extraña formación, pero en cuanto las arañas se dieron cuenta de que las estaba siguiendo con la vista, comenzaron a escupirle veneno, y uno de los escupitajos le cayó directo en un ojo -justo el que se le va de viaje- ardiéndole y obligándolo a huir. Se puso los zapatos y el pantalón a toda prisa y salió del baño con el resto de su ropa en la mano, pero no se fijó por qué puerta salió, ya que de pronto, se halló deambulando en un corredor que no conocía, obscuro y sombrío, escuchando una como letanía que le erizó todos los pelos del cuerpo. Aterrado, siguió las extrañas voces que parecía que venían de abajo, siguiendo la rara curva de ése corredor que pareciera ir siempre hacia abajo y que daba a una habitación grande, llena de humo de incienso, llena de velas negras, donde muchas figuras que llevaban túnicas obscuras que les cubrían todo el cuerpo hasta el rostro, se congregaban en torno a un par de raras mesas que parecían de piedra donde pudo distinguir a la anciana que había visto anteriormente y a su amigo el "Pezuña", desnudos y pintados con raros símbolos, y ambos estaban como hipnotizados, ya que no hacían nada más que parpadear y sonreír estúpidamente. Demasiado aterrado para hacer nada, el miedo estalló en el viejo cuando vio al que, a su juicio, comandaba la ceremonia: un hombre aparentemente también viejo, pero fuerte, de aspecto extranjero, con una cicatriz como de un zarpazo en la mejilla izquierda: cuatro marcas que en la semiobscuridad del recinto brillaban escarlatas, como recién hechas, levantando un horrible cuchillo ondulante que más que cuchillo, parecía una serpiente, hecho de un raro metal verdinegro que previamente le había dado una mujer con patas peludas como de araña "sentada" en el techo de espaldas, obscena, en una especie de silla grande, tejida con lazos viscosos y blanquecinos como si fuese una telaraña gigante; un enorme punto rojo había encima de sus enormes nalgas que mostraba impúdica, abriéndose ella misma los cachetes mientras se masturbaba; el viejo vio claramente, pese al humo del incienso y la poca luz de las velas, a un enorme aguijón que goteaba veneno, justo encima del abierto culo y de la babeante, asquerosa vagina de la monstruosa, horrible, espantosa mujer, que definitivamente disfrutaba con la obscena postura, con la espantosa situación y que por lo mismo, reía escandalosamente, rompiendo los rezos de los asistentes que se hallaban congregados e hincados alrededor de su amigo y de la viejita. Cuando le pregunté si había podido ver la cara de la mujer, el viejo respondió que decididamente no quiso verle nunca el rostro. Trastabillando, a punto de desmayarse del terror, únicamente pudo regresar hasta el baño de las arañas -afortunadamente estas se habían ido- y acurrucarse en un rincón tapándose la cara y los oídos con las manos para no escuchar las risas burlonas ni ver las sombras que se hacían grandotas y chiquitas y que aparecían y desaparecían en las esquinas del baño y entre los marcos de las dos puertas, rezando el "Padre Nuestro" y rogándole a Dios que le permitiera salir de ahí hasta que uno de los empleados lo halló. Cuando le preguntaron con fría, casi comercial insistencia si quería quedarse a pasar la noche, el dijo que no en nombre de Jesucristo y a empujones salió de aquel lugar, y se ha quedado cerca desde entonces, evitando la casa de noche, durmiendo únicamente de día para que no lo vaya a atrapar la camioneta del lugar en uno de sus rondines buscando indigentes viejos como él, y esperanzado de que las cosas que vio ahí hubiesen sido producidas por el alcohol y la mona y que nada fuese cierto, esperando ver salir a su amigo algún día para convencerse de que todo lo que vivió, fue un extraño delirio. Pero lo único que ha visto, son personas que llevan a sus abuelitos y los dejan ahí, así como la camioneta que también deja a los abuelitos que atrapa con su trampa de la comida y la ropa. Muchos abuelitos, demasiados para que quepan todos en esa casa.

Muy fantasioso, pensé en una primera instancia. Quizá perdí doscientos pesos en un viejo lunático, pero si conocía el local del Dr. Quiún, incluso al mismo Dr., por el asunto del hombre con la cicatriz de su relato -que coincidía en la descripción con el fulano que pagó el anuncio según Rosita-, quizá no sea pérdida total. Lo vería como una inversión. Saqué otro billete de doscientos, y se lo mostré al viejo. "¿Puede llevarme ahí?" El viejo, ahora con miedo, me preguntó la hora. "Cinco y cuarto". El hombre luchaba consigo mismo, viendo al billete y viendo hacia el cielo. Al fin dijo: "¿Puedo llevarlo mañana?" "No. Tiene que ser hoy". Dando un gemido, me arrebató el billete de las manos y apuró: " ¡Bueno, ya qué! ¡Pero rápido, no quiero que nos coja la noche junto a ése maldito lugar!"

Me acercó hasta la esquina negándose a dar un paso más, y me dijo que la casa de en medio era el sitio. Sí, realmente coincidió el lugar que me señaló el viejo antes de salir a toda prisa de ahí, con las indicaciones que venían en el folleto y las cortesías. Muy extraño que no hubiera dado con él al primer intento. De primera vista, era un enorme edificio estilo art decó como los de la zona, sin ningún otro mérito que una placa de bronce en su costado que rezaba: "Fundación Tanatológica Casa de la Hermosa Luz"; una gran puerta negra de dos hojas de hierro forjado y con aldabones leoninos eran la frontera entre la calle y el interior y estaba cerrada. Un gran ventanal también cerrado con una gruesa protección de hierro y con cortinajes muy pesados me impedirían ver hacia el interior. Pensé ir y tocar, pero noté de pronto que la luz se iba, y extrañamente se hacia de noche muy rápido. ¿A dónde se fue el tiempo? Ya eran en mi reloj las siete cuarenta de la noche. Y ninguna luz se encendió en el interior. Como si estuviese deshabitada. Muy raro, casi tan extraño como el viento frío que se soltó en rachas y que me generaron escalofríos. Ocho veintidós de la noche, los dos grandes y altos chacuacos que coronan la fea construcción comenzaron a exhalar un espeso humo blanco, pero no se encendió ninguna luz en su interior. Entonces recordé mi compromiso con Ritssi, y con Alma.

Esa noche fue memorable. Alma se revolcó como nunca en los cuatro brazos que la acariciaban y sujetaban, las dos bocas que la succionaban y besaban y lamían toda; gemía, gritaba, lamía, mordía y succionaba ella también a toda piel que se acercase a su golosa boca pintada de carmín; se venía una y otra vez capturada entre nuestros enhiestos arietes que gozosos, se hallaban al mismo tiempo en su cadera, ocupando tanto la entrada como la salida, dejándome descubrir el placer compartido, permitiéndome atisbar la estabilidad de las formaciones triangulares, conocimiento antiguo. No sé si pueda salir de ésta, pero voy a extrañar, no, no debo; ay, ya estoy extrañando el ardor de ésa piel, la aventura del placer compartido que tuve con Alma y Ritssi. Quizá solo las llamas del infierno puedan igualar su ardor. Me dio como recuerdo memorable de aquella segunda noche, un blanco pañuelo de algodón empapado en la dulce miel de su ardorosa flor, el sudor de su entrega apasionada y su perfume; lo llevé hasta mi rostro, aspirando con placer su salvaje aroma de mujer... Mierda, me acabo de dar cuenta de que, quemándome por dentro, dejé sin cerrar la puerta de la oficina... nnno, no puede ser. A contra luz, hay algo que no sé a qué horas entró aquí... Me tallo los ojos que apenas empiezan a arderme, cargo a toda velocidad el arma, cierro un ojo buscando afinar la puntería. Si éso está aquí, entonces saben bien dónde me hallo, por lo mismo, he de abrirle un par de hoyos a ésa cosa hija de su puta madre por donde se escape su imitación de vida y he de correr de nuevo. Este sitio no es seguro...

Disparo.

Disparo. Y la úlcera vuelve a dolerme al ver a ésa cosa horrible e innatural chillando casi como un puerco o una rata gigante mientras se agita y se deshace como un papel que se quema, pero sin llama. Cojo las llaves, todos los cargadores que tengo, la leche de magnesia, el machete que es herencia de mi padre y cuya leyenda dice que mi bisabuelo mató con él a un nahual -ser sobrenatural al fin de cuentas, pienso que de algo me ha de servir-, y el pequeño cartapacio donde tengo todo lo relativo a mi investigación; baño el sitio con aguardiente barato, más alcohol para desengrasar birlos que me dieron alguna vez para cubrir parte de mis honorarios; abro la llave del gas de la cocineta y enciendo el microondas con un desodorante en aerosol adentro y huyo, me pierdo en las calles obscuras y torcidas de este barrio. Trataré de ganar tiempo, el mayor que pueda, para armar ésta historia irracional y dársela a Bobadilla y a alguna ONG para que no se pierda, en caso, sólo en el feo caso de que no pueda salir de ésta.

Si hace un par de semanas alguien me hubiese dicho que andaría a salto de mata huyendo de ellos... no, si alguien me hubiese dicho sobre la existencia de ellos, me hubiese carcajeado, pese al conocimiento que se tiene de sectas y extrañas sociedades que permean a toda la sociedad. Salgo a la avenida, y, por Gracia de Dios, un taxi está pasando; lo abordo, justo cuando se comienzan a ver las llamas del incendio. "Lléveme a Insurgentes y Puente de Alvarado", le digo al chofer mientras abro el cartapacio y checo el haber traído todos los documentos referentes al caso y la memoria USB. Aprovecharé las claves y la llave que me dejó Ritssi y armaré en su casa todos los datos que traigo, y se los mandaré a Bobadilla y a la ONG, e iré a enfrentar al Tabernáculo, a descabezarlo, siguiendo el deseo casi póstumo de Igor Ritssi. Si, no olvidé ninguno. Espero que todo esto sirva. Pero, si he de tomar en cuenta todos los eventos que me condujeron a esta desquiciante situación, también he de tomar definitivamente en consideración un extraño sueño que tuve en casa de los Ritssi aquella noche, cuando caí placenteramente agotado y usé las tentadoras nalgas de Alma como almohada.

Dentro del sueño me hallaba sentado en la casa del "camarada mono" tomándome un café y escuchando sus divertidas anécdotas. Lo vi feliz, cuando, sonriendo ampliamente me dijo: "amigo, yo estoy muerto. Y lo malo de estar muerto, es que el tiempo se deforma, se vuelve granuloso, espeso, se niega a fluir y lo mismo le pasa a las palabras hermano; es muy semejante a cuando vas al dentista y te mete, en buen plan, un chingo de anestesia y sólo quisieras dormir ese feo sueño sin sueños. Así estoy ahora; la muerte es muy semejante a dormir, igualito a como te dije: sin sueños. Me cuesta mucho esfuerzo el platicar contigo, y creo que posiblemente se deba a que, al no tener cuerpo, tampoco tienes un cerebro que te ayude a procesar estas cuestiones. Iré pues, al grano. Yo quisiera decirte por mí mismo quién me mató, pero por alguna extraña razón, no debo y no puedo. No me dejan. No puedes verlos, pero este espacio virtual entre los mundus, esta habitación dentro de tu sueño y que resulta ser una representación, una recopilación de los datos de tu cerebro y que se asemeja a mi casa, está llena, atiborrada de ellos, tanto de los buenos, como de los malos. Ellos nos observan siempre, desde otro ángulo, otra dimensión si así quieres llamar a ése otro gran espacio que se halla junto al nuestro, mezclado con el nuestro y que no podemos percibir. Mira, hermanito, cuando estés despierto, checa ése rincón, justo atrás de donde estás sentado. Ahí hay algo que te ayudará en esta misión de buen samaritano que amablemente acabas de emprender. Antes de irme para siempre, te doy las gracias. Por lo que hacen tú e Igor. Quizá no me creas, pero él está soñando junto a ti, conmigo. Quizá sea que al estar ustedes juntos, puedan generar éste tipo de energía que me permite comunicarme con ustedes, como en una reunión espiritista. O quizá se deba a la energía innatural de la bruja que es mucha, no lo sé. Son buenas personas, agradezco profundamente su amistad. Cuídense de la bruja; ella los engaña, ella es el puente entre este mundo y él, ella trabaja para él, lo adora; es la lideresa de ellos, de ésa extraña sociedad. Es como una araña, es más vieja de lo que creen, es muy astuta y los tratará de envolver... Adiós." Y yo, sacado de balance en el sueño debido a que de pronto se volvió muy coherente, no supe qué hacer. Sólo vi a Arnoldo Charles agarrando los papeles, escribiendo "adodocemolina" y los números en el folleto con un bolígrafo azul y juntándolo con los demás papeles, doblándolos meticulosamente y tragándoselos, mientras recostaba la cabeza en la Biblia y, señalándome, se quedaba muerto mientras el ambiente se llenaba de un espeso humo blanco; me impresionó terriblemente el verle quedarse sin aliento y no hacer ningún aspaviento, únicamente un raro hipeo, contrario a mí, que empecé a hiperventilar mientras el pecho empezaba a dolerme debido a una violenta taquicardia, por no mencionar la úlcera, que literalmente me hizo doblarme en dos, tanto en el sueño como en la vida real, a donde volví sudando frío. Afortunadamente, Alma no se despertó.

Salí de la cama agitado y con la terrible molestia. Necesitaba algo caliente en el estómago, y con la confianza recién adquirida que tenía en los nuevos amigos, fui hasta su cocina y encendí la estufa, calentando agua con el pretexto de tomarme un café. Saqué de mi bolsillo una bultiliosina para quitarme el dolor, y una ranitidina que controlara mis ácidos, y la molestia física poco a poco empezó a ceder, no así la mental; "quisiera decirte por mí mismo quién me mató" dijo Arnoldo. Entonces, sí fue un asesinato. Agité la cabeza mientras me sentaba en el desayunador tratando de convencerme de que era únicamente un pinche sueño loco producto del caso que estaba investigando. Solo un jodido sueño, extremadamente vívido, pero en resumidas cuentas, sólo eso. Cualquier parecido con la vida real, es pura coincidencia. Já. Se me unió poco después Ritssi, también un tanto descompuesto:

-"Gordolobo, acabo de soñar con Arnoldo, y tú estabas ahí"...

No pude hacer menos que sorprenderme. Ritssi comenzó a narrarme lo que había soñado, y lo bueno fue que ya estaba sentado, si no, habría azotado en el piso de puro lomo, ¡plop! con las patitas al aire como en las tiras cómicas de Condorito. Prácticamente me narró lo mismo que viviese oníricamente hace unos instantes.

-"Qué raro. Yo también soñé con el 'camarada mono'. Ritssi, debo ver la escena del crimen. Y debo tener copias de las fotos tomadas cuando hallaron el cuerpo del camarada".- No le dije nada del sitio que me señaló el camarada mono, y aparentemente, Ritssi no había soñado con ese detalle. No lo mencionó. De por sí, la situación ya era demasiado extraña.
-"Ahora te las doy, las tengo en la compu. Oye, ¿qué te dijo?"
- "¿Quién?"
-"No te hagas güey, sabes bien a quien me refiero."- No le respondí. El asunto se estaba poniendo muy... surrealista, por decirlo de algún modo. Ritssi me dijo, mientras me prestaba su portátil, que debíamos desayunar.
-"Las penas con pan son menos. ¿Que te chutas güey?".- Tuve que reconocer que tenía razón: el estómago lo sentía como con una bola de aire adentro.
-"Si vas a hacer algo, ¿podría ser una torta de sándwich de quesadilla con harto aguacate?"
-"¿Y éso? ¿Que mamada es ésa, güey? Te matarás si tragas éso con ésa úlcera que tienes."
-"Nada. Es una vieja costumbre familiar, algo como una técnica de mnemotecnia. Siempre que enfrento algo que me cuesta trabajo comprender, como eso; el abrir las capas hacia el queso relaja mi cabeza y razono mejor."

Mientras Ritssi se fregaba en la cocina, chequé las fotos en su portátil mientras hacia una copia en mi USB. En efecto, el “camarada mono” se hallaba con una expresión beatífica, contrastando con el desmadre que le hicieron en su departamento. Perturbadoramente, el índice derecho lo tenía apuntando hacia una silla: la misma que ocupé en el sueño. Tenía que ir a comprobar lo que en la visita onírica Arnoldo Charles trató de decirme, un poco como corazonada, aún negándome a aceptar que, dormido, sostuvimos Ritssi y yo una conversación con un difunto y que este nos ponía sobre una pista, una que ni Ritssi ni sus técnicos del SEMEFO habían detectado. Realmente me jalaría los pelos de la cabeza si era verdad que hablé con un muerto; la prueba física sería el hallar algo, aunque también sería la comprobación tácita de que, al camarada, lo habían asesinado. "...Quisiera decirte por mí mismo quién me mató".

Desayunamos comentando en voz baja las fotos y mi andanza buscando el local del Dr. Quiún. Y no nos dimos cuenta, concentrados en el resplandor azulado de la pantalla y en atacar los platillos que Igor había preparado, que Alma se hallaba recargada en el marco de la cocina observando todo lo que hacíamos. Los dos brincamos, sorprendidos, y no pude evitar sentir un escalofrío al ver la helada mirada de ella. Un témpano del antártico seguramente sería un sitio cálido en comparación con ella en ésos momentos. No pude hacer otra cosa que apurarme y una vez que terminamos, salí junto a Ritssi que se me pegó hacia la casa del "camarada mono" deseando de todo corazón no hallar nada, y que el asunto del sueño fuese únicamente éso: un mero devaneo onírico. Era algo muy extraño, casi… metafísico. Ritssi se me pegó porque él también había soñado con Arnoldo. También sentía ésa rara urgencia de revisar otra vez la escena del crimen. Decidí ignorar el asunto del paseo onírico de momento, y concentrarme en encontrar algo que estuviese fuera de lugar. Usar la lógica y no ésas mamadas metafísicas.

Pero fue Ritssi quien rompió el silencio mientras manejaba hacia el departamento del "camarada mono". Aparentemente Alma, pese a estar de luto...

-"No mames, lo que hicimos anoche con ella y lo que ella nos hizo a nosotros, no lo hace alguien que guarde luto, no manches tu triste vida, pinche Ritssi."
-"Apenas es tu segunda vez, 'Gordolobo', todavía no has visto nada güey; ella realmente se ha contenido, y mucho. Ojalá pronto la veas cuando se deschonga, porque es el paraíso güey; cuando comprendí, güey, que no podía apagar yo solo ése volcán, dejé de sentir celos. Quizá entiendas entonces por qué la dejo hacer lo que ella quiera güey. Yo solito, no puedo. Aunque me duela reconocerlo, no puedo..."

Y, pese al luto por el camarada, pese a estar en desacuerdo con el injusto encarcelamiento de su también amante Aguirre, estaba también en desacuerdo en mover las aguas; Ritssi me dijo que ella le tenía mucho miedo a "la Diabla" -"¿...y quien no? Ése cabrón es capaz de torturar y violar y mutilar a su madrecita si con ello gana algo, ¿por qué crees que le encajaron ése apodo?"-; Ritssi no respondió a mi ocioso comentario, sabía muy bien cómo era el susodicho Comisionado de Paz Pública después de trabajar junto a él después de tantos años. Miré al disimulo a Ritssi, y su mirada se hallaba concentrada, como buscando algo más; quizás tantos años trabajando al lado de Arnoldo "Monita" Charles terminaron por pegarle algo de él. En este asunto Ritssi realmente quería llegar al fondo de las cosas. Y más después del raro sueño compartido que acabábamos de tener, con las diferencias de que, mientras a mí el "camarada mono" me señaló un sitio específico, a Ritssi le mostró un pañuelo blanco, uno perteneciente a "la bruja".

Llegamos cuando acababan de sonar las seis de la mañana. Si esto fuese una chafa serie gringa de detectives chúperpoderosos, habría un tecolote cuidando la puerta y una tira amarilla rezando "escena del crimen no pasar", y seguramente algo o alguien nos empujaría de forma precipitada hacia afuera del departamento del "camarada mono" porque explotaría, ¡ja!, pero únicamente un par de vecinos que salían corriendo hacia su chamba nos salieron al paso. "Buenos días", "Buenos días". Ojalá y éste sea un buen día; no es nada agradable abrir el candado que puso la procuraduría y entrar a buscar algo que vi en un jodido sueño. Es de la vil chingada saber que detrás de ésa puerta, ya no estará tu sonriente y jocoso amigo, únicamente su silueta. En fin...

Todo se hallaba del mismo modo en que aparecía en las fotos. La silueta dibujada del "camarada mono", y su dedo. Sin embargo, Ritssi y yo notamos algo que por alguna extraña razón, ni él ni los técnicos del SEMEFO notaron cuando levantaron el cadáver de mi amigo; quizá porque no pensaron que fuese algo importante: casi desecho, había un rastro de ceniza blanquizca, e iba hacia donde estaba la silueta del "camarada mono". Y, perturbadoramente, había un pañuelo blanco donde terminaba el rastro, justo a un lado de la silueta marcada con masking tape. Ritssi rápidamente se puso los guantes y con una brocha y una espátula, semejante a las que usaba Arnoldo, recogió un par de muestras. Y, como si se resistiera a aceptar el hecho de haber hablado con Arnoldo Charles ya fallecido, levantó el pañuelo al último, y lo hizo, más que con cuidado, con recelo. Dije:

-"¿Alguna idea sobre a quien pueda pertenecer? Y estaba sopesando la probabilidad de que a Arnoldo lo hayan matado con algún tipo de gas, por el estado en que hallaste su laringe y sus pulmones; ése raro polvo, ¿no podría ser el residuo de ello?"

Ritssi gruñó sordamente, clavando sus ojos grises, que en ese momento se veían fríos, duros, sobre el pedazo de tela que ahora se hallaba dentro de una bolsa de evidencia:

-"No sé si haya pertenecido a alguien aparte de Arnoldo; no sé si siquiera signifique algo. Y ése polvo, pues aún debo analizarlo, güey".

Instintivamente me llevé la mano hacia la bolsa de la gabardina, y con el tacto, acaricié el blanco pañuelo que Alma acababa de darme después de limpiarse el sudor y sus propios placenteros fluidos después de nuestra fiesta. "Un recuerdo de ésta nuestra noche especial, querido" dijo con un mohín entre cachondo y coqueto.

Sin embargo, había adentro de ésa pieza un misterio que me intrigaba más de momento que los misterios contenidos en el voluptuoso cuerpo de la cachonda esposa de Ritssi. No pude contenerme más, aún sabiendo que esto era una locura. Apenas pude ponerme los guantes de látex que Ritssi me arrojó y casi corrí hacia donde el difunto Arnoldo Charles me dijo que buscase; analicé toda la pared y el librero gigante que se hallaba en ella sin notar nada raro, y siguiendo más una corazonada que un pensamiento deductivo, detrás de ése pesado librero que ocupaba casi toda la pared -tuve que pedirle ayuda a Ritssi para moverlo-, hallé una duela mal colocada. Y adentro de ella, una pequeña y muy vieja caja metálica con una cerradura de seguridad. Más perturbador: una carta dirigida a nosotros pegada de forma apurada con un cacho de masking tape escrita con la misma tinta azul con la que escribió el camarada los números en el folleto hallado en su garganta.

"Amigos 'Gordolobo' y 'Caballita':"

"Qué güeyes. Seguramente movieron todo el librero cuando lo único que tenían que hacer, era hincarse y buscar la duela suelta. En fin, que los imagino, y obligadamente tengo que sonreír. Si tuviera tiempo, si ellos, la extraña sociedad no estuviera ya sobre mí, francamente soltaría la carcajada. ¿Por qué no huyo? Porque no hay sitio seguro, amigos. El único santuario que podría protegerme, es la amistad, y les juro que desearía no involucrarlos en este asunto, pero ya ni modo. Y es obligación de parte mía el ofrecerles una disculpa por ello; es que tengo muy en claro que si llegase a morir de cualquier forma absurda y/o violenta, ustedes buscarían por sí mismos evidencia sobre mi deceso. Mi don de gentes nunca me ha fallado, y ése don me dice que ustedes son del tipo de personas que no toleran las injusticias."

"Lo tengo muy en claro, y por ello es que agradezco profundamente cualquier cosa que hagan por mí, ya que honran nuestra amistad. Realmente quisiera que esta carta póstuma no llegase nunca a sus manos, pero no creo sobrevivir a esta noche. Ya qué. Por favor, ya que están involucrados, no desistan. El camino será largo y doloroso, especialmente para ti, Igor. Anden juntos, anden armados, no confíen en nadie, mucho menos en 'La Diabla', ya que aún no tengo claro el bando en el que está. Intenté pararles las patas, pero ellos se dieron cuenta de mi investigación y fueron más rápidos que yo. Sé que llegarán hasta el fin, y sé, amigos, que evitarán que ellos sigan asesinando gente. No puedo decirles más aquí, previendo que ellos o sus enviados logren alcanzar ésta caja, pero no la abrirán. Este cofrecillo está hecho de acero toledano y templado en agua bendita, así que sus achichincles no podrán ni tocarlo; es un regalo de mi viejo amigo el erudito en ciencias ocultas el Dr. Yazz-Ot-Tsé. Sigan adelante, descubran ante todos a la bruja y a su organización, que todo el mundo lo sepa, porque la única forma de pararles las patas y descabezarlos por mucho tiempo, es acabar con ella y no dejarle sitio a donde pueda escapar, como lo ha estado haciendo hasta hoy."
"Adiós, y si existe el otro mundo (después de todo ésto estoy empezando a creer que sí), nos veremos por allá dentro de -espero- muchos y largos años. Un fuerte abrazo para los dos."

"Afectuosamente:"

"Arnoldo Charles."

Levanté el cofrecillo poniéndolo a la altura de los ojos. Pesaba como dos kilos, quizá dos y medio, y, en efecto, pese a ser el cofre una antigüedad -quizá, a ojo de buen cubero, diría que fue hecho por 1450- era lo bastante sólido como para aguantar marrazos o incluso una esmeriladora, y la cerradura era compleja, muy lejos del alcance de un cerrajero común. Recordé entonces lo que estaba escrito en uno de los papeles hallados en el garguero del "camarada mono", "40 33 77 adodocemolina". "Ahí ha de estar la llave de este neceser", dije en voz alta, y volviéndome hacia Ritssi, le dije:

-"¿sigues creyendo que '40 33 77 adodocemolina' sea la clave de una cerradura?"
-"Ahora más que nunca güey."
-"¿Alguna idea sobre qué signifique 'adodocemolina'?"
Ritssi se quedó pensativo un rato.
-"¿No podría referirse a 'ADO', como la línea camionera que sale de la terminal TAPO, la que está en San Lázaro? Mucha gente le llama a la terminal ADO, como en la canción del Tri."
-"¡Pinche Ritssi, eres un chingón! Me cae que es una suerte ser tu amigo. Creo recordar que uno de los túneles de acceso a la TAPO da a la calle Eduardo Molina, y no creo que sea una coincidencia; pienso que debemos ir cuanto antes."

Me guardé, y muy oportunamente el cofrecillo en una de mis bolsas, y no acabábamos de volver a colocar el librero, cuando entraron dos "madrinas" de "La Diabla" al departamento del camarada. Mirándonos de forma hostil y desconfiada, tomaron posiciones mientras mostraban de forma agresiva sus armas. Conociéndolos tan bien como los conozco, de inmediato me zafé de su torpe rodeo, y de inmediato también hice a un lado la gabardina mostrando mi arma; el puto de Trejo y su vieja, el aún más puto Quintana, generalmente son muy machos con gente indefensa, pero son como los perros: les enseñas el garrote y te ladrarán de lejos, pero sin atreverse a morder, por lo menos hasta que llegue quien lleva su correa. Quizá estas "madrinas" sepan algo. Quizá deba poner a "La Diabla" como sospechoso. De por sí, ya es bastante extraño que un caso de aparente robo y asesinato, haya sido atraído por la oficina de Paz Pública del CISEN. La tensión subió, hasta que Ritssi les mostró la credencial del SEMEFO y calmó de momento los ánimos.

-"¡Tranquilos! Estamos en un asunto oficial. ¿Qué hacen acá?"

Los pseudo agentes, ahora dizque cordiales, balbucearon un "el jefe ordenó que los buscáramos. Nos mandó a decirles a ti, y a éste reporterillo, que los muertos ya están muertos, y que no es buena idea despertarlos..."

Estallé: "¿Tu jefe 'La Diabla' nos ha estado siguiendo? Despepita todo, cabrón, ¿cómo supo que vendríamos aquí?"

El "madrina" Trejo enfundó su arma, y sonriéndome sardónicamente, me dijo con su voz gangosa de cocainómano:

-"El jefe sabe muchas cosas. Recuerda, reporterito, que sabe más el diablo por viejo, que por diablo. Y usté, compa forense, usté sabe bien que el diablo cuida de los suyos, y que odia a los que agitan las aguas, y más en año electoral..."

Realmente tenía ganas de clavarle dos chingadazos a esta pinche "madrina" engreída.

-"¿Nos estás amenazando, imbécil? Ve y dile a tu chile "La Diabla" que vaya a espantar a sus pendejos, porque a mí, ustedes no me sirven ni para el arranque."
-"Chit chit chit reporterito, cuida tu hociquito. Sólo digo que se anden con cuidado si quieren seguirse ensartando a la vieja de éste cabrón cachudo. Yo, solo digo lo que el jefe me dijo que les dijera. A'i ustedes saben si hacen caso o no. Y usté, compa forense, ¿no cree que es obligación suya informarle al jefe sobre cualquier cosa que descubra? ¿Halló algo que debamos informar?"

Ritssi, secamente ante mi ira -detesto a estos policías de a mentiritas; ni siquiera son agentes de verdad, y se sienten la divina garza envuelta en huevo-, dijo que no habíamos hallado nada. El matón metido a policía despejó la entrada, y burlonamente, nos dejó pasar.

-"No te calientes, granizo, porque te deshaces. ¿Ven que fácil jué? Y aluego se preguntan que por qué aparecen fríos. Si no jueran tan pinches necias, no habría tanto reportero muerto por el narco".

Salimos, no sin pintarle a Trejo unas buenas "cremas" en su mera jeta, hijo de su chingada. Iba yo rechinando las muelas, odiando a ésos cobardes asesinos buenos para nada, y odiándome a mí mismo por perder la cabeza tan rápido, y de paso odiándome también por tener que dejar que ésos perdularios se quedaran en el departamento de mi finado amigo. Llevaban tiempo siguiéndonos, y lo sé por los torpes comentarios del aún más torpe Trejo, pero, ¿con qué objeto? ¿Tanto miedo le tiene "La Diabla" a la prensa? ¿Él, que como gato siempre cae de pie, sin importar la magnitud del escándalo, cobijado por la maraña de complicidades que tienen él y los grupos en el poder? Entran y salen presidentes y procuradores, se coronan o se derrumban jefes de la policía y el, sigue firme en su puesto. No sería la primera vez que mete a un inocente a la cárcel para tapar el pecadillo de algún influyente. No, aquí hay algo más gordo, la presencia de los "hermanitos torpedo", Trejo y Quintana, me lo dice. No mandó ni a Solórzano ni a Sánchez, sus agentes de confianza, sino a las "madrinas" de éstos, o sea, que el asunto es extraoficial. Ritssi hizo el favor de conducir por mi, por lo menos hasta una farmacia donde me bajé a comprar un litro de leche de magnesia, y cuando salí del local, no me sorprendió en nada el ver el coche de las "madrinas" siguiéndonos descaradamente. Ni siquiera éso saben hacer ése par de pendejos, no sé cómo "La Diabla" les paga. Llegué hasta mi coche, y pidiéndole a Igor que me dejase conducir, los perdí en un dos por tres. Me metí por la colonia Anzures y aprovechando un hueco entre dos camiones, me escondí y ahí los vi pasar hechos la mocha buscándonos. Hasta a Ritssi le ganó la risa al ver lo pendejos que son.

CONTINUARÁ…


                ¿Y cómo ven? ¿Vale la pena seguir leyendo? Discúlpenme por ser esta una entrega tan letrosa, yo quisiera poner esto en PDF completito para que ustedes pudiesen descargarlo y leerlo en sus dispositivos móviles, pero Blogger no permite, por alguna extraña razón, el subir archivos PDF, y hasta que no halle una solución a esto, tendremos que conformarnos con esto. Sorry de verdad.

                Y bueno, creo que es todo por hoy. ¡Nos vemos la entrega que viene! ¡Fuerza Venezuela, que ningún país, incluyendo al mío, debe intervenir en tus asuntos internos! ¡A ésos asesinos caprilistas vendepatrias y a sus patrones los “Trust”s petroleros norteamericanos, debemos recordarles lo que dijo El Benemérito de las Américas, Don Benito Juárez: “ENTRE LOS INDIVIDUOS, COMO ENTRE LAS NACIONES, EL RESPETO AL DERECHO AJENO ES LA PAZ”! ¡Fuera intervencionismo de Venezuela! ¡Fuera la injerencia asesina que empuja a una nación soberana a la guerra civil fratricida por quedarse con el petróleo! ¡Sayonara! ¡HISTORIETA O MUERTE! ¡VENCEREMOS!