¡Mis estimados camaradas! ¡Mas vale tarde que nunca! Ayer no me dejó este sistema subir fotos durante todo el día, y pues ni modo, no hubo forma. Pero ahora si me deja, así que les ofrezco la conclusión del Códice Cinco mas un relato novelado de lo que viví ése horrible día del jueves 19 de Septiembre de 1985, cuando apenas acababa de cumplir quince años el primero de ése mes. Además, les adjunto unas fotos, la primera estoy seguro que es mi Secundaria Diurna Número Tres, "Héroes de Chapultepec", y una disculpa. Esto iba ayer,pero ya ni modo. ¡Espero que les gusten!
No
sé que está pasando. (Saber que tiembla, y sentirlo, en este momento son dos
cosas diametralmente opuestas) La tierra zumba, se mueve horrible y hace
sonidos que apenas he sido capaz de recordar muchos años después. Me cuesta
mucho trabajo mantenerme pegado a la columna, y entonces, como un gong de una
campana, los vidrios de las ventanas de la biblioteca que están justo arriba de
mí, se rompen y es nuestra señal para salir disparados de ahí. Los vidrios
caen, y volteo a mi izquierda, y veo a Calderón, y a muchos uniformes verdes
corriendo a toda prisa hacia el patio. Volteo a mi derecha, y veo al prefecto
Cruz corriendo igual, dejando abierta la puerta y llevando en su brazo a un
estudiante de primero. Con el brazo libre, como un Hércules, levanta a otro
muchacho delgado y los carga como si llevase dos hojas de papel…
Recordando El Sismo de México 1985.
1.- Tlazoltéotl Está Hambrienta.
Los
pájaros cantan y su trino me despierta aún sin quererlo. Perezoso, me tapo con
el brazo la cara mientras esta parte expuesta de mi humanidad resiente el frío
que se cuela a través de los huecos de la ventana, donde faltan dos vidrios que
por pereza y/o desidia, o las dos juntas, qué se yo, no he colocado.
Me
levanto, maldiciendo esta muerte pequeña que siempre se siente al despertar. “Do-do-do-dododolá-la-lá-la
lalalá la-lá-do-do-do-dó…” Timbiriche suena en mi cabeza despeinada, que arrastro
hasta el lavadero vacío a estas horas de la mañana. El agua está helada, y
entonces me doy cuenta de que el cielo se halla brumoso. ¡Bien! No me sofocaré
con el duro sol de la tarde al salir de la secu.
Y
se me hace tarde como siempre, y sin desayunar, como siempre, corro las dos
cuadras que me separan del metro Sevilla, línea 1, la rosa, y movido más por la
costumbre que por la obligación de ir a la escuela, me desespero con la
tardanza del tren anaranjado y sus dos minutos perdidos. Suena la chicharra del
cierre de puertas y se mueve mi desidia, mis pocas ganas de ir hoy a la
secundaria. Me bajo en Cuauhtémoc, misma línea rosa, y corro porque apenas
tengo cinco minutos para llegar hasta la puerta, donde resoplando como siempre
apenas alcanzo a sacar la credencial y mostrarla al prefecto “Avestruz” para
que me deje pasar. El prefecto me hace la observación de que si mañana voy tan
greñudo, no me va a dejar pasar. “¡Boléate
también los zapatos y péinate! ¡Ya no eres un escuintle de primaria!” le
dice a mi espalda que se dirige a
formarse.
Más
prisión que escuela, pienso, cuando me topo de manos a boca con mi compañero
Calderón. “Mira Heber, está temblando” me dice. No entiendo por qué
carajos todos me dicen “Heber”. Será por el amigo Nalgo que tiene ésa manía de
llamarme así desde sexto de primaria que lo conozco –y que pareciera toda mi
vida- y yo aún no tengo la madurez de los 43 años en que escribo esto para que me
valga madres. Heber es un nombre bello, es cierto, y lo tolero de buena gana,
pero que no me gusta mucho, la verdad.
Increíble
todo lo que se piensa en tan poco tiempo. Lo cierto, es que está temblando, y
recuerdo a la misma velocidad la recomendación de mi madre, que siempre me dice
que cuando tiembla, lo mejor es pegarse a una columna o ponerse bajo el quicio
de una puerta. Bueno, la única puerta que tengo a mi alrededor es la que
custodia el prefecto Cruz y ahí ni de loco pienso pararme, ¿para que me regañe
otra vez? ¡Ni madres! Pero tan cierto es que tiembla, como que estoy en ésa
edad estúpida en que nos sentimos supermanes, invulnerables, de hierro; así que
me acomodo cerca de mi amigo Calderón; no tan cerca, porque a veces me fastidia
que sea tan niñato, tan chamaco todavía, y que prefiera sus revistas de “La Súper
Banda Timbiriche” a las revistas porno que lleva Camacho bien escondidas en su
portafolios. En ése momento pienso más en la pornografía, -y sin querer imagino
las piernitas siempre flacas de Paulina Rubio dibujadas abiertas, ofreciéndome su
fruto prohibido como en una revista de
ésas- que en el hecho que la tierra se mueve, primero en círculos, lentamente,
y hace que me sienta ligeramente embriagado…
Corro.
Siento en mi espalda algo, la mano de un ángel, quizá mi Ángel de la Guarda, o
quizá únicamente el golpe de adrenalina (prefiero al Ángel, la verdad) que hace
que mis piernas se muevan y que no pierda el equilibrio. La tierra se agita
como un animal encabritado, y aún hoy, con tantos años como han pasado, no
puedo precisar la forma de ése movimiento, y lucha para que yo y todos los
muchachos que corren a mi lado caigan y poder devorarlos, maldita Tlazoltéotl
hambrienta. Todos gritamos, todos estamos llorando, hay aquí un ser que no
pudimos imaginar nunca, un Poder peleando contra otro Poder, y ha elegido mi
Secundaria Tres como terreno de pelea. Aúlla el animal, escucho claramente el
sonido de las varillas y del concreto quebrándose; frente a mí varias espaldas
corriendo hacia el fondo, ¡sálvese quien pueda! La secundaria cae, se colapsa,
y de pronto siento el golpe del aire que es el ápice que se necesita para
derrumbarme a mí y a mis compañeros, y caigo, derribo sin querer a quien va delante
de mí y quien no sé quién es, pero es mi hermano en ése momento de angustia
máxima. Caigo sobre él justo cuando quedamos envueltos en el aliento de la
bestia que se retira, satisfecha de destruir y torcer; se va, y quedamos
envueltos en una espesa nube de caliche, que tarda unos momentos en caer por su
propio peso…
Como
un ciego, me tallo los ojos con mis manos llenas de polvo, sin alcanzar a
comprender lo que ocurre a mi alrededor. A unos pasos, unos niños tomados de las
manos oran el “Padre Nuestro”, hincados de rodillas. Allá, muchos suéteres
verdes con las cabezas llenas de polvo blanco, y allá, un grupo de muchachos
espantados que no alcanzan a comprender una mano que sale de en medio de las
lozas apiladas como fichas de dominó. Alguien, un compañero más grande –me imagino
que de tercero- piadosamente le pone encima un suéter como una bandera en honor
de un compañero caído, horroroso homenaje silente. Alguien corriendo me pega en
el hombro, y es un muchacho lleno de lágrimas; sus ojos verdes resaltan su
angustia en medio del blanco que a todos nos cubre, y más allá, al fin una cara
amiga: mi compañero desde la primaria Alberto Correa, el compañero Nalgo.
Triste,
asombrado, impactado, me platica y su voz tiembla, que tuvo que lanzarse desde
el primer piso y caer sobre su portafolio. Angustiado, porque había presenciado
como a uno de nuestros compañeros, el loco Cervantes, se lo había tragado entero
Tlazoltéotl al querer ganar las escaleras, y justo a sus pies se derrumbaron.
Allá estaba otro compañero, “El Pitufo” con la frente ensangrentada junto al “Chueco”,
a quien había salvado la vida al cargarlo heroicamente. En medio de la carrera
escuchó el llamado del “Chueco”, su voz angustiada al no poder correr (estaba
enfermo de una extraña enfermedad de los huesos, que lo condenaba lenta,
inexorablemente a la inmovilidad) y volvió sobre sus pasos por él, poderoso
cinta verde en karate, y lo cargó en vilo. Duró una semana adolorido del
esfuerzo de cargar al amigo “Chueco” y su portafolio y la mochila del chueco
mientras corría la distancia que habría de ponerlos a salvo antes de caer de
bruces y abrirse la cabeza: unos asombrosos 110 kilos de peso aproximadamente,
contando su propio peso. Atrás de mí apareció Calderón, asustado, callado y con
una sonrisa de quien no entiende muy bien qué es lo que pasa. Me imagino que yo
estaba igual. Allá apareció otro compañero, ofreciéndonos un cacho de bolillo
para el susto, todos hermanados, todos del Segundo “F”, orgullosos “F” de Feos,
Fuertes y Formales. Intercambiamos unas palabras, cuando en la pila de
escombros, se alzó una puertilla falsa de las que alcanzaban la azotea, y
apareció allí el señor “Yaktar” (nunca supe si ése era su nombre o su apodo)
con su cara ensangrentada: había sobrevivido al tener la inspiración de ponerse
justo bajo ése respiradero en la loza.
Un
maestro de educación física, junto a otro de los cuidadores, armados de mandarrias,
rompieron el muro que estaba justo junto a la puerta trasera de la Secundaria,
y por ahí nos evacuaron. Afuera, en la calle, justo entonces, me di cuenta
cabal de que las nubes habían escapado; el cielo estaba limpio, y el sol salía
refulgente sobre la Avenida Chapultepec. El día empezaba, y yo ya no quise
saber en qué paraba la odisea de la ahora Heroica Secundaria Diurna Número
Tres, “Héroes de Chapultepec”. Mi historia ahora debía separarse de la de mis
compañeros, aunque fuese por unas horas, impelido por la preocupación de llegar
cuanto antes a Guadalajara 14, viejo edificio de mis años infantiles, y que
temí en ésos momentos que hubiese sido derribado por el Ente que nos visitó ése
fatídico día del 19 de Septiembre de 1985.
¡Y
bien, camaradas! ¿Qué les pareció este cuentillo autobiográfico? ¡Les prometo
dos partes más, pero se las debo para las siguientes entregas del este, su
Cojín lleno de pelos cantadores! ¡Ijajayyy!
¡Sigo vivo! ¡El Terremoto no pudo conmigo! O quizá si morí y estoy como en “Jacob’s Ladder”, peleando con una loza
encima, todos mis huesos rotos, soñando que sobreviví al terremoto por no
querer morir. Excelente película, se las recomiendo ampliamente.
Por
si sí o por si no, el Códice Cinco acaba de expirar, ¡y qué Códice! ¡El mismo Huitzilopochtli ha ungido al “Aguilita”
como su Guerrero Águila! ¿Qué significará la frase “¿Aquin Yan Texcoco?” “¿Quién Irá A Texcoco?” ¿Qué hay en Texcoco? Me sueño siendo un
historietista ahora, y seguiremos en la siguiente entrega, primero Dios (entrega
que se pone harto buena), con el Códice Seis, ya que el Dr. Yazz sigue
secuestrado, y su mente, junto a la del científico Moebius Pino Suárez, son las
únicas capaces en todo Anáhuac de descifrar los misterios ocultos del Códice
Van Derkerkoff-Jakonoff.
Y
es todo compañeros. Dura la represión del gobierno Peñista, se ve que sigue en
todo los pasos de sus antecesores Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría Álvarez,
al reprimir y criminalizar la protesta magisterial. Que si estamos de acuerdo
con ellos, o no, me parece que a estas alturas es irrelevante: los obligaron a
punta de garrote a abandonar la Plaza de la Constitución, conocido mejor por
Zócalo Capitalino, para tener sus ceremonias que bien pudieron hacerlas en otro
lado, ya que el Zócalo es tanto del gobierno y los pro-gobiernistas, como de
los maestros, y no se vale la represión, menos en un gobierno cuyo
representante va a muchos países con una cara de “demócrata” y en su casa
utiliza la represión contra los luchadores sindicales y sociales, ése es el
acto que cuenta. Un acto bárbaro que se pudo solucionar con negociación y mano
izquierda. En fin, que luego comentaremos con detalle los eventos de estas
jornadas, porque pese al cerco del silencio que ha impuesto el gobierno
mexicano a la gran mayoría de los medios de comunicación, todo se sabe, y más
en esta época, en donde existe el milagro que es la Internet. Todo se sabe,
tarde o temprano. Y la gente está muy enojada, lo siento en la calle cuando
camino por ella. Sencillamente en la ceremonia del “Grito”, el Zócalo estuvo
lleno de acarreados priístas, en las redes sociales circularon la mar de
fotografías de los camiones y de cómo todos iban casi uniformados. La Plaza de
la Constitución se quedó vacía del pueblo que quería ir a celebrar y si, quizá
decirle un par de cosas a Peña Nieto cuando se asomara al balcón. ¿Tanto miedo
tiene ése hombre a la gente que dice gobernar? ¿En qué parará esto? No lo sé, lo único que
sé, es que no debemos quedarnos callados ante las injusticias y las decisiones
verticales, que si las reformas de Peña son buenas para el país, como pregonan
los pro-gobiernistas, entonces que un plebiscito las decida. Es lo justo si se
dice “demócrata”.
Y
bueno, camaradas, me despido. ¡Sayonara! ¡Hasta la entrega que viene! ¡ACUDE A LOS ACTOS DE APOYO A LAS
CAUSAS SOCIALES! ¡APOYA CON LO QUE PUEDAS A LOS DAMNIFICADOS DE LAS LLUVIAS QUE
HAN ASOLADO A TODO EL PAÍS! ¡UNA SIMPLE LATA DE SARDINAS SIRVE EN CASO DE
APURO! ¡INFÓRMATE! ¡ESTE ES EL MOMENTO DEL CAMBIO PARA ESTE PAÍS! ¡LA HISTORIA
NOS ESTÁ TOCANDO A LA PUERTA UNA VEZ MÁS! ¿LA IGNORAREMOS OTRA VEZ? ¡HISTORIETA
O MUERTE! ¡VENCEREMOS!