La
tierra se movió de nuevo. En el mismo día como si estuviese marcado por alguna
extraña profecía: Tlazoltéotl, la Diosa que Come Suciedad, se desperezó y nos
hizo saber que, sobre la piel de esta tierra vasta y grande, somos meros
ácaros. Como dije en la entrada anterior, a veces el país parece que se
derrumba, se colapsa, pero al igual que con la caja de Pandora, hasta abajo, en
este fondo de dolores, se halla la Esperanza. Los jóvenes salieron, las
ciudades brillaron con la solidaridad del abrazo de las Naciones amigas de este
pueblo sufrido, con el apoyo desinteresado a las comunidades afectadas por la
tierra, el terremoto.
En uno
de los capítulos de “Evangelion” de Estudio Gainax, van conversando dos
personajes, Gendo Hikari y su lugarteniente, Fuyutsuki, sobre el hecho de que
cuando Dios expulsa al Hombre del Paraíso, éste crea las Ciudades. La Ciudad
es, en más de un aspecto, el Paraíso Artificial, hecho por el Hombre a su
imagen y semejanza. Pero cuando la Casa, la Ciudad, que representan en última
instancia la seguridad de poder dormir sin que te atrape un depredador, se
vuelve en contra tuya y te trata de destruir, el animal en nosotros grita, se
espanta, no entiende qué es lo que ocurre. Tal es el miedo que genera un sismo:
despierta a ése pequeño animal que somos, con todos nuestros instintos
erizados, y hasta antes dormidos por el confort y la seguridad que te da ése
paraíso falso. Por eso lastima tanto, por eso da tanto miedo, cuando la Tierra,
tu único apoyo en esta existencia que puedes sentir con tus pies, se mueve.
Todo en lo que uno cree, se tambalea también, porque sólo Dios puede consolar
en un momento así. La Ciencia, queridos camaradas y camarodos, no puede, porque
no tiene ni siquiera una certeza del porqué la Tierra se mueve. Todo es teoría
y especulación, y ésta corre, espantada cuando la pared de tu casa -tu
castillo- se agita bruscamente, buscando sacudirse de ti. Un recuerdo a las
víctimas de éste monstruoso sismo, no sólo para la Ciudad de México, también
para Oaxaca, Morelos, Chiapas, Veracruz, y también para nuestros hermanos en
las Antillas, porque también el Viento y el Mar se agitaron con violencia, Huracán,
El Corazón del Cielo, destruyendo, queriendo comernos. Un abrazo solidario.
¿Por
dónde seguimos? Tengo un par de dibujos que me gustaría presentarles, un poco
también por esta circunstancia:
Éste se
titula “Blanquita, Perita y Tair”. Es una especie de recuerdo a la gente muerta
–como haya sido- y la bendición de que uno pueda seguir aquí. Por una razón muy
sencilla: uno pudo ser el que ya no estuviese aquí, y ellos, ellas, sí. En mi
caso, estas dos niñas fueron atropelladas por un inconsciente y ebrio conductor
a la tierna edad en que están en este retrato. El otro, soy yo. Los balazos son
una mera alegoría sobre que el Mundo, no es otra cosa sino un paredón de
fusilamiento, y uno nunca sabe cuándo y cómo va a llegar la sentencia. Está
dibujado sobre papel Fabriano de 21 x 29.5 cm. con lápices de color y grafitos.
El otro
dibujo se los pondré al final ya que lo que sigue trata del final de mi
cuentote, novela corta, casi final del tomo “Los Jóvenes Soñadores”, y va así:
“Torta de Sándwich de Quesadilla con Harto
Aguacate” Parte 3 (Final).
Son las
tres cuarenta y cinco de la madrugada cuando salgo del Vip's. La cocinera fue
muy amable al prepararme un par de tortas de sándwich de quesadilla con harto
aguacate, como me gusta; me hago amigo de los empleados, y puedo relajarme,
preparándome para la batalla. Cómo estaré de tenso, que no me ha molestado el
efecto secundario de tanta leche de magnesia: la diarrea.
Terminé
lo que tenía que hacer, tomándome un instante para planear mi entrada, y dejé -como
un último acto de bonhomía- una buena propina por un buen servicio,
despidiéndose los empleados de mí con grandes sonrisas y pidiéndome regresar.
Si salgo con vida de ésta, prometo que lo haré. También en la farmacia del
establecimiento me armé con antiácidos y, como está relativamente cerca la
calle de Iztacíhuatl, decido llegar a pié. Intentaré colarme desde la calle de
atrás, brincando las azoteas para sorprender a la bruja. Pareciera que traigo
un ángel guardián -uno bueno-, porque no tengo ningún
contratiempo, salvo al principio, ya que, al igual que la vez anterior que
quise encontrar la "Casa de la Hermosa Luz", algo ocurrió que me
hacía dar vueltas en círculo, teniendo que recurrir al viejo. Ahora bastó con concentrarme
no en la Casa, sino en el edificio que se halla detrás. Todo se va resolviendo
bien, ya que la calle se halla vacía, y el zaguán del edificio que está justo
atrás de la "Casa de la Hermosa Luz" -según Google Maps-, está
también abierto y vacío. Subo sigilosamente hasta la azotea, con solo dos gatos
que andan de enamorados como testigos y ahí veo ya los dos altos chacuacos
arrojando su humo blanco. Aún así, son como dos metros y medio los que he de
escalar; suspiro, y revoloteando el garfio, logro afianzarlo al segundo
intento.
Alcanzo
la azotea de la Casa de la Hermosa Luz, y debo tomarme un momento para
reponerme, ya que me ha costado más de lo que pensé el subir hasta aquí -¡pinche
gordo que estoy! ¡He de ponerme a dieta, con una chingada...! Sin embargo, y
contra todo lo que digan de mi, he de sentirme orgulloso de mi propia fuerza:
¡he alzado el equivalente a dos costales de cemento de un tirón!-.
Recuperado el aliento, me saco la gabardina, envolviendo con ella al garfio y
la computadora de Ritssi y los dejo aquí, escondidos tras los tinacos. Son peso
muerto, y debo moverme con fluidez a partir de este momento; me coloco la
mascarilla, me pongo el legendario machete de mi agüelo con la funda en el
cinturón, junto a la funda de la pistola con sus cinco cargadores y
sigilosamente camino hasta la entrada, no sin antes asegurarme de que no haya
nada ni nadie custodiando la puerta. Nada. Pero no me confiaré; por mi
seguridad, debo pensar que si esta puerta de hierro sólo está cerrada con una
cadena y un candado barato que abro fácilmente con las ganzúas, es porque me
esperan.
Sin
embargo, no hay nadie, ¿tan confiados están en su red de complicidades que no
dejan ni un guardia? Bajo, y veo los pabellones que supuestamente sirven como
asilo, y no puedo evitar indignarme ante lo que veo: los ancianos se hallan
encadenados a sus camas, con mascarillas y bajo un sueño muy pesado,
seguramente inducido por fármacos. Malditas bestias. Se arrepentirán de lo que
le han hecho a estos viejitos. De momento, será mejor dejarlos así, pero tomo
la precaución, al igual que Arnoldo Charles, de tomar varias fotos para
denunciar esta felonía. En la puerta se halla uno de los supuestos
"trabajadores sociales", dormitando en una silla. Está armado con una
pesada cachiporra forrada de caucho para no dejar marcas y un arma. ¿Dónde se
ha visto que un enfermero o un trabajador social ande armado, y que a los
residentes de una institución de "beneficencia" se les encadene y se
les obligue a dormir con drogas? Este pinche matón ahorita me va a despepitar
todo, lo quiera o no el cabrón. Rápidamente llego hasta él mientras le pateo la
silla, y al caer al suelo el mastodonte, inmediatamente lo desarmo, le arrebato
su macana y con ella lo inmovilizo, poniéndosela en el cuello y haciendo
presión en forma de palanca. "Ahora si, cabrón. Si no quieres que te
lleve Patas de Cabra, dime donde hallo a Meriba". El guardia,
respirando con dificultad, me dice que no conoce a ésa "Meriba", pero
que escaleras abajo, en un anexo junto a calderas, se hallan todos, incluso el
doctor Quiún. "Cuántos guardias hay en el edificio" le
pregunto, a lo que me responde que diez cuando mucho, ya que casi todos
salieron con las camionetas a buscar a dos ratas. Ratas. ¡Já! Meriba es una
chingada dálmata; apenas ayer nos decía piropos sucios a Igor y a mí, y ahora
somos "ratas". Únicamente hago presión con la macana y el guardia,
tras una breve lucha, se desmaya. Debiera matarlo al ojete, pero no caeré al
mismo nivel de estos secuestradores, traficantes de personas... ¡Cuántos
hogares no se han vestido de tristeza, cuántas madres, padres, han llorado
lágrimas amargas al no saber dónde se hallan, y cómo se hallan sus seres
queridos! Cerca de veinte mil niños se "pierden" al año en el país,
sin contar hombres y mujeres y mucho menos inmigrantes centroamericanos... ¡Y
estos hijos de la chingada son los responsables junto a autoridades corruptas
como "La Diabla" de este horror! Me enciendo en cólera. ¡Cómo de que
no! Aprieto más, y el cuello se rompe. La única piedad que tendré con estas
mierdas, es matarlos rápido, y eso, para que no me estorben. Compruebo el arma
del guardia: una beretta con silenciador. Bien, es compatible con la mía, tengo
veinte balas más y el silenciador será muy útil.
Sin
embargo, hay algo, quizá mi conciencia, que me hace sentirme intranquilo,
incómodo, no lo sé a ciencia cierta; el caso es que un sentimiento extraño me
hace regresar y romper con las pinzas las cadenas que atan a los ancianos a sus
camas. Me tomo un momento también para leer las etiquetas de los
"sueros" que les inyectan, y confirmo que mi sospecha es correcta:
puros barbitúricos, que en dosis leves los mantienen adormilados y también,
manejables. El gas que les hacen inhalar, es óxido nitroso, y seguramente es
para el mismo propósito. Les saco las hipodérmicas así como también les quito
las mascarillas, y bajo al otro piso. Ellos solitos despertarán en una hora
cuando más.
Saliendo
de las escaleras, y sin dudarlo ya, elimino a otros cuatro matones de
"Quimera". Ésta vendría siendo la tercera planta, y según el
"camarada mono", todo el piso funciona como hospital, e, igual al
asilo, los pobres ancianos se hallan encadenados y drogados. Tomo fotos
mientras los libero, y éstas, junto a las que tomó Arnoldo Charles, serán el
testimonio de esta infamia. Aquí hay suficiente material para un libro; quizá
lo escriba después, cuando todo este horror termine. Hay una sala y, por lo que
veo, es la sala de tortura del doctor Quiún que fotografió Arnoldo: los
viejitos están abiertos en canal, cercenados de algunos miembros y/u órganos;
como en un rastro hay ganchos de acero colgando de rieles y grandes cuchillos
de carnicero "adornan" una pared. Echo un vistazo, y adentro de un
par de congeladores se hallan órganos vitales. Las pobres víctimas balbucean de
dolor pese a las potentes drogas llenando el ambiente de una lúgubre melodía...
No lo resisto. Tomo fotos, y debo, por humanidad, quitarlos de sufrir; no
conozco ningún caso de alguien que haya sobrevivido sin hígado, riñones y un
pulmón. Sin ojos. Conectados a una extraña máquina que los drena lentamente de
su sangre que va a parar a bolsas de transfusión. Cierro con lágrimas el
oxígeno y abro a todo el óxido nitroso, y compruebo que su agonía es breve.
Descansen en paz, que todo este dolor no será en vano. Salgo de este infierno,
y como Dante, bajo a otro círculo. Esta segunda planta son oficinas y
consultorios, donde cínicamente hay retratos y cuadros de ancianos sonrientes y
los eslóganes de la Fundación: "el ocaso puede ser un nuevo amanecer",
"dar todo el amor cuando aún no es tarde", "su amada
rúbrica será el cariño en el libro que pronto ha de cerrarse", "La
flor obsequiada es más bella en la mano que todavía la puede recibir"...
Todo ése cinismo me enferma.
Abajo
seguramente se halla el vestíbulo, el comedor y los baños. Sin embargo, he
notado algo desde que entré a este edificio: es muy frío. Hay un olor
desagradable que no podría precisar de qué es, impregnándolo todo, y, aunque he
sido muy cuidadoso sobre cámaras y otros dispositivos de vigilancia -de
hecho no hay ninguno, sólo los matones de "Quimera"-, siento que
me están observando en todo momento; he visto con el rabo del ojo sombras
negras, que desaparecen apenas uno voltea, y alimañas: en el piso que funciona
como hospital vi arañas y ciempiés, además de ratas. En apariencia, el sitio es
limpio y funcional, pero definitivamente es un nido de inmundicias, y se van
haciendo más evidentes conforme voy bajando.
Elimino
otros dos guardianes de "Quimera", y llego a la planta principal.
Ahora toma forma el relato del viejo, y ahí veo el comedor; junto se halla la
cocina industrial y la bodega, y ése corredor me late que es el que conduce a
los baños. Si lo sigo, he de dar con el lugar donde realizan los sacrificios, y
con El Tabernáculo de Quiún. Llego al baño, grande, muy espacioso, y extrañado,
al igual que el viejo que me narró su breve estancia aquí, noto muchas arañas,
que caminan haciendo patrones... espera, son... ¡son letras! ¿Que dicen? E... S... T... A... S... M... U... "Estás
muerto"... Súbitamente estallan estridentes carcajadas, y, como
flamas obscuras, muchas sombras se alzan y bailan; son sombras muy negras, más
negras que mi propia sombra, y creo enloquecer, porque tienen ojos que son como
carbones encendidos, torcidos, malignos, y garras que aunque no me tocan, aún
así buscan romper mi cuerpo, y yo disparo una, dos, tres veces sin resultado...
"¡Jesucristo, ayúdame!" casi grito con una suplica que
viene del fondo de mi aterrado corazón, y, como si alguien encendiese un
interruptor de luz, todo vuelve a la normalidad. O casi todo: el asqueroso olor
como a yuquía se ha hecho más intenso, pese a que traigo puesta la mascarilla.
Me
hallo muy tenso. Sudo mucho y casi me orino del pánico de hace unos momentos.
Por lo mismo, apunto con el arma a todos lados, y en el momento en que se me
abalanzan dos siluetas blancas, no dudo y disparo creyendo que se trata de más
"ángeles de Quiún", pero no se trata de ellos. Frente a la segunda
puerta, caen mortalmente heridos los dos últimos guardias de
"Quimera", que venían con las armas en la mano, alertados por los
azulejos quebrados por mis balazos. Traigo colocado también el silenciador, así
que no escucharon los disparos, y no esperaban encontrarme aquí, si no,
hubiesen entrado echando plomo. Cojo con toda la rapidez que puedo las balas
que traen estos hijos de la chingada, no debo dejar resollando a ninguno de
ellos. Trato de reponerme. Hasta mis oídos llega una lúgubre salmodia. Ahí he
de dirigirme, ahí se halla seguramente reunido el "Tabernáculo de
Quiún", y su lideresa: Alma Meriba.
Atravieso
la sala de calderas, y es muy obscura; ahí veo un horno crematorio, y mesas
donde hay enormes bolsas negras con... cadáveres. Debí suponerlo. El humo
blanco que sale de las chimeneas proviene de este lugar. ¿Que es eso que veo
allá? Es otro horno, pero parece para pan. Y esta mesa con extrañas
inscripciones... ¿que estaban haciendo? Es una figura humana; hay herramientas
de escultor aquí, unas cubetas con polvo blanco, y en esta otra una masa
marrón... ¡hiede! ¡No quiero ni imaginarme de qué estará hecha! La figura está
moldeada con la misma masilla asquerosa pero esas marcas están hechas con el
dedo: son cinco marcas de uñas en lo que vendría siendo la mejilla en esta
cosa. No sé de momento para qué estén haciendo este monigote, así que me
conformaré de momento con únicamente tomarle fotos. Madre mía, en estas cubetas
hay huesos humanos y en esta otra bolsas de sangre, en esta otra, ojos, y
aquí... Corazones. Corazones humanos. ¿Para qué necesitarán esto? Seguramente
para nada bueno. Basta, no tengo tiempo para estas cosas ahora. Debo salir ya
de aquí, e ir hacia donde realizan sus pinches sacrificios.
Salgo,
alcanzo otro corredor, y la letanía ahora se escucha más claramente, como si
flotase en esta opresiva penumbra. ¡Maldición! Tengo un temblor que me recorre
todo el cuerpo, y no puedo controlarlo completamente. ¿A quién irán a
sacrificar? Porque seguramente se hallan reunidos para eso. Y no consideran que
lo que se halla en su "piedra de Tizoc" es un ser humano que
ríe, que llora, que tiene una historia personal, compleja, digna de contarse y
ser escuchada, no se trata de una vaca o un becerro... Y aunque fuesen solo
animales, aún así sería horrible; no entiendo cómo un ser que pretende ser un
dios pueda complacerse en la destrucción; es algo absurdo ya que el concepto
divino, en última instancia siempre es un concepto creacionista. Los únicos que
destruyen son los diablos, incapaces de crear cualquier cosa y por ello son
seres malignos; y si alguien los adora con cualquier forma de sacrificio que
implique derramar sangre, es alguien igual de maligno. Sencillamente dejas de
ver a quien camina a tu lado como a una persona, y, ¿no es ésa una de las
motivaciones de los asesinos seriales, el ver a los demás como
"cosas" y no como seres humanos? No lo permitiré. No más.
Domino
con gran esfuerzo el temblor, el dolorcillo que como agujas traigo en el
estómago moliéndome, la opresión que en un momento ha envuelto a mi ánimo y me
dirijo al sitio. No es mi imaginación. Este corredor pareciera que va en curva
y siempre en descenso; conforme voy bajando, pareciera que el ambiente se va
haciendo frío, húmedo y sucio... Vuelvo a percibir las sombras, se acercan; la
voz de ellas resuena en mi cabeza, burlándose de mí, hablando en una lengua
rasposa y ofensiva, pero ahora creo. Creo que, si este maldito horror existe,
forzosamente también existe su contrario. Sí. Creo en Dios, creo en su
misericordia, y en su Hijo Jesucristo. He visto ése otro mundo, y he llegado a
la misma conclusión a la que llegó Arnoldo "Monita" Charles. Ahora
entiendo completamente porqué, a la hora en que el "ángel" maldito,
torcido de Quiún lo atacó, estaba leyendo el Salmo Noventa y Uno. Aunque muera,
me acojo a Dios, y yo también digo como un mantra, un escudo que me protege:
"Esperanza mía, y Castillo mío, Mi Dios, en Quién confiaré"
apretando los dientes.
Frente
a mí hay una puerta de dos hojas, pintada con extraños símbolos que vagamente
parecen pictogramas egipcios, custodiada por uno de ésos "ángeles".
Seguramente pasando de aquí ya no se admiten personas "normales",
únicamente miembros escogidos. Apenas se distingue la aberración ésa; parece un
pedazo de manta blanca, un jirón de lino flotando, moviéndose casi
imperceptiblemente de un lado a otro, como si un viento que no se siente lo
gobernase; pero en cuanto me acerco, se alza, feo, amenazante como siempre. Ésa
puerta es el fondo de este pozo de inmundicias, no me cabe ninguna duda de
ello. Transponiéndola, seguramente se halla la bruja y su conciliábulo. Pienso
en arrojar un cóctel hacia el cancerbero, pero me detiene el pensar que también
detrás de ésa puerta, puede haber un ser humano que necesita mi ayuda. El
"ángel" bufa, buscándome, pero no le doy tiempo para hallarme: disparo
dos veces, y, como en las anteriores ocasiones, el horrible ser se retuerce,
chilla deshaciéndose en cenizas blancas; pese al escándalo que hace el
guardián, la salmodia no cesa. Aprieto los dientes, quizás el elemento sorpresa
se ha esfumado. No pierdo tiempo: de una patada abro la puerta que vuelve a
cerrarse tras de mí; la temperatura baja de golpe, y la visibilidad es poca
debido al espeso incienso que impregna todo, y lo reconozco como el asqueroso
olor que he estado percibiendo desde que entré a este edificio, pese a la
mascarilla. Asqueroso, no comprendo cómo hacen para tolerarlo las figuras que
se recortan entre las sombras con sus capuchas picudas como kukuxklanes.
Avanzo,
y el incienso me marea de lo concentrado que está, si no trajera esta mascarilla,
no sé que pasaría, quizá estuviese tirado en el piso con toda mi humanidad a
merced de estas bestias; sin embargo, parece ser que la adrenalina me compensa.
Mis pupilas se abren y me acostumbro a la poca luz, y veo al Dr. Quiún,
levantando algo que parece una serpiente negra y verdosa; los concurrentes
vuelven a cantar en una lengua que no conozco pero el tono es inconfundible: se
trata de una alabanza para el demonio al que adoran, y sobre la piedra de los
sacrificios de donde cuelgan los cadáveres desollados de otros cuatro ancianos,
se halla... Lo conozco, si. Es el viejo que me trajo a este lugar por primera
vez. Lo extraño de todo esto, es que pese al escándalo que hice al matar al
cancerbero y al entrar, aparentemente ninguno de estos ojetes hijos de la
chingada se ha dado cuenta. Bien. Sin embargo, no veo a la principal dálmata
que he venido a buscar. Ahí está su trono hecho como de telarañas, colgando
encima de todo y de todos, como me dijo el señor que están a punto de inmolar,
pero de la dueña, ni su luz. No sé si sea suerte o qué.
Me doy prisa: disparo contra el sujeto que lleva el
cuchillo, derribándolo, y es hasta ése momento, que los sujetos encapuchados
parecen darse cuenta de que se hallan bajo ataque. Llego hasta el viejo, al que
despabilo de dos certeras bofetadas, y hago que se levante de la cama con
circunvoluciones, empapada de sangre en donde se halla, y después de comprobar
rápidamente que esa sangre no es suya, hago que se ponga detrás de mí. Grito:
"¡En donde está Meriba!", y nadie habla, se limitan a
observarme extrañados, casi como si fuese una aparición. Miro con detenimiento
al los miembros del "Tabernáculo de Quiún", y lo que hallo es a un
grupo de viejos que, recuperada ya la noción de la realidad, ahora tiemblan,
luchando por escudarse entre ellos. Reconozco a un par: ahí está el Gobernador
del Banco Nacional, temblando como una gelatina. Y ése otro, es Nalgos Chim,
dueño del corporativo Carko, quizá el grupo empresarial más poderoso de México.
Ahí se halla, tratando de escudarse detrás del Emperador de la Basura -ése
tipejo que abusaba sexualmente de las mujeres que le pedían trabajo-, el
ex-senador Sergio Márquez De Caballos, famoso por su diatriba contra las
organizaciones populares y también por entablar acciones judiciales contra
empresas paraestatales a favor de la clase macroeconómica, sin ningún empacho
pese a haber pertenecido al mismo aparato gubernamental que muerde. Y ése que
chilla como una rata gorda es el dueño de Televisión S.A, responsable de la
enajenación mediática de buena parte de la sociedad... A los otros no los
conozco, pero si están aquí, enfundados en esas túnicas y cantando alabanzas a
su dios maligno... Asquerosos. Le pregunto al viejo si ya se recuperó, y al
responderme afirmativamente, le digo que llame a los bomberos y huya; el viejo
no quiere, está aterrado y con justa razón. Ya qué. Le pido por segunda vez que
le hable a los bomberos y huya, porque de este sitio no van a quedar más que
escombros retorcidos. Sólo debe tomar las llaves de los guardias y salir por la
puerta principal.
El
viejo, visiblemente asustado, acepta y apenas escucho que abre la puerta, le
emboquillo el cañón de la pistola al cófrade que está mas a mi alcance, y le
repito la pregunta al Presidente de Televisión S.A. sobre el paradero de Alma
Meriba, y como se niega a responder, disparo. La incredulidad primero, y
después el terror, llena a los miembros del Tabernáculo, y suplican por su vida
mientras chillan "¡mataste a Limantour!" "¡Mataste a
Limantour!"... ¡Ah chingá..!, ¿acaso se referirán al ministro de
Hacienda de Porfirio Díaz? Nooo... Decido ignorar de momento ése dato absurdo y
tomo a otro de ellos, y haciendo lo mismo, repito mi pregunta: "¿Dónde
está Alma Meriba?" El Presidente de Televisión S.A., tartamudea, comienza
a responder: "...fue a la... iglesia... donde se casó a..."
¡cuando, sorpresivamente, el doctor Quiún le corta la cabeza limpiamente de un
solo tajo! ¡Y enseguida, levanta del cuello con un solo brazo al masivo
Gobernador del Banco Nacional y me lo arroja! Apenas puedo hacerme a un lado, y
apretando los dientes, le disparo todo el cargador, logrando derribarlo de
nueva cuenta; los despojos del Tabernáculo chillan espantados, intentan correr,
pero no hacen más que dar vueltas en círculos. Recargo a toda prisa mi arma y
justo a tiempo, porque espantado, veo al doctor Quiún levantarse de nuevo y,
haciendo un ruido espantoso con la boca, empieza aparentemente a volver el
estómago; mi instinto me grita que corra, que trate de alcanzar como sea la
salida. Muevo las piernas, con todos los vellos del cuerpo erizados como puerco
espín, y me topo con que los miembros del Tabernáculo se pelean entre ellos
para ganar la puerta. Alzo la pistola, pero súbitamente aparecen varios
"ángeles" exterminadores, y caen sobre el grupo... Dios mío... ¡Dios
mío! ¡Los envuelven! ¡No sirven de nada las aterradas súplicas, igual los matan
quemándolos horriblemente, lanzándolos contra mí! ¡Y miro horrorizado cómo el
doctor Quiún vomita "ángeles"! ¡No me da tiempo para apuntar! Pero
aún así disparo, le doy a uno, a otro, a otros dos más y logro acertarle uno de
mis tiros en la cara, cerrándole la boca justo cuando regurgitaba otro
"ángel", el cual estalla incendiándolo, gritando horriblemente...
Dejo de
dudar. Prendo un par de cócteles molotov y los arrojo hacia donde se halla el
Dr. Quiún, y, horrorizado, veo que se alza de nueva cuenta, riéndose de forma
ominosa con la quijada a punto de caer, sostenida únicamente por una tira de
pellejo; el fuego lo envuelve, pero aparentemente no lo lastima, y ahora se
abalanza contra mí, armado con su pavoroso cuchillo ritual. Con fuerzas sacadas
de la desesperación, esquivo su ataque con un "salto de tigre" y gano
distancia, mientras le arrojo otro cóctel molotov y alcanzo la puerta. Salgo, y
corro por el pasillo que ahora pareciera retorcerse; grito, tantito para
aspirar aire, y tantito para soltar un poco de miedo, porque también escucho
carcajadas burlonas, y sombras que se retuercen por todas las paredes que se
arrugan como si estuvieran hechas de papel. Sin embargo, otro sonido llama
poderosamente mi atención: la puerta a mis espaldas se rompe, y sé que un ser
maligno envuelto en llamas como un demonio furioso viene atrás de mí, buscando
asesinarme de una forma fea, lenta y dolorosa; la luz del incendio proyecta
sobre mi sombra otra sombra, agresiva, de un enorme cuchillo, y gracias a ello,
puedo agacharme oportunamente, esquivando el filo pero haciéndome caer. Me
ruedo, esquivando los ataques que el Dr. Quiún descarga buscando lastimarme, mientras
se ríe grotescamente; más que risa, mi aterrado cerebro identifica ése
espeluznante ruido como el jadeo de una hiena muy grande... Toco con la mano la
funda del machete de mi abuelo, y más por reflejo que por conciencia, saco la
hoja legendaria que mató hace tanto tiempo a otro ser sobrenatural; lo levanto
con fuerzas sacadas de la desesperación, y el brazo armado del Dr. Quiún vuela
cercenado limpiamente. ¡Y ahora soy yo quien tira tajos! ¡Y el ser maldito que
resistió un cargador entero y varios bombazos incendiarios, se desbarata como
si estuviese cortando un monigote armado con carrizos secos! El Dr. Quiún ríe
sin mandíbula, con ésa fea risa seca, muerta, hasta que su cabeza cae, rota
como si estuviese hecho de masa seca. Cae, deshaciéndose en ceniza blanca.
Quisiera
detenerme un momento a descansar, pero no puedo. El incendio crece, alimentado
aún más por la tea que fue el Dr. Quiún, y debo ver si el viejo loco ha logrado
salir; si no, he de llamar yo mismo a los bomberos para que vengan a rescatar a
los ancianos. Debo apurarme, también porque debo ir a ayudar a Ritssi; alguna
vez me comentó que la bruja y él se casaron justo en la iglesia de "La
Sagrada Familia"; luego, ella ya sabe donde se halla. Sólo espero que el
sacerdote que sabe matar vampiros sea capaz de contenerla hasta que llegue.
Atravieso
la sala de calderas y los hornos, y noto que la rara escultura con las cinco
marcas ya no se halla en la mesa, pero de momento no le doy importancia y
cuando alcanzo los baños, algo me sorprende y hace que me detenga por un
momento: frente a mí, se halla un anciano vestido con una especie de bata de
hospital blanca, y en la semipenumbra, lo albo de sus canas y su atuendo se
asemeja a una reverberación. Ha de ser uno de los viejos que se hallaba en el
tercer piso y que ya se ha despertado; intento decirle que salga, ya que el
incendio me viene pisando los talones: todo este sitio explotará cuando las
llamas alcancen las calderas y los hornos, y su abastecimiento de gas, pero me
detiene poniéndose un dedo en la boca, con el ademán de "silencio".
Ahora me dice con una voz muy cálida que no me detenga en el vestíbulo, sino
que debo salir del edificio de la misma forma en la que entré, ya que las
fuerzas del orden ya están en la puerta, y es cuestión de un par de minutos
para que entren. Como si supiera lo que estoy pensando, me dice que don Pascual
-hasta ahora es que sé el nombre del viejo loco que me ayudó a hallar este
sitio- se halla a salvo, ya que sabiamente ha decidido hacerse el
desmayado. "Debes darte prisa, ya que la Sacerdotisa de Quiún está por
vencer al cura Cervantes, el párroco que cuida a tu amigo Igor". Ante
ése aviso aprieto el paso, pero cuando caigo en cuenta de que no le he dado las
gracias a éste señor, detengo mi tranco y volteo, para toparme con que ha
desaparecido igual a un fantasma: sin dejar rastro alguno. Y ahora que lo
pienso, también ha desaparecido el asqueroso olor, dejando en su lugar una
sensación de tranquilidad y un agradable aroma a rosas, pese a estar en un baño
muy viejo. De las extrañas arañas, ni su luz, se han esfumado también.
Pero no
quiero pensar en esto ahora; ya después habrá tiempo para ello. Avanzo a toda
prisa, mas, cuando alcanzo el vestíbulo, escucho voces; precavidamente me
escondo con el arma preparada y checo si no son más matones de
"Quimera". El alma me vuelve al cuerpo cuando reconozco a los
"madrinas" Trejo y Quintana entrando y auxiliando a don Pascual, y
ellos llaman por radio a los bomberos ante la repentina explosión de las
calderas que han sido alcanzadas por el incendio. Bien, parece que mi labor en
este sitio llegó a su fin. Sin embargo, no puedo quedarme al interrogatorio,
Ritssi se halla en grave peligro, así que aprovechando la distracción del
estallido, me adelanto a los inútiles estos y me escabullo sin ser notado.
Moviéndome con rapidez, subo de nueva cuenta las escaleras y alcanzo la azotea,
recogiendo las cosas que había dejado ocultas y vuelvo a bajar al edificio de
atrás con el garfio, al que desgraciadamente he de dejar. Gano la calle y tomo
un taxi, pidiéndole al chofer que me lleve a toda velocidad hasta la iglesia de
"La Sagrada Familia".
Bajo
del vehículo, y, con precaución, me acerco a la puerta, la cual, a la
distancia, se ve abierta; un agudo grito sale de la nave principal, ¡no puede
ser! Corro, temiendo lo que ocurre adentro.
Penetro
a la amplitud del templo, y con únicamente la luz que entra por la puerta
principal y los vitrales, mis ojos tardan un momento en habituarse a la pesada
penumbra; con manos temblorosas saco un cóctel molotov y lo enciendo, un poco
con la esperanza de que aumente aunque sea en algo la escasa luz, azulosa,
plomiza, y otro mucho para defenderme de quien sé que está aquí. Un sonido
extraño se arrastra por la amplia galería, y siguiéndolo, avanzo cautamente,
cuando noto los indicios de la lucha que ha tenido lugar en este sitio: como
cortinas de manta blanca, deshiladas, todas las bancas, columnas y retablos que
ilumina la luz amarilla de mi improvisada antorcha se hallan cubiertas de telarañas...
Volteo hacia el altar, y es cuando descubro un par de horribles figuras. Las
piernas me tiemblan, y creo desmayarme del miedo una vez más al ver sobre el
altar, a un bulto envuelto en gasas blancas, la cabeza colgante, gris, el
cabello cayéndose de golpe, y sus ojos haciéndose pequeños, como globos llenos
de agua que se vaciaran con un grotesco ruido de succión. Las cuencas vacías me
señalan a otro ser, encorvado, monstruoso, enorme; parece un vampiro con un
cuello innaturalmente largo... Sé quién es. El cabello negro, abundante, impide
que vea el rostro de Alma Meriba que me ignora, entretenida en morder al padre
Cervantes y succionarle la vida, lentamente. Grito, no puedo contenerme, grito
con todas mis fuerzas para evitar el volverme loco, y arrojo el cóctel molotov
contra ésa aberración...
La
botella vuela, haciendo un amplio arco mientras el tiempo corre lento; Alma
Meriba alza la mirada, y deja de hacer lo que está haciendo. Suelta al padre
Cervantes el cual cae, envuelto como un insecto pero, pobre tipo, no puedo ver
cuando aterriza porque Alma Meriba se yergue, me muestra impúdica una vez más
su figura: su piel, bañada por la luz amarilla de la bomba que vuela hacia
ella, luce verdigris, su torso alargado de senos abultados y brazos delgados y
correosos, se une a una especie de cadera que, pese a tener rasgos femeninos,
también tiene mucho de araña, y su rostro... Es el mismo, pero al mismo tiempo
es diferente... No sabría explicarlo, pero se ve muy vieja, casi momificada, si
ése término pudiese aplicarse aquí... Me mira divertida, sí. Hay gozo en ésa
mirada, en ésos ocho ojos idénticos a los que usa cuando pretende ser humana, y
su boca... ¡Dios mío! Sonríe, y sus dientes son como sierras metálicas que
destellan amenazadoramente, enmarcados con ése cabello negro que provoca una
irrefrenable lujuria cuando se halla en su forma de mujer...
La
bomba avanza, y ella, retadoramente, busca mi mirada, y creo envejecer
cincuenta años de golpe. Ella me mira de la misma forma en la que una serpiente
mira a un ratón, y lucho ése mínimo instante contra ella sólo para poder
pestañear... La bomba avanza, y yo repito como sosteniendo con todas mis
fuerzas un escudo el Salmo 91, "Esperanza mía, y Castillo mío...";
lucho con todas las fuerzas que poseo para pestañear y poder pensar "Mi
Dios, en quien confiaré". Lucho, para sacar de mi cabeza la
abrumadora, omnipresente voz de ella que no tiene necesidad de decir nada, sólo
su risa descarada, y con ella sola se burla, me dice que el Dios a quien invoco
no puede ayudarme ni a mí, ni a Ritssi. Me dice sin palabras, que nos enredará
y nos succionará muy lentamente todos nuestros fluidos, y cuando estemos secos
no nos matará, sino que nos concederá una vida tan larga como la de ella, que
vio cuando Ramsés y Moisés se enfrentaron hace cinco mil años, y nos conservará
así, secos e inútiles para torturarnos una y otra vez...
La
bomba avanza, y grito una vez más, con mi garganta, con mi mente, para
callarla... Grito con todas mis fuerzas, "Esperanza Mía, y Castillo
Mío, Mi Dios en Quien Confiaré", y la botella vuela, y justo
cuando creo que la alcanza, algo se interpone y la bomba estalla, incendiando a
éste ser que, hierático, protege a Alma Meriba del fuego. Cinco marcas
escarlatas luce en su mejilla, y ahora comprendo lo que el difunto Aguirre
quiso decirme con que el Dr. Quiún sólo era un golem... ¡Mierda! Comprendo
cabalmente quien hizo al monigote de asquerosa masilla que vi en la Casa de la
Hermosa Luz; desmembré al que tenía cuatro marcas en la mejilla, luego, éste es
el quinto. ¿Quién habrá sido capaz de eliminar a los anteriores?
Alma
Meriba ahora se carcajea, no sólo en su mente, sino físicamente. Su risa induce
imágenes que me enloquecen, y debo hacer uso de todas mis fuerzas para no caer
dentro de ésa locura... siento, literalmente, su imagen, el tacto de su cuerpo
desnudo abrazándome, su boca succionando mi pene, mis bolitas, mi estómago, mis
muslos y mi pecho, y al siguiente siento en la cabeza el terrible dolor de su
horrible aguijón perforándome, envenenándome... El golem de Quiún corre hacia
mí con su horrible cuchillo, envuelto en llamas, incendiándolo todo a su paso.
Alma Meriba clava su aberrante mirada en mi pobre persona, que mas que persona,
es una polilla atrapada por una viuda negra... Creo que me rompo una muela al
apretar las quijadas en la lucha por moverme, e, involuntariamente, el dolor de
mi úlcera me rescata, me vuelve a la realidad justo cuando el golem me tira una
cuchillada... No es mortal, me ha dado en un muslo, lejos de la femoral, y aprovechando
el dolor, rompo el lazo, la telaraña que Alma Meriba había tendido a mi psique.
Cojeando busco ganar distancia, mientras saco otro cóctel molotov.
Ahora
ella habla, y su voz, aterradora, parece una sierra cortando madera; susurra, y
aún así, los candelabros y los cristales vibran. Se ríe quedito, y las palabras
poco a poco toman forma: "Querido, ¿intentas lo imposible? Lo lograste
una vez, y por ello te respeto. El último que se ganó mi respeto fue un jesuita
de apellido Torquemada, porque logró vencer a la Imagen de mi Señor. Ése fue el
Tercero. El segundo fue derrotado por el mismísimo Martín Lutero, quien me
obligó a huir hacia Roma, cobijada por la contrarreforma... Al anterior, ya su
nombre se ha perdido en las arenas de los tiempos. Sí, querido, si. Éste pobre
abad no pudo contra mí, debido a que conozco muy bien su doctrina; es idéntica
a la mía, la egipcia. Su iglesia, es una amalgama de miles de cultos, pero su
base es egipcia. ¿Que diría Moisés al ver esta perversión de su doctrina, de la
ley grabada en las tablas de roca madre que le dio el Dios al que invocas en el
monte Sinaí cubierto de fuego y relámpagos, el mismo Dios que doblegó al
imperio más formidable del mundo antiguo, y a sus dioses, incluidos Ramsés y a
mi dios? Quien ríe al último ríe mejor, querido... Tu Dios calla, indiferente a
tus ruegos y súplicas, indiferente a todo desde hace más de dos mil años, pero
el mío se ha escondido en la doctrina de la que se dice su 'iglesia',
perforándola, llenándola de hoyos, haciéndola quebradiza y débil. Lograste
eliminar al Cuarto, pero jamás lograrás eliminar al Quinto. Sí, querido, éso
a lo que te enfrentaste en mi casa es el Dr. que se llama como El que está el
Otro Mundo, el Otro Ángulo, y a quien amo con todas mis fuerzas. Él es La
Llave, y está hecho de los huesos y las cenizas revueltas con la sangre de mis
queridos sacrificios, y gracias a ti, se ha perfeccionado. Veo confusión en tus
ojos, querido, así que permíteme explicarlo: cuando mi amado vino a la Tierra
desde ése Otro Mundo -nada de platillos voladores, ésos no son lo que tú crees-
y desposó a una doncella humana, aquel a quien llamas 'Dios' se molestó mucho
con aquel cariño, así que le ordenó a los hermanos de mi amado que lo
encerraran en un sitio llamado 'Tártaro'; pasaron muchas lunas, Ra caminó por
el cielo infinidad de veces, pasó un Diluvio, y entonces, y hasta entonces,
cuando era una doncella que se lavaba el rostro y el cabello en las márgenes
del Nilo, me contactó, haciéndome caer en un profundo sueño. No te diré lo que
me dijo, querido, únicamente te diré que me mostró la cerradura que lo mantiene
preso, y la forma de fabricar la llave que ha de liberarlo: cenizas y sangre de
ancianos. Muchos ancianos; las razones de que porqué deban ser viejos, es algo
que no te incumbe. Sólo digamos que como el que lo encerró es muy viejo, la
llave debe estar hecha de los humanos más viejos que haya. La llave ha de
purificarse en ciclos, nueve ciclos para ser precisos, y gracias a ti, querido,
sólo restan cuatro".
"Desde
que te vi, supe que eras especial, por ello te marqué; pudiste haberte
convertido en alguien encumbrado en mi organización, pudiste tomar esta larga
vida que te ofrecí, como todo un señor, pero no... Tuviste que seguir el torpe
ejemplo de Arnoldo Charles, quien desechó mi ofrecimiento y murió creyendo
torpemente que los engranajes del Mundo podían ser cambiados por la voluntad
humana, y creyó con su vida que en algún momento, el hato de mamíferos
rumiantes que se dice 'humanidad', podría ser redimido y elevado a un grado
superior gracias a la solidaridad, la ética y el trabajo conjunto como iguales.
Pero Arnoldo Charles, así como todos los ilusos que creen en las ideologías
marxistas, sumados a todos los ilusos que creen que el amor fraterno, el
'ágape' griego, es capaz de redimirlos a ellos como a sus semejantes, pasan por
alto que ése concepto llamado 'Humanidad', no es más que una palabra bonita
para describir a un conjunto de animales semejantes a ratas que siempre estarán
dispuestas a devorarse entre ellas a la menor provocación..."
¡Diantres!
No le falta razón a esta bruja. Siempre los poderosos han abusado de la gente,
desde que empezamos a caminar sobre la Tierra, pero también sé que no debe ser
así. Más bien, hemos estado inmersos en un error llamado egoísmo; la evidencia
histórica muestra que las sociedades primitivas lo compartían todo, y juntos
crecieron hasta que algo se torció. Lucho contra sus ideas, así como lucho
contra su golem, esquivo sus cuchilladas, uso todo lo que sé de peleas, todo lo
que he aprendido en mis cuarenta y siete años de vida, y apenas puedo
contenerlo; lucho con todas mis fuerzas contra las palabras de Alma Meriba que,
aún sin quererlo, hace daño en mi ánimo. Quiero creer que no somos meros
animales, no. Los animales no hacen poesía, no pintan, no son capaces de
sacrificarse a sí mismos por sus amigos, como lo hizo Jesús... Una rata no es
capaz de ir hasta el gato y decirle "detente, no mates más de mis
congéneres".
Disparo
toda la carga de la pistola contra el golem de Alma Meriba, logro derribarlo, y
ella sólo se ríe... ¿Por qué no me ataca? En el momento justo en que ella
decida actuar, en ése momento se terminó. Quizá quiera que destruya a este
quinto golem, o quizá solo se esté divirtiendo, que es lo más probable... De
todas maneras, gana ella. ¡Árgh! ¡Eso estuvo cerca! El cuchillo del quinto
golem de Quiún roza mi cuello, y noto espantado que comienzo a agotarme, mis
reflejos ya no son tan veloces... ¡Dios! ¡Si me vas a ayudar, éste es el
momento! Porque si seguimos así, yo, Ritssi, y quién sabe cuántos más viejitos
vamos a morir... Me estorba la mochila, éste demonio hecho de cenizas me ataca
velozmente, no me da tiempo para ganar espacio y arrojarle otro cóctel molotov,
así que con todo el dolor de mi corazón, decido soltar la mochila, y ya más
ligero, redoblo mi esfuerzo, pero ya estoy respirando con la boca, ya me cuesta
trabajo moverme, desgraciadamente no voy a durar más de diez minutos a lo
sumo...
Una luz
se enciende y como una estrella fugaz corre por el amplio espacio de la nave de
la iglesia y cae sobre Alma Meriba, prendiéndola como una antorcha. Ella grita
de dolor, quebrando los vitrales, paralizando por un instante al quinto golem
de Quiún, que se vuelve sobre sus talones e intenta correr hacia su ama para
protegerla, pero no se lo permito. Me ha dado la espalda, y sea como sea, he de
aprovechar esta oportunidad que quizá, y muy a mi pesar, será la última. Me
apoyo en una de las caídas bancas para ganar vuelo y salto sobre ésa cosa con
el machete de mi bisabuelo José Galicia y girando como los boxeadores todo el
cuerpo cuando dan el golpe, de un tajo limpio le corto la cabeza; los dos
caemos, el golem deshaciéndose en cenizas blancas y yo golpeándome con todo el
impulso de mis cien kilos contra el filo de una banca, quebrándome el antebrazo
izquierdo y retorciéndome del dolor mientras Alma Meriba brinca hacia una de
las columnas, escapando del fuego y al fin la observo totalmente en su
espantosa forma real corriendo grotescamente por la bóveda y de pronto se deja
caer. Intento esquivarla, intento levantar el machete, pero es demasiado tarde:
ya está sobre mí. El golpe me deja sin aire, como a un pez que es arrancado del
agua, y ella ya no dice nada. Sólo quiere matarme y yo lucho por recuperar el
aliento, estiro mi mano derecha e intento dispararle todas las balas que me
quedan a bocajarro, pero de un violento golpe me desarma. Estoy perdido.
Perdóname, amigo Ritssi, no pude preservar tu vida. Perdóname Arnoldo, no he
podido hacer más. Abre su hocico lleno de dientes afilados como agujas,
relamiéndose, y yo sólo puedo pensar, muy quedamente, como la luz de mi vida
que se apagará en breve: "Esperanza mía, y Castillo mío, mi Dios, en
quien confiaré."
Pero
ésa flama no se apaga. Unos tacones resuenan en las baldosas, su eco rebotando
en las paredes cual puntos suspensivos al final de éste párrafo que es mi
vida... Alma Meriba voltea, y casi de inmediato afloja su presión sobre mí,
permitiéndome respirar; ¿quién llegó? Ha de ser el mismo que le arrojó el
cóctel molotov hace un momento, ¿habrá sido Ritssi? No, no lo creo, lo dejé
hecho una criba, al borde de la muerte. Alma Meriba se muestra... ¿temerosa?
¿Cómo es eso posible? No lo creo, pero sumisa, hasta su horrible, monstruosa
forma arácnida deja a un lado y en un instante vuelve a ser la hermosa,
tentadora y voluptuosa mujer de tan sólo un metro y medio de estatura. Murmura
humildemente, bajando la cabeza:
-"Salve, señor, ¿que trae al Honorable Mujer Serpiente
hasta esta, su sierva?"
Levanto
el rostro, y no puedo creerlo... ¡"La Diabla" se halla aquí, junto a
sus escoltas los agentes Sánchez y Solórzano! No sé si sea el fuego que pinta
extrañas sombras en el rostro del Comisionado de Paz Pública del CISEN, o mis
dolores combinados, el cansancio, ¡qué se yo!; el caso es que "La
Diabla" parece exactamente lo que su apodo dice de él: un demonio.
Provoca escalofríos, y hasta el ambiente, pese al incendio, el calor de las
llamas, pareciera que se hace frío, brumoso. "La Diabla" habla con
firmeza. Su voz está llena de tintes metálicos, como hojas de obsidiana
raspándose entre ellas, afilándose, ominosas, amenazantes:
-"Me trae, madam Meriba, la orden de arrestarla por los
cargos de Alta Traición y Asesinato."
Alma ahora parece una niña regañada, y haciendo pucheros,
únicamente atina a decir:
-"¿Alta traición? ¿Asesinato? ¿De qué está usted
hablando, mi señor?"
-"Puede hacerse la tonta, pero usted más que nadie sabe
que nada, absolutamente nada escapa de Los Ojos de la Noche. Usted supo
bien, cuando vino con la emperatriz belga, que únicamente hay una regla para
los extranjeros en ésta tierra: respetar a los Poderes. Usted creyó,
tontamente, que Los Poderes se habían debilitado, erosionados por el tiempo, El
Poder del Norte y la corrupción, y que quizá ya el poder humano tuviese mayor
peso en el equilibrio cósmico, y que quizás pudiese utilizarlo para su propio
beneficio, pero usted lo ha entendido mal. Se avecina una gran tormenta, así
que, como en los tiempos antiguos, se ha de dar de comer de nuevo a los Poderes
con el chalchíhuatl. Nunca ha sido debilidad, sólo previsión. La
supuesta corrupción, la 'guerra' contra el narcotráfico, las desapariciones y
asaltos con violencia, asesinatos, no son otra cosa que una Nueva Guerra
Florida. Pero usted, madam, deliberadamente ha decidido apoyar al candidato
presidencial de la oposición con recursos abundantes, creyendo que así lograría
presionar para elevar su rango a Poder. Pero usted no ha entendido, en los
doscientos años que lleva viviendo con nosotros, que este asunto de la
'democracia' sólo sirve a un propósito: mantener la Paz Social. Podrá estar la
región convulsionada, pero nuestro deber es impedir una Revolución espontánea y
de la población, y, dado el caso, guiarla hacia los cauces adecuados, como
hicieron mis predecesores en la Revolución de Independencia, la Guerra de
Reforma y las Revoluciones de Francisco Villa y de Emiliano Zapata, y ahogando
posteriormente a los gérmenes llamados Cuartel Madera, Lucio Cabañas, Género
Vázquez, EZLN, EPR y ERPI. Usted, al apoyar a un candidato al que no le ha
llegado el turno, está alterando nuestra valiosa Paz Social. No conforme con
ello, madam, su sirviente, el cuarto, asesinó al licenciado Limantour, el cual
fue el artífice de nuestro actual control económico..."
-"...pero... pero yo no maté a monseur Limantour, ¡fue
esta rata! Si usted me lo permite, mi señor, lo exterminaré en este preciso
momento..."
-"¿Y que ganaríamos? El licenciado Limantour estaba
directamente bajo su custodia, así que cualquier cosa que le ocurriera, sería
su responsabilidad, ¿o miento, madam Meriba? Además, usted ya ha de saber que
este reporterillo ya no se halla bajo nuestra zona de influencia; a él lo
cuida otro Poder, más grande que el suyo o el mío, como aconteció con
Arnoldo Charles; por si no los ha notado, en este templo se hallan enviados de
ése Gran Señorío..."
Y es apenas un destello, pero la iglesia se ilumina como por
un rayo de sol y creo distinguir, sentados en lo alto del Altar, un par de
figuras aladas, que en un momento, un ínfimo instante, bajan su brillo y se
confunden con los retablos que adornan el sitio. Me tallo los ojos, creo
volverme loco.
-"...De la muerte del 'camarada mono', usted deberá
responder a otro tribunal, cuando llegue el tiempo de la Trompeta. Usted decide
cómo venir, pero permítame recomendarle que lo haga pacíficamente. No querrá
usted terminar de forma tan triste una vida tan larga e interesante como la
suya."
Alma
Meriba gruñe, se transforma una vez más en la monstruosa mujer araña, y yo
estoy a punto de desmayarme... Todo esto ha sido demasiado para mí. "La
Diabla" ordena, y en un momento, y sin saber cómo, estoy junto a ellos.
Sánchez me tapa los ojos con una capucha, y lo último que puedo ver, es a Alma
Meriba saltando grotescamente de columna en columna, luciendo amenazadoramente
un horripilante aguijón que surge de sus caderas, cuando todo se vuelve negro
por la capucha y ya no puedo ver cómo es reducida. Sólo escucho sus estridentes
gritos, primero amenazantes, y ahora clamando misericordia; el dolor de mi
úlcera y el de mi brazo, mi corazón latiendo con tanta fuerza que creo que me
va a romper el pecho por la ansiedad, apagan un interruptor adentro de mí, y ya
no veo nada, ya no escucho nada, sólo esta terrible obscuridad que me envuelve
y me lleva a la inconsciencia...
(((
No sé
cuánto tiempo ha transcurrido desde que perdí la conciencia, pero apenas abro
los ojos, una cosa blanca me recibe; grito, intento levantarme, creyendo que me
ataca otro de los "ángeles" malditos de Quiún, pero un par de manos
suaves llegan hasta mí y me tranquilizan. Las formas que el terror cinceló en
mis retinas se suavizan y toman sus contornos reales, definidos. Las manos que
me calman llevan hasta una hermosa sonrisa que ahora reconozco: la bella
enfermera me dice que me hallo en el Hospital Mercy, y que me internaron debido
a mi úlcera, mi brazo izquierdo roto en tres partes, una desgarradura por arma
punzocortante en mi muslo derecho y sobre todo, a una aguda crisis nerviosa que
me mantuvo dormido durante tres días.
"El
Mercy". Ya más relajado, pregunto por Ritssi, y la bella enfermera Luna
Huno me informa que se halla estable y que a más tardar, en dos días saldrá de
Terapia Intensiva, pero yo debo ser revisado por el Dr. Pinto. Después de ello,
y de comer algo, podré, bajo el permiso del médico, visitar a mi amigo. Respiro
profundamente, corroboro mentalmente que todas las piezas de mi cuerpo se
hallen en su sitio correcto, abro los ojos de nueva cuenta, fisgoneando con
impudicia, descaradamente, la tentadora silueta de anchas caderas y largos
muslos de la hermosa enfermera, gozando como si fuese la primera vez el
despertar de la carne pidiendo guerra... "Me siento bien" le digo, y
como confirmación de mis palabras, levanto mi mano derecha y la meto debajo de
la falda de la hermosa enfermera, agarrándole descaradamente, sopesando la
calidad y la calidez de uno de sus
cachetes. Mi erección no pasa desapercibida a la coqueta enfermera, ya
que me susurra al oído lo travieso que soy, y que va a ver que tan cierto es
ello; toma mi virilidad y la trabaja maravillosamente, mientras con la mano
exploro goloso las húmedas oquedades que se hallan en tan hermosa cadera. No me
deja terminar, con el pretexto de que aún me hallo débil, y el venirme me
debilitaría. Debo ser checado por el Dr. Pinto, comer, y después, "ya
veremos", me dice guiñándome un ojo, y sale contoneándose como los barcos
en alta mar. ¡Rayos! ¡Claro que necesito comer, pero una cadera como ésa!
La
consulta es rápida, y el Dr. Pinto me permite ir a visitar al maltrecho Ritssi.
Llego y el cabrón se halla medio sentado en su cama. Ya le han retirado el tubo
que le ayudó a respirar pero ahora debe de traer puesta una mascarilla de
oxígeno. Se halla tomando con la ayuda de un popote un delicioso caldo de
pollo. "Pinche Ritssi, no te ves tan mal" le suelto, y el
cabrón se dobla, haciendo heroicos esfuerzos para no reírse.
-"En cambio tú te ves hecho una mierda; deberías
comenzar a fumar, güey."
-"Toda la culpa es de tu vieja. Me zarandeó, en muy mal
plan, como quiso la cabrona..."
-"Oye güey, y... ¿pudiste... terminar? Tú me
entiendes."
Le
platico lo ocurrido, y justo en eso, la puerta de la sala de Terapia Intensiva
se abre y aparece "La Diabla", solo con su alma. Sus escoltas se han
quedado afuera. No se halla molesto, antes nos saluda y nos pregunta cómo nos
sentimos. Y antes de que podamos contestarle, nos arroja un ejemplar de hace
dos días de "La Rayuela, El periódico que grita lo que otros callan",
con el titular a ocho columnas: "Cae Organización de Supuesta
Beneficencia que Asesinaba Ancianos. Investigación de Arnoldo Charles
(QEPD) y J.H. Hernández".
-"Costó mucho trabajo convencer a Bobadilla para que
nos permitiese editar tu diatriba contra el sistema. No, no te preocupes,
únicamente ocultamos los nombres de los miembros renombrados del 'Tabernáculo',
para evitar una crisis política y económica. Ustedes saben, es año electoral.
"
Nos
dice el colofón de esta aventura, que pese a todo, no deja de tener un aire a
"verdad histórica": Alma Meriba fue abatida al oponerse al arresto,
su peligrosa organización, desarticulada. La limpieza ya fue hecha, borrando
los nombres importantes de los miembros del Tabernáculo y, gracias a mí, al
artículo que mandé a "La Rayuela" -debidamente censurado-, el
caso -del que ya sólo queda una carcasa que ya puede ser del dominio público-
ha sido regresado a la PGR sólo para cerrarlo oficialmente, "La Casa de la
Hermosa Luz" ha cerrado sus puertas definitivamente. Y Ritssi, como
"consorte" de Alma Meriba, ha heredado la inmensa fortuna que ella
amasó durante siglos.
Ritssi
se ha quedado callado, y entiendo que necesita un tiempo a solas. Me jalo a
"La Diabla" y, mientras salimos, le pregunto sobre la verdad. La
"Diabla" me habla sobre cuando llegó a México Alma Meriba, en el
mismo barco que trajo a Maximiliano de Habsburgo con el disfraz de ser una
comerciante de sedas francesas; lo cierto es que los Poderes europeos ya no
querían nada con ella, así que vio como una gran oportunidad el venir a estas
tierras. Juró lealtad a los Poderes de aquí y Ellos le permitieron que
intentara fabricar la supuesta llave, a cambio de darles un porcentaje de los
sacrificios. "Sin embargo, tu amiga nunca fue muy lista. Nunca entendió
que la supuesta 'llave' no era otra cosa que el berrinche de un supuesto dios
caído y capturado por un verdadero Dios. Aunque hubiera podido completarla,
¿habrá quien pueda escapar de la ira de ése Dios? El sacrificar ancianos
únicamente era una venganza tonta contra el que lo capturó. Y fue tan tonta,
que quiso morder la mano de quienes la recibieron aquí, con el error de
pretender usar el poder político para presionar al divino. Fue cuando Ellos me
ordenaron castigar su soberbia."
-"¿Entonces, por qué mantuviste vivo al 'cerdo' Aguirre
si lo sabías todo?"
-"Todo esto es más complejo de lo que crees, reportero.
El 'cerdo' era una forma de hacer las cosas legalmente. No me veas así, Quizá
creas que somos unos corruptos a quienes sólo les interesa el dinero. Ésa es,
precisamente, una de las múltiples máscaras. ¿Crees que el grueso de esta
población, atontada por fútbol y telenovelas, pero lo suficientemente cobarde
como para involucrarse en impedir un asalto, no digamos ya una violación o un
asesinato, creerá en la existencia de Ellos, mis Patrones? Les es más fácil
creer en un Estado Fallido y que a todo se lo está llevando la chingada, a
creer que en realidad, todo está bajo un control férreo. Se trata de la ilusión
de la libertad y el libre albedrío: un Estado como el nuestro te da la ilusión
reforzada de que, teniendo algo de dinero, o teniendo amigos con un mínimo de
influencia, puedes hacer lo que quieras, y por lo mismo, todos van a luchar por
obtener aunque sea una migaja de ése poder, lo que destruye la unión y la
solidaridad que son, en última instancia, las bases de las creencias de Arnoldo
Charles. Pero créelo, reportero, todo tiene una causa, y un porqué. Aunque ésas
causas y ésos porqués, a veces sean incomprensibles. Sólo te diré que a Los
Poderes que gobiernan desde tiempo inmemorial, les agrada la legalidad. Aguirre
nos dejó de servir cuando se involucraron Ritssi y tú, porque hicieron que Alma
Meriba se ensoberbeciera y bajara la guardia. Tu reportaje nos dio el argumento
legal que necesitábamos, así que te cuidé como a la niña de mis ojos. ¿O crees
que por ti mismo hubieses podido morder a 'Valkiria' y salir vivo de ésa?
Arnoldo Charles nunca confió en mí, y yo nunca hubiese podido acceder a su
bitácora que te dejó en ése maldito cofre bendecido."
-"Entonces, ¿lo sabías todo, y no protegiste al
'camarada mono'...?
-"El ya había resuelto casi en su totalidad el caso. La
diferencia entre él y tú, reportero, es que Arnoldo Charles era muy prudente.
Por lo mismo, fue hasta su muerte que nos enteramos que el 'Tabernáculo de
Quiún' se estaba moviendo contra nosotros. El error del 'camarada' fue no
confiar en El Poder. De haberlo sabido antes, él no habría muerto y tu
seguirías con tus reportajes amarillentos de atropellados y/o asesinatos
pasionales."
Al
indagar sobre el paradero de Alma Meriba. "La Diabla", divertido, me
contesta que en algún sitio, totalmente amarrada y colgada de cabeza con una
pequeña incisión en la vena que está junto a su oreja para que no le estalle la
cabeza y con una piedra proveniente de la iglesia de "La Sagrada
Familia" clavada en su mandíbula. "A fin de cuentas, ella provocó
el incendio y proveyó el medio para castigarla". Me estremezco, la
dureza de ese castigo ha de ser terrible en cualquier persona, por la
imposibilidad de morir en unas cuantas eternas horas, pero se magnifica
exponencialmente en un ser que nadie sabe cuánto vivirá. Ante mi pregunta sobre
cuánto tiempo va a estar así, o ante la posibilidad de que se escape, me
responde seriamente que ella va a quedarse así hasta el Tiempo de la Postrer
Trompeta.
-"Hasta que vuelva tu Dios. Mientras, vive lo
que te resta de vida sabiamente; es decir, sigue como reportero de nota roja y
como detective de cuernos, y no intentes fisgonear en asuntos que no te
incumben. Te lo digo claramente: los Poderes de este país, de esta región, ya
se han fijado en ti; ándate con cuidado, no les busques las cosquillas porque
ésta vez, has corrido con mucha, muchísima suerte. Adiós."
Y me quedé ahí, parado en medio del pasillo. Podría jurar que
el ambiente se llenó de un penetrante olor a azufre, y que a cada tres pasos,
se le asomaba una cola puntiaguda y colorada al jefe "Diabla"
mientras se alejaba montado en sus botines que resonaban en los azulejos como
si fuesen pezuñitas.
Sin
embargo, comenzó a darme hambre. Me dirigí a la cafetería preguntándome si
podrían hacerme una torta de sándwich de quesadilla con harto aguacate. Tantos
datos, tantas cosas que pasaron... Quizá deba escribir un libro. Sí,
disfrazándolo como ficción política con terror. Quizá lo haga. Lo malo es que
siempre he sido muy zonzo para los títulos, pero eso puede de momento esperar.
Ahora, hay que comer para celebrar el estar vivos, y ¿dónde estará mi bella,
bellísima enfermera...?
FIN.
Y bien,
camaradas y camarodos, con esto terminamos con el asunto de este cuento, que
espero sinceramente que les haya gustado. Acabo de terminar de leer la obra de
Paco Ignacio Taibo II “No Habrá Final
Feliz” siendo la primera obra de Taibo II que leo, y creo que mi propia
obra no quedó tan mal. Espero sinceramente que les haya gustado aunque sea un
poquito.
Ahora a
lo otro. Quiero presentarles a mi papá:
“El
Divino”, lápices 2H, 4B y 6B sobre papel Fabriano de 21 x 29.5 cm. Es la
primera vez, también, que dibujo a mi padre. Alguna vez platicaré, quizá, el
porqué. Sin embargo, me han dado ganas de dibujar mis raíces, mis orígenes. Ya
verán que onda en las siguientes entregas.
Y creo
que es todo. Me despido de ustedes adelantándoles que la siguiente entrega, voy
a poner un cuadro que había pospuesto poner, ya que quería hacer un video. ¡Nos
vemos la entrega que viene! ¡Sayonara! ¡Muchísimas gracias a los Pueblos
Hermanos que nos han ayudado tanto en esta hora triste! ¡Muchas gracias! ¡Aquí
seguimos, de pie, gracias a las manos amigas que nos han ayudado a levantarnos!
¡Muchas gracias! ¡HISTORIETA O MUERTE! ¡VENCEREMOS!