miércoles, 13 de marzo de 2019

Arte Objeto: ¡Las Kalakas de Noviembre!



¡Mis estimados contlapaches! ¡Qué gusto estar de nuevo con ustedes!

Febrero dicen que es el mes del amorcito, y las hormonas se elevan como el polen y una sabrosa onda calorífica nos golpea, haciéndome más cachondo y somnoliento que de costumbre; lo bueno es que también recuerdo que Febrero también es el mes del supertazón, y como ya acabó, no queda nada: ni amor, ni fútbol americano.

Sólo la muerte, que nos pega un bofetón helado en ésta onda cálida permanece. Verán, mi padre, el Caporal, murió hace ya siete años, y en éste terrible mes me enteré. Y no es que la partida del Caporal me haya entristecido, ya que un día decidió irse, o nosotros, su familia, decidimos irnos y sencillamente olvidar para poder seguir. No recuerdo quién tomó la decisión del olvido, y a estas alturas es algo irrelevante; Febrero hoy, no sólo es, para mí, el mes del desamor, del supertazón, sino también, una especie de bizarro Noviembre, mes de Muertos.

Y en resonancia con éste lúgubre pensamiento, les quiero presentar estas dos Kalakotas, hechas desde Septiembre de 2018, por pedido de la pasada administración de la Casa de Cultura Tultitlán. Son dos calaveras inspiradas en un grabado de José Guadalupe Posada, y que tomé a media hechura, ya que los armazones los hicieron sin consultarme, con  inadecuado y poco material, así que con la ayuda de Érika la becaria, y el personal de la Casa de Cultura, las levantamos. mide la más grande 7 metros de alto, y aunque me cambiaron a la mera hora el proyecto de pintura, salieron, y aunque no quedaron como me hubiera gustado, quedaron bonitas y presentables. Resistieron lluvia y granizadas, e ignoro cuál haya sido su final. Aquí les comparto las fotos, tanto del proceso, como de su presentación:


El proceso:
, con riesgo de romperme la crisma:














¡El acompañante no tenía ni hombros ni cadera!





Acá comenzamos la hechura de los cráneos. Según me iban a traer unas bolas especiales de papel para hacerlas, pero como el director tardaba mucho, decidimos empezar a hacerlas.












Acá empezó mi verdadera labor como cartonero y escultor: ¡Las terribles manos!






 Las cabezas resultaron muy pesadas, pero como ya no había tiempo, debimos improvisar, para que no sucumbieran ante su propio peso al estar mojadas.




Acá el director tuvo una decisión acertada: las colocó colgantes, para que su propio peso las hiciese caer, y por lo mismo, tomaran una buena forma que fuese definitiva. Sólo oramos al cielo para que la lluvia nos permitiese terminar con bien.






¡Y comenzamos a pintarlas! Mi idea fué que tuviesen texturas, para que se viesen distintas a las que hacen en todos los municipios; entonces ahí me dieron mi puñalada trapera: ¡pintaron a la pequeña de un color distinto! ¡Quería volverme chango! Quedó muy simple, pero bueno, el tamaño siempre es impresionante.





Y aquí estaban, ya listas. Un triunfo montar las cabezas, y que no se rompieran por el peso, pero la decisión de colocarles metal adentro, fué acertada. Ahora sólo nos quedó rogar, porque en ésa misma noche, se soltó un feroz aguacero,



La calle se inundó, todo Tultepec se hallaba bajo el agua, y cayeron granizos muy grandes. Sentí en mi piel la mordedura de un granizazo, y me dolió. Penaé: "mis kalakas valieron queso; han de haber quedado como queso gruyeré".


Como efectivamente pasó. Las becarias hicieron un gran trabajo al volver a levantar la cabeza y coserla para que aguantase.









¡Y quedó! Chupadas, medio locas, pero estas kalakotas pudieron ver la luz.

¡Y ahora, para no dejar, les presento las que hicieron mis niños en la casa de cultura Tultitlán!









































¡Quedaron bonitas! ¿A poco no?


Y bien, el mes que entra, les compartiré el mural que hice con mis muchachos de la Casa de Cultura.

¡Sayonara! ¡Hasta la entrega que viene! ¡Historieta o Muerte! ¡Venceremos!