jueves, 3 de diciembre de 2015

Histerieta: “Los Que Cayeron de Cabeza” 38va entrega + un par de dibujos + Un dizque poemilla.



                ¡Mis estimados contlapaches! ¡Hasta salpullido me ha dado por la grata emoción de verlos de nuevo! ¿Qué me cuentan?

                Pues nada, camaradas, que se nos va acabando el año ya. Muchos proyectos en cabeza, muchos dolores de cabeza, mucha angustia por todas partes. Uno no sabe ya si se siente la mordida, o sólo se siente lo tupido, en serio…

                Y como el poema de León Felipe “Vencido”, sólo queda de dos, o unirse a Don Quijote en su demente cabalgata (en buen plan) o quedarse sentado en el pórtico a verlo pasar, preguntándose si su lucha sirve para algo, porque, aunque no me lo crean, hay cretinos que piensan y creen a pie juntillas que las luchas sociales sólo son un estorbo y que habría que mandar a azotar a quienes intentan mostrar su inconformidad. Y uno, quedándose en el pórtico, sólo puede decidirse a seguir con la mirada a ése Don Quijote que lucha por las causas más descabelladas preguntándose -acaso más un deseo que una pregunta- por ése día bendito en que la ley sea el pacto social que nos una como mexicanos, y que nadie esté sobre ella. Sólo eso, que de forma real, nadie esté por encima de la ley. Todo lo demás, amigos, amigas, vendría por sí mismo. El poder vivir de un trabajo honesto, sin temor a que un soberano hijo de la chingada de repente te despida/te embargue tu casa/te asalte/te mate. Y que uno pudiese tener a una buena mujer a nuestro lado (perdón, una buena gata a nuestro lado), que te ame sin importar si eres feo/gordo/chaparro/pobre/viejo… Que si te asaltan las ganas, pudieras irte y viajar por todo tu país sin miedo, sin estrecheces, confiando en que si te toma por sorpresa la noche, pudieras quedarte en un jardín sin que te asalten/violen/secuestren/maten… Sería fantástico. Ahorita, me acerco a la disyuntiva final de la edad. Será por eso que me sale esta pequeña rebeldía de seguir a Don Quijote aunque sea con la mirada, ya que en mi país, nadie te ofrece trabajo si eres viejo. Los mexicanos tenemos un miedo cerval a la vejez, creemos ilusamente que seremos jóvenes por siempre, así que después de los cuarenta, sólo eres bueno como abuelo o vigilante. No importa a nadie que la gente de cuarenta años tenga muchas ganas de vivir, tenga proyectos, tenga sueños amorosos, que tenga, en una simple frase, deseos de vivir. Y ahora me veo ante la cadena de estar atado veinticuatro horas al día en un sitio feo, vegetando, muriendo.
                Porque el sueño de dar clases de dibujo se evapora, se marchita. Porque al fin me he desligado de la mujer que he amado por ocho años y me retiro sintiéndome frustrado y usado y aún así, preocupado por ella y sus niños. Las razones son simples: mi país, mi sociedad, marca duramente el arte como vagancia, y el amor después de los cuarenta como tabú. Ignorando olímpicamente que Miguel Ángel Bounarrotti hizo la Capilla Sixtina más o menos a ésa edad, que el gran Casanova seducía mujeres a ésa misma edad. La cadena está ante mí, y no puedo ignorarla.


                Todo tiene un fin, es cierto. Y veo muy negro el futuro, camaradas. ¿Qué me queda por hacer? Cabalgar, como “Trancos” le propone al rey de los Rohirrim en “El Señor de los Anillos”. Y seguiré cabalgando, aunque solo sea con la mirada siguiendo a Don Quijote ya que estaré encadenado, pero seguiré soñando, y, primero Dios, moriré con un lápiz en la mano y otra mujer en mi corazón, imposible de alcanzar como todas las que he amado, y no por ello, menos amada que las otras, las que antes estuvieron en mi corazón. ¡Salud! ¡Y vayamos al final de Tzitzimine!








 Y el consabido EPÍLOGO:


                Tzitzimine requirió un gran esfuerzo, tanto mental como físico. Mirándola en retrospectiva, creo que no volvería a hacer otro trabajo así de gigantesco. Y sin embargo, sigo metiéndome en trabajos extensos, como la animación que pretendo llevar a buen puerto, la novela “Hadas” que próximamente les pondré aquí en éste su Cojín, apenas termine las ilustraciones y los trámites de derechos de autor, y sigo repensando a “Xibalbar”, aunque creo que ya voy a comenzar a hacerla. Había comenzado a dibujarla a mano utilizando la computadora para dar ambientación, pero creo que en historieta, es mejor seguir lo clásico: el entintado a mano con tintas chinas y plumillas con pinceles. Si hay gente tan talentosa que hizo maravillas con tan humildes herramientas, como los Breccia, padre e hija, como Guido Crepax, Sergio Toppi, y un largo etecé, ¿por qué he de ceder ante la modernidad? ¡Basta de ésas ínfulas! Si no se logra crear ambiente con una plumilla y un frasco de tinta china, por mucha tecnología que uno posea, no se va a conseguir el efecto deseado.

                Y como lo prometido es deuda, permítanme ofrecerles la última rima que he hecho, rima que me ha servido como el chupetón que se da ante la herida, el piquete venenoso, para sacar la ponzoña de éste mi triste corazón, aunque en mi caso, sería más cercano a una lavativa. Los dibujos con los que lo ilustro no tienen de hecho nada que ver con el poema en sí, ya que son para los capítulos de “Hadas”, y espero que les gusten:




Eclipse.


El espacio se colapsa en esta flor
Porque su corola se come sus pétalos,
Así, el sol se rasga en negros…
Una flor inversa, obscura cubre el cielo.

Como mis manos, ayer, cubrían tus senos.
Como mi boca, ayer, comía de tu sexo.
Flor inversa que semejante hoy el cielo,
Creía como un niño que ardías en deseo.

Me permitiste besar el centro de tu cuerpo,
La sonrisa vertical y el abismo estrecho
Que hacia atrás desciende a tus ácidos adentros,
Mas negaste el tierno aprecio,
Cerraste a mis esfuerzos
La caricia de tus labios estrechos.

Loco y ciego, envenenado de deseo,
Creí que me querías como yo te quiero.
Pensé necio que por timidez
Te negabas a tocarme erecto.
No comprendí, sólo quise creer que

Mi glande podría ser el centro de tu cielo,
Imaginando que podrías quererme
Como las flores aman a Efebo.
Pero eso sólo era mi personal deseo.

Pobre ciego,
Encalló ése pueril amor
Que te he tenido, todo mi apego
Como un barco de papel contra tu frío deseo.

Hoy el cielo se tiñe de negro.
Cada vez que te veo
En los brazos de aquél imbécil
Estallan como este sol mis celos,
Se marchita como la flor del cielo
El estúpido afecto que te tengo.

Y nada puedo hacer,
Salvo recordar tu piel contra mis dedos.
Recorriéndote entera con la lengua,
Penetrándote gozoso, solo con los dedos

Porque no quisiste que mi sol
Iluminase tu entrepierna,
Ni que mi lengua tocase tu lengua,
Dejándome incompleto, insatisfecho
Con este eclipse de mi deseo
Estrellándose en llamas de airados celos
Contra el hielo de tu recuerdo.



                Y ya. Creo que es todo. Se me olvida pedirles una disculpa por tardarme tanto en publicar. Es porque tengo todas las tardes ocupadas, camaradas. Y de mañana, ay, las mañanas me dan alergia. Desde niño no me han gustado las mañanas. Soy hombre de tardes y de noches, pero en las mañanas siempre ando indispuesto para casi todo, ustedes comprenderán… Quiero ponerles en éste cojín las “catrinas” que hicieron mis muchachos, y unos ángeles que les puse a hacer, que creo que están quedando muy padres. Yo mismo me he puesto a esculpir con plastilinas modeladoras, y voy a producir tres, más un alebrije que espero terminar en los días que siguen. Y ahora sí, creo que es todo.

                Como León Felipe -salvando por supuesto las distancias, las estaturas, por que el poeta era grande, inmenso, y yo, únicamente soy un triste felino-, me despido de ustedes; véanme, soy el pequeño y rechoncho gato que se halla junto a la silla del Gran Poeta Español que mira a Don Quijote pasar. ¡Sayonara! ¡Hasta la entrega que viene!