¡Mis
estimados camaradas! ¡Cuánto tiempo de no vernos por éste cojín! El tiempo, el
implacable, como diría esta canción, y además de que el italiano – ¡mientras no
sea el alemán Alz, jé jé!- llamado
Franco Deterioro me tiene en sus garras, y no me deja hacer gran cosa!
Bueno,
esto es cierto sólo en parte. Sigo con mis clases ahora en su recta final, y he
comenzado a pintar al óleo otra vez. He retomado dos proyectos que creí abandonados
por instantes, “Xibalbar”, donde continúa la épica historia del Dr. Yazz-Ot-Tsé
junto a su compinche el “Aguilita” ahora en un antro de perdición, (¡llevo ya
diez páginas! ¡Ijajayyy!), y sigo ahora con la animación de “Un Conejo Llamado
Caballo” ya en su toma 4, y a punto de terminar ésa toma. (Me faltan como
cinco, ¡chín!) Y traigo un proyecto nuevo. Deseo retomar a José Galicia de
“Sombras en el Adoquín”, en una historieta nueva en un contexto casi nuevo. Ya
les platicaré qué onda con esto.
Y como
ésta entrada en realidad es casi puro texto, no quiero abrumarlos con tantas
letras. Ahí les va lo que espero que les guste, este par de cuentos cortos:
Desde el Cielo.
Al Nalguito y a mis Carnalitos.
Apenas van a dar las tres de la mañana. El cielo nublado
devuelve la poca luz haciendo que todo se vea fantasmagórico. Hace un rato que
Ritssi y "El Monita" dormitan, agüevados a mi lado, después de la
casi opípara cena de chelas y hot dogs, y, exponiéndome yo también a la
indigestión, abro mis chocotrones observando la distancia.
¡Qué solo está este lugar! Creo que ni en despoblado hay
tanto silencio como en ésta colonia... Parecieran horas ya y no minutos desde
que el último perro ladró, y ahora, el silencio casi es absoluto; de no ser por
las respiraciones acompasadas de mi carnal "El Monita" y del Ritssi,
creería que yo también me he quedado dormido... No, quizá si me he transportado
al otro lado de la vigilia, porque las escasas luces de los faroles perecieran
apagarse y todo el paisaje, la colonia perdida y su cielo nublado, se vuelven
grises azulados, como muertos, como si esto fuese una película de zombies... Lo
único vivo dentro de este adormilamiento, es la línea de la Vía Mexiquense, con
sus luces y los pocos autos que corren desde allá hasta allá a éstas horas de
la madrugada.
Comienzo a creer que no salí de mi casa y que en realidad me
hallo en mi cama, arrebujado y comenzando a gemir porque el ambiente se halla
muy raro; esto no es una salida para fotografiar ovnis, ni me hallo junto a mis
amigos "Sky peeping", sino que me hallo de frente a una de mis
jodidas pesadillas, y una muy gacha, por lo que se ve.
- ...despiértate, chingao...
El viento se levanta y agita los papeles, y pareciera que
levanta también la cabeza de mi carnal "El Monita", ya que se
despereza convenciéndome con ése simple movimiento de estirarse, que no me
hallo dormido.
- ...pinche nochecita que escogimos, ¿no carnalito? Toda
nublada, qué esperanzas de fotografiar platos voladores...
- Pero ya está haciendo viento... Que no te entre la
histeria, valedor; esta zona es famosa, y si logramos sacar un buen video, o
una foto chida, quizá Miaussan la ponga en "Tercer Mi Leño"...
La sorda voz de Ritssi termina por convencerme de que no me
hallo dormido; se endereza mientras enciende un cigarro, y en la rara
obscuridad su brasa se recorta como un faro, pese a que siempre fuma
"Melburro", y sigue platicando, un poco con nosotros y el resto quizá
queriéndose convencer a sí mismo que nos ganó el entusiasmo y que la noche que
agarramos para volvernos "sky peeping" es pésima, pero con todo aún
puede pasar, con algo de optimismo, algo chingón que recordar:
- ...vas a ver cómo 'orita se van las nubes y se aclara, y
si no vemos un ovni, mínimo vemos una pinche bruja...
Es verdad. Esta zona es famosa no sólo por los platos
voladores; también hay reportes de extrañas "bolas de fuego" y
desapariciones de niños y muchachas, y de secuestros y de robos y de…
El viento que se suelta en ráfagas frías no me permite
terminar de sugestionarme y, como traído por ése raro viento seco, una voz nos
hace voltear hacia la puerta que da a ésta azotea en la que nos hallamos con
las solapas de las chamarras subidas hasta los cachetes.
- Qué onda, jóvenes... ¿no se meten? Porque ésta noche
parece que va a ser una de ésas...
Nos dice la silueta recortada a contraluz del dueño de la
tienda de conveniencia "Veinticuatro por Siete" a quienes convencimos
de que nos dejara pasar la noche en su azotea; al principio reacio, ya que se
le hacía muy extraño que tres güeyes le pidieran chance de quedarse toda la
noche con el objetivo de fotografiar o de tomarse la "selfi"
con un plato volador. "Tan re' güeyes... ¿'Pa qué le andan buscando
ruido al chicharrón? ¿No están ya verijoncitos 'pa andar con esos
jueguitos?" "Charros, Don... Piense en la fama, ¿que no vio en la
tele el avistamiento de la otra noche? Si Miaussan saca nuestras fotos y videos
en su programa, ¿no cree que va a vender más?" "Y de todos los
chingaos sitios, ¿por qué mi tienda?" "Ah, porque así le compramos a
usté y no tenemos que cargar nada y todos ganones, ¿no...?"
Y cedió. No tanto por la fama, sino porque lo convencimos de
que no era un pretexto para robar su tienda, ya que nos iba a encerrar en la
azotea, además de que le prometimos comprarle todas las chelas y antojitos que
consumiríamos durante la larga noche en la que nos hallamos. Serio, nos
advirtió de que no sólo se veían ovnis, sino que habían noches malas
donde cosas malas salían a dar la vuelta por el barrio, y durante ésas
noches, hasta el minisúper "Veinticuatro por Siete" no le abría a
nadie...
- ...y ésta parece que va a ser una de ésas noches. Cuando
ni los perros ladran, quiere decir que es mejor cerrar a piedra y lodo;
cerrando yo ésta puerta, no le abro ni a mi padre, jóvenes. ¿'Tons qué? ¿Se
meten o no?
- No, Don. Sólo denos chance de ir a soltar el "miedo"...
- ...que conste que se los advertí; yo cerrando ésta puerta,
no le abro ni a mi apá.
Y dicho y hecho. Apenas salió del baño "el
Monita", sonaron a nuestra espalda tres cerrojos.
- ¿Como ven al viejo loco, mi compadre?
- Ya, ya... Mejor destápese otra ronda de chelas, "mi
Monita"...
- Ahí vas, pinche Ritssi, no más no se me empede, que briago
va a ver hasta enanitos verdes...
- Imagínense que pudiésemos grabar algo tan chido como lo
del viernes...
El viernes pasado. Quién lo fuera a decir. Caminábamos hacia
el metro los tres; yo distraído regateando un libro de pintura románica, una
verdadera joya con un librero ambulante cuando "Monita" nos dio la
voz de alarma, y cuando volteé, ya habían muchos pares de ojos y manos armadas
con celulares tomando fotos.
El espectáculo era alucinante, algo jamás visto: luces
pequeñas que al principio únicamente se movían; 'ora parecían separarse, volar
en formaciones; 'ora parecían bailar hasta que terminaron formando grandes
espirales en muchísimos colores, ¡el cielo entero una feria, un carnaval,
lluvia de luces volando sobre nuestras asombradas cabezas! ¡Y yo ahí, entre
embriagado y asustado, las manos sudorosas, el cuerpo tembloroso y la boca seca
como seguramente también se hallaban "Monita" y el pinche Ritssi, y
toda la gente que nos rodeaba y que oraba y lloraba y reía, los sentimientos
confundidos como los míos que tampoco sabía si orar o reír o llorar! Nadie
quiso apartar la vista del cielo, incluso un par de horas después, entre
espantados y maravillados, sólo por si el grandioso espectáculo dado por -seguramente-
los visitantes de otros mundos se repetía.
En las noticias hubo mucha especulación, ya que nadie sabía
a ciencia cierta qué había sido todo ése vaivén de luces en el cielo; lo cierto
es que, aguijoneados por el amigo Ritssi -a quien desde hacía mucho tiempo se
había sentido atraído por el asunto de los extraterrestres- nos asaltó la idea
de conseguirnos unas buenas cámaras e intentar, por nuestra cuenta, tomar una
buena foto de un plato volador que no fuese un mero punto luminoso y
desenfocado. "El Monita" le entró por una razón distinta: la
posibilidad de vender esa foto, y más que la cosa estaba caliente por el
avistamiento masivo.
Yo siempre sentí curiosidad, es verdad, por esas cuestiones
y desde el viernes -ése fue el primer y único avistamiento que haya visto
hasta estas horas- me hallaba como embriagado, con hambre de ver otra cosa
igual. Ritssi nos trajo un buen bonche de revistas y artículos de internet y
todas coincidían en que en el sitio en donde nos hallábamos ahorita no sólo
habían avistamientos, sino que se aparecían duendes y brujas; lo divertido es
que las revistas de ovnis decían que los supuestos duendes y brujas no eran
otra cosa que presencias alienígenas, y los ocultistas que eran aparecidos y
espectros. En lo que si coincidían, era en el hecho de que esta colonia estaba
llena de energías extrañas. Así que nos decidimos, y en el carrito de Ritssi
nos dimos apenas ayer una vuelta para decidir en donde pondríamos nuestra base
de "sky peeping"...
Y aquí estamos: resistiéndole al frío que de pronto se
soltó. Tanta chela y el ambiente me aflojaron la vejiga, y sin creerle al
gerente del minisúper, fui hasta la pequeña puerta metálica y toqué una, dos,
tres veces sin resultados.
- Ah que diantre de viejo... Era cierto lo que nos dijo: no
le abre ni a su papá. El pedo es que si no meo, se me va a reventar la
vejiga...
El Ritssi raudo y veloz me ofrece una botella dónde
descargar mis necesidades, pero el tamaño es muy reducido.
- No mames güey, traigo harta chis; ahí ni a madrazos va a
caber... Ni que fuera tu vieja que se conforma con chingaderitas, güey...
- La tendrás muy grande, puto... pinche pajarito cortito.
- Lo normal, güey... Y más vale rinconero sabrosón, pajarito
cantador que tu pinche tubito de pasta de dientes desinfladon... No mames, ya
hablando en serio, traigo un chingomadral de chis...
- Pues ya ni pex... Él se lo buscó, carnalito, tendrás que
marcar ese territorio... -"Monita" me señala hacia un tinaco, pero me
acuerdo que el gerente se ha portado gente con nosotros, y decido mejor mear
hacia la calle, pero eso sí, atrás del tinaco y lejos de la puerta de entrada,
cuya cortina de acero para ésos momentos se halla cerrada y la marquesina
apagada. En fin, que si se llega a dar cuenta el viejo, siempre se le puede
echar la culpa a algún perro. No bien comienzo a liberar mi presión interna
cuando los cuates me llaman, entre excitados y asustados:
- ¡Pinche gordo, ven pronto!
- ¡Pinches nubes ojetas, ábranse tantito, no sean
culeras...!
Maldice Ritssi, mientras enciende la cámara y trata
infructuosamente de enfocar hacia un resplandor extraño que hace que las cosas
blancas brillen mientras todo lo demás aparece morado. Como si fuera la luz
negra que se usa en los antros. Es solo un segundo que la rara luz cruza el
cielo, sale de las nubes y muestra su extraña, ambigua forma justo enfrente de
Ritssi y de "Monita" y se desvanece como si se apagase.
Y es en solo ése segundo, que todo el cuerpo se me enchina;
si no estuviera orinando ya, seguramente ya me habría mojado los pantalones:
una voz rara, un acorde entre infantil y gutural llega a mis oídos como un
susurro... Los tres dejamos lo que hacemos y al unísono corremos hacia la puerta.
- ¡ABRANOS! ¡POR SU MADRE, ABRANOS!
- ¡PINCHE VIEJO OJETE! ¡¿QUE NO NOS OYE?! ¡QUE NOS ABRA CON
UNA CHINGADA...!
Con una certeza abrumadora, los tres comprendemos que ésa
puerta no se abrirá.
- Creo que... tenemos que calmarnos... No mamen valedores, me
están temblando las patitas...
- Pinche gordo, no mames, éstas todo orinado, güey...
- Y tu no, pendejo... Mira nomas la pinche manchota que
traes... Yo de perdis ya estaba chiseando, aunque creo que del pinche sustote
hasta el pajarito se me escapó...
Quisiéramos reírnos, pero lo más que podemos hacer es alzar
una pequeña sonrisa que sin embargo, nos regresa la cordura. Mi carnal "el
Monita" se sobrepone más rápido que Ritssi y yo, respira profundo y aunque
hay miedo en su voz, trata de calmarnos:
- Creo que... estuvo de la chingada éste pinche sustote. A
ver, Ritssi, checa la cámara, a ver que captó.
Los tres vamos, tratando de controlar el temblor de las
manos; Ritssi manipula el aparato, y en su rostro se dibuja la desesperación:
- Está muerta... ¡La jodida pila está muerta!
- A ver, checa las otras pilas... esto está muy pinche
raro...
Ritssi no responde. Con manos temblorosas cambia una pila,
pone otra, y la última, con el mismo resultado. Entonces saco mi viejo celular,
para descubrir que se halla muerto también. "Monita" voltea a checar
su aún más viejo reloj de cuerda: se ha detenido justo a las tres y media de la
madrugada.
El viento no ha cesado de soplar, y ahora pareciera hablar,
susurrando en voces infantiles palabras
que no quiero ni deseo entender; no sé si sólo sea yo, pero siento el cuerpo
helado y me duele la espalda baja, seguramente por el golpe de adrenalina.
- No quiero espantar a nadie, carnalitos, pero creo que algo me ha dicho algo al oído...
- ¡A mí también! ¿Serán extraterrestres...?
- ¿Y si no son? Ésa voz... Parece la de una niña...
No acaba "Monita" de hablar cuando el tripié, con
todo y cámara, se rompe frente a nuestros ojos, como si manos gigantescas lo
tomasen y aplastaren. El viento arrecia, parece que nos cachetea mientras,
ahora sí, aterrorizados, escuchamos muchas voces de niñas y mujeres, 'ora
riéndose, 'ora llorando, quejándose en un terrible ulular...
- Creo... que tenemos que largarnos... -digo, notando la
iridiscencia, como de luz negra, que nos envuelve. El viento ahora son gritos e
insultos en muchas lenguas; allá, a lo lejos, como a diez eternas cuadras de
distancia se ve la única luz humana -y por lo tanto, amigable- que se halla
cerca: la Vía Mexiquense. Los tres entendemos que el llegar ahí es cuestión de
vida o muerte. Y si no tuviésemos tanto miedo, quizá no haríamos lo que estamos
haciendo: corremos, brincamos hacia un pobre ficus que nos sirve de colchón,
salvando el piso de altura y logramos alcanzar la calle. Que chingue a su madre
el ojete gerente del "Veinticuatro por Siete", que chingue a su madre
el destartalado carrito del Ritssi que seguramente se halla muerto igual que
toda la jodida electricidad de ésta pinche colonia embrujada; mi carnal me
empuja y echo a correr, y jalo al Ritssi que de milagro no se cae. Corremos
hacia la luz de la avenida perseguidos por el estruendo de las raras y hostiles
risas femeninas mientras los sentimientos me estallan por los ojos porque
escucho los gritos de mi carnalito chulo "Monita" fustigándome para
que no deje de mover las piernas pero ya no siento su mano empujándome y sus
gritos ahora se escuchan desde arriba y cada vez más lejanos; y lloro, cuando
la horrible bruma color violeta me rodea y no dejo de gritarle con todas las
fuerzas que me quedan al pinche Ritssi para que no deje de mover sus patitas,
pinche puto a ver si dejas ya de fumar pendejo, que aquí te va la vida y no
chingaderas, mientras algo, una fría mano que parece de niña me toma de la nuca
y veo al Ritssi corriendo como nunca pero desde arriba, y le sigo gritando que
mueva ésas pinches patas aunque creo que el pendejo ya no me escucha porque ya
valí madre.
No es por hacerle al cuento.
No es por hacerle al cuento, pero yo tenía harta hueva de
verla...
Y en ése momento, hace dos días, la nostalgia cecehachera,
la vieja Alma -no es por hacerme el interesante, pero hace veintitantos años la
traía de un ala, babeando la banqueta por éste cuerpecito mío, ésta boquita
chenchual, eeeh...- cayéndome de
pronto y sin tapujos a través del
celular justo en la oficina entre
el ruido de las teclas del ordenador, la impresora y mi radio que empezaba a
dar la noticia del escape de un loco desollador caníbal; charros, pinche Alma,
ni siquiera me dejaste escuchar el nombre del nuevo terror de la ciudadanía... "¡Hola!"
"Te hace la cola", yo
grosero sin motivo, pero conteniéndome porque mi madre -la "Aguelita de Fatman"- así me lo enseñó: "lo Cortés no quita lo Cuauhtémoc,
m'ijo"; pero lo cierto, es que en ésos momentos la voz de Alma por el
teléfono en vez de caerme simpática... Ayayay... La reconocí al momento -¡pero qué puntadas las suyas de hablarme al
trabajo, y yo con un chingomadral de papeles por sacar y la jefa ya asomándose
desde su cubículo, y yo con una hueva de aquí hasta el estadio Azteca!-; "está bien, debes ser educado como te
lo enseñó tu madrecita santa, solo córtala con suavidad y a otra cosa,
mariposa" pensé para mis adentros, pero no me esperaba que me invitase
a cenar...
- Que milagro, ¿cómo supiste mi teléfono?
- Me encontré a Ritssi el otro día, y blaurblaurblaurg
blaurblaurblaurg blaurblaurblaurg...
- Sí... sí... (¡Pinche
Ritssi! ¡Esta me la pagarás cabrón...!) Ajá... sí...
- ...blaurblaurblaurg blaurblaurblaurg y más
blaurblaurblaurg...
- Sí... (No ha
cambiado nada... ¡Como habla, parece
que le dan cuerda! ¡Se va a acabar mi crédito! ¡Ya, ya córtala, acepta
cualquier cosa y a volar!) ... ajá...
- ...así que pensé en que sería lindo vernos...
- ...bueno, ahorita tengo harta chamba, pero luego podríamos
quedar...
- ¿En serio? ¿Qué tal mañana...?
- Lo siento, Almita, pero mañana no puedo... - realmente
quisiera decirle que qué hueva verte de
nuevo, pero no puedo dejar de pensar en qué ojete me estoy viendo, y más
por el chingo de tiempo desde la última vez que nos reunimos; casi puedo ver el
rostro desencantado de ella, seguramente lloroso y pues... ¡qué más da! ¡Por
los viejos tiempos! - ...pero si quieres, podríamos vernos pasado mañana, ya
que voy a salir temprano de la chamba...
No es por dármelas de muy acá, pero casi puedo sentir el
rostro luminoso de Alma cuando acepté verla... Es que machitos como yo, no se
hallan a la vuelta de la esquina, ¿apoco no? Acordamos el sitio y la hora, que
para mi gusto fue muy tarde, los problemas de desplazarse a pata por la ciudad,
el transporte público hecho un desmadre pero ya qué, y una vez que colgué me
acodé en el escritorio mascullando sobre ésta cita a destiempo. "Pero... ¿cuántos años han pasado? Y esta
pen...sadora sigue babeando por mí... ¿por qué no se busca algo que hacer...?"
pensé de nuevo, bien machito como siempre. Y es que ella, pese a no ser fea,
tenía un no sé qué que me molestaba. Sencillamente no me gustaba, se me hacía poca cosa, me aburría, pero ella no se
dio por vencida sino hasta que se acabó el bachillerato y la misma vida nos
aventó por caminos bien diferentes. En todo ello pensaba haciéndome güey frente
al altero de chamba cuando el teléfono volvió a sonar, pero al reconocer la
sorda voz llena de nicotina del Ritssi, me valió madres que mi jefa volviese a
mirar ceñuda hacia mi escritorio. Un tipazo el pinche Ritssi, me cae de madres,
¡que suerte ser su amigo!
- ...así que le diste mi fon, pinche Ritssi pendejo...
- Te pasas de güey; todavía que te buscan, zonzo... Qué,
¿hice mal? ¿Y si te afloja el tesorito, puñal? Agradecido deberías de estar...
- ...bueno bueno, es que tu no la conociste como yo... ¡Era
de un latosa!
- Yo cumplo con avisarte cabrón puñal; ya sabes que si tu no
le entras, yo si le atoro...
- Te la regalo, a ver si la aguantas... Ya, ya, ¿y cómo la
viste? La recuerdo tan bien, que parece que la estoy viendo ahorita mismo:
medio flacucha y desgarbada, caminaba encorvada como si se le hubiera olvidado
quitarle el gancho a su blusa...
- Siempre fuiste medio güey con las viejas, dándote tus
pinches aires pedorros de intelectual jipi pero sacateándole a todas... ¿Y qué
si estaba flacucha? ¿Y qué si era desgarbada? Por lo menos quería contigo
pendejo, tú no eres un primer premio zoquete y si no me crees, pregúntale al
espejo...
- Te pasas de claridoso, tú tampoco eres plato de entrada;
si acaso, cabrón, eres de ésas sobras que son para el gua-guá...
- ...'pérate, zonzo, que aún no acabo. Le hubieras agarrado
las nalgas ya de perdis, pero tu enfermedad, o sea, el ser puñal con las
viejas, te hace bien mamón. ¡A todas les encuentras algo!
- Ya, ya te entendí, no te pases de lanza, pinche güey.
- Bueno, sólo déjame decirte que le sentó bien la edad; yo,
por lo menos, la vi muy buena. Se le hicieron unas nalgotas que a través de la
falda se veían muy ricas...
- No mames, güey...
- En serio, y serás muy pero muy pendejo si la dejas ir otra
vez. Nomás aguas con el "Monita" puto.
- ¿Y quién es ése güey?
- Si que andas bien pendejo... ¿Qué, ya estás metido dentro
de tu latita de confort güey, que ni el radio oyes? Es el loco que anda matando
gente desde los árboles. Se descuelga y ¡riata! Ni cuenta te das cuando te la
deja ir...
- No mames, ¿es en serio?
- ¿Por qué crees que le pusieron ése apodo? Si toda la
tecolotiza lo anda buscando; nadie sabe cómo chingados se peló y lleva no sé
bien cuantas víctimas; hay quien cree que tiene un cómplice pero no creo. Si
anduviese con cola, ya lo hubiesen agarrado por ésa misma colita pelada de
rata...
- Sería peluda, como de chango, ¿no?
- Como sea, güey. Creo que también le gusta que le llamen
"El Amo del Escándalo"; ha de pensar el pinche loco que se
parece al luchador Emilio Charles...
Y no es que pasara nada más, pero el Ritssi me picó la
curiosidad; se trataba de Alma, y la verdad, no podía imaginármela buena,
nalgona, rompiendo mis recuerdos de su cuerpo flaco, su piel entre blanquizca y
amarillenta como si la hubieran lavado con cloro, sus chichitas que más que
tetas, parecían tachuelas clavadas entre las costillas... Tenía que verla con
mis propios ojos, así que me preparé la noche de la cita como Dios manda,
arreglado y perfumado, con calzones limpios y una buena dotación de
"globitos" de los estriados para hacerle cosquillitas si se
presentaba la ocasión y me dirigí a verla cuando dieron las siete de la noche.
Y no es por hacerle al cuento, pero lo que el pinche
lujurioso del Ritssi me dijo se quedaba corto: realmente la niña flacucha y
desgarbada ahora era una suculenta y madura mujer que acababa de divorciarse
hace apenas unos meses -"¡suerte que
me cargo!" pensé creyéndome en serio que se habría una ventana a la
oportunidad-; platicó ella por los dos por más de tres horas, desahogándose.
Tuvo una relación caótica cuyo recuerdo provocó que más de una persona voltease
a nuestra mesa cuando ella soltó un par de lágrimas barnizadas con un lenguaje
florido hacia su ex. En fin, que ella ahora lucha por superar su derrota en un
grupo de Neuróticos Anónimos y alternadas sesiones entre un psicólogo y un
psiquiatra -bien buena pero también bien
loca; espero que también bien cachonda, que es el único tipo de loca que me
agrada-, y justo ése es el motivo para buscarme: aparentemente su
grupúsculo de orates enojones piensa que puede ganar paz interior al darme una
disculpa por ser tan molona conmigo en nuestra lejana juventud, y nada más...
- ...en serio, gordito, tú eres mi hermano... Siempre creí
que podíamos ser pareja, pero hasta ahora te comprendo; siempre supiste que así
no funcionaríamos, porque tú y yo seremos siempre como hermanos...
Un balde de agua fría sobre mis ya erectas ansias. Y si he
de ser sincero, debo reconocer que ése hecho me sorprendió. "Chasco que se llevó Cara Sucia"
como diría mi madre; yo esperando sexo y caricias, y resulta que la zonza ésta
nomás quiere disculparse... ¡Y lo más ofensivo es que ésta pinche loca ahora me
está viendo como si fuese una especie de gorda con trenzas! Me sentí herido en
mi ego.
Así que quise tomar revancha de alguna forma, pero en ése
momento me hallaba tan molesto, que lo único que se me ocurrió fue pagar yo la
cuenta ante la insistencia de ella por hacerlo.
- Deja, gordito, deja; yo te invité, déjame pagar a mí...
Por lo menos permíteme pagar lo mío...
"¡Ni
madres!" "¡Un machito que se precie no permite jamás que ninguna
vieja, frígida además, le pague nada, faltaba más!"
- No te apures, Almita, por los viejos tiempos...
- Tu siempre has sido un caballero.
Y para rematar, se nos ocurrió meternos al sitio más caro
que pudimos encontrar, y me quedé con lo justo para el regreso. Salimos, ella
se prendió de mi brazo, y echamos a andar. Seguramente la poca gente que
transitaba por la avenida, al vernos, podría pensar que éramos una pareja
buscando el sitio donde entregarnos al amor, pero no. No, no y no. Solamente
éramos la loca Alma y su tonta gorda amiga recordando lo tontos que fuimos
cuando ella quería ser mi novia, y yo lo "prudente" que fui al negarme. Esa imagen comenzó a
desquiciarme, a un grado tal, que me sentí intoxicado y, en un momento dado,
dejé de escucharla. Seguimos caminando hasta que llegamos a un parquecillo,
donde nos sentamos en una fría banca.
Se hizo un silencio incómodo. Sin poderme contener más
tiempo, tomé sus manos, y como ella no las retiró, quise ir por un beso.
- ...no, no gordito, no...
Dijo ella haciendo a un lado su rostro. Era todo. Sin poder
medir mis palabras, exploté:
- ¿Pero quién te crees que eres...?
Alma me mira ahora fijamente, y no sé cómo interpretar su
mirada, lo que termina por encender mi cólera. No domino lo que mi boca
convertida en hocico ahora escupe. Simplemente quiero lastimarla...
- ...Siempre fuiste una creída, una pendeja que no entendió
jamás que tenías que encenderme, pero no. ¿Que por qué nunca fuimos pareja?
¡Fácil, pendeja! ¡Porque no quisiste nunca que te tocara ni la mano! ¡Y la
única vez que quisiste, oh decepción! ¡Ante mí estaba la putita más frígida que
jamás imaginé! ¡Encueradita, con tus chichitas que no me calentaban nada!
¿Sabes qué sentí al verte ahí, tapándote todas tus vergüenzas con la cobija
mientras cerrabas tus ojos pretendiendo que no estabas ahí? ¿Sabes qué sentí,
pendeja? Lo mismo que siento ahora, al ver otra vez a la misma puta frígida: lástima. Pobrecita Almita, cuyo marido
dejó abandonada a su suerte... Seguramente porque no quisiste darle lo que
cualquier hombre normal como yo necesita: sexo. Sexo, sexo y más sexo. ¿Entiendes,
pendejita?
Me pasé de la raya, es verdad, pero lo dije, y ya qué.
- ¡Ay! ¡Qué cosas dices! ¡Siempre has sido tan bromista...!
No supe bien cómo reaccionar ante ésa mirada que tenía
tintes felinos. ¿Salvado por su propia estupidez? Realmente Alma nunca fue muy
lista. Y sin embargo, ésa mirada... Alma ahora la desvía, mientras juega con su
bolsa entre las manos.
- ...Tienes razón. Todas ésas cosas feas que me dijiste
quizá debieran ofenderme, pero, ¿sabes qué? La verdad no ofende, gordito. Yo
también lo he pensado, como tú, que con cada año que pasa nos hacemos más
viejos, y las cosas no duran para siempre...
No puede ser. Además de ser la amiga gorda y con trenzas,
ahora también soy vieja... Sin embargo, la voz de Alma cambia, y vuelve
a clavar sobre mí ésa mirada que no sé interpretar.
- Es cierto. Debí ser más... cachonda contigo, amigo. Debí
aprovechar mi juventud, y, ¿por qué no? También aprovechar la tuya. Siempre he
querido enmendar mis errores, mi psicólogo no cesa de insistir en que lo haga;
incluso con mi ex, a quien quiero perdonar y a quien he empezado a ayudar...
Hoy quiero que enmendemos lo que no hicimos cuando fuimos jóvenes...
Ahora Alma, además de mirarme fijamente, toma mis manos, las
acaricia, y no dejo de alegrarme mientras mis ansias se erectan por la
oportunidad que vuelve a abrirse.
-Yo siempre he querido tener intimidad contigo, gordito.
Sólo que, y lo sabes bien, aquí, dentro de
esta enferma sociedad, en nosotras está mal visto que tomemos la
iniciativa. Si tú supieras cuántas veces lloré por no poderte ver... Quisiera
que pudieras haber visto cuanto te deseé, todas ésas horribles noches en que
mordía las cobijas mientras apretaba mis muslos imaginándote que estabas sobre
mí y que mi mano era tu... Tú me entiendes, ¿verdad? Y ahora tengo a mi lado a
mi oso gigante de peluche... Sólo quisiera que fueses... más romántico... Sólo
un poquito más romántico... Pero si no es eso lo tuyo, ¡qué más da...!
Y nos besamos. Ella ahora me busca con ardorosa lujuria:
muerde mis labios, busca hasta casi asfixiarme mi interior con su activa
lengua; con su mano aprisiona con tanta fuerza mi virilidad que me lastima,
mientras con verdadera furia abre mi bragueta e ignorando que nos hallamos en
un sitio público, busca a tirones bajarme el pantalón. Me espanta, y comienzo
a sopesar la posibilidad de echarme a
correr, pero no puedo echarme para atrás... ¡Un verdadero hombre no se repliega
jamás ante la batalla! Además de que ya es muy tarde y ya no hay transporte.
Debo resistir, crecerme al castigo, como hombre que soy; lo malo es que en
serio me lastima con sus dientes, cuando hunde su rostro en mi vientre y me lo
muerde con ansiedad. No puedo evitar temblar un poco cuando la separo casi a
fuerzas de mi abierto y bajado pantalón y vuelvo a ver su mirada, ésa mirada
semejante a la de un gato cuando está cazando a un pobre ratón.
- ¿De qué tienes miedo, gordito? ¿Es suficiente para ti?
¿Quieres que te lleve a tu casa?
Entre las muchas "lindezas" de Alma, tiene un lord
fiesta que le había arrebatado al pobre güey del ex, pero enfurruñado como
estaba, sentí como un puñal al rojo vivo rascando en mi herido orgullo su
ofrecimiento de llevarme a la casa. Me enceguecí. No me importó estar en un
parque público a las dos de la madrugada con las tambochas al aire. Lo único
que quiero en éste momento es desquitarme, tomarla con todas mis fuerzas de las
caderas y clavársela bien adentro. Ella se relame lujuriosa, y sin recato de
ningún tipo, se levanta la falda y se quita la pantaleta, no olvidando el
mostrarme su evidente orgullo: su par de grandes, redondas y blancas nalgas,
que me ponen como loco y hacen que deje de pensar.
Toma con fuerza mi pene, y me arrastra literalmente hasta un
sitio del parque donde los arbustos crecen y la ausencia de luz debido a los
árboles lo hacen perfecto para descargar nuestras ansias. Caminamos como
podemos. Ella jadeando y yo sosteniendo mi pantalón para que no se me caiga
totalmente y me impida andar. Y caemos en el pasto. Ella abre sus muslos y me
recibe, y me hallo tan caliente, que me vengo apenas me asomo. No me acuerdo ni
de los condones estriados embebido en mi placer.
Me hallo un poco avergonzado, es cierto. Sin embargo, Alma
toma mi virilidad de nuevo, y ahora sí, con maestría comienza a buscar
levantarla de nuevo, mientras suspira, y comienza a hablar:
- ...Ay gordito. Espero haber sido todo lo caliente que
esperabas. Espero que esto que pasó y lo que pasará no afecte nuestra
amistad...
"¡Bien!" pensé, ya que el segundo round era
inminente. Ella seguía masajeándome, sin permitirme separarme de entre sus
muslos, a los cuales yo sobaba a dos manos.
- ...porque quiero que sigamos siendo amigos. ¿Seguiremos
así, gordito?
- Claro que sí, sólo dame un momento para reponerme, y me
toca a mí llevarte al cielo...
- ¡Ah! ¿Lo dices porque sigo sobándote tu cosita? No, no es
eso, gordito; es curiosidad. Verás, yo fantaseé por mucho tiempo con esto, y la
verdad, una exagera todo con la imaginación; siempre te creí más potente, más
grande. No lo tomes a mal, pequeño, pero lo que hicimos era el corregir
nuestros errores del pasado. Y creo que lo hicimos, ¿o no? Te veniste rico
adentro de mí, ¿no? Yo satisfice mi curiosidad, y tú tu deseo insatisfecho...
Me molesta, pero como siento tan rica su mano en mi tilín,
finjo que no la escucho. "Pequeño". Habrase visto tanta
desfachatez. Mi erección vuelve, como la cantaleta de Alma:
- ...ahora prométeme que no me odiarás por esto, ¿me lo
prometes?
"Te lo prometo meto, y te lo repito pito"
pienso, pero teniéndola abiertita con mi tilín en su mano, con el delicioso
aroma de su puchita impregnando el ambiente, enardeciéndome, decido, como diría
Santa Ana, prometer hasta meter de nueva cuenta:
- Claro, pequeña. Te prometo que seguiremos siendo amigos
pase lo que pase.
Alma suelta mi pene, y aprieta fuertemente mi cintura con
sus piernas; parecen cuerdas y, sorprendido como me hallo, no reacciono
correctamente. Escucho desde las ramas de los árboles un chillido como de mono,
y entonces algo me golpea con fuerza en la nuca:
- ¡¡ÍÍÍÍÍÍÍC...!!
La vista comienza a nublárseme, totalmente aturdido cuando
Alma me libera al fin para ser sujetado por dos brazos que intuyo que no son
fuertes, pero como estoy desvaneciéndome, no puedo quitármelos de encima. Alma
se pone su pantaleta, mientras voltea hacia mí.
- Perdóname, gordito. Pero todos ustedes son unos cerdos.
Los anteriores a ti, pero ésos sólo fueron para ayudarle al "Monita";
creyeron que yo era una prostituta haciendo la calle. Tú, que seguramente
viniste a verme únicamente por lo que te habrá dicho de mí el pinche lujurioso
de Ritssi, ¿verdad? Nunca hubieras venido a verme por ti mismo, por las ganas
de ver a una vieja amiga. Mi ex "El Monita", que ahora te está
amarrando, y que quería que hiciéramos no sé cuántas marranadas conmigo atada;
sus custodios en el manicomio que apenas me les insinué, se lanzaron sobre mí
los muy cerdos al mismo tiempo con ganas de revolver atoles y ni cuenta se
dieron de que éste pinche mono se les escapaba; los policías que me
interrogaron, todos, todos, sólo quieren sexo. Hasta mi psicólogo, que nunca ha
perdido una oportunidad de acostarse conmigo. No me guardes rencor. Ya te dejé
acostarte conmigo, y creo que ya estamos a mano; ahora debo ayudar a mi ex
marido. Es para tener paz interior, no es nada contra ti. Un último consejo, por
nuestros viejos tiempos: no te resistas. Este mono goza mucho cuando alguien se
resiste. Y entonces hace lo que hace muy largo... Sólo déjate matar y ya, ¿si?
Me voy, porque las cosas que le gustan a mí me dan mucho asco.
Pinche Alma culera... La miro alejarse con sus nalgotas que
suben y bajan como si hiciera buches, mientras su ojete ex me enseña un
cuchillo cebollero mientras se ríe bajito y lo único que lamento en este
momento, ¡pendejo de mí! es haberme venido tan pronto.
FIN.
Bueno,
eso lo puse para que no creyeran que seguía más… ¿Cómo los vieron? Tengo muchas
ilustraciones, no es que no haya andado de flojo, pero éstas son para el
Proyecto Hadas, que ha llegado a buen término, y que únicamente espera el
registro en Derechos de Autor, para poder compartirles ésa novelota de
chorrocientas mil páginas. He visto que otros camaradas bloggeros son capaces
de publicar libros en formato PDF aquí. ¿Alguno sabe cómo?
Y
bueno, ya para terminar, sólo comentar sobre la bronca de los profesores de la
CNTE. El país ya no aguanta más, y el descontento tiene muchas formas de hallar
su camino, ya que es como un río que si se presiona, rompe sus contenedores.
Los profesores en realidad no son santos de mi devoción. Yo hallo hasta
perverso el asunto de que sean capaces de heredar sus plazas, y más en una
profesión en que la vocación debiera ser la norma. Llevo dos años dando clases
de dibujo y pintura, y cuando veo a los profesores que educan a nuestros niños,
que forman a nuestro futuro, me da espanto, y es cuando comprendo muchas cosas del
porqué los mexicanos somos como somos. No diré que toda la culpa sea de ellos,
no. Pero un gran porcentaje si va hacia ellos. Podría llenar veinte páginas por
sus dos lados con historias de malos profesores, y quizá sólo media con relatos
de buenos profesores. Pero eso es una cosa, y otra muy diferente, es que el
gobierno federal venga con el cuento de dizque querer echar a andar una
supuesta “reforma educativa”, cuando en realidad es una reforma laboral. Y lo
peor, es que ése dizque gobierno, que supuestamente fue electo por mayoría, y
que por lo mismo debería representarnos a todos,
en vez de sentarse y dialogar, saca a relucir su único argumento: la macana y
la represión y la censura.
Y esto
no es nuevo, pasó en Sonora, con los niñitos de la guardería ABC, pasó en Aguas
Blancas, pasó en Atenco y en un larguísimo etc, donde aparentemente, debe de
haber muertos para que se dizque sienten a dizque dialogar. Otro caso sería si
en vez de sacar la macana, éste gobierno tuviese autocrítica, y con mano
izquierda ponerse a negociar de verdad. No habría muertos. Pero el caso es que
no dejan ya que nadie se manifieste, porque inmediatamente llaman a sus voceros
la prensa vendida, a atacar a los manifestantes porque no dejan que los automovilistas
circulen.
Lo malo
es que esto no es sólo aquí en México. Ahorita están todos los canales abiertos
mi país diciendo que por culpa de la CNTE hay desabasto en Oaxaca y Chiapas.
Analícenlo un momento, camaradas, y se darán cuenta de que es la misma estrategia
que están usando ahora en Venezuela, la misma que usaron contra Dilma en
Brasil, el mismo chantaje que usaron contra los Kirschner en Argentina y el
mismo sabotaje que tratan de hacerle a Evo en Bolivia. Y lo hacen en Grecia. Y
lo están haciendo en España. Y recientemente en Francia. ¿Quién gobierna el
mundo? Todo mundo dice en los noticieros abiertos de televisión que la
macroeconomía es importante, pero la verdad, la gente pobre siempre ha estado
pobre. Supuestamente México es la decimotercera economía global. Pero no hay
aumentos de salario consistentes que ayuden a la población, y al revés,
estadísticamente la división entre ricos y pobres aumenta alarmantemente. La
gente sale a vender lo que puede, desde discos piratas hasta alitas rostizadas porque
ya no le alcanza el dinero, pero yo no veo que lo pasen mal ni los Azcárraga,
ni los Salinas, ni los Coppel, ni las dieciséis familias que
macroeconómicamente hablando, dominan México.
Y a lo
que voy, para acabar, es que el mundo se está alineando en bloques económicos,
que dan paso a bloques militares. Y de ahí, no hay que ser un experto en
geopolítica ni ser un as en historia, para no darse cuenta de que así
justamente empezó la Segunda Guerra Mundial: los bloques se hicieron y no
tardaron en chocar entre sí.
Y ya me
voy, camaradas, si no, no acabo. Espero que les gusten estos cuentitos. Son del
mismo corte que uno que ya les había puesto antes: “Las Últimas Horas del
Batallón de los Mártires”, y si se pudiera, algún día, hacer una recopilación, me
gustaría ponerlo junto a “La Japonesa” y a “Alas de Asfalto” dentro del título
“Los Sueños”, porque todos estos cuentos, han estado inspirados en sueños
virgueros.
¡Sayonara!
¡Espero que nos veamos pronto de nuevo! ¡AUNQUE LA AUTORIDAD LA EXCOMULGUE, LA PROTESTA SOCIAL NO
ES DELITO! ¡LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN HA DE SER SAGRADA! ¡BASTA DE MORDAZAS A LA
OPINIÓN PERSONAL! ¡EL INTERNET AL SER DERECHO HUMANO, DEBE SER ABIERTO Y LIBRE!
¡HISTORIETA O MUERTE! ¡VENCEREMOS! ¡HASTA LA ENTREGA QUE VIENE!