viernes, 28 de noviembre de 2008

Pintura de Caballote: "El Cielo" y "El Infierno".




Ya estamos aquí de nuevo. Lo siguiente que quiero presentaros es un díptico hecho en un par de charolas para pastel, que casualmente cayeron en mis manos. Como los pasteles ya los venden con todo y charola, me dije "¿para qué desperdiciar dos soportes tan excelentes en algo que, de todas maneras va a hacerse popó?" Y el tema... Me encanta éste tema. La mujer, la bruja, la zorra, que nos envenena el alma, que no sabe dar nada más que "la sombra que en la tarde da una pared, y el vino que me ayuda a olvidar mi sed. ¿Qué más puede ofrecer una mujer?" como diría mi gurú personal, el Serrat. Y ahí vá uno de terco y de necio, tratando de estar con ellas. Nos gusta jugar con fuego, ésa es la verdad. Las buscamos, a sabiendas de que vamos a salir quemados como las insignificantes polillas que somos los hombres ante la flama viva que es un cuerpo de mujer, ante el crisol que es su intelecto, y la espada de fuego que nos impide el paso al edén que es su alma. Los pechos, donde está el corazón, según dicen los entendidos, tiene que ser algo celestial, y así se llama la primera parte del díptico: "El Cielo", en contraposición directa con el gustoso infierno en que quisiéramos arder, sumergirnos gozosos y perecer calcinados... Éso es "El Infierno". Espero que les gusten.

domingo, 23 de noviembre de 2008

Pintura de Caballote: Sin título y Flores para mi Madre: Feber y Sebastían.




Bueno, el primer cuadro no tiene título, y no es otro fin que el de experimentar, pero lo guardo por que mucha gente me ha dicho que les gusta, y que si no se los vendo. Yo les digo, "¡¿pero cómo crees, no te voy a vender un mero ejercicio...?!" Así como ven. El otro sí es serio, se llama "Flores para mi madre: Feber y Sebastían" y en cambio me han dicho de éste cuadro que es muy "Kish". No me importa si es éso o no. En realidad traté de hacerle a mi madre unos girasoles y le puse a mis dos mascotas que he querido más: La Feber, que era una gata malgeniuda y arisca, y a la que un amigo de la carrera pensó siempre ingenuamente que era una niña de verdad que había adoptado. Nunca le quise decir la verdad, por supuesto, ya que rompería ése aire benefactor que él se encargó de propalar, y el otro micho, el güero, no es otro que el Gran Sebastián. Ese gato era especial. Mi amigo Colbert se lo llevó a mi madre siendo un cachorrito con un enorme moño de papel de baño en el cuello, y se quedó para siempre. Es decir, uno sí que extraña a ése gato. Era valiente, no temía enfrentarse a un rotweiller de 80 kilos, discutía con mi madre cuando se iba de juerga, con las orejas hacia atrás y maullándole respuestas ante las cosas que mi madre le decía; respondía prontamente cuando uno le gritaba "Sebastían, Luz mató a sus hijos" y era un gran ratonero. Se ganó el respeto de las viejas del edificio cuando mató a una enorme rata, más conejo y casi de su tamaño, él solo. Ya nadie se quejó después de los orines y de las serenatas. En contraste de mi pobre Feber, que su única gracia era hacer monerías y corretear perrillos toda esponjada y pufeándoles ferozmente. Tengo unos dibujos de ella haciendo éso, nomás que los escanee los publico. Como a mí, a ella el amor la traicionó e hizo que bajara la guardia, siendo asesinada por un méndigo perro. Tenía yo mucho coraje, e intenté matar a todos los perros de la colonia, pero mi madre me reconvino y me hizo volver de mi iracunda furia. Y de ahí éste cuadro. Para terminar, diré que a Sebastían le arrebató la vida un ciego e inconsiente conductor en la Avenida Chapultepec. Desde entonces no me gustan mucho los coches, y utilizo nada más el transporte público. Neta, como que nadie merecería tener carro. a no ser que pasara un estricto exámen psicológico.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Pintura de Caballote: Adiós Rufino y Autoexorcismo.




¡Finalmente! ¡Albricias! ¡Aleluya! El primer cuadro se llama "Autoexorcismo", mi autorretrato y fué el primer cuadro que hice en la carrera. Hasta éste momento las cosas que pintaba eran meros juegos. Ahora la cosa se puso seria, ahora pintaba con ganas de vivir de ello. Y no sólo éso. Ahora tenía que pensar como pintor, es decir, concentrarme no sólo en los temas, sino en los "problemas plásticos" que implica cada cuadro. Vaya oración, ¿verdad? Traté de representar mis estados bipolares (todavía no se hacía público ése terminajo)unidos a una base terrosa que es mi alma campesina... Já já já...Ahí vamos, ahí vamos de nuevo. El segundo, es un pequeñísimo homenaje a uno de los pintores más grandes y universales que ha dado nuestra nopalera tierra. Es decir, sería, para mí, el equivalente de Juan Rulfo, pero en pintura: ¡Rufino Tamayo! Así se llama: "Adiós Rufino" y aquí experimenté con celulosa y trigo para dar las texturas. En serio, si nosotros los mexicanos fuéramos un imperio dominante como España, como Estamos Sumidos, no se diría "Picasso", "Pollock", se diría "Tamayo" en primer lugar, aunque me tachen de chowvinista (changos, se oye a raza de perro. Persa azul, es mejor) y el Museo Nacional de Arte sería como el Escorial o el Metropolitan Museum of New York. Ésa manía que no entiendo de las potencias de aislarse del mundo y decir "rock" y "música del mundo", como si no viviesen también en ésta buena Tierra.

lunes, 17 de noviembre de 2008

Histerieta: Boogie Wonderland primera parte.





Quería publicar mis histerietas, así como todo lo que he subido aquí, de una forma cronológica. Digo, algún orden debía haber, pero desgraciadamente no encuentro un disco en donde mi buen amigo Pablo Reyes me había hecho el favor de escanear mis esfuerzos. Y está caro hacerlo en un café internet. De todos modos, les presento éste trabajo. La historia es original de mi hermano H.P.Aguilar, pero yo hice la adaptación, el diseño de personajes, la diagramación, el guión y todas las lindezas que hacen hermoso y difícil éste "noveno arte", y que lo hacen digno de ser un gran arte, contrario al snobismo intelectual nacional, al que uno le dice: "historieta", "cómic" "tebeo" o "manga" y fruncen sus hocicos de cerdo y dicen "monitos"... Como si sólo la literatura y la plástica convencional fueran artes válidas. Lo dejo a su consideración, y espero que les guste.

Histerieta: Boogie Wonderland segunda parte.




Histerieta: Boogie Wonderland tercera parte.




Histerieta: Boogie Wonderland cuarta parte.




Histerieta: Boogie Wonderland quinta parte.




Histerieta: Boogie Wonderland parte final.




sábado, 15 de noviembre de 2008

Eructos Literarios: Cinco años.

Bueno bueno bueno... Ya sé que había prometido no meter éstos mazacotes tan grandes... pero, ya saben, "los hombres y sus promesas..." ¡Disfrútenlo!



De
Cinco Años.
Eructos literarios y pseudopoesías.
(1990 -1993.)

De Jair Aguilar “Gato Jazz”.









Adiós.

Uno:

José aquella madrugada salió del estudio mientras sentía la fina lluvia bebida por la lana de su impecable traje de casimir inglés, así como sus zapatos, que no estaban hechos para caminar a la intemperie feroz de la Avenida Chapultepec. Su peinado a la moda, emulando al popular cantante George Michel se aplastó por la molesta agüita moja-tarugos, y su imagen, cuidada en extremo, quedó arruinada una vez se enfrentó a la soledad citadina. No le importó. De un tiempo para acá le había venido valiendo gorro, y sentía unas terribles náuseas cada vez que se veía fijamente al espejo, observando su actual estilo de vida. “Eres un hombre talentoso, papacito” “¡Ay, pero qué guapo eres!” “¿Y qué tenemos de nuevo, mi artista talentoso?” Talentoso… ¡Qué mierda! ¿Talentoso en qué? ¿En presentar artistillas de quinto, que sólo eran famosos por que la publicidad los había elevado a la posición de divos y divas, pero que no sabían rebuznar por que era difícil la tonada? ¿Por darles publicidad a ésa caterva de inútiles buenos para nada, que ni cantaban, ni bailaban, ni eran capaces de hacerlo sin ayuda de la tecnología, y que se sentían dioses y vivían su vida de oropel sin preocuparse por nadie? ¿Esa gentuza que día a día presentaba en su programa de televisión? ¿O acaso sería talentoso en lograr que las escuintlas descerebradas que no tenían un mejor modelo masculino le arrojaran la pantaleta y las ganas de ser penetradas por él cuando llegaba con ése estúpido aire triunfal, torero, al estudio, y comenzaba a decir un chorizo de estupideces que ni él mismo creía? Esa voz que hablaba, no era la suya, era la voz de los escritores, la voz de los publicistas, la horrenda voz del capital que así permeaba la opinión pública, obligando a la gente a pensar como ellos, un trabajo de pájaro carpintero, horadando poco a poco, dándole forma a través de casi cincuenta años de televisión, al viejo roble que podría ser la opinión pública de éste país. Y en medio de todas ésas voces, la suya no se encontraba pero así era éste medio, y él lo conocía mejor que nadie, podría decir con orgullo.
¿Y? No se sentía satisfecho. Aún con el culto a la personalidad adorándolo, aún con su cartera llena a reventar de billetes de cien mil, tarjetas gold, su crédito respaldado por un jugoso sueldo depositado religiosamente en una cuenta en los E.U; y el lujo de pavorreal en donde vivía, los autos que valían lo que una cuadra entera de la ciudad y que descansaban más confortablemente que la gente pobre en su cochera, en su casa lujosa del Pedregal. Pero no se hallaba, no se encontraba tranquilo, y se sentía inconforme, fastidiado de su lujo de pecera, de la cárcel de lujo que era su vida, aún a sabiendas de que ya no podía estar sin todo ése oropel, ya no podría vivir sin todo lo que había probado. Muy en el fondo, una parte rebelde, pugnaba por alejarse de todo ello, sabiendo que el medio “apantallante” le estaba comiendo la vida como una rara droga. Se reafirmaba muy adentro de él que cada vez que hablaba no decía nada José Concepción Márquez, sino que era la voz artificial de “Pepe Sonrisas”, el conductor dorado de “Televisión S.A.”, con cuatro programas a la semana que batían los récords de ratings en los dos canales más vistos del país. Era poderoso. Tenía en su mano a infinidad de artistas que se presentaban casi de rodillas ante él con tal de conseguir la oportunidad de ser lanzados en el más mísero de sus programas, “El Chupirul Vespertino”, y se cogía como quería a muchas divitas que sólo estaban en las fantasías de los muchachos, soñando al verlas de papel colgadas en la pared, con tenerlas en su cama, aunque fuese únicamente para lamerles el pié. Era amante de una senadora del partido oficial, y ya estaba a punto de conseguir por ése medio una curul en la cámara de diputados. Tenía prácticamente un pié dentro de la mina de oro que era la política mexicana, el poder supremo. Ingresar al grupo secreto que manejaba los destinos de toda ésta nopalera, y, no dudaba que si la suerte y los dioses profanos que adoraba no le eran adversos, ¿por qué no? quizá podría estar dentro de ése grupo, que imponía presidentes y secretarios de estado. ¿Por qué no? Todo el mundo lo adulaba siempre con sus éxitos, sus acertados puntos de vista referentes a Cuba, su arte en llevar siempre sus programas a feliz término.
Asco. Qué asco. Ya no era él, y su parte rebelde se imponía, ganaba terreno, y cada vez era más difícil reprimirla, y le hacía recordar a su vieja persona, su origen humilde, el esfuerzo titánico por entrar a la prepa donde le llamaban “El Jose Fino”, y recordaba con nostalgia las cascaritas con sus cuates a la salida, los fajes con Lupita, “Guadalumpen” como le decía con ganas de molestarla cuando ella luchaba a brazo partido para hacerlo su novio. E irremediablemente, como cada noche se acordó de Adriana. Su admiración por Adriana. Su terrible amor por Adriana…
Adriana. Siempre le insistió, y puros ceros obtenía. “Pinche vieja pendeja, nunca sabrá cuánto la quise. Es una pendeja, mira lo que se está perdiendo hoy. Era linda, ¿verdad?” pensaba, de la misma forma cíclica que los osos al dar vueltas por su jaula, aburridos de ver siempre los mismos barrotes, y ahora, cuando serían cerca de las tres de la mañana, también recordó que la última vez en que él le cantó al oído, ella le dijo fastidiada que la dejara de chingar, que él era un pinche pobretón y que nunca de los nuncas, le daría los lujos a los que ella estaba acostumbrada. Pero ahora todo era distinto. Ahora tenía poder. Si era su voluntad, hacía que hasta gente de las altas esferas de la sociedad mexicana temblara, e incluso derrumbarlas como si le clavara un alfiler a un globo, por su gran influencia, por la simpatía que generaba en los círculos de poder, su utilidad como permeador de opinión pública. Algunos rivales en la empresa alguna vez ya habían intentado boicotearlo, y alguna vez lograron sacar sus programas del aire, pero en unas semanas le pedían mil disculpas y le doblaban el sueldo. Su popularidad era su arma más grande, ya que la gente, borracha de él, iba a defenderlo espontáneamente a las puertas de la empresa. Además, estaba su amistad que logró entablar con el socio mayoritario de la empresa.
Si. Era muy poderoso, y para corroborarlo, sacó su cartera y observó: dos millones de pesos, y más contando sus tarjetas. Si él quisiera, podría en éste momento irse a donde se le pegara su regalada gana. Si le saliese al paso algún bandido, a su costado llevaba una poderosa Magnum Cobra especial, calibre .55, cargada con balas expansivas. Seis tiros capaces de romper una pared de ladrillo, suficientes para acobardar al más hombre. Sonrió. Sabía que la posibilidad de usarla era muy baja, ya que poseía carisma y don de gentes. Si gritaba pidiendo auxilio, la gente reconocería su tan querida y popular voz, saltando inmediatamente a linchar al pobre sujeto, o, que era lo más probable, si el criminal le reconocía, le pediría mil disculpas y un autógrafo, para él, o para su mujer, o para alguna de sus hijas. Si. Estaba seguro.
Pero, ¿y si poseía tanta seguridad, tanto poder, por qué nunca volvió a buscar a Adriana? Únicamente se conformó con verla de lejos, saber qué cosas hacía, fisgoneándola por medio de investigadores privados que le deban cuenta cabal de todas las veces que iba al baño, de todas las noches que hacía el amor con su esposo, de los pasos que daba para el supermercado. La seguía amando, lo sabía bien. Tenía dos maletas grandes llenas de fotos de ella, como mil espinas que él, al verlas en su ritual diario, clavaba en su corazón.
¿Y los amigos? La gran mayoría se alejó al volverse déspota, al verlos chiquitos. Sólo lo soportaron los aduladores, y aún así, él mismo los alejó, fastidiado de los favores que le pedían: “no seas gacho, préstame un dinerito…” “Consígueme una chamba, ¿no?” “Mi hijo está estudiando comunicación, ¿no podrías echarle una manita, tú que conoces gente?” Y su vida, cada día que pasaba, estaba valiendo gorro, más vacía cada vez. Su personaje lo obsesionaba, lo absorbía, lo atrapaba; cada vez ocupaba más lugar Pepe Sonrisas y Concepción apenas si tenía espacio para respirar. Pepe le imponía sus reglas, imposible casarse, no tener familia, develarse y sólo dormir tres horas diarias para volver a trabajar, el tiempo es oro, ¡y cómo extrañaba dormir diez horas seguidas! Siempre fue un dormilón, siempre amó el poder soñar. Pero para poder contener ése tren de vida, tuvo que recurrir a las drogas. Primero, marihuana, y ahora sintéticas, de diseño y visitando cirujanos plásticos para que borraran las huellas del cansancio crónico a sus treinta y dos años. José cada día se avejentaba más, era una momia joven, pero Pepe Sonrisas tenía que parecer joven, alegre, dinámico y guapo, sin ojeras, sin dientes amarillos, sin pelos de la nariz y ésas cosas que denunciaban que detrás de ésa fachada se hallaba José Concepción, un ser humano muy cansado… Y ahora que salía tarde, decidió no abordar su Jagüar Coupé del año, quiso caminar un rato.
Trató de poner la mente en blanco, de no pensar en nada. Adelante vio tirada una lata de aluminio, y caminó hacia ella con paso alegre, decidido a soltar sus instintos. Tomó vuelo, y de un poderoso puntapié la lanzó hacia arriba, haciendo escándalo al caer. Quiso gritar, pero no lo hizo por que sabría que vendría corriendo el policía de la puerta del estudio, del que aún se hallaba cerca y quería estar solo. Siguió así, por un largo rato, pateándola lata, pateando la horrenda cara falsa de Pepe, deshacerla, molerla… “¡Chinga tu madre, puto Pepe!” En ése momento su rebelión lo ganó, en ése momento era José Concepción Márquez, en ése momento le pidió ayuda al cielo, quería dejar el medio artístico, el medio de mierda. Lleno de podredumbre que lo hacía sentirse viejo y enfermo. Había que matar a Pepe, él vivía por él, el personaje no era nada sin el hombre de carne y hueso, el personaje respiraba por su nariz, defecaba por su culo, era él quien permitía que viviera… “¡Sí! ¡Chingue a su madre el diablo!” y pateó la lata con más fuerza, tanta rabia tenía, que no escuchó el ronroneo de un motor a sus espalda. Sólo reparó en la voz que le decía, en tono amistoso, “¿qué te pasa?”, y se quedó de una pieza. Esa voz… Ésa voz… Él la conocía, pero tuvo miedo, su seguridad tan firme de momentos atrás se desvanecía y volteó lentamente, palpándose el pecho, inseguro hasta de saber si traía su arma o no.
-Carnal, ¿estás bien? ¿Qué te pasa?
Por fin volteó completamente, y sus ojos tardaron en reconocer aquel rostro que salía de la ventanilla de un taxi, y que le sonreía. Un momento, que a José le pareció horas, buscando, recordando cada línea, y por fin balbuceó un:
-¿Juan…? ¿Juan…? (¡Puta…! ¿Cómo se apellidaba?)
-¡Sí, carnal! ¡Juan Amado! Recuerda, nos conocimos en la prepa ocho, la de Plateros… Tú eres “el Jose Fino”…
-¡Sí! ¡Y tú eras “el Sarampión!” ¡Ya recuerdo…!
-¿Qué haces por aquí a éstas horas? Es barrio bravo, asaltan…
-No te preocupes. Salí de la chamba, y quise caminar un rato.
-Si, ya me habían dicho que trabajas en la tele. Eres “Pepe Sonrisas”. ¡Si supieran cómo te decíamos, pinche Concho, perdías a tu público, canijo…! ¿Y que tal te va? Yo no he podido ver tu programa; como ves, los pobres tenemos que chambiar…
-No me va tan mal.
-Vente, no tengo pasaje y ando todo aburrido, te dejo en tu cantón…
Lo pensó un momento, pero era alguien conocido; él había sido uno de sus mejores amigos y por lo mismo, era alguien con quien no tenía que ponerse la misma máscara de mierda que había venido cargando por todos estos años, era una oportunidad de volver a ser quien era, ya que éste Juan conocía muchas cosas de él. Decidió subirse. Estrechar aquella mano que se le ofrecía sincera, y dejar que la ciudad los tragara.

Dos:

Al cerrar la ventanilla del vehículo, sus ojos se acobardaron. Al meter el seguro en la portezuela, sintió escalofríos; si, un poco de coca lo alivianaría, sí, sólo un poco, tan solo un poco… ¡No, carajo! Su pasado lo observaba fijamente a través del espejo retrovisor, los ojos del ayer. Fijos, pero a la vez ausentes. Fríos, con ése algo de reproche que ahora provocaba el remordimiento a los dedos que se habían metido anhelantes en el compartimiento secreto del saco. Se limitó a tentar el frasco con las cápsulas de aquel polvo blanco que tantas veces le ayudó a soportar la carga del miedo. Ahí, frente a él, su pasado, conduciéndolo por calles, reprochándole el usar aquel polvo blanco, viéndolo de revés con ésos ojos lejanos, a veces compasivos, que a cada alto, en cada vuelta de esquina le decían, le platicaban memorias desterradas hacía años por Pepe, pero el tiempo es más poderoso.
-…y ése pinche profe de matemáticas… Era cabrón, pues, creo que todos reprobamos analítica con él…
-Sí…
“Sí”. Ése “sí” era fuerte, resbalaba dedos hacia el cuerpo, aferraba al espíritu y traía latidos que sonaban como goznes de viejas puertas, grandes, casi de iglesia colonial.
Ese día había sido decisivo para su formación. Ése pinche examen le había convencido de su fracaso total como estudiante. Definitivamente la analítica no era lo suyo, no servía para aprender ése conocimiento obscuro, como brujería, inexplicable e inentendible, pero tenía la responsabilidad con el clan familiar, apestoso a hacinamiento y a pañales cagados de críos berreones, le exigía terminar bien. ¡El status! El único de la gran familia casi tribu que había logrado entrar a la prepa, a la universidad, al cosmopolita escenario de los libros, única palanca del pobre, ahora se rompía por su punto más delgado, convirtiéndolo en un fósil común, de aquellos que hacen maestría y doctorado en bachillerato, únicamente anclados por una pequeña materia, simple y pobre, pero terriblemente esencial: la materia gris, y era eso justamente lo que había venido pensando en la pelotera del camión, al ir colgado como mosca con un tristísimo marco musical del Juanga, que se notaba que al chof le retecuachalangaba, ya que lo traía a oído sordo, mientras la pinche analítica le daba vueltas, bailaba en su cabeza al ritmo del “Noa noa” con cada bache, y también con las cumbias que ponen a todo volumen también en el Discolandia de Mixcoac, y la pinche Adriana, dándolas con todos… ¡Sí, pinche vieja puta! Tú como un soberano pendejo ruéguele que ruéguele, “vamos, te invito al cine”, “mira, hoy te traje una rosa de ésas del la maceta de la vecina y que apenitas le agandallé”, que si faltas, ahí va el babosote como un soberano pendejo exhibiéndose a todos pregunte y pregunte a todos indagando si no estarás enferma, y organizando excursiones con todo y sopes de regalo hacia tu casa, y que tal, puta, que si no se me olvida el pinche cuaderno de la mierda analítica, que al fin y al cabo ni sé pa’ qué chingado sirve, en el puto laboratorio, no te hallo, montadita sobre el pito de ése güey, sube y baja, sube y baja, quejándote con una voz que a mí siempre me vedaste, una voz rara que jamás creí escuchar saliendo de tu boca que quise besar tantas veces, y yo que la escuché, cínica, desde las escaleras y creí que te sentías mal, y en el trayecto que hice en dos zancadas proyecté planes para llevarte a la enfermería y toda la cosa… Nomás corrí de balde, de pendejo, nomás dejé ahí mi cuaderno por que me dolió mucho, no quise entrar, no quise interrumpirte, no quise, con una chingada, decirte nada, no quise pensar en nada, ni en la boleta que tenía mi poderosa NA en ése cuaderno que me diste al día siguiente por medio de Ana María, y que al verte en el salón abrazada de ése pinche imbécil, lo solté, haciéndome el pinche fuerte como queriendo impresionar a no sé quién, aguantando ésa pinche lágrima, tan amarga como las que derramé cuando mi jefe le pegaba a mi jefa, amarga como los chamaquitos pidiendo limosna, amarga como el tequila que le volé a mi jefe, para olvidarte, ahogarte en él, por que ni siquiera tuve lana para comprarme yo una, siempre con hoyos en la bolsa, y triste, como las grietas de las calles, la basura y las moscas. Triste, como la luna recortándose contra las antenas de televisión, como ése olor a miados que siempre invadió la vecindad, de gatos marcando territorio, memorias, infiernos feroces que muerden las ingles al doblar éste taxi la esquina, pararse en éste alto sólo para ver tu boca entreabierta, tus ojos cerrados, tu faldita de niña levantada, tus nalgas estrujadas por los dedos de los faros que atraviesan las infinitas avenidas, toda tú, pinche puta, concentrada en Juan Amado, taxista amable como el viento, tan fuerte como el viento, eterno como el tiempo mismo, poderoso, capaz de romper al alma más dura con la muerte: recuerdo.
-Bueno, Jose Fino, tú me dirás ‘pa dónde jalo…
-Enfílate hacia la Anzures, mano, y ya ahí te voy diciendo a dónde vamos a visitarla…
-‘Orale, pues. ¿Y luego? ¿Siempre sí pudiste encontrar tu cuaderno?
-Si. Salí reprobado yo también.

Tres:

-Y sí. Tomé valor para venirte a ver. Nomás dieron la espalda los recuerdos, y Pepe Sonrisas comenzó a acalambrarme el espíritu. No me creerías si te dijese que tengo mucho miedo…
-¿Miedo? ¿Miedo a qué? Te tardaste mucho en venir, pero ya estás aquí, eso es lo único que importa, ni la hora, ni el mundo… ¿Miedo a qué?
-A ti, a tu presencia… A ése halo negativo que te rodea toda.
-No seas tontito. ¿Cómo llegaste aquí?
-Verás, en realidad no lo tenía planeado. Salió de repente, será que también recordé sin querer mi presente, sentí la caricia del dinero, la caricia de mi Jagüar Coupé con vestiduras de fina piel, la seguridad que me dan los millones de telespectadores que casi a diario me ven por el ojo de vidrio, por ése cíclope que canaliza hacia mí a los millones de gargantas que gritan a salir a escena. Sentí todo mi poder, y no lo pude evitar. Ya no soy el Jose Fino, yo soy Pepe Sonrisas, y recordé también que a ti te interesaba tu futuro, el sitio donde ibas a posar tus nalgas en tu vejez, y que ahora soy el partido más idóneo para ti. No menciono a tus hijos, por que sé que nunca pudiste tenerlos, y los únicos hijos que nos interesaría tener son dos perros consentidos que escogeremos cuando estemos juntos.
-Me sorprende que sepas todo esto.
-Mi poder me obliga. Así que te mandé vigilar, te investigué durante todos éstos años, y supe que te has divorciado tres veces, y que quisiste calmar tus instintos maternales con una muchachita que sacaste del orfanatorio con tu último marido. Pero nunca supiste lo cruel y desinteresada que eres capaz de ser. Como no llenó tus expectativas, la volviste a hundir ahí, a ése mundo sin padres, ése mundo de cartón que la pasión quema con facilidad. Sé que se escapó de ahí apenas cumplió los diez, y que fue a parar a un prostíbulo de la Merced. La contraté un día, y la cogí como siempre quise cogerte, ya que sabía que ella estuvo cerca de ti, y aún conservaba algo tuyo. Pobrecita. La pobre infeliz pensó que éste pinche mundo podría darle cariño, que San Distrito Federal le rodearía amorosamente el talle y que con cariño la convencería para que ella se dejase besar la unión de las piernas. Ay, pobre ingenua, creyó que la ciudad podría, en forma de hombres y prostitutas lesbianas, sustituir al calor de hogar. Creyó estúpidamente que el amor puede ser amor, aunque se presente en forma de penes sucios y axilas sudadas, y que el espíritu podría ser fiel con la carne, y que un beso también viene en forma de líquidos corporales. Já. Que la imaginación sería substituida por un peyotazo, como yo. Ingenuo de mí, hasta que llegué a éste punto.
-¿A éste punto? ¿De qué me hablas?
-Si, mamacita, si. Hablo del lugar que uno ocupa en el tiempo y el espacio, la sombra de tu cuerpo, de tu cabeza, reflejándose en el suelo. Bajé de mi nube, antes todo era Pepe Sonrisas, pero ahora comprendo que al espíritu ningún bloque de olvido hecho al concreto puede detener. Y que la vida es mucho más que el cuerpo mismo. No, no me mires así, que no estoy loco, sólo estoy desengañado. Luché bravamente por conseguir el puesto, y ahora que lo tengo, lo quiero desechar. Quizá fue útil, en su momento, la ambición de tener más, ganar más para que me aceptaras. Pero sólo fue un momento. Tuve que oler la mierda, pero yo no soy lo suficientemente fuerte para limpiarla, y acabé ensuciándome todo al caer en ella. Veme. Lleno de heroína, de cocaína y de crack, renunciando a mi propia imaginación para aceptar la mente fría y artificial de “Televisión S.A.”, para aceptar también la de la Ciudad de México, tan hermosa como tú; hay que disfrutarla despacito, con una cerveza, bailando una salsa en sus arcos y jardines, aceptarla como sus ratas, sus perros callejeros, sus niños de la calle y su gobierno corrupto y sus cuadros de destrucción formados en sus universidades y escuelas, desde su familias, con su mente atrofiada por pendejos como yo, unidas en ésta mierda que llega a toda casa por onda hertziana y que llega directo a la mente y al alma… No te asustes, te digo que sólo estoy desengañado. Me quedé de fósil por analítica, no por flojo, sino por que no tuve buenas bases, ésas que me faltan ahora y que me obliga a acercarme a ti con el disfraz de Pepe, ésas que me faltan para renunciar, salir de la mierda y de la ciudad, buscar nueva luz, por que aquí los fantasmas como tú te atrapan, te sacan e corazón y lo ofrecen a la Llorona para que se case con el Distrito Federal. Analítica. Ésa fue la que más me dolió, y deseé, y mi deseo fue cumplido. Deseé, y Satanás me escuchó, me maldijo, me aventó a la cloaca. Sí, fue por ti que luché por ésa maldita chambita de office boy en “Televisión S.A.”, por que te quería conmigo y ahora, cerca de las lágrimas, te vengo a ver, con mucho miedo, por que hoy me siento envalentonado, hoy soy Pedro Infante entrando a la vecindad, mejor dicho, al callejón del Barrio de Dolores, he subido la escalera de caracol y antes de entrar a tu lujoso departamento de la colonia Anzures, he tenido que recurrir a la droga que siempre traigo en el forro del saco, por que ése crespón de luto que hay encima de la puerta me da miedo; aún así entro, y veo a Pepe Sonrisas moribundo en tus brazos. El tiempo, fuerte, poderoso, que rompe cualquier alma con la muerte: recuerdo. Y resulta que yo no voy a ir a asaltar al primer cabrón que se me atraviese para curar a Pepe, no, sino que ahora te observo, y te amo más que nunca…
-Después de todo, después de que te rechacé tantas veces, ¿me sigues amando? ¿Aún aquí, en éste momento?
-Sí. Pese a verte coger con ése imbécil, pese a Pepe, pese al Diablo, te observo… ¿Notas éste bulto aquí en la solapa? Lo voy a sacar, fíjate en él. Brilla, pesa mucho, y rompe cráneos para sacar a relucir esperanza… Sí, te sigo amando, con tus cabellos largos, con tu cabeza sin piel, con tu mirada sin ojos, con ésa cruz de ceniza que te pintaron en la frente. Sin labios, sin senos, sin nada. Quito el seguro, ¿ves? Y me apunto ¿ves? ¿Ves, acaso? Te sigo amando, eso es lo único que no cambiará… ¡Muere, puto Pepe! No, Amado, no, pinche “Sarampión”, no detengas el taxi, estoy bien, ésta herida es nada comparada con el desamor… No te detengas, por favor, vamos a su casa… ¿Ves cabrona? ¿Ves lo que uno hace por amor?





Calle de Guadalajara 14, colonia Roma, México D.F.
4 de Julio de 1990.



Sin título.

Corazón.
¿Esperas verme volar
Únicamente para dispararme
Y cortarme las alas y no amar
A tu recuerdo, y dispersarme?

Sin cuerpo, sin alma cierta;
Sin átomos ni moléculas,
Perdido en el caos
De un cielo infinito,

Para posteriormente caer al ombligo
De la luna, sin lentejuelas
Que reflejen amorfamente un rizo
De tu cabello en las inciertas

Tardes de Abril.
Yo hecho niño,
Beber el vino de tu matiz.

Jugar,
Pero en tierra.
Nunca volar al mar,
Para que nunca me derribes;

Y no lo lograrás,
Aunque en sí ya lo hayas hecho.
Atado, sólo me queda hablar
Como escudo contra mi infierno.

Y…
Hablar por hablar.
Llorar, simplemente por llorar.
Perdigones en el pecho llevo,
Pero aún así, voy entero
Al lugar en llamas,

Por que toda tú me acompañará
Dentro de mi recuerdo,
Así, permaneceré en tu cerebro
Y tú en mi yerta humanidad.

Nahui Mallinalli
[1].
Llorarás tierra
Mientras las almas se burlan de ti
Colgadas del viento,
Y roes buscando por la tierra
Con las uñas, nada, sin fin.

Errando como sucia lombriz,
Topo sin ojos,
Perdido en una matriz
Con la risa a mis espaldas
Que no quiere sentir cómo,

Cómo me desechas. Me arrojas por la ventana del tren
Y quedo lamiendo las piedras;
Mi mano trémula busca a mi mano: ten.

Fuerzas de un recuerdo: ten.
¡Míentale la madre!
Mujer ingrata, ¡ten!
Nunca sientas tu mugre

Cuando alguien te desprecie.
Temblando a la intemperie
Llorarás, por que entonces no habrá
Brazos que te escuden y te protejan,

Observarás tus obras muertas
Hacerse cenizas, en lamentos
Te señalarán, flamígero dedo
Reclamándote el haberlas hecho;
Sabrás que sólo Dios

Hace sus cosas con perfección.
Ingrata, malhaya la hora en que te vi.
Y mi espíritu en cuestión
Verá la fuerza para gritarte
Ya de perdiz, mentadas de madre,

Por que me has hecho
Lo que a nadie se le hace:
Dejarme abrazarte,
Para arrojarme después en el espeso

Bosque de mis penas.
Árboles cual cuchillos
Me traspasan las venas,
Rompen los hilos

De mi vida…
Y sólo por eso no voy a volar,
No me derribarás,
No darás con mis huesos a tierra,

Sólo clavado en la mente
Me llevarás, y si quieres profanarme,
A acompañarme vendrás
A éste páramo bañado en llamas, Corazón.


30 de Abril de 1991.


Alejandra IV.


Observa el hueco de la tinta negra
Que el pintor con maestría maneja
Para dibujar en el cielo tu magia,
Tu bella hechicería de gitana.

Alma de gitana que nació hermosa,
Agita el leve cirio sobre mi yerta humanidad.
Traduce la voz del viento a través de las encinas
Y dile a las gentes que escuchan, de mi mortandad.

Recorre el clavicordio y lanza
Con tus dedos en las teclas llamaradas
Al ocaso que con fuerte empeño
Llama a Mixtli, y me funda entero,

Cincele mi alma,
La amalgame en la tarde,
Enjuto contorno,
A mi rostro,

Ahora bruñido de espanto
Al ver las yertas manos
Sobre el tálamo de mi alma,
Manos de ceniza acabada

Para jugar, esparcirme en el viento mordaz
Y mezclarme con los colores de la tarde.
Y en medio de aquel contraste,
El pintor maldiga querer pintarte más y más,

Y hacer que el alma ajada espere…

Yo en ésta encrucijada
De cuatro puntas,
Yo, en fríos bosquejos desmadejados.
En el fondo, flotando tu carcajada

Que aquí, en mi universo,
En multicolor haz forma al cielo.
Tus hermosos cabellos
Vueltos mujeres, me causan desvelo,

¡Y grito!
Y en ése alarido
Se halla tu misterio,
Embiste a los truenos

Y de mis huesos
Hace lanzas y espadas,
Petos y escudos;
Las venas se crispan cual helados
Ríos llenos de salitre bruno,

En furiosa tempestad
Llorando por los ojos,
Es maquahuitl en serpenteantes rojos
Que se contrapone y ataca tu tempestad.

Es Quijote vuelto Huitzilopochtli,
Cabalgando hacia el lugar en llamas
Donde las babosas untan el ulli,
Acompañadas del lamento de las almas

Que se arremolinan en una acuarela
Para ver quién viajará al Mictlan,
Desdeñándome tú, o deseándote yo.

Y tu mirada
Ataca mi albarda
Con rojos,
Que en mi asombro

Me queman…

Y tus cabellos
Asaetean en destellos
De azul a mi cuerpo,
Que en su desconcierto,

Me congelan…

Tu femenino contorno de barro negro
Absorbe mi color, piernas de ébano
Hacen que mi cuerpo se quiebre,
Al igual que un cristal, se pierde

En el resplandor de tus manos;
Ay, me quemo y me congelo.

Mambrino está en tus pechos.
De ahí vuelve el derrotado caballero
Desandando el sendero
Que antes en una pincelada hiciste pleno.

Con el puño en alto, maldice al sol,
Mientras una lágrima se bruñe
En su ojo que cerrándose te retiene,

Para que el polvo me cubra
En la dirección por la que corría
En aquella loca elegía
Que ayer te dibujé,

Para que en algunas horas faltas de soslayo
Recordaras por ésa historieta
Todo lo que te extraño.


8 de Abril de 1991.


A la fugitiva.
4:10 a.m.

¿Por qué he de alegrarme de tu presencia,
Si luego has de huirte fugitiva?
¿Por qué he de alegrarme del color de tu presencia,
Si al clarobscuro lo niegas con los ojos, esquiva?

Si esperas darme el indicio, la muestra
De que contigo mi amor se ha equivocado,
¿Por qué penetras por mis venas,
Para dejarme luego, desangrado?

Me muestras la luna con engaños,
Para que mis ojos se recreen juguetones,
¿para luego deshacerla entre tus manos,
Y que el reflejo me deje sin amores?

No, no entiendo ése proceder tuyo.
No entiendo al arco que formas con tus cejas
Cuando te cuestiono, ¿qué esperas?
¿por qué no estás, por qué huyes si te busco?

Si acaso ya no quieres verme,
Habla, dilo, ¡y punto, bella!
Por que no hay más necia espera
Que trasnochar con tu figura apenas.



25 de Mayo de 1991.



Alejandra V (Canción de un amor anónimo.)


Hojas de mi corazón,
Vuelen al recinto de la flama
Que el olvido en mortal final
Aviva y fortalece.

Yo, fantasma en glaucas llamaradas,
Bosquejos que pintan al esqueleto
De mi vida sin concierto
De púrpuras vibrantes y calacas.

Polvo, sólo mi hastío queda, amada.
Dispuesto a llevarse llevar
Hasta tú casa Alejandra.
¿Qué es más difícil, dime:

Soportar a diario tu sonrisa,
O permanecer oculto de tus líneas?

Y los años pasan, infieles:
Cuatro es el número de mi fracaso.
Cuatro son mis negras paredes,
Cuatro tus cielos
Y cuatro mis infiernos.

Y por más que descorrer quiero
A la prisión de mis huesos,
Sólo el polvo me sepulta incierto
Y quema tu fotografía entre mis dedos.

Si, polvo cae formando llamaradas,
Sobre mi cae, y me corroe.
Y el alarido que cautivo amarraba
Rompe mis quijadas y mis ijares,

Desflorándome se va con el polvo,
Arrastrado por la brisa de tus 22 abriles.
Viento que me parte los ojos
Para que no te vea, así es.

Para que mis torpes dedos
No puedan ni por error hallarte.
Para que mis desesperados pies
A ti no puedan llevarme.

¿Qué más quieres saber?
Mi corazón, eco de tus pisadas,
Mis anaranjadas risotadas
Pintan alada a mi frustración.

Risotadas fluirán a mi mente
Y diluyéndola, no la dejarán ser.
Locura será mi nombre,
Y Error mi apellido.

¿Y quieres saber algo más?
Correré hacia la ventana,
Extenderé mis alas
Y me lanzaré al vacío,
A alcanzarte, quizá.

No verás mi cuerpo
En llamas descendientes
Hacia la Madre Tierra;

Y el asfalto amoroso
Recogerá mis sentimientos,
Que esparcidos habrán quedado,
Esparcidos en fuga
Hacia tu luz de fantástica mirada.

Me evitarás, saltarás por las calles.
El viento morboso te ayudará
Tan solo por tocar tu piel morena.
Lujurioso, se enredará entre tus piernas

Y en volandas
Te apartará de mí,
Para que quede solo, llorando,
Estirando la mano

Y explotando mis ojos
Por forzarlos a verte.
Sólo quedaré en ése momento
Y por única compañía

Un ramo de amorosos deseos
Atados a una cama de latón.
Guitarras tocarán milongas
Mientras escribo elegías

Que te eternicen en el espacio,
Aunque pertenezcas a él.

Vencido lloraré
Éstas lágrimas a tierra.
Por altar será de tus caricias
Necrófagas por mi vida,

Que se hunde en la depresión
Que le susurra la ventana.
Y mi cobija será la tierra,
Mi lápida, las estrellas.

Y todas las Cihuatitas,
Mis duras amantes,
Reirán un rosario,
Infierno y cielo.

Yo entre cadenas
Forjadas de tu cabello,
Me desollan en vida,
Me quiebran en amor…

Amor es mi vergüenza,
Amor es mi desvelo.
Amor es mi locura
Y error mi querencia.

15 de Agosto de 1991.


Sólo contigo.

Tómame entre tus brazos,
Ven y vence mi recato.
Anda, marchito soy de ausencia,
Refréscame con tu presencia.

Vamos, la noche se escapa
Y nunca será igual.
Sin ti, vacía está el alba,
Es mejor amanecer a la par

Sólo contigo.

Sin fecha, año de 1991.


Alejandra VI.

¡Ay amor!

Esperándote quiebro mis huesos
Dentro de la obscuridad de mi morada.
Deseo, deseo tu caudal de amor,
Cueva secreta a la que aspiro.

Y al darme tu luz hecha brillantes
Amatistas y zafiros, suspiro;
Luz me das, luz expiro
Por mis poros abiertos cual flor.

¡Ay amor!

Esperándote te espero
Bebiendo cálamo de frustración.
Bailo en el azul de mi mirada;
Imaginación, sólo puedo tenerte así,

Bailando en una añeja cama.
Latón enmarca mis eufóricos pasos,
Y piruetas me dibujan en vértigos
Que me ubican en mi realidad.

¡Ay amor!

Y pensar, pensando mi cerebro ardía
En anaqueles de recuerdos pesarosos,
Queriendo tenerte entre mis brazos candorosos
Y hoy me quedo, solo, diluyéndome en amargas elegías.

Corazón: si alguna vez lees mis líneas,
Recréalas en gestos que sean míos;
No me compares con ajenos enemigos,
No sea que, penando,

¡Ay amor!

A tus sueños languidezca;
Mejor deséchame de tu imagen divina;
Piedad, conviérteme en estrella
Que lejos de ti, no incomode a ninguno.

De nosotros, por que es sólo amor
El que mi luz enfría,
Fantasma espía de tu feminidad bella,
Morenita, como la tierra.

No me prives del placer
De estar dentro de ti.
Tu pensamiento serán mis rezos,
Tu cabello, mi rosario.

¡Ay amor!

¡Que mi muerte se dé en tu regazo!
Que mi sangre caiga entre tus piernas,
Sangre y semen sean mi despedida…

¡Ay amor!

La ventana llora en azul,
Y yo me diluyo en el rojo del silencio.
Deshojo margaritas con apagados matices,
Pétalos que se vuelven cilicio.

Yo soy roble
Que el viento deshoja
En tuyo y mío:

Tuyo es ésta piel, éste esqueleto,
Mis memorias y vivencias,
Recuerdos, sentimientos.
Yo conservo de ti la espera,

¡Ay amor!

Y ésa espera quiere ser tuya,
¿Qué esperas a tomarla?
¿A que los ojos se diluyan en lágrimas?
¿A que mi deseo se funda con mis huesos?

Mira qué solo estoy,
Mira qué solo me quedo,
Amargado, me iré pudriendo
En el claustro de la soledad,

¡Ay amor!

Y Soledad me quebrará…
Alejandra, Corazón,
No me rompas la esperanza,
No me rompas la razón.


20 de Agosto de 1991.


Sueños.
2:10 a.m.

Uno.

Y las brujas volaban,
Recortaban su silueta,
Partían mi alma en la almohada.
En sueños me perseguían, ciertas.

Me levanté en el sueño,
Bosque amargo rondaba mi ventana;
Lágrimas de ayer, me elevo,
Ahora soy pájaro de madrugada.
Y sueño, soñando dormía en alas,
Cuerpos desnudos mi alcoba.
Veía a Lucifer platicando conmigo,
Queriendo profanar el sueño de mi alma.

¡No! Le grito en una carcajada,
Mientras se escondía por los espejos fríos.
Me levanté, fui a encender los cirios
Para velar la muerta inocencia de mi alma.

Volando estaba en mi lecho frío;
Ausencia enmarcaba mis miradas.
Verde en siluetas se dijo mío,
Por que mío es el vuelo de mi mirada.

En la mecedora se dormían los fantasmas,
Les grito, ¡no, no me dejen solo!
Ahora, en la noche me aguardan,
Adentro, con cuchillos esperan a mi alma

Aquellos demonios que de niño
Volando sobre las sábanas me rondaban;
Me mostraban sus dientes infinitos,
Querían clavar en mí sus garras.

Fantasmas, recuerdos de sueño
En la fría madrugada.
Fantasmas, de un color azul
Se escapan, y yo espero

Sentado en la gris ventana,
Recordando onirismos en tempestad.
Yo suspiro, y volteo,
Alzo los brazos, y entero me encuentro.

Me paro en la puerta.
Cerrojos me arman de miedo;
Me desnudo, me alzo en vuelo,
En velos, incógnita de la muerte.

Abro, y la obscuridad me dice:
“¡Alto! No veas tu pasado,
No veas tu nocturno miedo.
Cierra, antes que muerto, padezcas llorando…”

El temor me acobardó.
Cerré la puerta con estrépito,
Mientras que en la mente mil saetas
Le robaban la cordura a mi intelecto.

Temblando me hallé de pronto,
Sin saber cómo, volteé a la puerta,
Hembras que en sombras me llamaban:
“Jair, Jair, ven con calma…”

No pude hablar más,
Mis ojos estaban hechos de plata;
Seco, vacío me quedaba,
Alcé mi mano, la cual cayó pesada;

Corrí, corrí como niño
Que huyendo del peligro escapa.
Presuroso, tomé mi alma,
Fuerza de claridad, ¡yo necesitaba!

Con tequila enjugué mis lágrimas,
Con fuego alumbré mi interior.
El fuego me rugió: “¡No tengas miedo!”
Con fuego, el rojo abrazó mi calma.

En ése momento, ya perdida,
Ya añorada, grité a mi alma:
“¡Calla! ¡No debes llorar!
Filos cortan a los fantasmas,
Filos cortan la soledad!”

Me reí como un idiota,
Mientras por mi mejilla,
Presurosas, fugitivas,
Escapaban mis babas.

Canté canciones de Pedro,
Me levanté, con paso firme
Me dirigí al negro ropero.
Saqué mi pistola, insigne,
Me la puse por erecto vientre

Y mentando madres fui a la puerta;
No escuché más a la obscuridad.
Envalentonado, la abrí de par en par
Como mujer por mí forzada.

Y al abrir, ocurrió lo inesperado:
El azul, con forma de mujer
Me tomó de las manos,
Negro sueño, negra tempestad…

Un rayo azul me dobló…
Mujer que es mi recuerdo,
Firmeza de un viejo amor,
Amor que es mi espanto

Por que ya no lo puedo controlar…


Dos.

Mi grito se fundía en la almohada
Sobre la que dejé mi pasión primavera;
Hechizos me preparaban una celada,
Que tuvo mi grito por pasión desvergonzada.

Salté cama, luz y ensueño;
Tomé mi traje rojo, amor nocturno,
Y desnudo sobre el lecho
Perdí mi castidad en un suspiro

A manos de ella, la reina del final;
Velos negros me excitan sobremanera,
Y perdido sin esperas
Conocí el mar abismal.

Corazón, Corazón…
Clavo sueños en el lecho,
Desfloro emociones por mil Morfeos,
Sueños de amor por ti.

Y dicen que los sueños, sólo eso son;
Aún así busco tus ojos tiernos,
Ésos que, dejándome muerto,
Me llamaban para volverte a amar.

¿Por qué, si eres solo viento,
Ardes mi piel madera de paciencia?
Como un toro, doblas mis piernas,
Caigo en medio del ruedo,

Y de hinojos ahí atado,
Intento evitar que me robes la sangre,
Mujer que es aguda madrugada,
Hierro corre por tus ojos desorbitados…

¡Señor! ¡Auxíliame en éste páramo!
Sueño que es amargo sin ser hiel,
Humo que asfixia, sólo es,
Y queriendo, no puedo olvidar.

Atado engullo las piedras negras
Que rodean mi casta casa;
Inviernos rodean las frías esperas,
Ella, ¿cuándo me amará?

Inconsciente muerdo mis venas
Y doy de beber a almas ajenas;
Me desangro, corro hecho líquido
A fundirme en su trágico regazo

Y me quiero volver fuego
Para arrasar su piel morena.
No puedo. La vida se me va en espera.
¿Cuándo me desatarás de mi infierno?

Sobre mí las nubes se cierran,
Así como se cierran las cuerdas de mi garganta.
Tu amor, tu aroma quiero en mi celda,
Que está en la fortaleza de tu corazón.

¡Sueños! ¡Déjenme en paz!
Amarla ya no quiero.
Veneno me ha dado al amarla,
Es muy cruel, sin saberlo.

Por eso alzo con fuerza los brazos,
Rompo las cadenas que me sujetan;
Intento huir por los espejos
¡Y ellos rebotan mi yo inverso!

¡Ella clava en mí sus fuertes dientes!
¡Ella rasga mi amor en suyo propio!
¡Ella pisotea mi odio durmiente!
Se burla de él, no le impresiono,

Ignorante de mí, lo hace sin saberlo.
Me condena a morir por mi sueño;
Amargura encierra a mi corazón,
Y yo, incapaz de contenerlo

No puedo cerrar ya la puerta.
La mujer por mí forzada
Se vuelve todo poder y entereza.

Es ella quien cierra tras sí la puerta,
Y es olvido, es querencia.
Estoy fuera de mi casa,
Desterrado, no puedo entrar más.

Es ella la que devora la noche,
Me acompaña a muerte donde voy,
Es llamarada que me arroja a su fragua,
Es mi sueño en ésta vil ciudad.


14 de Octubre de 1991.


El desperfecto.
4:40 a.m.

Sobre tu piel aroma de ternura
Dibujo con cálamo de pisadas;
Alzo la cara, y, rápidas, obscuras,
Las aves se yerguen amadas.

Y es que era mar de encantos,
Pleno sin penas ni quejumbres.
Me veías entero sin quebrantos,
Entero era… Hoy me compadezco.

El día que te fuiste
Me quedé dormido
Esperando que volvieses.
Secos mis ojos, me respondiste

Que hoy ya no más,
Que tu luz era sombra,
Tu persona, fría y tonta,
Y que ya no me necesitabas más.

¡Ay de mí! Sueño tengo,
Caído, vencido estoy
Esperando que regreses
A despertar a mi triste corazón.


2 de Octubre de 1991.


Mariposas de papel.
0:29 a.m.

-Marianita, hermanita querida,
¿Por qué miras al cielo, adolorida?
-Por que por la ventana abierta en flor
Han huido mis mariposas al sol.

Se marcharon tras un rayo de amor,
Esbeltas, presurosas, batían sus alas
Hacia el tibio cielo, embriagadas de emoción.
Limonero, amigo, ¡detenlas por favor!

Afuera hace cruel frío,
Afuera de la ventana de cristal.
Yo las cubría del estío,
En mi abrigo a salvo estaban del mal.

-Marianita, hermanita querida,
No llores azúcar por la libertad.
Afuera son requeridas
Por las flores en mocedad.

-No lloro por ellas
Sino por mi presencia;
Eran ellas recuerdo de mi infancia
Que se marchitó como las azucenas.

Mariposas, recuerdos en tick-tack,
No se lleven mi esperanza,
¿No ven que en sus alas
Se llevan mi cantar?

3 de Octubre de 1991.


Nocturnal.

Un zorro plateado
Cruzó de punta a punta
Nuestra casa desnuda,
Con terciopelo negro e irritado

Se cobijó por si Noviembre,
Y Noviembre conmigo jugando era,
Y era Noviembre sobre mi dama
Desmadejado y fino estambre

Que sobre los hombros le llevaba.

En el frío camino las farolas alumbraban
Nuestra lluvia de pasos en adoquín;
El frío me contagiaba, era arlequín
Con mil fantasías que en mí bailaban.

Mis fantasías de carrusel,
Mis fantasías en Nocturnal.
Digo, clamo con los ojos
Que quieren verte como ayer.

¿Dónde estás, Corazón?
No escucho en el cierzo
Tu voz Nocturnal.

Y empero, en las ramas
De mil añosos árboles
Silba el silencio encaramado,
Con estrellas se hace visible,

Con estrellas funde mis recuerdos,
Recuerdos de ciudad en Nocturnal.
Fantasmas de ayer nublan mi cerebro
En la avenida que corre a tu nidal

En donde abrazados éramos
Frío y noche, caricias de cristal,
Afuera, todo el páramo
Rugía como herido animal

Esperando las elegías
Que sabían iba a cantar,
Hoy solo en la distancia,
Parado en medio de la soledad.

8 de Octubre de 1991.


Sin título.

Trinos entre trinos
Reclamo mis tardes.
Corolas de luz, amigo,
De Dios son alardes.

Hoy creo en el silencio.
Sobre mí, mis coronas.
En todo, luz y desierto,
Vuelan sobre mí las palomas.

Y, sólo invento volúmenes
Sobre hojas de blanco papel;
Así ahuyento a los especímenes
Con los que a Seol bajaré.

Y es hermoso, te puedo ser infiel,
Y sobre ello no hay pecado alguno.
Piensa, hermanito de papel,
Los dos somos creación, ¡lo juro!

Él, mi hacedor. Yo, el tuyo.
Sobre mí, mis coronas
Y sobre Él, las suyas propias.

Hoy creo en silencio, taciturno.
En viento frío, espera del sol,
Hasta que mi aterida alma
Se disipe como se disipa mi amor.

15 de Octubre de 1991.


Alejandra IX.

¡Viento!
¡Déjame en paz!

¿Por qué lloras en mis oídos
Mis propias tristezas?
¿Son, acaso, tuyos mis olvidos?
¿Será tuyo, acaso, mi delirio?

No me recuerdes la canción
Que intenté cantar
Con mis acordes ateridos
Vibrando por la emoción

Frente a su obscura ventana.
Le cantaba: “Alejandra…”
Y el frío me respondió “¡jamás!”
¡Así que lárgate hacia el Mictlán

Con tu absurda voz!
¡No deshojes mi corazón
Con lo que jamás podrá ser…!


12 de Noviembre de 1991.


Sin título.
3:13 a.m.

Esperanza esgrime mis ojos.
Llanto de cuchillos cortantes
A la luz de mis ventanas,
Será viento frío de madrugada.

¿Por qué?
Hoy, no lo sé.

Quizá sea mi razón
Alzar los brazos queriéndote,
Estirarme en el vacío
Hasta que mi cuerpo grite
“¡Por Dios! ¡Ya no…!”

Tal vez,
Por que en mi haber

Quedaron navajas entumidas
Por el rocío de ayer.
No las vislumbré,
Aunque en mis dedos estaban;
Ellas fueron por mí ignoradas.

Hoy, sólo sé
Que completamente solo voy.

Ya es costumbre instituida
Por mis espurios pensamientos.
En silencio, mi pueblo sentimiento
Grita que te extraño,
Y que me agradaría verte junto a mí.

¿Por qué?
No hay razón, no la sé.

Sólo sé que te extraño,
Sólo sé que quiero abrazarte,
Por sólo un segundo, que nuestro sea,
Y hacer de ése segundo
Nuestra feliz eternidad.


15 de Noviembre de 1991.


Alejandra’s blues (segunda parte.)
(A ritmo de blues clásico.)

En mis labios,
Adentro, más adentro,
Profundo…
Sólo tengo encías y dientes.

En mis párpados,
Adentro, más adentro,
Profundo…
Tu imagen en mis lentes.

Y en mi estómago,
Adentro, más adentro,
Profundo…
Mi gastritis me arremete.

Cuerpo y vida en conjunto
Son elementos diferentes.
Uno, me ata al mundo,
El otro, una mueca me promete.

No sé cuál sea su forma,
Sólo sé que tiene labios y dientes,
Hacia arriba, hacia abajo,
Todas van hacia ti.

En mis pies y en mis manos,
Adentro, más adentro,
Profundo…
Tengo llagas de alambradas.

En mis pensamientos,
Adentro, más adentro,
Profundo…
Tu recuerdo, tristeza encarnada.

Y en mi corazón,
Adentro, más adentro,
Profundo…
Sólo tengo historias de Alejandra.

Y en mi corazón,
Sólo tengo a Alejandra…


15 de Noviembre de 1991.


Sin título.

No existía nada como tu ser.
Pensaba que al volar, libre era;
Que deshojaría nuevas estrellas,
Que los planetas reirían con tu recuerdo.

Y heme aquí.
Cuando intenté volar,
Descubrí tus cadenas
Atando mi alma;

Y yo sin martillos
Ni cinceles que liberen
A mi acongojado corazón,
Pero esto no es todo.

Cuando intenté alzar
Al viento mis alas,
Me encontré que no,
No podrían soportarme.

Ellas rotas eran
Por tus sonrisas en recuerdo.
El viento al verme,
Lloró.

Ahora sól te pido un favor,
El último, el más preciado:
Acércame a tus ojos, o libérame,
Por que el limbo

No es un buen lugar para estar.



17 de Noviembre de 1991.



Talco para anos delicados que no soportan ésta vida escatológicamente poética.

Uno. Salida: el viaje.

El mausoleo virginal se conduce
En una procesión de ancianos recelosos
Que se admiran unos a otros en corredores
Por los cuales yo atisbo sus siluetas.

Volteo en clarobscuros
Cuando los ancianos me sorprenden;
Intento correr, pero el suelo
Levanta sus manos como letanías.

Es tan fácil dejarse caer
Al cerrar los ojos al vacío
De unas palabras asombradas
Que pululan en corredores infinitos.

Es fácil y cómodo dejarse vencer
Cuando tienes a tus recuerdos
Atrincherados en contra tuya,
Mas aún no disparan.

Y es cuando al cerrar los ojos
Uno duerme el pesado abrazo de Morfeo,
Y él es un basilisco de fuertes dientes
¡Muy bien disimulados!

Y quedarse sin siquiera
Con las manos para aferrarse.
¡Es tan cómodo dejarse caer,
Morir sin intentar levantarse!


Dos.

En aquel corredor intenté andar,
Pero mi cuerpo vencido era
Por los ojos de mi ayer incierto,
Por las lágrimas que me atrapaban

Y no me dejaban mover.
Pero la obscuridad se afianzaba
En ésas paredes que a momentos
Yo creí más pequeñas y angostas.

¡Ah! ¿En dónde, Dios mío,
En dónde quedó mi risa, mi carcajada?
¿Será que se ahogó inmersa
En el obscuro pozo de las lágrimas?

¿Dónde está mi sonrisa, la alegría
De éstos ojos hoy marchitos, ajados,
Que con sólo veintiún años
Tiemblan por la faz de la fosa?

¿Y dónde se escondieron los colores?
¿Dónde están las sensaciones de amor?
El sol, ¿por qué se negará a brillar
Su demencia sobre mis cabellos?

Los pocos que me quedan,
Aplacados al fin.

Tres.

¡Ajá! ¡Que se alce el telón ahora!
¡Prendan llamas a ése arco!
¡Ligeros, jóvenes, ligeros!
¡Qué los animales han de ver su teatro!

¡Aquí! ¡Aquí! ¡Vean al humano
Saltar hasta la luna! ¡No le teme
Al fuego! ¡Véanlo prendérselo
En sus propias venas!

¡Rían! ¡Rían con sus desvaríos!
¡Su estúpida grandeza, su dinero!
¡Véanlo imitar al simio!
¡Véanlo sufrir como hormiga sintiéndose león!

¡Oh! ¡Véanlos en masa
Revolcándose en el lodo como cerdos!
¡Indiferentes de la explotación, la frustración
Que les imponen en el matadero!

¡Oh! ¡Qué divertidos son!
¡Ah! ¡Qué estúpidos son!
¡Todos unos payasos, que arlequines no!
¡Y he aquí al más grande de todos!


Cuatro.

El fuego cerraba las paredes
De éste corredor en llamas.
Atrás, los ancianos me gritaban
Sus maldiciones con desdén,
Me esperaban.

Pero ya no podía volver.
Muerte hay en todos lados,
La única esperanza es el camino,
Así que, alicaído,

Me interno en el apando…
Más caliente cada vez…
Más estrecho, de continuo…
Me salpican las luces, las sombras…

A sólo una no observo,
Todas se mueven,
Aunque parezcan estáticas;
Sólo una se mueve entre ellas.

Y es ella la que ahora
Me susurra demencia de índice
Y ojos llameantes…
Río, no lo creo.

Pienso: “es locura”,
Mas no, me toma las manos
Y aún sin creerlo
Observo su helada sonrisa,

Esos dedos como garras de tigre
Que se descargan
Como sólo el rayo sabe hacerlo;
Caigo, me desolla, y alzo la cara,
¡Y es entonces cuando creo!


Cinco.

¡No me arranques el esqueleto
Que ellos están viendo ahora!
¡Mi alma! ¡Me duele el alma!
¡Mi alma en el fuego eterno!

¡Mis arcos se quiebran!
¡Mi catedral está en llamas!
¡El rojo! ¡Oh, maldito malnacido!
¡Color imbécil, abortado!

¡Deja de cobrar tu tributo
Tierra en el vacío!
¡Respeta mi dolor, mi suicidio
Hecho lágrimas y sollozos!

¡Y es entonces que regresa
Más poderoso que la aurora,
Que estalla en ondulantes rojos
Que mimetizan a tempestad!

Y María separa en rebozo
Y sonrisa su cabello;
Parada en medio de la plaza
De la Constitución, solloza;

Se rompe y está en medio,
En medio del campo de los muertos,
Todos ésos que platican con ella,
Con cada uno de sus cabellos.

En medio de la roja furia,
En medio de la roja ruina,
En medio de la roja llama,
En medio de la roja muerte,

Conteniendo mi cuerpo en lágrimas:
En una, poco a poco, despacio,
Deposita piel, en otra huesos,
En otra corazón, y otra, sentimientos.

No los quiero,
Te los regalo.
Dilúyelos en Ciudad de México,
Noche, Alejandra y Estación de Radio,

Ésa que tienen dos pisos abajo
De ésta furia, desesperación marcada
Por monstruos horribles que andan,
Corren en avenidas hacia ésta dirección.

Y María continúa ahí,
Parada, conteniendo al viento,
Conteniendo mi secreto
Para que, al cansarse,

Pueda expulsarme entero…
¡No vaya a quedar una víscera por ahí!

Pero al caer la noche,
Todos los gatos maullaban
En ésta misma dirección.
Me cobraban tributo.

Me atrapan por los pies
Y me cuelgan boca abajo.
Alejandra me besa ahora,
Clava su diente en mi labio.

Me desangro.
No grito, tan solo
Por preservar ése beso amado.
Irme con él despacio,
Y al dar mi sangre,
La descubro abajo,

Desnuda sin fondo
En una tina roja.
¿Qué haces ahí, amada,
Si contengo los vientos por ti?

La tierra se encarna
En mil siluetas tan sólo.
¡Eh! ¡Contéstame, aliento!
Contéstenme todos mis huesos:

¿Por qué prefiere ella mi sangre
Y no a mí?


Seis.

Pero la noche me persigue
Durante el corredor interno
Por el cual ahora vago;
En la noche su beso no está.

Sólo silueta de ojos fulgurantes
Escondida en la obscuridad,
Con garras siniestras
Que en frío rasgan,

Que en frío persisten
Y no aflojan.
Corro en volandas
Esperando tu piel desnuda.

Considérame ausente, y no.
Quisiera extender el brazo,
Las manos para defenderme,
Pero las piedras astillan mi pié.

Considérame ausente, patrón.
No soy hijo tuyo, soy un abortado;
No quieres que deambule por tus estrías
Hechas México, Distrito Federal,
No quieres sentir mis pasos,

Mis manos queriéndote abarcar,
Sentir y amar tu piedra,
Tus flores, tus niños y tus mujeres.
Antes los matas, los hundes en la tierra

Para con ella ahogar el grito de la sangre,
De las lágrimas amargas,
De su hambre, que es piedra
Que astilla mi pié.

Su muerte golpea mi conciencia,
Juega con mi alma, la desgarra;
Me come el intelecto, lo blasfema…
¡Maldito país! ¡Deja a los niños en paz!


Siete:

Solo estoy después del cataclismo.
Allá, detrás del árbol, alguien silba
Ésa antigua canción de amor,
Tu triste melodía

Que te llevabas con el viento
Cuando la tarde se rompía
En oleadas de sol
De las cinco y media.

Levantabas las hojas
De mi viejo cuaderno de poesía,
Y de ellas, hacías pétalos de rosa
Que se agitaban traviesas con el tiempo

Y las lágrimas que derramé
Recreando tu silueta por el camino
Cuando te marchaste
Entre las hojas del otoño,

Entre los dedos de mi mano derecha
Enfundada en el bolsillo del pantalón;
Los ojos rojos recortándote en recuerdos
Que me decían que te encontré en un salón

Sentadita en medio de la clase;
Me pediste un cigarro
Y me sonreíste con simpatía.
De ahí te tomé con fuerza el brazo

Y terminamos el cuento abrazados
Recorriéndonos en la obscuridad.
¡Ay amor! Eres más intensa que nunca,
Vislumbrándote en el cielo gris

De ésta mi cruel frustración.
Lluvia, te deseo, tu sabor me ha de arrancar
Con su tiki-tiki-tak pesado
Y ya sin aliento ni fuerzas,

Aumentaré el río que se forma
En ésta calle cuando llueve…

Epílogo. (Regreso a casa.)

Sentí el recio aplauso que siguió después de ésta demencial querella contra mis recuerdos y vivencias; mi estigma, mi karma y esperma, desollados y regados estaban sobre el desierto escenario, recordándome que sigo vivo. Atrás mío, mil cabezas apiñadas hacían burlas obscenas con mi desnudo cuerpo. Me paré, me les enfrenté, y por más que les gritaba, su grito era más intenso que el mío, así que tomé un cacho raído del telón, cubrí mi desnudez, hice una caravana de agradecimiento y bajé la escalinata para tomar mi lugar en la luneta y abuchear al siguiente actor.

20 de Diciembre de 1991.


Tu canción.

Juventud, tus alas laceradas
Se cortan con el filo de la fría montaña
En la cual ruges hecho mar y llanto,
Eclipse de cabellos acairelados.

Por observarlos,
Subes a ésta ladera
Que se rompe aguda,
Grito que el dolor entierra

En medio de las alas
Que caen como pétalos
De una rosa arrancada
Con la violencia de un adiós.

Mi dama, ésta es tu canción.

Silba entre las calles
De una ciudad muerta entre montañas.
¿Dónde estás, mi Hacedor?
¿Mi Creador, cuándo volverás

A ésta tu tierra
Carcomida por avaricia e hipocresía?
Mira que mis huesos blanquean
Sobre tus arenas de ayer.

22 de Diciembre de 1991.


Volando.
5:23 p.m.

Te implotas, luces de carmín, en un recuerdo; vieja ciudad de estrellas nocturnas ahora rotas por el sol frío de ésta tarde, de éstas cinco de la tarde.
Festín de encantos cubren con emplumados mantos tu vuelo de anciano decadente, y funden tu imagen encorvada en las riberas de ciudad transparente, acuática; te dan alas y emerges majestuosa, Mujer de tarde en mil colores, que no niegan tu transparencia de diosa herbolaria, de diosa agua y diosa concreto; observa, las calles se alzan cual belfos de obscura luminosidad infinita, las palomas se acercan a ellas para tomar su tributo en lo que soy alcanzado, recuerdo, por la Latinoamericana que me arde entre las ingles, y copulo con tu Iztacihuatl. La aurora da suspiros en la almohada pintando el aire de rojo marino, púrpuras que abrirán su ocaso, su herida en el día que se comprime en el terremoto: México 85, tu implosión.
En la noche, un cigarrillo ajeno me duele cuando te transformas en humo transeúnte, me muestras tus volátiles huesos azulados por la luz de la lámpara, eclipsas la luz, ocultas la habitación. Y yo no he querido limpiar nuestra brisa por no romper nuestro pacto de memoria, que nos va alcanzando a nuestros fantasmas conforme los necesitamos; pero tú estuviste aquí, me ayudabas a seducirme una y otra vez en las riberas que separan al Anahuac del Mictlan. Y ya no podría olvidar tu cuerpo, tus sensaciones; me giré, rompí tu esencia necia por escapar a través de la ventana. No quería que observases mis lágrimas y ése grito que tuve que contener con mandíbula férrea y almohada para que no rompiera nuestra ciudad con la fuerza de tantos años sin ti, tinta sobre mi cara, y en mi corazón… Adiós amor, adiós…

3 de Enero de 1992.


Alejandra XI.
Actopan 22, a las 1:49 a.m.

Corazón:

Humedeces los labios en el rocío
De ésta gris mañana, fría y amarga.
Deshielas poco a poco tus pétalos
Mientras te elevas por la aurora,

Estiras tus breves y anaranjados brazos
Intentando capturar al sol, Corazón.
Lamentos hechos café y panes con miel,
Tu beso, despedida de mis desvelos, mis sueños

Corriendo por tu cuerpo
Matizado en glaucos, grises azulados.
Introducirme en tu garganta, Tierra,
Dejo pasar tres subterráneos por observarte.

Clavar mis dedos en el barandal
Que de ti me separa, ancho como el mundo,
Pesado como la gente con sueño
Y cruel como ése reloj muerto

Que marca diez para las nueve.
Entierra su aguja en mis sienes
Rompen mis venas mis latidos.

Estiro mi mirada por el andén.
La gente corre a tomar el tren
Mientras espero tus pasos de tacón
Y falda larga en éste transbordo.
Agazapado, quiero tocar tu nuca a latidos,
Siento tu presencia llenando el andén.

Tu cabello suelto, mi libertad,
Mi nervioso mirar
Se hunde desencantado escaleras abajo…
¿Te podré ver hoy?

Otro tren se va
El reloj marcha implacable.
En éste instante,
Recuerdo en mi corazón cómo te hallé

Sentada en un banco, estilo sesentas,
Sintiendo mi alma muerta
Arañara a momentos la sepultura,
Y quisiera lamer la inmensidad de tus piernas.

Mi cabeza recargada en ellas,
Un trueno, la lluvia ácida
Bañando mis recuerdos,
Con tu cabello entre mis dedos

Acaricié sueños en la obscuridad.
El reloj ha avanzado un poco más,
Y hoy es enfermedad de anginas, resequedad
Doliente en mi solitaria habitación.

Brilló tu voz, rescatándome de ahí;
Te invité a ti, y ¡ay!, tu acompañante a pasar.
Les ofrecí un poco de chocolate
y… nada más.

Y en la mano de Lázaro Cárdenas,
Parque España,
Observé lo hermosa que eres, amada,
Pese a que casi te me escapas
Por una falla en la construcción.

Otro tren se va
Y estiro mi miseria por el andén.
Mi pensamiento te desea,
Duro y veloz golpe anaranjado,

Pero hoy no será.

Ya afianzado en el tubo,
Te pienso hoy como ayer.
Mañana, otra espera.
Mañana si veré tu cabello
Caminando por el andén.

3 de Febrero de 1992.


Sin título.

A través del páramo de alboradas,
Ésta mano fría y seca desdobla
Pestañas, hojas de latir franco y excitado;
Pupilas como volcanes, tragan y cubren mi alma.

Y el rocío surge de entre las arenas
En las cuales, el tiempo reaviva tizones,
Espejismos felinos de ondulantes formas.
Parodias ante una realidad vívida.

Se levanta toda arenisca, cenizas,
Y caen sobre mis propios ojos,
Me provocan ésta azulada lágrima
Que estalla cual mi tonalli, mi estigma

Al estrellarse en éste amoroso acantilado.
Beso ahora éstas frías y agudas aristas
Y degusto su sabor maldito, destilado.
Atraes a Bóreas, a Yoali Ehécatl

Que pelean sus culturas
Tan solo por acariciar tus labios,
Tu piel que en soledad invoco,
Piel hermosamente mestiza.

E intento acercarte mis sentidos,
Irme contorsionando en polvo
Para que encima de mis lomos,
Ahora tierra, contenga tu latido,

Tu mirada- veintidós años, ¿veintitrés?
Me es pié, me golpea y arranca llagas
En mi boca entreabierta, ya ves.
Mis manos, ahora inciertas

Recubren tu Monte Xitle en apretón
De pezones por suspiros.
Abres la boca, amada,
Rompes la madrugada

Con ésos dientes tan prístinos
Que comer mi cuerpo quieren.
No detengo mi muerte
Que estalla en erupción boreal

De las cinco y media, hora mágica…

Los fantasmas juegan con mis cabellos
Mientras recorro la ciudad de noche
Concentrada en estación de radio;
Aprieto mis puños al concreto

Para lanzar ésos recuerdos
Fuera de ésta atmósfera moribunda.
El sueño aún no llega, tardará en venir.
Mientras, te pinto en secuelas,

Sobre barda de Santa Fé la Pecadora,
Ingenua de su propia mortalidad.
No importa, y no me importa si te importo.
Sólo quiero de ti el recuerdo que me puedes dar.

Por eso, con el pincel de los entrometidos
Te pinto en el espacio agrietado de las estrellas,
Todas ellas tejen su telaraña en mi barda:
Mi pecho, con su tik-tak desesperante.

Y extiendo los brazos
Para caer en tu piel.
En venganza arrancaré todas tus rosas,
Masturbaré a pétalos tu piel,

Y me erigiré a mí mismo
Excitante idea, onirismo que estalle
En tus ojos cerrados, tus labios abiertos,
Mueca de placer en fuga,

Pintando éste espacio
De púrpuras al infinito…
Pero la tierra no tiene manos,
No me atraparás de fortuito…

Antes te encerarás en el mar
Planeando con la luna tu desquite.
Me pondrás trampas a donde huya,
Y me atraparás por el instinto.

Lo sé, y no me importa,
Así como tampoco me importa si te importo.
Sólo quiero de ti
El recuerdo que me puedas dar.

22 de Febrero de 1992.


Sin título.
1:50 a.m.

Por la escarcha onirista floreces.
Momificada esencia, estudiante;
Hojas apoltronadas cual disfraz
Te cobijan, raíces de un emigrante

Que no puede partir
Hacia la azul cuesta,
Puente que une Abril
Con la Primavera.

Hacia ella depongo mi optimismo,
Para conservar mi yo desgracia,
Censurando ésas sonrisas que con mimos
Hiciste que rompieran ésta madrugada

Carente de gorjeos aurales.
Óyeme: antes prefiero matar mis pájaros
Que dejarles despertar salvajes.
No quiero escucharlos

Por no permitir que primavera Efusión
Deshiele mis cansadas emociones madera;
Mírame ahora, siente mi tronco corazón
Hueco de nidos, sombrío de esperma.

En la escarcha onirista floreces…
Vida no mía, no te veo el fin.
Sacude tus hojas como disfraz, Abril,
Levanta tus garras como entonces,

Y apaga el tizón que el recuerdo pasado
Enredó en mi raíz por ti, Abril.
Vete, y alejándote, devuelve el matiz
Que me había pertenecido ayer.


13 de Marzo de 1992.


Acuática.
Calle de Actopan, en las pretimerías del desahucio.

Mojaré a la lluvia en mi alma,
Guitarrera anunciante de mi poesía.
¿Dominarás al brillo del estigma
Con la rosa dolosa de la pasión?

No. No lo creo.

Concepción enmarcada de azul,
Eclipsas con boreales llamaradas
Al vitral contorno de vida pasada;
Entiende al extender sus flamas

Ésa molesta picazón
Que el insomnio produce.
Acuática, floreces en mi ardor,
Primaveral alusión que luces

En espinoso y erecto cacto
Al que con asco
Tomo entre mis manos.

Pero su vaivén sepulcral
Ya no puede aherrojar a mis sueños,
No obstante que mis manos
Exudan estaño visceral

Dentro de ésa obscura concavidad
Que las sábanas descubren,
Debajo de ésos tentadores glúteos:
La más bella sonrisa de su edad.


26 de Marzo de 1992.

Alejandra XII.
8:03 p.m.

Sintonía de luces flotando en pretérito.
Concepción salina de deslumbrantes tonos,
Matices seducen mi alma, amor de antaño.

El plomo surge de las grietas de mi cara.
Alzo a ellas mis cuencos invernales
Y contengo entre mis falanges a ésa rosa

Aherrojada de mi adiós inequívoco.
Presencias en azul, las admiro,
Ahora, clavado en ésta alambrada…

¡Ah! Alejandra…
Pudiera decirse que me siento bien.

30 de Marzo de 1992.


Olvido.

Y… Te puedo decir que la noche
Es mi alada alma,
Que en sensual coqueteo me confunda,
Me llene de estrellas la cama,

El luminoso lecho.
Que en la madrugada me estallan
Todos tus recuerdos,
Que la luz cubierta espera en secreto.

También te puedo decir
De todos mis desvelos,
De todos mis pedazos sin resarcir,
De todas mis sonrisas con miedo,

De ése tonto espejo
Rondando al jardín de mis besos;
Fríos, como la tierra de ésos muertos
Que hacen del calendario
Servilletas, papel de baño.

Y… te puedo decir que la noche
Es mi desterrada calma,
Mi estúpida aliada,
Mi fugaz descanso, nula esperanza.

Espero que me escuches,
Sólo eso, y no digas nada.
Que al oír mi seca queja,
Rompas al clavel de mi ser,

Corras por la calle
Mojada de la lluvia
De mis tardes sin sol;
Corras por la calle

Pisando charcos y hojas,
Que veas los pétalos de las rosas
Regadas en el cruel concreto;
Ya, ahora, besando las baldosas,
Bebiendo el agua podrida
De las charcas asquerosas
Y que no mires atrás,
Me dejes en mi olvido.

Que des la vuelta a ése latido
Ahora roca, susurrante basalto.
Le des una patada sin sentirlo,
Me estrelles contra cualquier barda.

Que corras sin sentido,
Que yo quedaré arrumbado,
Cantando mi canción como espanto
De los feroces mosquitos.

Que te vayas de mi camino,
No voltees tu cabello;
Yo, solo quedaré llorando,
Mascando entre mis dientes tu olvido.

6 de Mayo de 1992.


Despedida.
2:43 a.m.

Cuando he cortado las flores
De ésta tarde en las antesalas
De mi despedida al amor, los colores
Me han jalado al camino.

Ésos colores que después
Han sido rasgados por incierta hacha,
Entre mis dedos se desgajan
En líneas de azul atardecer.

Mi piel siente ésos huesos al pastel,
Tan húmedos como éstas lágrimas
Que llorarlas no quiero,
Empero que mi viaje, recargado en el dintel

De mi vida, me sonríe,
De una forma nostálgica,
Y desearía arrojar mis miradas,
Que se fundiesen cual caudal

Entre unas piernas
Que por un minuto me aprisionasen,
No me dejaran partir,
Que impidieran éste amargo exilio

Y que, en una sonrisa,
Me amaran, me cobijaran de mí mismo,
Para que no voltee hacia ésa puerta
Que me muestra sus entrañas de luto.

Sin embargo, volteo:
El olvido me rodea cruel.
Ya no tengo nada, ni manos,
Ni besos, ni hiel.

Me golpea la sal las ingles,
Ya no quiero ésa caricia,
La aborrezco toda invadiéndome.
Me hundo, me pierdo

En la inmensidad
Del cruel camino, obscuro
De tanta lluvia derramada.
No me derrumbo como tú,

Tarde,
Antes emprendo el sendero
Entre las plantas de mis pies;
Hay tantas rosas en él
Que las espinas me coronan,

Me tejen un nuevo cabello
Que yo no deseo.
Me aprieto a mi alma,
Y exhalo un suspiro,

Y aún otro,
Para no gritar
Que me he quedado sin nada
A qué asirme, sin nada
Ni nadie a quién esperar.

Nunca te conocí.
Nunca supe tu forma, es verdad,
Así como no te toqué, es más,
Ni siquiera te rehuí…

Sólo sé de ti
Que naciste en Abril,
Que me duele todo el tiempo perdido.
Yo te amé por ambos
Sin saber a quién amaba.

¡Sal, maldito rimador!
Que quiero desahogar mi dolor
Convertido en llagas
Abiertas al Seol
De mi frustración.

¡Ay Corazón! Como quisiera amarte otra vez
Pulsando mi alma como arcoíris,
Intentar penetrar en tu piel,
Verte visible por el iris

De mis ardorosos ojos.
Sin ése invierno de por medio.
Comenzar de nuevo,
Sin tener que perderte

Antes de siquiera conocerte.
Y deseo, sólo eso soy.
La lluvia no mata las flores,
Sólo las rompe…
Hasta siempre, Corazón.

2 de Junio de 1992.


Sebastián.

Saeta anaranjada,
Rayo de garra y colmillo fiero.
Amigo: del 14 de Guadalajara
Fuiste tú único dueño.

También a los sueños
Los atrapa el invierno.
Ni toda tu feroz fuerza
Logró apartarte de ella…

También a los Gatos
Atrapa la Soledad…
¿Fue rápida la muerte?
Sin tumba estás.

Sebastián, perdóname.
Sebastián
Sebestián
Ebestián
Etestián
Etertián
Etertidián
Eternidián
Eternidad…

Sin fecha, año de 1992.


Sin título.

Es el espacio abierto al cielo
Lo que estrella estas ventanas tristes.
Atrás, el canto desgarra aún más al espejo,
Yo en él, tímpanos descubren ése desdén.

Mi piel cuartea en segundos tan simples,
Que mis fragmentos semejan agua, azul…
Sebastián salta en felina secuencia,
Es rayo naranja en silente alud.

Un segundo antes, en éste ojo púrpura,
Mil sueños se concatenan amorosos,
Convertidos en delirio felino, a
Garras en labios abiertos, dulce alcohol

Para desinfectar mis dolorosas
Heridas que me hicieron muerto,
Gris en toda mi viva extensión, ahora.
Y es ahora que éste roto espejo

Refleja mi canto que cabalga,
Refleja toda ésta tristeza amañada:
Gris sonrisa, telaraña expuesta
A la vista, amafiada mortaja.

5 de Julio de 1992.


Sin título.

Explosión de auras malignas,
Verde, cruel envidia te devora
Hecho concreto: segundos,
Que corren décima a décima

Para llenar al viento,
A la sucia tempestad.
Impostor viento secreto,
Martirio, las llamas te aman.

Esas llamas grises y estáticas
Que violan tus helechos.
Con ojos malignos, tocan tu alma,
La seducen, la rompen, obscenos.

Mientras, en el viento,
Colgando está tu suplicio,
Crucificado cual ajeno cristo
Que no ostenta santidad,

Salvo aquella que hoy te mata:
Luz metamorfoseada al concreto, seco.
Fuerte atadura, asqueroso sexo
Hecho mujer de poderosas alas…

Décima a décima, su veneno vierte.
Décima a décima, en tu espantada alma.
Lapso agobiante, con garras celestes
Que hieren, que Alejandran; corma corrupto,
Marchito,
Ajado,
Alejandrino,
Lujurioso…
Dramáticamente: Divino.

10 de Agosto de 1992.


Máscaras.
Estación Indios Verdes del Metro.
Entre las 8 y 9 p.m.


Baile en llamaradas te convocan,
Profano.
Colocas en sedas temblorosas de mal ánimo
Ésas juveniles máscaras
De radio, que enamoran…

Son los soliloquios de mortecinas primaveras
Los que te colocan los cormas;
Pasión envuelta en las manos de las rosas
Que se doblan y quiebran por la marea,

Ésa ajena impostora, a la que nadie invitó.

Vaho envuelve tus palabras…
Te escuchas cansado, lejano, marchito.
Añoras ése escote, ésos caireles,
Toda ésa armonía: Alejandra.

No es nada, si no fuera por las moscas
Nadie se percataría del frustrado paraíso
Que te late ahora
A causa de Corazón.

Será que la máscara sólo permite sonreír.

Es que ahora, teje tus cabellos.
Es que ahora, rompe tus cimientos.
Es que ahora, eres solo Adiós.
El amor no sirve, a ti no te sirvió,

Tan solo para colocarte
La tibia, sucia máscara.

Debes llevarla en honor
Y silencios.
¡Ay! ¡Maldito, taciturno Corazón!
Habrías, digo, deberías escapar de mí,
Ahora,
Ya que de ti, yo no puedo.


24 de Agosto de 1992.


Sin título.

Sonatas de líneas agudas
Que te profundizan al infinito celo.
Pasión en delgados dedos al viento;
Sonidos, su voz hoy no me ayuda.

No debes soñar con el fuego.
No dejes que él te derrumbe ésa estatua
De emoción, no cierres tus ojos al cielo.
Voltea, aférrate a la tierna bravura

Que posee la tierra.
Antes que Satanás te fluya en las venas,
Antes de que a Dios le digas adiós.
No te condenes al dolor

De ésa vida ajena,
De ésa falsa ambición.
No tienes dueña,
No le derroches pasión.

Por que no sirve.
Por que no sirves.
Tu amor no funciona,
Tu pasión, huérfana es
De recíproca emoción.

Conserva lo que es tuyo:
Ésa malvada erección.
Ésa secreta angustia.
Ésa dañina pasión,
Ésos sueños en soledad y herido orgullo.

Amor: Ése zarpazo de inconformidad.


Sin fecha, año de 1992.


Alejandra XIII.

Tu nombre: llamaradas,
Alejandra.

Mi amor perdido
Mi amor extraño.
Mi bordo cedido
Mi bordo calado.
Mi corma extendido
Mi corma oxidado.
Mi deseo herido….

Mi éxtasis que no te alcanza,
Alejandra…

Aleja, alejándome de jando,
Me jandas, me domas,
Me drajas;
Jas es lejano.
Alejas es extraño…
Jas ex tranándo te, Ale.

Te alejas,
Alejaste,
Ajándome,
Alejandra.

Y Jas-Jamás.
Más que ir,
Jair;
Rija, Risas:
Jamás amas mas a Ja.
Jamás amas a Ja; Ir al mar, Amar,
Amándote, Alejándome de Ti, Dramándome
Con Alejandra-Sin-Mí, Jamás Amándome.

Mas, ¡Eja!
¡Eja!
¡Eja! Aléndome,
Sin Drome, me Jamásdro; Drama, Ale,
Jandras a Jair,
Alejándrolo;
Yendo al mar,
Alejan(el)dra(Ma)
Alejandra y Jair:

Alejandra, alejándose,
Alejandra sin Jair.

12 de Septiembre de 1992.

Alejandra XIV:
El rimador ha muerto.

Flor, Azucenas.
Flores que rompen compacta arena:
Ojos de concreto, Alejandra,
En tinta roja, Sangre de mi Final,

Te escribo, y no quiero.

Me quedo en fantásticas primaveras
Anclado en tu curvilínea cadera.
No eres tú…
No eres tú, sino tu fantasma,
Corazón,

Anclado también en el azul,
Triste corazón en el sur.
Prefiero quedarme con él, en vez de contigo,
Alejandra, sigo siendo
Tu amigo,

Compañero del montón.
Prefiero a mi imaginaria Corazón
Que en pulso demente inventé;
Tenerla siempre atada a mi sombra,
Y cuando tenga soledad, hacerle el Amor.

Poder cortar de la verja
A ésa dulce y morena azucena,
Cuando el instinto crea
Prudente retirar mi arena

De ésos ojos, que ya no me importa si me ven.

Sólo me interesan las miradas
De mi imaginaria Corazón,
Me ato a ellas como un colegial,
Las hago barco, poderoso galeón

Que me aleja del Corazón verdadero,
Alejarme de Alejandra,
Para olvidar a Alejandra
Abrazando a Alejandra,

Para que Alejandra mate toda mi poesía,
Que se inspiró en ella.

El rimador ha muerto.
Buenas noches.

Noviembre de 1992.


Sin título.

Me siento bastante triste.
A mi hermano lo molestaron en sueños
Mientras yo me desdoblaba
En hombre y mujer, para volver a unirme.

No amo a mi piel, es verdad.
Sólo platico conmigo, sin mí.
¿Es tan malo, acaso?
¡Lo juro, no soy un fornicario!

¡Jamás seré esclavo total!
Por eso lo escribo a tinta roja,
No tengo nada…
Vacío abraza a mi mano ahora.

Ya no tengo amoras,
Mientras escucho la radio
Dejo que mis dedos acompañen al adiós;
Ya no me agrada su músic,

Por eso le cambio.
No quiero escucharlo,
Por que estoy clavado
En Noviembre, Mes de Muertos.



Noviembre de 1992.



Sin título.
3:30 a.m.

1:

Epitafio al fin del día.
Los espectros, sentimientos cirros,
Con pausada fluidez, paciente esgrima,
Le despojan a la tarde su herencia.

¿Te has dado cuenta
De ésa mágica soltura,
De ésa terrible fuerza
Que posee la ciudad nocturna?

Se reviste de anaranjados soles
Como gatos ronroneando su pasión.
Del centro, a los suburbios alrededores
Para declararle al Distrito Federal su amor.

Pero, en oculto corazón,
Se hallan apoplejías, recuerdos de latido.
Murmuran almas los desterrados huérfanos
De la vida, muertos e inertes, perfume dulzón

Y a la vez, melancólicamente triste:
“¿Qué color tiene el paraíso?”
“¿Qué aroma tienen las caricias?”
“¿Aunque se den con uña terrosa y diente?”

“¡Ay mis dulces hijitos!”
Clama Tonantzin sin la misericordia de Guadalupe,

Sintiendo ésa mía parte,
Masticando con coraje
Granos de fría tierra,
Dolientes de tanta estalactita.

Me levanto por las esquinas
Y, graciosamente saludo a los presentes,
Mientras que sus dientes
Se clavan en mis raídas encías.

Mojan con su lengua viva
Mis huecas cervicales;
Hurgan mis diagonales tetas,
Me empujan al suelo,
Me abren las nalgas
Y violan mis huesos…

¡Ay, Cihuateteo!
¿No hay paraíso que sirva
Para la mujer, tibia y viva,
A quien inyectaron la muerte
En solitaria avenida?


2:

Mientras la ciudad duerme
Se alzan de sus lápidas los fantasmas,
Se alzan de ésta fosa gigante;
También sus calaveras alzan sus miradas

Hechas edificios de tres culturas,
Cada una mestiza en su propia cordura;
Mezcladas a fuerza de Conquista,
Cada una forma su estructura coloidal.

Así, en mi hermosa ciudad,
Ahora eterna en su degradada bravura,
Por que tuvo que ser flexible,
Para doblarse sin quebrarse en la tempestad,
Flotan los fantasma en su sangre,

Tiñiendo su sedimento de ruinas y huesos
Aplastados por el concreto,
Y que, sin embargo, aún murmuran
Ésas antiguas memorias,
Ahora, inaudibles por la violencia de sus horas…

¿Te has dado cuenta
De ésa mágica soltura,
De ésa terrible fuerza
Que posee la ciudad nocturna?


13 de Diciembre de 1992.


Sin título.

Mi línea parte tu cara,
Ella me asfixia
En recuerdos, maullido
Que te trae veloz como la vida

Que se fuga de tu cuerpo
Delgado y discreto.

No importa.
En el Año del Gato
Sebastián alza sus agudas manos
Para romper las estrellas
Que juegan alrededor de las farolas;

Saltas la barda y emerges
De las humanas cuevas
Para ronronearle a la Ciudad
Tu sensual canción.

De Guadalajara a Puebla,
Ancho carril de tu distinguido feudo,
Contenido sólo por el concreto
De la Avenida Chapultepec.

Rompiste el límite,
Conquistaste la cuarta dimensión.

Como cristal te partiste,
Tus delgados y flexibles huesos
Ante la brutalidad del acero
Como agudo cristal vibraron…

Se regaron en éste asfalto
Para que bebiera la tristeza de la vida.
El viento te recogió para absorberte
Y llevarte hecho dulces latidos

Alrededor del Distrito Federal.
Amigo Sebastián:
No sé como decirte lo que siento,
Me duele que no exista más tiempo

Para que pudieses escucharme…
No importa en realidad,
Marcharé contigo al otro barrio;
Espero que no seas rencoroso
Y me ayudes a cruzar el bordo
Que separa al Anahuac del Mictlan,

Ya que no tengo a nadie más…

Sin fecha, año de 1993.


Sin título.

¡Que hermosa que se alza
Ésta tarde de las paredes!
Rompe en poro y se traslada
Penetrando y entibiando mi corazón.

Azul mar al amar,
Amarizándose en la sal del cielo,
Azul entra por mis poros enfermos,
Burlando al viento
Entre
Los
Cierzos….

Burlando también a capas de polvo
Que por milenios, sin asomo
De pasión, descargan su muro
De gris diluvio sobre mi saludo.

Corazón: No eres ya en nada,
Como polvo, el azul te rompe las miradas
Y te quiebra con voz aguda de cristal…
En mi rota vitrina
Tu sonido ya no está.
Escapando entre canciones
Le vieron correr al Sur.

Sólo dile, si la ves,
Adiós, y hazlo con desdén.

2 de Febrero de 1993.


Sin título.

Parado al dintel en puño y marco
Deslindo carcajadas de aire claro.
Benevolencia…
Rompes mis espermas en las llamas de tu crisol.

Se rompen los lienzos
Mientras la luna se desdobla
Multiplicando su brillo en mis espejos
Que se empañan de agua salada…
Pestilencia,
Rompes mis huecos con tu estilete femenino.

Parado al dintel de mis entrañas
Nado subterfugios y escaleras de caracol.
Ensimismado, espero tu presencia,
La cual me sorprende de costado;

Mientras, la noche-tarde
Me arroja sus cinco horas transcurridas,
Rompen mis espejos de aguas cristalinas,
De sal arrulladas…

La luna te forma azul,
Recuerdo.
Me quiebras los dientes,
Me desespero…

Me abrazas entre tus cabellos
Mientras tus finos dedos
Con ésas aristas tan agudas
Castran mi embeleso

En caricia de diente cortante,
Tus labios agudos beben mi semen
Sólo para escupirlo con desdén;

Quizá arrepentidos, ahora furibundos
Me desollan, en carcajadas de azul:
“-Ya no te quiero,
Tu obeso cuerpo
No me puede cabalgar.”

“-Tus cinco pulgadas
No son suficientes a mi ardor.
Lárgate ya, amor,
Y háblame luego.”

Anda, busca cristales
(No los míos)
Que te den novicios potros,
Que te den ellos medias de reluciente mercurio
Y que te bañen las piernas
Al escapar de tu vientre infame…

Que ellos te dañen,
Ya que yo, no puedo.

Sin fecha, año de 1993.


Sin título.

¡VAMOS!

Hay que quemarse los ojos con fuego.

Paraísos de taciturnos recuerdos
Que flotan en azules llagas por tu cabeza.

Con el fuego, llamaradas…
Hay que quemarse los ojos con torrencial aguacero
Que te forme, danzando,
En todas las marchas
A las que asistimos.

Ésas calles como venas
Absorben mi paso
Al irte buscando acera por acera,
Indagándote, amor, poste, ¿cuánto?

Ni siquiera me dirás tu nombre.
Yo no te declararé el mío.
Amor, es ése paraíso,
Trópico de entrepierna, lo que busco.

Te dije: “Soy quinto”
“Ayúdame a olvidarla, y pagaré más.”

“Ya que el amor no sirve,
Veamos si puede calentarme
Mi devaluado dinero.”

Tan solo sonreíste,
Subiste el vestido,
Te quitaste la pantaleta
(O pantimedia, no sé)
Y me convidaste tu calor.

Pero yo, no estaba excitado.
Con cada movimiento el recuerdo crecía.
En cuarteadura inmensa la llaga se mimetizó
Pese a que te esforzabas, me ayudabas…

Será cierto que “sólo mis uñas
Me pueden acariciar…”
Como me cantaba el Caifán
Camino a mi casa, Soledad.


Sin fecha, año de 1993.



A manera de explicación:

El título general de ésta recopilación fue “Cinco Años”, y fueron los años fieros en que me rompieron el corazón. Estar roto del corazón… Se oye muy dramático, pero lo cierto es que es dramático. Uno tiene que hacer todas sus actividades diarias sintiendo que algo le falta a uno. Es como si un cartero hiciese su trabajo teniendo una pierna rota. Actualmente eso tiene un nombre, y está considerado una enfermedad mental, que, dependiendo del grado, es invalidante. Sigo dramático. Y loco. Lo cierto también es que ella es una muy buena persona, nunca ha sido ni fue grosera conmigo y que si no pudimos estar juntos, fue por causas de incompatibilidad de naturalezas. Ni culpa de ella, ni mía. Ahora hay que explicárselo al alma, que no entiende de éstos términos.
La única forma de explicarlo, es escribir y pintar como poseído, y el resultado es éste tomo. Lo he resumido, y donde he considerado prudente, he cambiado algunas partes, intentando también no romper el espíritu que me embargaba cuando escribí todas éstas rimas. Quizá no sean buenas, pero dejé las que me han parecido mejor escritas, las que pueden soportar el fuego de la crítica. Y también por que parte del crecimiento humano, es compartir las cosas que nos han dolido. Ya no me duele, es verdad, pero ¡cómo me dolieron ésos cinco años! Por cierto, en realidad estoy publicando sólo tres, ya que la parte correspondiente en el tomo original a los años 1988 y 1989 la he suprimido, ya que se halla en “Elegía del Corazón.”
A partir de éste punto, me dí el lujo de escribir buscando nomás las formas literarias. No sé si lo conseguí, pero eso es parte del siguiente tomo. Espero que les guste, y la gente que me conoce, pueda entenderme un poco más, ya que todas estas rimas son completamente autobiográficas.


Jair Aguilar “Gato Jazz”.
13 de Noviembre de 2008.


[1] “Cuatro Hierba” Es mi nombre en náhuatl.