¡Mis
estimados contlapaches y contlapachas! ¿Qué me cuentan de nuevo? Pues nada, yo
aquí desde este lado de la pantalla digital, ¡mascando enojos y frustración!
¡AAAAH! ¡LO ROMPO TODO! No es cierto. Bueno, sólo un poco. Verán el porqué de
mi enojo y frustración: como ustedes pueden constatar, al darse un paseo por
los más de cinco años que este su seguro servidor ha estado publicando esta
bitácora, he dado todo lo que he hecho de forma gratuita y sin cortapisas,
salvo la de que, si ustedes tienen a bien compartir o atesorar algo de este
sitio, únicamente me den el crédito que merezco. Es todo lo que pido. Es todo
lo que cualquier artista necesita. También, cuando he llegado a vender algo, un
cuadro, una ilustración, una historieta, trato de no ser excesivo, porque
siempre he creído que el don del Arte, es algo que viene de Dios, y por lo
mismo, es malo cobrar por algo que Dios da gratis. Si uno cobra algo, ha de ser
por la simple razón de que todo artista también ha de comer.
Otro
asunto es el del empresario que regentea la obra artística. El empresario le
paga al artista por su obra, y, en casos como la música, se digna a dar un
ínfimo porcentaje de cada canción, cada disco. Lo mismo pasa, tengo entendido,
con la literatura. Sin embargo, con la excusa de que ellos se arriesgan al
invertir su capital en algo que quizá no les de ganancia, se sienten libres de
manipular y mutilar o alterar la obra del artista, que en última instancia, es
quien deja manos, piel y lomo en su quehacer.
Y en el proceso, se llenan los bolsillos como buitres, como
sanguijuelas, de ése esfuerzo. ¿Y cuál es la herramienta de que se valen estos
señores para hacer esto? Muy simple: la cesión de los Derechos de Autor. El
artista, en la gran mayoría de los casos, queda despojado de su obra, debido a
que, en lo que se labra un nombre, es la única manera de poder vivir sin tener
que trabajar de otras cosas, como limpiar mesas, lavar automóviles, como
guardias de seguridad, ya que el sistema económico vigente, no le da más valor
al arte que el monetario. Obra que no vende, obra que no gusta, es desechada.
Es más, ni siquiera es tomada en cuenta.
Sin
embargo, la Obra de Arte existe por sí misma, y a veces, es potencializada
cuando otro artista toma dicha obra y crea algo nuevo. Cito como ejemplos de
esto, a Warhol cuando toma la Mona Lisa y juega con la imagen para crear una
obra nueva. ¡Imagínense si alguna Compañía Buitre tuviese los derechos de la
Mona Lisa! ¡Andy Warhol hubiese ido a parar a la cárcel! ¡O imagínense a
quienes han tenido la osadía de usar al “Grito” de Edward Munch en playeras o
en miles de imágenes relacionadas! Me parece que prohibir la exhibición pública
de películas, o el registrar como marcas propias a colores o, como en el caso
del Himno Nacional Mexicano, registrado bajo el nombre de un tramposo
estadounidense sin ética, es un abuso de las leyes de Derecho de Autor, a favor
de ésas compañías buitre. Mientras se le dé crédito al artista, y su obra sea
usada con respeto y dignidad, creo que debiera ser una cuestión abierta. En
todo caso, la ganancia sobre una obra debiera ser en un lapso corto de tiempo,
para que la obra pueda ser del dominio público y sea apreciada por toda la
gente que se pueda.
Todo
esto viene de que, hace casi un par de años, hice un par de trabajos sobre la
idea de un cuarto Rey Mago, uno que baja desde el Norte, y que nunca puede
llegar. Hice un poema, un par de cuadros y un video sobre esta idea, y al video
se me ocurrió musicalizarlo con una muy triste y hermosa pieza sinfónica
llamada “CANTUS IN MEMORY OF BENJAMIN BRITTEN FOR STRING ORCHESTRA AND BELL” de
un autor llamado Pärt, y al cual le agregué mi propia voz hablando como si lo
hiciese en una voz antigua y dolorosa, ya que el poema que escribí es doloroso.
Ustedes quizá lo vieron, ya que estaba en este mismo cojín y en mi canal de You
Tube. Sin embargo, hace unas semanas me llegó una notificación de Google+ en la
cual me informaban que la compañía que detenta los derechos de la obra, BIS
Music, le pidió que silenciara mi video. ¿Por qué lo silenciaron? No hice mal
uso de él, no lo mutilé, di créditos al final, y por si fuese poco, no gané ni
un quinto con él, lo hice únicamente porque cuando lo realicé, estaba transido
por el dolor de una separación y esa pieza fue lo más cercano que hallé que
fuese comparable a mi dolor de ése momento. No hubo ninguna especie o
tipo de dolo, ya que ni siquiera esperé que lo viese una gran cantidad de
gente.
Y si,
es verdad que así es la ley. Y ya qué. Sin embargo, como alegato final, diré en
mi defensa que aunque yo di crédito al artista Pärt, y en ningún momento usé su
obra con menosprecio, sino que lo hice con toda dignidad hacia él, al silenciar
mi video, los Buitres sí mutilaron mi obra, que como la Mona Lisa de Warhol, ya
era una pieza aparte, con su propia vida y dignidad. No la busquen. Ya la
borré, así como a otro video, y pienso quitar ése canal de You Tube en estos
días, no me vayan a dar un susto ésos Buitres Carroñeros de la Cultura.
Bueno,
ya dije lo que tenía que decir, y ya me siento aliviado, como si hubiese
escupido una gran bola de pelo. Ahora sí, ¡a lo que te truje Chencha! Quiero
presentarles el penúltimo cuento de mi libro de relatos “Los Jóvenes Soñadores”,
y como está muy choncho, he decidido dividirlo en dos partes, ¡espero que les
guste!
Torta de Sándwich de Quesadilla con Harto Aguacate.
"The spiderman is having you
For dinner tonight.
Robert Smith / The Cure.
Disparo.
Extrañas sombras se mueven con el fogonazo que ilumina
brevemente, como un relámpago, el callejón; una de las sombras se estira
innaturalmente, se retuerce agresiva como una especie de papel que fuese
gobernado por un extraño, feroz viento, trata de esquivar mi plomo, pero creo
que le di de lleno.
Disparo. Otra vez, para asegurar, pienso; pero lo cierto es
que el miedo es quien me hace apretar el gatillo de nuevo. Y ya no tengo balas.
¡Con una chingada...! Despanzurré mi último cargador, pero estoy seguro que le
di en su madre a ésa cosa, ha dejado de moverse y su trasero de blanquizca
ceniza se deshace en el reducido espacio sin dejar evidencia alguna de su
horrible existir. Sí, era el único, no creo que hayan mandado más a seguirme
por el momento, por fin estoy solo; debo moverme, no debo quedarme mucho tiempo
en el mismo sitio... Bendito Dios, porque por lo menos, el plomo se los chinga;
si no fuese así... Mejor no pensar en ello. Que bueno que no tenga que usar
balas de plata como ése tal "Aguilita".
Me duele el estómago. Un dolor que es como un gemido sordo,
sube en forma de grandes eructos que no puedo acallar, y siento como si fuese
un cerillo ardiendo la forma de costalito de mi estómago; literalmente se está
cociendo en su propio jugo por las cosas horribles que he visto y sentido -y
lo que aún me ha de faltar por ver, desgraciado de mí-, obligándome a
caminar encorvado como un tlaconete que ha sido bañado en sal, e igual a un
tlaconete, pinto este camino hasta el despacho con sudor helado. Madre mía, que
feo duele, creo que estoy viendo doble, y no hallo el maldito hoyo de la
cerradura, casi no siento el ardor de los ojos que me nadan, escociéndose en
sudor; todo yo un estómago que se deshace como cera muy caliente por la presión
hasta que la llave, bendito Dios, abre, y como un náufrago manoteando en la
obscuridad del mar buscando algo a qué asirse, alcanzo el cajón de hasta abajo
del escritorio, mis dedos ansiosamente palpan buscando una forma cilíndrica y
cuando la hallan, ¡lotería! bebo de un jalón casi un litro de leche de
magnesia, que calma de momento el horrible ardor y al fin puedo sentarme, como
un gato, a lamerme las heridas.
Por fin puedo limpiarme los ojos que los he de traer rojos
como de diablo, con este pañuelo que me regaló Alma, la buenísima esposa del Ritssi.
Coqueta, caliente como una plancha, mi choricín se asaba sabrosamente dentro de
la parrilla que era ella; Ritssi y Alma. No hace mucho que los conozco.
Íntimamente, quiero decir. Ya los conocía de vista desde antes, justo cuando
empezaron a joder con el absurdo e inútil rollo de la precampaña presidencial -¡comerciales
por todos lados, hasta que se te salgan los candidatos por la nariz!- y en
el baile de la policía me los presentó oficialmente el "camarada
mono" Arnoldo "Monita" Charles, "camarada" por ser uno
de los pocos miembros activos del PCM -siempre he sospechado que ésa postura
de comunista radical no era otra cosa sino una pose, hecha ex profeso pera
alejar a los tontos prejuiciosos y vacíos que rondan en todos lados-, y que
se ganaba como yo sus quintos en "La Rayuela, El Periódico que Grita lo
que otros Hablan" como columnista científico y cultural; su sección de todología
"La Rama del Chango" donde escribía de cualquier tema como en
botica -casi un sabio de Salamanca, perfecto hombre del Renacimiento por
decirlo de algún modo-, gusta mucho, además de ayudarle a la policía como
asesor científico y forense. Aprovechó hábilmente el momento en que tenía la
atención de todos los invitados al convite con la historia de mi bisabuelo José
Galicia el primero cuando allá, en los Altos de Jalisco, mató después de una
larga cacería con su machete a un nahual que aterrorizó a toda la región para
presentarme con los Ritssi oficialmente. Esa noche Alma -buenísima Alma que
estaba enfundada como pie en calcetín dentro de un vestido de licra azul rabón
y escotadísimo, madre mía, las nalgas más firmes y paradas que hicieron que se
me empapara todo el grifo por haberse endurecido el empaque al bailar
apretaditos-, me coqueteaba descaradamente frente a las narices de su
viejo, Igor Ritssi, el cual sostenía una cuba en la mano mientras se excusaba
para no bailar con su muletilla preferida: "tengo las dos patas
chuecas, güey", evidentemente ebrio ya mientras el "camarada
mono" sólo se reía al verme como un colegial haciendo heroicos esfuerzos
para no perder la cabeza por las caderas de ésa mujercita que no despegaba el
metro y medio del suelo. Quién iba a decir que un mes y medio después el
"camarada mono" aparecería muerto, aparentemente a manos de un ladrón
desesperado quien al verse descubierto -según la "verdad
histórica", como está de moda decirle a la versión oficial-, lo
asesinó con una de sus propias espátulas con las que recogía evidencia en las
escenas del crimen. Descansa en paz, mi gran amigo. El mundo, la humanidad
perdió con tu partida a una gran luz, a un brillante y sabio hombre y todo,
todo, hasta las calles, parecen más obscuras todavía.
Nada tan común como lo que hago yo. Cierto, ser reportero de
nota roja, investigador privado y aspirante a novelista negro debe tener algún
mérito; es solo que toda esta locura empezó para mi -sus horrorosas ruedas
ya estaban girando, masticando y tragando inocentes sabrá Dios desde cuando-
con la muerte del "camarada mono". Y quien me empujó sin quererlo fue
el pinche Ritssi. Todo hubiera quedado en un mero asalto -le quitaron su
cartera, le desvalijaron su pequeña caja fuerte, le despanzurraron el colchón,
y no se llevaron la escoba porque éso hubiese sido demasiado-, de no ser
porque el pinche Ritssi me hizo notar -Ritssi es el Jefe de Medicina
Forense del SEMEFO- que el "camarada mono" no había muerto por la
herida ocasionada con la espátula de acero que se había alojado en sus
cervicales, no. El cabrón descubrió que la agresión con la espátula había sido
hecha después. Sencillamente, la sangre en las venas ya estaba bastante
coagulada como para escurrir siquiera y la espátula de acero alemán entró en la
parte posterior del cuello de la misma forma en la que entra un cuchillo en un
albondigón; la herida, era algo ajeno ya, una pista hacia otra dirección, un
mero pretexto de causa mortuoria, una cortina de humo. El "camarada
mono" habría muerto como dos horas antes, en apariencia debido a unas
hojas de papel que se había tragado o que le habrían obligado a tragar -el cuerpo,
hallado sentado en su silla, el torso apoyado sobre su escritorio en una
postura relajada, no mostraba indicios de lucha ni de asfixia, más bien parecía
alguien a quien le ha ganado el sueño- y que, al hacerse bolas, se habrían
quedado atoradas en la laringe ocasionando que se asfixiara.
Como dato curioso, en la autopsia Ritssi halló que el
"camarada mono" tenía los pulmones y la laringe de un fumador de
noventa años, que hubiese empezado con el vicio a los trece, además de
inexplicables quemaduras en boca y nariz. -"No manches tu triste vida,
Arnoldo nunca fumó"- le dije, a lo que Ritssi se encogió de hombros,
con el dato duro de haber sido él quien lo abrió en dos durante la autopsia.
Otro dato curioso: el "camarada mono" tenía como almohada cuando la
fría lo sorprendió, no "El Capital" de Carlos Marx, ni el
"Pequeño Libro Rojo" de Mao sino una Biblia Reina Valera, abierta y
babeada justo en el salmo 91.
Acompañé a Ritssi a ver a "la Diabla" -como le
apodan al Comisionado de Paz Pública del CISEN, cuya oficina extrañamente fue
quien se hizo cargo del caso, quitándoselo a la PGR-, para hacerle ver este
hecho, pequeño, casi insignificante pero que definitivamente marcaba una pauta
hacia una investigación más profunda del caso. Sin embargo, la justicia ya se
hallaba encaminada en la verdad histórica del robo y en un par de días,
presentó al homicida: el hijo de la septuagenaria señora que ayudaba al
"camarada mono" a limpiar su casa una vez a la semana. Desempleado,
imposible que hallase un trabajo formal por tener más de cuarenta y cinco, y
que se dedicaba a pintar cuadritos al óleo de flores y pájaros de donde sacaba
gasto para medio vivir. "El cerdo" Aguirre era el chivo expiatorio
perfecto, y tras una breve pero concisa sesión con los hombres de "la Diabla",
sus huellas dactilares aparecieron como por arte de magia en el mango de la
espátula -según Ritssi, la espátula no tenía huellas dactilares cuando la
retiró del cuello del camarada, sino una especie de marcas semejantes a dedos,
hechas de una ceniza blanca muy fina, como si el agresor hubiese estado
quemando papeles y revolviéndolos con una mano enguantada antes de asesinarlo.
Aún estaba analizando la ceniza para ver de qué chingados era-, así como su
confesión escrita con una mano con tres dedos quebrados: "Declaro que maté
a don Mono para robarlo". Todo dentro de los cauces normales. El
"cerdo" Aguirre saldría del reclusorio cuando cumpliese ochenta y
siete años. Quizá antes si se portaba bien y siguiese pintando cuadritos de
flores y pájaros. Já.
Esa noche del carpetazo, fuimos Ritssi y yo a bebernos
nuestra fé en la justicia mexicana y de ahí nos hicimos buenos amigos. Siempre
me mido con el alcohol debido a la úlcera, cosa que Ritssi no hizo;
verdaderamente dolido, se acabó en medio de elogios al camarada y a Aguirre no
sé cuántas botellas de ron hasta que ya no pudo sostenerse por sus propios
medios. Echando chines y malines, lo llevé a su casa y ahí fue donde volví a
ver a Alma. Abrió la puerta de la casa vestida con una bata de baño y el cabello
recogido en una cachonda cola de caballo -"qué buena vieja te traes
pinche Ritssi", pensé para mis adentros-, y al ver a su marido ahogado
de borracho, hizo un gesto de resignación y nos permitió entrar. Acostumbrada a
los excesos de su viejo, le ayudé a acostarlo, llamando mi atención un retrato
de Arnoldo Charles colgado de una de las paredes de la recámara. "Lo
hizo el artista al que acaban de encarcelar injustamente, por encargo de Igor",
dijo la esposa de Ritssi mientras bajaba los humedecidos y grandes ojos. Era
verdad, el pintorcillo no era tan malo; captó a la perfección el carácter
jocoso del "camarada mono". Era un buen retrato y pensé que me
agradaría tenerlo, quizá le encargue uno de mi querido padre Chingongón; en
ésas cavilaciones estaba, cuando me percaté que Alma, que terminaba de tapar
con un edredón a su marido dándome la espalda, llevaba la bata hasta arriba.
Madre mía, que soberbias nalgas, que piernas tan torneadas posee esta mujer,
que piel tan deliciosamente blanca, y ya Ritssi comenzaba a roncar, cuando en
su misma cama, Alma volteó dándose cuenta de mi cachonda mirada devorando su
trasero y benditamente cínica, abrió su bata y ¡carajo! ¡No soy de fierro!
¡Totalmente encuerada! ¡La velluda, obscura y húmeda Medusa me sonreía verticalmente
traviesa, volviéndome de piedra a un ansioso Perseo que comenzó a llorar,
emberrinchado con querer explorar esa caverna! Ella me dijo no sé que tantos
elogios tontos a mi varonilidad, a la facha de tipo duro y a mi caminar como si
fuese a madrear a alguien, justificándose por bajarme el pantalón y yo, ni le
hice caso, bonita tonta, que piropos tan zonzos e inútiles me estás dando,
atento únicamente a esa golosa boca de labios gruesos jalándome entero a
profundidades desconocidas, atento únicamente al tacto y a la deliciosa presión
de sus hábiles manos haciéndome subir y bajar antes de ponerme el condón y ahí
mismo, junto al roncador Ritssi, frente al retrato del "camarada
mono" que pareció sonreír más, la monté con la ferocidad de un marinero que haya estado un
año entero en la mar como tres veces junto a los previos y deliciosos escarceos
amorosos. No salí de ella sino hasta que los ruidos de la calle me dijeron que
serían cerca de las seis de la mañana. Me vestí, y ahora avergonzado con el
pobre Ritssi, prácticamente huí.
Y no los hubiera vuelto a ver, de no ser porque Ritssi me
buscó, justo al día siguiente a la hora de la comida, en las oficinas del
periódico. Yo, recobrado el sano juicio, adolorido de todo el cuerpo por la
ardorosa pelea con su esposa, sentí que la cara me estallaba de vergüenza al
toparme de frente con su sonrosado y cambiante rostro, pero de todas formas me
puse en guardia esperando que ardiese Troya, pues tampoco me iba a dejar, qué
la chingada, si ella fue, en primer lugar, quien me buscó hasta que me
encontró; Ritssi sonriéndome me extendió la mano y, confundiéndome aún más,
amigablemente, haciéndose el cómplice, me soltó el rollo de que ellos eran de
ésas parejas "swingers", y que no había bronca, ya que Alma le había
platicado con lujo de detalles mi performance...
-"...quien te viera, tan pinche gordo como
estás, y nadas como un delfín en la cama, güey."
-"A'i nomás 'pal gasto mano."
...y ella ya quería que repitiéramos cuando se pudiese;
Ritssi lamentaba haber estado tan borracho para no haberle entrado a nuestra
fiesta, pero el asunto del "camarada mono" le había pegado en serio,
no solo a él, también a Alma. Ante mi sorpresa -"pinche camarada,
¡quién lo viera!"- me confesó que llevaban tiempo haciendo cama
redonda, por lo que conocían bien a Arnoldo, y también conocían a la señora que
le ayudaba a hacer la limpieza y a su hijo, con quien también compartían cama
un par de días a media semana. "Un excelente pintor, desperdiciado por
el círculo cuadrado de artistas e intelectuales, güey", y que "el
hombre, güey, es demasiado sensible para convertirse en asesino",
según las propias palabras de Ritssi.
Nos fuimos a un chino a comer; yo pedí como siempre que me
hallo en una encrucijada, una torta de sándwich de quesadilla con harto
aguacate -vieja costumbre mía- y no sé que pidió Ritssi, creo que un
chop suey y ahí, mientras comíamos, Ritssi sacó un sobre carta de plástico
transparente, de esos que tienen cierre flip-flop, y desplegó frente a mi café
con leche, los papeles con los que pensaba que Arnoldo Charles había perdido la
vida: un par de cortesías de un centro tanatológico -"Cuando un ser
amado llega al último tramo de la vida, qué hacer para estar preparados"-,
un anuncio clasificado de periódico -de el mismo donde trabajo como
reportero de nota roja- sobre asistencia psicológica y un pequeño folleto
impreso en papel couché a todo color sobre el mismo centro de las cortesías: La
Casa de la Hermosa Luz. Ahí habían tres números escritos apuradamente con
un bolígrafo azul, 40, 33, 77, muy corto para ser un teléfono, y la palabra
"adodocemolina".
-"¿Que piensas de estos números?"- pregunté a
Ritssi, y él, después de escrutarlos un par de segundos, me dijo que muy bien
podrían ser de una cerradura.
-"A güevo que Arnoldo, como el gran forense que fue,
nos dejó una pista, güey; por éso usó tinta azul, sabía muy bien que es la que
más tarda en descomponerse, pienso que es un buen punto de partida. Déjame
decirte que estaban cubiertos güey, al igual que los pulmones y la laringe, de
la misma ceniza blanquizca que estaba en el mango de la espátula".
-"¿Que ganas con esto?"- le pregunté mirándolo
fijamente a los ojos. -"El caso está cerrado, y vas a ganarte la enemistad
de 'la Diabla', ya sabes cómo reaccionan los sujetos con un cargo alto, cuando
llegan un par de cretinos con un estatus obviamente más bajo a mostrarles que
son huevones y que no hacen bien su trabajo. Yo, por lo menos soy periodista,
pero tú, tendrías que vértelas a diario con ése cabrón".
Ritssi encendió un cigarrillo valiéndole madre la
prohibición a fumar en espacios públicos, jaló hasta la mitad, contuvo el humo
un momento y lo soltó junto a sus palabras:
-"Justicia. Nada más ni nada menos. No sé tú,
'Gordolobo' (¿puedo llamarte 'Gordolobo', verdad güey?), pero yo por lo menos,
estoy hasta los huevos sobre cómo se hacen las cosas aquí güey. El camarada era
una buena persona, así como ése pobre pintor y su madre, cuyos únicos delitos
fueron el ser pobres güey; el hijo, el tener un espíritu demasiado libre en un
cuerpo dizque viejo como para tener un trabajo estable para encajar en ésta
pinche sociedad cretina, doble cara, sin que lo trataran de 'mantenido' o
'parásito', güey; nada más falso ya que era muy activo, sólo que su quehacer no
es valorado porque aquí, nadie distingue un garabato de una obra de arte, y
menos en alguien que intenta vivir por el camino de la vocación güey. Y lo
otro, que su anciana madre tuviese la mala fortuna de chambear en la escena del
crimen. Es gente buena, pero sola y desamparada güey, lo que los convierte en
los chivos expiatorios perfectos, güey. No tienen lana para amanecer mañana,
menos para pagar a alguien que los defienda como se debe; ¿crees que un buen
abogángster no impugnaría que la confesión la sacaron con tortura, güey? Pero
sólo tienen a un pasante que está haciendo su trabajo social como abogángster
de oficio. Sin contactos y sin ninguna maldita maña. Sin ninguna maldita gana
de hacer su trabajo, güey. No. No lo merecen. Arnoldo fue un gran forense que
me enseñó muchos trucos del oficio, era de los pocos a los que les interesaba
llegar siempre hasta la verdad; no es justo que quien lo haya asesinado, esté
por ahí haciendo su desmadre, güey. Mira güey, sé bien que 'la Diabla' es un
cretino que aunque haya estimado al camarada, no va a mover ni un pinche dedo
para hacer justicia. Sencillamente ha estado dentro del sistema mucho tiempo,
güey. No. Aquí entras tú, 'Gordolobo'; es decir, aquí debe entrar el cuarto
poder. Tú, además de reportero, eres detective, y eras amigo, no un simple
conocido del 'camarada mono' güey, ¿qué mejor que éso? Debemos hacer mucha
bulla, la suficiente como para que se les haga justicia al camarada, a Aguirre
y a su pobre madre. Y sobre el verle la jeta a diario a 'la Diabla', pues, me
vale madre siempre y cuando logremos que, por una vez, hagan lo que tienen que
hacer güey. ¿Cómo ves?"
Cómo veo. De la vil chingada. Por experiencia propia sé que
un simple periodicazo no sirve de mucho, además de que puedes ganarte por andar
sacando trapos sucios, un lugar preferencial en el panteón; por eso siempre
cargo mi .45 con sus cinco cargadores por si las flys. Pero Ritssi tenía un
buen punto a su favor: el "camarada mono" también fue mi amigo, y lo
llegué a apreciar mucho. Era el tipo de hombre incorruptible que por lo mismo,
casi no tiene éxito en el mundo, y menos en un país que se halla hasta el
cuello hundido en la corrupción, por lo que tenía que trabajar como negro para
medio vivir como negro. Y aún así sonreía, le hallaba el lado bueno a las cosas
aunque no las tuvieran, te contagiaba sus ganas de vivir y de reír. Era un
cabrón a quien siempre daba gusto ver porque te ponía de buen humor. Así que la
única opción que teníamos, como amigos, era hacer lo que la policía no hace
nunca: investigar, hallar al verdadero culpable, y exponerlo en los medios.
Obligarles, con pruebas contundentes, a agarrar al verdadero culpable y sacar a
Aguirre del botellón y salvar de la indigencia a aquella pequeña familia de
dos. En éste sistema penal, donde de forma absurda el ofendido y el acusado
deben hallar por ellos mismos pruebas de la inocencia y/o la culpabilidad -¡cosa
que a todas luces es chamba de la tecolotiza!-, tener a un miembro de la
familia preso también encarcela a toda la familia; no es barata ni fácil y mucho
menos tranquila la vida dentro de la cárcel, es una gran piedra llena de robos,
extorsiones y amenazas muy pesada que jala fuerte hacia abajo, y cuyos lazos
son el cariño hacia los familiares. Vampírico. No. Demoníaco. Si el reo es
alguien como Aguirre, su madre está condenada a pedir limosna y morir sola.
Apoyar por una vez a los desamparados, tratándolos como debe ser, como nuestros
iguales, sería, a fin de cuentas, uno de los ideales socialistas del
"camarada mono". Quizá así, Arnoldo Charles pueda descansar en paz.
Habiéndonos puesto de acuerdo, quedamos de vernos como a las
nueve de la noche en casa del Ritssi. Alma le urgía que quería verme otra vez.
Ya no soy un jovencito, es verdad; pero adentro mío, sigo siendo un muchacho
soñador; la primavera sigue floreciente aquí en mi pecho arrojando ganas de
vivir, haciendo que la única duda sobre el poder responder adecuadamente en un
lapso de tiempo tan corto desapareciese. Como un gatito al que le han encebado
los bigotes, apreté la mano de un Ritssi alcachofa y me despedí.
Regresé a las oficinas de "La Rayuela" a hablar
con mi jefe. Le dije que estaba tras una nota que prometía ser jugosa, así que
por un corto tiempo no iba a poder seguir a la policía como el habitual
reportero de nota roja. Bobadilla se rascó la calva, dudando: "¿Me
puedes adelantar algo?", y le solté lo que Ritssi había descubierto
sobre la muerte del "camarada mono". Bobadilla abrió los ojos, y sin
dudarlo más, me dio el permiso. Pude notar que el finado Arnoldo Charles
también era muy estimado por Bobadilla, ya que no bien estaba cerrando la
puerta del despacho, el jefe de redactores abrió el frigobar y se sirvió un
generoso whisky "on the rocks" mientras se limpiaba al disimulo una
lágrima.
Era hora de empezar a hacer hipótesis, y tratar de
despejarlas. Por la obvia razón de que le sacaron la confesión al romperle los
dedos, el "cerdo" Aguirre no podría haber asesinado al "camarada
mono", así que decidí dejarlo, de momento, fuera del asunto. Ahora bien,
¿podría alguien resentido, algún enemigo, alguien a quien las pesquisas del
"camarada mono" hubieran llevado a la cárcel, ser el asesino? No lo
creo. Su labor como asesor forense debió ser del mismo tipo que la de Ritssi:
un mero adorno. Para alguien con una ideología pura, y una ética recta como
Arnoldo Charles, debió ser muy duro investigar cosas que en última instancia,
no serían tomadas en cuenta. En éste país la única investigación policíaca
seria es a base de golpes, toques eléctricos en los genitales y tehuacanazos en
la nariz hasta que aceptes que mataste a don Benito Juárez, lo que descarta ésa
hipótesis, aunque sea de momento. Sigue la más obvia de todas las conjeturas:
el supuesto robo. La chapa de la casa, según Ritssi, no había sido forzada,
sino que había sido rota desde adentro, además que la excesiva violencia
demostrada en la apertura de la pequeña caja fuerte y el despanzurramiento del
colchón contrastaba plenamente con la ausencia de violencia que mostraba el
cadáver del camarada; dudo que Arnoldo Charles tuviese más de dos pesos juntos,
dado el pequeño departamento en donde vivió, y su estilo frugal de vida; pero
lo que más me saca de onda, es que el asesino, si realmente lo mató para
robarle, ¿no lo hubiera golpeado despiadadamente debido a la frustración, como
se estila hoy en día, donde te medio matan en la calle por no traer más de
veinte pesos? Y en todo caso, ¿para qué se tragó Arnoldo ésos chingados
papeles? No tiene sentido, eso del hurto me suena cada vez más a cortina de
humo, así que pondré el robo aparte de momento. ¿Qué tal un enemigo personal,
algo del tipo pasional? Arnoldo Charles era querido por mucha gente, y era muy
discreto en su vida privada. El único exceso que le acabo de conocer, es su
sorprendente relación a tres bandas con los Ritssi. Además, la ausencia de
lucha, de violencia en su deceso, de nuevo, es algo muy extraño. Su mera
postura cuando murió, me genera más dudas. Plácido, su rostro estaba demasiado
tranquilo, entonces, ¿fue un suicidio? ¿Por qué no mostraba la desesperación
que genera la asfixia? ¿Él mismo se tragó las cortesías y el anuncio y el
folleto, o lo obligaron a tragárselos? Su rostro tranquilo, según Ritssi, es lo
que más me confunde. Aparte, está lo de sus pulmones, su boca y nariz quemados.
¿Quizá usó el asesino algún tipo de gas, como el mostaza o el zarín, quizá
algún derivado del cloro o del fósforo? De ser esto cierto, ¿no debería quedar
algún residuo? Hay que checar esto con Ritssi. Debo también ir a ver por mí
mismo la escena del crimen, antes de que sea alterada aún más por la gente del
SEMEFO. Posiblemente Ritssi pueda conseguirme las fotos tomadas cuando hallaron
el cuerpo. Sí, debo pedírselas. También debo checar el asunto de que un
comunista de hueso colorado, haya estado leyendo una Biblia justo antes de
morir, ¿acaso buscaba paz, sabiendo que lo querían matar? ¿Sabía eso el
camarada? ¿Esa Biblia no podría ser una pista? ¿O, ante la pregunta final, se
dio cuenta de que existen cosas que ni el materialismo dialéctico ni el método
científico pueden explicar?
Pero, ya que estaba en el edificio de "La
Rayuela", decidí ir de una vez a Clasificados a checar la vigencia del
anuncio hallado en el garguero del camarada, y quién lo había pagado. Rosita me
recibió, como siempre, con una gran sonrisa. Es bella la mujer; los únicos
"peros" que le pondría, son su voz chillona -auténtico
"matapasión"- y la ausencia total de sensibilidad estética al
maquillarse: pareciera que usa la escopeta maquilladora que inventó Homero
Simpson. Lástima. Rosita solo pudo hallar un nombre en la computadora, extraño
aún para un extranjero por cierto: Dr. Quiún F. Outheaven, con dirección
en la plazuela Iztacíhuatl s/n, a un par de cuadras de Amsterdam, Colonia
Hipódromo Condesa. La misma dirección que estaba impresa en las cortesías y el
folleto. Al preguntarle a Rosita sobre quién pagó el anuncio, me respondió que
el mismo Dr. Quiún. Le llamó la atención debido a su acento raro, como "inglés
de Inglaterra", sus movimientos que más que humanos, parecían los de
un robot: -"se veía avejentado pese a ser tan guapote, cansado, quizá
estuviese muy adolorido por hacer mucho ejercicio"- apuntó Rosita, y
una rara cicatriz en la mejilla izquierda: un arañazo casi vertical, con cuatro
marcas profundas. Fuera de ello, era alguien canoso, de ojos grises, entre los
cincuenta y los sesenta, pero no los setenta, alto y vestía de forma elegante;
pagó todo un año por adelantado y en efectivo la publicación de su anuncio.
Decidí irle a dar un vistazo a su clínica, nomás a checar la cosa.
De camino pasé rápidamente al despacho que tengo de
investigador privado por la cámara, y de paso ver si no me había caído trabajo.
Uno interesante, pues, pero no. Solo estaban los requerimientos habituales en
el cuaderno que tengo colgado junto a la puerta: un par de maridos celosos preocupados
por los cuernos, teléfonos y contácteme urgente. Bah. A todos nos han puesto
los cuernos y hemos puesto los cuernos un par de veces; las razones vienen
sobrando, y de todas ellas, solo una es lo suficientemente poderosa, y por lo
mismo, es la razón que no tiene ninguna razón porque es la única razón en sí
misma: el deseo. Es cabrón, y quien haya resistido, quien no haya caído
aunque sea una vez en él, por la causa que sea, ése sí que es más cabrón. El
deseo es un impulso urgente, imperioso, semejante al hambre, y que es capaz de
eclipsar toda lógica o sentido común. Que se diviertan las esposas un poco más,
que sus asuntos pueden esperar un día o dos. Tomé la cámara y volví al coche
para dirigirme a la calle de Iztacíhuatl.
Sacado de onda, tardé un buen rato para dar con la
"Casa de la Hermosa Luz". Sencillamente, las calles aledañas a
Amsterdam, y sobre todo las cercanas a las plazuelas, son como un laberinto;
todas se parecen, todas se tuercen en circunvoluciones, es fácil perderse ahí,
aún con GPS. Tuve a momentos la sensación de que algo estaba impidiendo que
diese con el lugar, que una especie de hechizo me mantenía dando vueltas en
círculos, así que decidí estacionar el coche junto al Parque México, en la
avenida Sonora, y a pié comenzar a indagar por el centro tanatológico. No fue
sencillo. La zona ha crecido en estatus, y por lo mismo, hay poca gente por las
calles, contrario a otras zonas más populares de la ciudad. Aunque hay
actividad económica, a ciertas horas la zona parece un sitio fantasma, al no
toparte con nadie caminando, ni un radio sonando desde alguna ventana, ni un
mísero perro que ladre. Vacía. Muerta. Entré a varios negocios buscando
información, y nadie sabía dónde estaban, tanto el dichoso centro, como el
consultorio del dr. Quiún. Cansado, a punto de dejar la investigación para otro
día, decidí sentarme a descansar las patas en una de las guarniciones de
concreto de la avenida Amsterdam, cuando tuve una corazonada al ver a un
borrachín de la tercera edad durmiendo la mona en uno de los prados que
enmarcan las construcciones art decó de los 20's, y que llenan toda la colonia
uniformándola. Maldito art decó, ¡qué feo es! Todo ése estilo tiene algo de
brujería, de arquimancia. No en balde su aparición estuvo justo en la época cuando
surgió la Sociedad Tulé y el rollo de la eugenesia. Roquefeller y Hitler, tan
parecidos los dos hijos de la chingada, masacrando gente por todo el mundo;
debieron ser como los dos alegres compadres. Es divertido observar cómo la
historia los ha tratado: uno, como el monstruo que fuera, pero al otro...
Enternece ver que hay personas que adoran a Roquefeller como si hubiese sido un
gran humanista, y no el despiadado imperialista que condenó a millones de
personas a la pobreza extrema, robándoles no sólo sus bienes, también su
futuro. Ahí está la historia, sólo es cuestión de desmenuzarla un poco.
"Señor, despierte, señor..." comencé a
agitar al viejo, que no estaba muerto a juzgar por su respiración sorda y
profunda. "Señor, le invito otro trago, si me ayuda..." El
viejo, quemado de sol y del frío de estas calles -la Roma, la Condesa y la
Hipódromo Condesa son colonias muy atractivas, pero endiabladamente frías a
ciertas horas; ha de ser por tanto árbol, el rollo cuasi utópico de la
"ciudad jardín"- comenzó a dar señales de vida. Me miró extrañado
con uno de sus ojos. El otro, se le iba de viaje, además de que estaba casi
cubierto por una catarata, pobrecito; se sentó mientras se daba golpecitos en
las mejillas para desperezarse, y aproveché para repetirle mi oferta:
-"...aquí traigo una sor juanita para usted, pero
necesito que me ayude a encontrar una dirección"
-"...qué... qué dirección... "
-"Necesito que me lleve a la Casa de la Hermosa Luz,
¿sabe dónde está?"- Al escuchar hacia dónde quería ir, el viejo,
visiblemente espantado, se incorporó de un salto y comenzó a caminar aprisa
tratando de alejarse de mí, mientras balbuceaba "no, usté no quere ir
ahí, pura pinche maldá hay ahí, ésa es la casa del diablo", a lo que
salté yo también y me puse junto a él, mostrando el billete de doscientos pesos
para calmarlo. La cosa pareció funcionar, ya que el viejo se detuvo, luchando
entre su necesidad y su miedo:
-"Ándele señor, este billete es suyo, dígame ¿por qué
hay pura maldad ahí? ¿Que pasa en ése sitio? Dígame, y el billete es
suyo."
-"¿No será usté uno de ellos, no? ¿No viene a
encerrarme ahí?"
-"Le doy mi palabra de hombre que no. ¿Entonces, ¿me
dirá lo que sabe o no?"
El viejo se arrancó con una historia fantástica. Sabía bien
dónde estaba el sitio que buscaba, y que a veces, generalmente los domingos,
invitaban a gente como él a comer y darse un baño, y les daban ropa limpia y
zapatos con la consigna de quien se quisiera quedar, podría hacerlo. Así de
sencillo. Únicamente viejos, los jóvenes o maduros no eran aceptados ni para
darles caridad. Pero los que se quedaron, ya nunca salieron, nadie sabía de
ellos, y esos eran todos los que fueron, todos los que se subieron a la
camioneta blanca que iba ofreciendo la caridad. El viejo tenía un amigo de
parrandas apodado "Pezuña", y cuando se enteraron de la atractiva
oferta, estuvieron tentados a quedarse, cansados ya de tantos años de vivir en
la calle, pero aquella vez que fueron a comer y a bañarse y a conocer el sitio,
sucedió que empezó a ver cosas raras apenas entrando a la casa, como las
clásicas sombras con el rabillo del ojo que en cuanto volteaba, desaparecían;
pero bueno, el viejo al principio no le dio mucha importancia: la casa era
vieja, muy sombría, y con ello también quiso justificar los escalofríos que
empezaron a acometerlo apenas traspuso el quicio de la entrada principal. Algo
llamó poderosamente su atención: la residencia era también un asilo, pero no
pudo ver a ningún residente, con la excepción de una señora que vagaba, y que
apenas lo hubo visto, caminó a toda la velocidad que sus artríticas piernas
pudieron y le dijo: "hijito, ¿por qué estoy aquí? Sácame de aquí,
hijito". El viejo comentó que la anciana lo miró con una intensidad
conmovedora, hasta que un enorme trabajador social que más parecía un matón
llegó hasta ellos con una sonrisa falsa, como de vendedor de Mac Donal's y se
la llevó, desapareciendo detrás de una puerta hacia un largo corredor. No
disfrutó la comida, la imagen de la anciana lo había perturbado profundamente,
además de que sentía que era vigilado constantemente por ojos que no podía ver.
La cuestión es que después -y con esto, juró por la "virgencita"
mientras se santiguaba-, en el cuarto de baño a donde lo condujeron para
que tomase una ducha, llamó su atención una procesión de arañas -si, arañas-
que como hormigas, caminaban en fila india hacia un hoyo en medio de los
azulejos y él, movido por la curiosidad, siguió a la bizarra formación, dándose
cuenta de que llevaban consigo, envuelta en telarañas, a otra araña muy grande,
canosa y casi del tamaño de su mano, muy elegante y enjoyada -según las
palabras del señor- y que en su cabeza o afuera, no estaba seguro, escuchó
una horrible y cavernosa voz que decía en susurros: "esta es la vieja
atrevida que viste siendo ofrecida a nuestro señor; así te atraparemos. Igual
que a ella, así te llevaremos también hacia él"; espantado, abrió los
ojos muy grandes, mirando como en trance a la extraña formación, pero en cuanto
las arañas se dieron cuenta de que las estaba siguiendo con la vista,
comenzaron a escupirle veneno, y uno de los escupitajos le cayó directo en un
ojo -justo el que se le va de viaje- ardiéndole y obligándolo a huir. Se
puso los zapatos y el pantalón a toda prisa y salió del baño con el resto de su
ropa en la mano, pero no se fijó por qué puerta salió, ya que de pronto, se
halló deambulando en un corredor que no conocía, obscuro y sombrío, escuchando
una como letanía que le erizó todos los pelos del cuerpo. Aterrado, siguió las
extrañas voces que parecía que venían de abajo, siguiendo la rara curva de ése
corredor que pareciera ir siempre hacia abajo y que daba a una habitación
grande, llena de humo de incienso, llena de velas negras, donde muchas figuras
que llevaban túnicas obscuras que les cubrían todo el cuerpo hasta el rostro,
se congregaban en torno a un par de raras mesas que parecían de piedra donde
pudo distinguir a la anciana que había visto anteriormente y a su amigo el
"Pezuña", desnudos y pintados con raros símbolos, y ambos estaban
como hipnotizados, ya que no hacían nada más que parpadear y sonreír
estúpidamente. Demasiado aterrado para hacer nada, el miedo estalló en el viejo
cuando vio al que, a su juicio, comandaba la ceremonia: un hombre aparentemente
también viejo, pero fuerte, de aspecto extranjero, con una cicatriz como de un
zarpazo en la mejilla izquierda: cuatro marcas que en la semiobscuridad del
recinto brillaban escarlatas, como recién hechas, levantando un horrible
cuchillo ondulante que más que cuchillo, parecía una serpiente, hecho de un raro
metal verdinegro que previamente le había dado una mujer con patas peludas como
de araña "sentada" en el techo de espaldas, obscena, en una especie
de silla grande, tejida con lazos viscosos y blanquecinos como si fuese una
telaraña gigante; un enorme punto rojo había encima de sus enormes nalgas que
mostraba impúdica, abriéndose ella misma los cachetes mientras se masturbaba;
el viejo vio claramente, pese al humo del incienso y la poca luz de las velas,
a un enorme aguijón que goteaba veneno, justo encima del abierto culo y de la
babeante, asquerosa vagina de la monstruosa, horrible, espantosa mujer, que
definitivamente disfrutaba con la obscena postura, con la espantosa situación y
que por lo mismo, reía escandalosamente, rompiendo los rezos de los asistentes
que se hallaban congregados e hincados alrededor de su amigo y de la viejita.
Cuando le pregunté si había podido ver la cara de la mujer, el viejo respondió
que decididamente no quiso verle nunca el rostro. Trastabillando, a punto de
desmayarse del terror, únicamente pudo regresar hasta el baño de las arañas -afortunadamente
estas se habían ido- y acurrucarse en un rincón tapándose la cara y los
oídos con las manos para no escuchar las risas burlonas ni ver las sombras que
se hacían grandotas y chiquitas y que aparecían y desaparecían en las esquinas
del baño y entre los marcos de las dos puertas, rezando el "Padre
Nuestro" y rogándole a Dios que le permitiera salir de ahí hasta que uno
de los empleados lo halló. Cuando le preguntaron con fría, casi comercial
insistencia si quería quedarse a pasar la noche, el dijo que no en nombre de
Jesucristo y a empujones salió de aquel lugar, y se ha quedado cerca desde
entonces, evitando la casa de noche, durmiendo únicamente de día para que no lo
vaya a atrapar la camioneta del lugar en uno de sus rondines buscando
indigentes viejos como él, y esperanzado de que las cosas que vio ahí hubiesen
sido producidas por el alcohol y la mona y que nada fuese cierto, esperando ver
salir a su amigo algún día para convencerse de que todo lo que vivió, fue un
extraño delirio. Pero lo único que ha visto, son personas que llevan a sus
abuelitos y los dejan ahí, así como la camioneta que también deja a los
abuelitos que atrapa con su trampa de la comida y la ropa. Muchos abuelitos,
demasiados para que quepan todos en esa casa.
Muy fantasioso, pensé en una primera instancia. Quizá perdí
doscientos pesos en un viejo lunático, pero si conocía el local del Dr. Quiún,
incluso al mismo Dr., por el asunto del hombre con la cicatriz de su relato -que
coincidía en la descripción con el fulano que pagó el anuncio según Rosita-,
quizá no sea pérdida total. Lo vería como una inversión. Saqué otro billete de
doscientos, y se lo mostré al viejo. "¿Puede llevarme ahí?" El
viejo, ahora con miedo, me preguntó la hora. "Cinco y cuarto".
El hombre luchaba consigo mismo, viendo al billete y viendo hacia el cielo. Al
fin dijo: "¿Puedo llevarlo mañana?" "No. Tiene que ser
hoy". Dando un gemido, me arrebató el billete de las manos y apuró:
" ¡Bueno, ya qué! ¡Pero rápido, no quiero que nos coja la noche junto a
ése maldito lugar!"
Me acercó hasta la esquina negándose a dar un paso más, y me
dijo que la casa de en medio era el sitio. Sí, realmente coincidió el lugar que
me señaló el viejo antes de salir a toda prisa de ahí, con las indicaciones que
venían en el folleto y las cortesías. Muy extraño que no hubiera dado con él al
primer intento. De primera vista, era un enorme edificio estilo art decó como
los de la zona, sin ningún otro mérito que una placa de bronce en su costado
que rezaba: "Fundación Tanatológica Casa de la Hermosa Luz"; una gran
puerta negra de dos hojas de hierro forjado y con aldabones leoninos eran la
frontera entre la calle y el interior y estaba cerrada. Un gran ventanal también
cerrado con una gruesa protección de hierro y con cortinajes muy pesados me
impedirían ver hacia el interior. Pensé ir y tocar, pero noté de pronto que la
luz se iba, y extrañamente se hacia de noche muy rápido. ¿A dónde se fue el
tiempo? Ya eran en mi reloj las siete cuarenta de la noche. Y ninguna luz se
encendió en el interior. Como si estuviese deshabitada. Muy raro, casi tan
extraño como el viento frío que se soltó en rachas y que me generaron
escalofríos. Ocho veintidós de la noche, los dos grandes y altos chacuacos que
coronan la fea construcción comenzaron a exhalar un espeso humo blanco, pero no
se encendió ninguna luz en su interior. Entonces recordé mi compromiso con
Ritssi, y con Alma.
Esa noche fue memorable. Alma se revolcó como nunca en los
cuatro brazos que la acariciaban y sujetaban, las dos bocas que la succionaban
y besaban y lamían toda; gemía, gritaba, lamía, mordía y succionaba ella
también a toda piel que se acercase a su golosa boca pintada de carmín; se
venía una y otra vez capturada entre nuestros enhiestos arietes que gozosos, se
hallaban al mismo tiempo en su cadera, ocupando tanto la entrada como la
salida, dejándome descubrir el placer compartido, permitiéndome atisbar la
estabilidad de las formaciones triangulares, conocimiento antiguo. No sé si
pueda salir de ésta, pero voy a extrañar, no, no debo; ay, ya estoy extrañando
el ardor de ésa piel, la aventura del placer compartido que tuve con Alma y
Ritssi. Quizá solo las llamas del infierno puedan igualar su ardor. Me dio como
recuerdo memorable de aquella segunda noche, un blanco pañuelo de algodón
empapado en la dulce miel de su ardorosa flor, el sudor de su entrega
apasionada y su perfume; lo llevé hasta mi rostro, aspirando con placer su
salvaje aroma de mujer... Mierda, me acabo de dar cuenta de que, quemándome por
dentro, dejé sin cerrar la puerta de la oficina... nnno, no puede ser. A contra
luz, hay algo que no sé a qué horas entró aquí... Me tallo los ojos que
apenas empiezan a arderme, cargo a toda velocidad el arma, cierro un ojo
buscando afinar la puntería. Si éso está aquí, entonces saben bien dónde
me hallo, por lo mismo, he de abrirle un par de hoyos a ésa cosa hija de su
puta madre por donde se escape su imitación de vida y he de correr de nuevo.
Este sitio no es seguro...
Disparo.
Disparo. Y la úlcera vuelve a dolerme al ver a ésa cosa
horrible e innatural chillando casi como un puerco o una rata gigante mientras
se agita y se deshace como un papel que se quema, pero sin llama. Cojo las
llaves, todos los cargadores que tengo, la leche de magnesia, el machete que es
herencia de mi padre y cuya leyenda dice que mi bisabuelo mató con él a un
nahual -ser sobrenatural al fin de cuentas, pienso que de algo me ha
de servir-, y el pequeño cartapacio donde tengo todo lo relativo a mi
investigación; baño el sitio con aguardiente barato, más alcohol para
desengrasar birlos que me dieron alguna vez para cubrir parte de mis
honorarios; abro la llave del gas de la cocineta y enciendo el microondas con
un desodorante en aerosol adentro y huyo, me pierdo en las calles obscuras y
torcidas de este barrio. Trataré de ganar tiempo, el mayor que pueda, para
armar ésta historia irracional y dársela a Bobadilla y a alguna ONG para que no
se pierda, en caso, sólo en el feo caso de que no pueda salir de ésta.
Si hace un par de semanas alguien me hubiese dicho que
andaría a salto de mata huyendo de ellos... no, si alguien me
hubiese dicho sobre la existencia de ellos, me hubiese
carcajeado, pese al conocimiento que se tiene de sectas y extrañas sociedades
que permean a toda la sociedad. Salgo a la avenida, y, por Gracia de Dios, un
taxi está pasando; lo abordo, justo cuando se comienzan a ver las llamas del
incendio. "Lléveme a Insurgentes y Puente de Alvarado", le
digo al chofer mientras abro el cartapacio y checo el haber traído todos los
documentos referentes al caso y la memoria USB. Aprovecharé las claves y la
llave que me dejó Ritssi y armaré en su casa todos los datos que traigo, y se
los mandaré a Bobadilla y a la ONG, e iré a enfrentar al Tabernáculo, a descabezarlo,
siguiendo el deseo casi póstumo de Igor Ritssi. Si, no olvidé ninguno. Espero
que todo esto sirva. Pero, si he de tomar en cuenta todos los eventos que me
condujeron a esta desquiciante situación, también he de tomar definitivamente
en consideración un extraño sueño que tuve en casa de los Ritssi aquella noche,
cuando caí placenteramente agotado y usé las tentadoras nalgas de Alma como
almohada.
Dentro del sueño me hallaba sentado en la casa del
"camarada mono" tomándome un café y escuchando sus divertidas
anécdotas. Lo vi feliz, cuando, sonriendo ampliamente me dijo: "amigo,
yo estoy muerto. Y lo malo de estar muerto, es que el tiempo se deforma, se
vuelve granuloso, espeso, se niega a fluir y lo mismo le pasa a las palabras
hermano; es muy semejante a cuando vas al dentista y te mete, en buen plan, un
chingo de anestesia y sólo quisieras dormir ese feo sueño sin sueños. Así estoy
ahora; la muerte es muy semejante a dormir, igualito a como te dije: sin
sueños. Me cuesta mucho esfuerzo el platicar contigo, y creo que posiblemente
se deba a que, al no tener cuerpo, tampoco tienes un cerebro que te ayude a
procesar estas cuestiones. Iré pues, al grano. Yo quisiera decirte por mí mismo
quién me mató, pero por alguna extraña razón, no debo y no puedo. No me dejan. No
puedes verlos, pero este espacio virtual entre los mundus, esta habitación
dentro de tu sueño y que resulta ser una representación, una recopilación de
los datos de tu cerebro y que se asemeja a mi casa, está llena, atiborrada de
ellos, tanto de los buenos, como de los malos. Ellos nos observan siempre,
desde otro ángulo, otra dimensión si así quieres llamar a ése otro gran espacio
que se halla junto al nuestro, mezclado con el nuestro y que no podemos
percibir. Mira, hermanito, cuando estés despierto, checa ése rincón, justo
atrás de donde estás sentado. Ahí hay algo que te ayudará en esta misión de
buen samaritano que amablemente acabas de emprender. Antes de irme para
siempre, te doy las gracias. Por lo que hacen tú e Igor. Quizá no me creas,
pero él está soñando junto a ti, conmigo. Quizá sea que al estar ustedes
juntos, puedan generar éste tipo de energía que me permite comunicarme con
ustedes, como en una reunión espiritista. O quizá se deba a la energía
innatural de la bruja que es mucha, no lo sé. Son buenas personas,
agradezco profundamente su amistad. Cuídense de la bruja; ella los
engaña, ella es el puente entre este mundo y él, ella trabaja para él, lo adora; es la lideresa de ellos,
de ésa extraña sociedad. Es como una araña, es más vieja de lo que creen,
es muy astuta y los tratará de envolver... Adiós." Y yo, sacado de
balance en el sueño debido a que de pronto se volvió muy coherente, no supe qué
hacer. Sólo vi a Arnoldo Charles agarrando los papeles, escribiendo "adodocemolina"
y los números en el folleto con un bolígrafo azul y juntándolo con los demás
papeles, doblándolos meticulosamente y tragándoselos, mientras recostaba la
cabeza en la Biblia y, señalándome, se quedaba muerto mientras el ambiente se
llenaba de un espeso humo blanco; me impresionó terriblemente el verle quedarse
sin aliento y no hacer ningún aspaviento, únicamente un raro hipeo, contrario a
mí, que empecé a hiperventilar mientras el pecho empezaba a dolerme debido a
una violenta taquicardia, por no mencionar la úlcera, que literalmente me hizo
doblarme en dos, tanto en el sueño como en la vida real, a donde volví sudando
frío. Afortunadamente, Alma no se despertó.
Salí de la cama agitado y con la terrible molestia.
Necesitaba algo caliente en el estómago, y con la confianza recién adquirida
que tenía en los nuevos amigos, fui hasta su cocina y encendí la estufa,
calentando agua con el pretexto de tomarme un café. Saqué de mi bolsillo una
bultiliosina para quitarme el dolor, y una ranitidina que controlara mis
ácidos, y la molestia física poco a poco empezó a ceder, no así la mental;
"quisiera decirte por mí mismo quién me mató" dijo Arnoldo.
Entonces, sí fue un asesinato. Agité la cabeza mientras me sentaba en el
desayunador tratando de convencerme de que era únicamente un pinche sueño loco
producto del caso que estaba investigando. Solo un jodido sueño, extremadamente
vívido, pero en resumidas cuentas, sólo eso. Cualquier parecido con la vida
real, es pura coincidencia. Já. Se me unió poco después Ritssi, también un
tanto descompuesto:
-"Gordolobo, acabo de soñar con Arnoldo, y tú estabas
ahí"...
No pude hacer menos que sorprenderme. Ritssi comenzó a
narrarme lo que había soñado, y lo bueno fue que ya estaba sentado, si no,
habría azotado en el piso de puro lomo, ¡plop! con las patitas al aire como en
las tiras cómicas de Condorito. Prácticamente me narró lo mismo que viviese
oníricamente hace unos instantes.
-"Qué raro. Yo también soñé con el 'camarada mono'.
Ritssi, debo ver la escena del crimen. Y debo tener copias de las fotos tomadas
cuando hallaron el cuerpo del camarada".- No le dije nada del sitio que me
señaló el camarada mono, y aparentemente, Ritssi no había soñado con ese
detalle. No lo mencionó. De por sí, la situación ya era demasiado extraña.
-"Ahora te las doy, las tengo en la compu. Oye, ¿qué te
dijo?"
- "¿Quién?"
-"No te hagas güey, sabes bien a quien me
refiero."- No le respondí. El asunto se estaba poniendo muy...
surrealista, por decirlo de algún modo. Ritssi me dijo, mientras me prestaba su
portátil, que debíamos desayunar.
-"Las penas con pan son menos. ¿Que te chutas
güey?".- Tuve que reconocer que tenía razón: el estómago lo sentía como
con una bola de aire adentro.
-"Si vas a hacer algo, ¿podría ser una torta de
sándwich de quesadilla con harto aguacate?"
-"¿Y éso? ¿Que mamada es ésa, güey? Te matarás si
tragas éso con ésa úlcera que tienes."
-"Nada. Es una vieja costumbre familiar, algo como una
técnica de mnemotecnia. Siempre que enfrento algo que me cuesta trabajo comprender,
como eso; el abrir las capas hacia el queso relaja mi cabeza y razono
mejor."
Mientras Ritssi se fregaba en la cocina, chequé las fotos en
su portátil mientras hacia una copia en mi USB. En efecto, el “camarada mono”
se hallaba con una expresión beatífica, contrastando con el desmadre que le
hicieron en su departamento. Perturbadoramente, el índice derecho lo tenía
apuntando hacia una silla: la misma que ocupé en el sueño. Tenía que ir a
comprobar lo que en la visita onírica Arnoldo Charles trató de decirme, un poco
como corazonada, aún negándome a aceptar que, dormido, sostuvimos Ritssi y yo
una conversación con un difunto y que este nos ponía sobre una pista, una que
ni Ritssi ni sus técnicos del SEMEFO habían detectado. Realmente me jalaría los
pelos de la cabeza si era verdad que hablé con un muerto; la prueba física
sería el hallar algo, aunque también sería la comprobación tácita de que, al
camarada, lo habían asesinado. "...Quisiera decirte por mí mismo quién
me mató".
Desayunamos comentando en voz baja las fotos y mi andanza
buscando el local del Dr. Quiún. Y no nos dimos cuenta, concentrados en el
resplandor azulado de la pantalla y en atacar los platillos que Igor había
preparado, que Alma se hallaba recargada en el marco de la cocina observando
todo lo que hacíamos. Los dos brincamos, sorprendidos, y no pude evitar sentir
un escalofrío al ver la helada mirada de ella. Un témpano del antártico
seguramente sería un sitio cálido en comparación con ella en ésos momentos. No
pude hacer otra cosa que apurarme y una vez que terminamos, salí junto a Ritssi
que se me pegó hacia la casa del "camarada mono" deseando de todo
corazón no hallar nada, y que el asunto del sueño fuese únicamente éso: un mero
devaneo onírico. Era algo muy extraño, casi… metafísico. Ritssi se me
pegó porque él también había soñado con Arnoldo. También sentía ésa rara
urgencia de revisar otra vez la escena del crimen. Decidí ignorar el asunto del
paseo onírico de momento, y concentrarme en encontrar algo que estuviese fuera
de lugar. Usar la lógica y no ésas mamadas metafísicas.
Pero fue Ritssi quien rompió el silencio mientras manejaba
hacia el departamento del "camarada mono". Aparentemente Alma, pese a
estar de luto...
-"No mames, lo que hicimos anoche con ella y lo que ella
nos hizo a nosotros, no lo hace alguien que guarde luto, no manches tu triste
vida, pinche Ritssi."
-"Apenas es tu segunda vez, 'Gordolobo', todavía no has
visto nada güey; ella realmente se ha contenido, y mucho. Ojalá pronto la veas
cuando se deschonga, porque es el paraíso güey; cuando comprendí, güey, que no
podía apagar yo solo ése volcán, dejé de sentir celos. Quizá entiendas entonces
por qué la dejo hacer lo que ella quiera güey. Yo solito, no puedo. Aunque me
duela reconocerlo, no puedo..."
Y, pese al luto por el camarada, pese a estar en desacuerdo
con el injusto encarcelamiento de su también amante Aguirre, estaba también en
desacuerdo en mover las aguas; Ritssi me dijo que ella le tenía mucho miedo a
"la Diabla" -"¿...y quien no? Ése cabrón es capaz de torturar
y violar y mutilar a su madrecita si con ello gana algo, ¿por qué crees que le
encajaron ése apodo?"-; Ritssi no respondió a mi ocioso comentario,
sabía muy bien cómo era el susodicho Comisionado de Paz Pública después de
trabajar junto a él después de tantos años. Miré al disimulo a Ritssi, y su
mirada se hallaba concentrada, como buscando algo más; quizás tantos años
trabajando al lado de Arnoldo "Monita" Charles terminaron por pegarle
algo de él. En este asunto Ritssi realmente quería llegar al fondo de las
cosas. Y más después del raro sueño compartido que acabábamos de tener, con las
diferencias de que, mientras a mí el "camarada mono" me señaló un
sitio específico, a Ritssi le mostró un pañuelo blanco, uno perteneciente a
"la bruja".
Llegamos cuando acababan de sonar las seis de la mañana. Si esto
fuese una chafa serie gringa de detectives chúperpoderosos, habría un tecolote
cuidando la puerta y una tira amarilla rezando "escena del crimen no
pasar", y seguramente algo o alguien nos empujaría de forma precipitada
hacia afuera del departamento del "camarada mono" porque explotaría,
¡ja!, pero únicamente un par de vecinos que salían corriendo hacia su chamba
nos salieron al paso. "Buenos días", "Buenos días".
Ojalá y éste sea un buen día; no es nada agradable abrir el candado que puso la
procuraduría y entrar a buscar algo que vi en un jodido sueño. Es de la vil
chingada saber que detrás de ésa puerta, ya no estará tu sonriente y jocoso
amigo, únicamente su silueta. En fin...
Todo se hallaba del mismo modo en que aparecía en las fotos.
La silueta dibujada del "camarada mono", y su dedo. Sin embargo,
Ritssi y yo notamos algo que por alguna extraña razón, ni él ni los técnicos
del SEMEFO notaron cuando levantaron el cadáver de mi amigo; quizá porque no
pensaron que fuese algo importante: casi desecho, había un rastro de ceniza
blanquizca, e iba hacia donde estaba la silueta del "camarada mono".
Y, perturbadoramente, había un pañuelo blanco donde terminaba el rastro, justo
a un lado de la silueta marcada con masking tape. Ritssi rápidamente se puso
los guantes y con una brocha y una espátula, semejante a las que usaba Arnoldo,
recogió un par de muestras. Y, como si se resistiera a aceptar el hecho de
haber hablado con Arnoldo Charles ya fallecido, levantó el pañuelo al último, y
lo hizo, más que con cuidado, con recelo. Dije:
-"¿Alguna idea sobre a quien pueda pertenecer? Y estaba
sopesando la probabilidad de que a Arnoldo lo hayan matado con algún tipo de
gas, por el estado en que hallaste su laringe y sus pulmones; ése raro polvo,
¿no podría ser el residuo de ello?"
Ritssi gruñó sordamente, clavando sus ojos grises, que en
ese momento se veían fríos, duros, sobre el pedazo de tela que ahora se hallaba
dentro de una bolsa de evidencia:
-"No sé si haya pertenecido a alguien aparte de
Arnoldo; no sé si siquiera signifique algo. Y ése polvo, pues aún debo
analizarlo, güey".
Instintivamente me llevé la mano hacia la bolsa de la
gabardina, y con el tacto, acaricié el blanco pañuelo que Alma acababa de darme
después de limpiarse el sudor y sus propios placenteros fluidos después de
nuestra fiesta. "Un recuerdo de ésta nuestra noche especial, querido"
dijo con un mohín entre cachondo y coqueto.
Sin embargo, había adentro de ésa pieza un misterio que me
intrigaba más de momento que los misterios contenidos en el voluptuoso cuerpo
de la cachonda esposa de Ritssi. No pude contenerme más, aún sabiendo que esto
era una locura. Apenas pude ponerme los guantes de látex que Ritssi me arrojó y
casi corrí hacia donde el difunto Arnoldo Charles me dijo que buscase; analicé
toda la pared y el librero gigante que se hallaba en ella sin notar nada raro,
y siguiendo más una corazonada que un pensamiento deductivo, detrás de ése
pesado librero que ocupaba casi toda la pared -tuve que pedirle ayuda a
Ritssi para moverlo-, hallé una duela mal colocada. Y adentro de ella, una
pequeña y muy vieja caja metálica con una cerradura de seguridad. Más
perturbador: una carta dirigida a nosotros pegada de forma apurada con un cacho
de masking tape escrita con la misma tinta azul con la que escribió el camarada
los números en el folleto hallado en su garganta.
"Amigos 'Gordolobo' y 'Caballita':"
"Qué güeyes. Seguramente movieron todo el librero
cuando lo único que tenían que hacer, era hincarse y buscar la duela suelta. En
fin, que los imagino, y obligadamente tengo que sonreír. Si tuviera tiempo, si
ellos, la extraña sociedad no estuviera ya sobre mí, francamente soltaría la
carcajada. ¿Por qué no huyo? Porque no hay sitio seguro, amigos. El único
santuario que podría protegerme, es la amistad, y les juro que desearía no
involucrarlos en este asunto, pero ya ni modo. Y es obligación de parte mía el
ofrecerles una disculpa por ello; es que tengo muy en claro que si llegase a morir
de cualquier forma absurda y/o violenta, ustedes buscarían por sí mismos
evidencia sobre mi deceso. Mi don de gentes nunca me ha fallado, y ése don me
dice que ustedes son del tipo de personas que no toleran las injusticias."
"Lo tengo muy en claro, y por ello es que agradezco
profundamente cualquier cosa que hagan por mí, ya que honran nuestra amistad.
Realmente quisiera que esta carta póstuma no llegase nunca a sus manos, pero no
creo sobrevivir a esta noche. Ya qué. Por favor, ya que están involucrados, no
desistan. El camino será largo y doloroso, especialmente para ti, Igor. Anden
juntos, anden armados, no confíen en nadie, mucho menos en 'La Diabla', ya que
aún no tengo claro el bando en el que está. Intenté pararles las patas, pero
ellos se dieron cuenta de mi investigación y fueron más rápidos que yo. Sé que
llegarán hasta el fin, y sé, amigos, que evitarán que ellos sigan asesinando
gente. No puedo decirles más aquí, previendo que ellos o sus enviados
logren alcanzar ésta caja, pero no la abrirán. Este cofrecillo está hecho de
acero toledano y templado en agua bendita, así que sus achichincles no podrán
ni tocarlo; es un regalo de mi viejo amigo el erudito en ciencias ocultas el
Dr. Yazz-Ot-Tsé. Sigan adelante, descubran ante todos a la bruja y a su
organización, que todo el mundo lo sepa, porque la única forma de pararles las
patas y descabezarlos por mucho tiempo, es acabar con ella y no dejarle sitio a
donde pueda escapar, como lo ha estado haciendo hasta hoy."
"Adiós, y si existe el otro mundo (después de todo
ésto estoy empezando a creer que sí), nos veremos por allá dentro de -espero-
muchos y largos años. Un fuerte abrazo para los dos."
"Afectuosamente:"
"Arnoldo Charles."
Levanté el cofrecillo poniéndolo a la altura de los ojos.
Pesaba como dos kilos, quizá dos y medio, y, en efecto, pese a ser el cofre una
antigüedad -quizá, a ojo de buen cubero, diría que fue hecho por 1450-
era lo bastante sólido como para aguantar marrazos o incluso una esmeriladora,
y la cerradura era compleja, muy lejos del alcance de un cerrajero común.
Recordé entonces lo que estaba escrito en uno de los papeles hallados en el
garguero del "camarada mono", "40 33 77 adodocemolina".
"Ahí ha de estar la llave de este neceser", dije en voz alta,
y volviéndome hacia Ritssi, le dije:
-"¿sigues creyendo que '40 33 77 adodocemolina' sea la
clave de una cerradura?"
-"Ahora más que nunca güey."
-"¿Alguna idea sobre qué signifique
'adodocemolina'?"
Ritssi se quedó pensativo un rato.
-"¿No podría referirse a 'ADO', como la línea camionera
que sale de la terminal TAPO, la que está en San Lázaro? Mucha gente le llama a
la terminal ADO, como en la canción del Tri."
-"¡Pinche Ritssi, eres un chingón! Me cae que es una
suerte ser tu amigo. Creo recordar que uno de los túneles de acceso a la TAPO
da a la calle Eduardo Molina, y no creo que sea una coincidencia; pienso que
debemos ir cuanto antes."
Me guardé, y muy oportunamente el cofrecillo en una de mis
bolsas, y no acabábamos de volver a colocar el librero, cuando entraron dos
"madrinas" de "La Diabla" al departamento del camarada.
Mirándonos de forma hostil y desconfiada, tomaron posiciones mientras mostraban
de forma agresiva sus armas. Conociéndolos tan bien como los conozco, de
inmediato me zafé de su torpe rodeo, y de inmediato también hice a un lado la
gabardina mostrando mi arma; el puto de Trejo y su vieja, el aún más puto
Quintana, generalmente son muy machos con gente indefensa, pero son como los
perros: les enseñas el garrote y te ladrarán de lejos, pero sin atreverse a
morder, por lo menos hasta que llegue quien lleva su correa. Quizá estas
"madrinas" sepan algo. Quizá deba poner a "La Diabla" como
sospechoso. De por sí, ya es bastante extraño que un caso de aparente robo y
asesinato, haya sido atraído por la oficina de Paz Pública del CISEN. La
tensión subió, hasta que Ritssi les mostró la credencial del SEMEFO y calmó de
momento los ánimos.
-"¡Tranquilos! Estamos en un asunto oficial. ¿Qué hacen
acá?"
Los pseudo agentes, ahora dizque cordiales, balbucearon un
"el jefe ordenó que los buscáramos. Nos mandó a decirles a ti, y a éste
reporterillo, que los muertos ya están muertos, y que no es buena idea
despertarlos..."
Estallé: "¿Tu jefe 'La Diabla' nos ha estado
siguiendo? Despepita todo, cabrón, ¿cómo supo que vendríamos aquí?"
El "madrina" Trejo enfundó su arma, y sonriéndome sardónicamente,
me dijo con su voz gangosa de cocainómano:
-"El jefe sabe muchas cosas. Recuerda, reporterito, que
sabe más el diablo por viejo, que por diablo. Y usté, compa forense, usté sabe
bien que el diablo cuida de los suyos, y que odia a los que agitan las aguas, y
más en año electoral..."
Realmente tenía ganas de clavarle dos chingadazos a esta
pinche "madrina" engreída.
-"¿Nos estás amenazando, imbécil? Ve y dile a tu chile
"La Diabla" que vaya a espantar a sus pendejos, porque a mí, ustedes
no me sirven ni para el arranque."
-"Chit chit chit reporterito, cuida tu hociquito. Sólo
digo que se anden con cuidado si quieren seguirse ensartando a la vieja de éste
cabrón cachudo. Yo, solo digo lo que el jefe me dijo que les dijera. A'i
ustedes saben si hacen caso o no. Y usté, compa forense, ¿no cree que es
obligación suya informarle al jefe sobre cualquier cosa que descubra? ¿Halló
algo que debamos informar?"
Ritssi, secamente ante mi ira -detesto a estos policías
de a mentiritas; ni siquiera son agentes de verdad, y se sienten la divina
garza envuelta en huevo-, dijo que no habíamos hallado nada. El matón
metido a policía despejó la entrada, y burlonamente, nos dejó pasar.
-"No te calientes, granizo, porque te deshaces. ¿Ven
que fácil jué? Y aluego se preguntan que por qué aparecen fríos. Si no jueran
tan pinches necias, no habría tanto reportero muerto por el narco".
Salimos, no sin pintarle a Trejo unas buenas
"cremas" en su mera jeta, hijo de su chingada. Iba yo rechinando las
muelas, odiando a ésos cobardes asesinos buenos para nada, y odiándome a mí
mismo por perder la cabeza tan rápido, y de paso odiándome también por tener
que dejar que ésos perdularios se quedaran en el departamento de mi finado
amigo. Llevaban tiempo siguiéndonos, y lo sé por los torpes comentarios del aún
más torpe Trejo, pero, ¿con qué objeto? ¿Tanto miedo le tiene "La
Diabla" a la prensa? ¿Él, que como gato siempre cae de pie, sin importar
la magnitud del escándalo, cobijado por la maraña de complicidades que tienen
él y los grupos en el poder? Entran y salen presidentes y procuradores, se
coronan o se derrumban jefes de la policía y el, sigue firme en su puesto. No
sería la primera vez que mete a un inocente a la cárcel para tapar el pecadillo
de algún influyente. No, aquí hay algo más gordo, la presencia de los
"hermanitos torpedo", Trejo y Quintana, me lo dice. No mandó ni a
Solórzano ni a Sánchez, sus agentes de confianza, sino a las
"madrinas" de éstos, o sea, que el asunto es extraoficial. Ritssi
hizo el favor de conducir por mi, por lo menos hasta una farmacia donde me bajé
a comprar un litro de leche de magnesia, y cuando salí del local, no me sorprendió
en nada el ver el coche de las "madrinas" siguiéndonos
descaradamente. Ni siquiera éso saben hacer ése par de pendejos, no sé cómo
"La Diabla" les paga. Llegué hasta mi coche, y pidiéndole a Igor que
me dejase conducir, los perdí en un dos por tres. Me metí por la colonia
Anzures y aprovechando un hueco entre dos camiones, me escondí y ahí los vi
pasar hechos la mocha buscándonos. Hasta a Ritssi le ganó la risa al ver lo
pendejos que son.
CONTINUARÁ…
¿Y cómo
ven? ¿Vale la pena seguir leyendo? Discúlpenme por ser esta una entrega tan
letrosa, yo quisiera poner esto en PDF completito para que ustedes pudiesen
descargarlo y leerlo en sus dispositivos móviles, pero Blogger no permite, por
alguna extraña razón, el subir archivos PDF, y hasta que no halle una solución
a esto, tendremos que conformarnos con esto. Sorry de verdad.
Y
bueno, creo que es todo por hoy. ¡Nos vemos la entrega que viene! ¡Fuerza
Venezuela, que ningún país, incluyendo al mío, debe intervenir en tus asuntos internos!
¡A ésos asesinos caprilistas vendepatrias y a sus patrones los “Trust”s
petroleros norteamericanos, debemos recordarles lo que dijo El Benemérito de
las Américas, Don Benito Juárez: “ENTRE LOS INDIVIDUOS, COMO ENTRE LAS
NACIONES, EL RESPETO AL DERECHO AJENO ES LA PAZ”! ¡Fuera
intervencionismo de Venezuela! ¡Fuera la injerencia asesina que empuja a una
nación soberana a la guerra civil fratricida por quedarse con el petróleo!
¡Sayonara! ¡HISTORIETA O MUERTE! ¡VENCEREMOS!
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