miércoles, 29 de julio de 2009

Eructos Literararios: Dos rimitas más.

27 de Junio de 2009

Adiós a la Patria.


Son casi las nueve.
Tu sonrisa es un puñal
En mi memoria, aguda uña
Que como cuña parte mi mente.

Afuera de éste cráneo,
En la calle sucia
El PRI se carcajea,
De mí se burla.

Sigo con tu sonrisa
Como un solo de memoria;
Tus ojitos me rasgan,
Hacen que sangre mi historia.

Toda.

Tres siglos, cinco siglos
He resistido sin tu sonrisa hermosa.
Persisto. Me hago roca
Gracias a tu presencia en mi memoria.

Y allá, afuera de éste tiempo,
El PRI de mí se mofa,
De que no estás en ésta hora,
De los siglos que te espero

Y de los siglos que te esperaré
Contigo sólo en mi memoria.
Se carcajea el PRI de ésta prosa
Que quiso ser para ti verso.


“El Studio”. Alborada I Tultitlán, Edo. Mex.





Caminito.



30 de Junio de 2009



Estación de Teya




Añil esta madrugada
En que el viento, espíritu de noche
Toma mi esqueleto de hombre,
Varón que persigue a ésta hada.

Necio, me hundo en el añil.
Me cobija la boca el silencio.
Cubro mi carne con adoquín
Y me hago uno con el cierzo.

Me escondo de la luz de tu cuerpo
Cubierto de estrellas, mi amada.
Soy camino, pero tus pies no me andan,
Triste, noto mi aliento, y no toca tu alma.

Avanzo, me hago uno con el viento;
Meso tus cabellos, te alzo la falda,
Te abrazo, sostengo con los labios tus pechos
Y no te das cuenta, alma,

De las lágrimas que se desploman sobre tu cuello…
Ayer me hablabas, hoy obtengo tu silencio.
De viento me escurro en tu lecho
Y angustiado te observo soñar con quien tienes a tu lado.

No, no sientes mis labios en beso con tu sexo,
¡Ay! No percibes mi aliento, mi ardoroso deseo
Que quisiera tener mil, diez mil manos
Para tomarte, acariciarte amoroso y lujurioso sin recelo…

Es triste que no percibas la gravedad de mi cuerpo
Al buscar hambriento alimentarse del calor de tu cuerpo.
Es triste éste deseo que te cincela, pintándote te toma
La silueta, conteniendo la punta de tus pies hasta los cabellos,

Pintando con mi sangre hasta la punta de tu fleco.
Parpadeas, tus ojitos rasgados sueñan, y creo
Que es por eso que no sientes las lágrimas
Que se derraman, se desbordan de mi cuerpo.

Ésa agua salada al mojarme me tiñe de azul;
Su marea me devuelve a mi sedentario templo,
¿Ves? Tus largas y delgadas piernas son el talud
Que ha de separarte de mis esperanzados besos.

Vuelvo a la cama, desando éste sendero,
Observo a las estrellas huir de mi solitario miedo
Al arroparme con la tierra de tu cuerpo
Justo antes de que abras tus ojitos bellos,

Y el sol que surge de ellos lo alumbre todo.
Y aquí, bajo tierra, comiendo de ella, lloro
Inútil, inquieto, desecho, al menos intento,
Aplacar un rato al animal que te quiso robar un beso.



Real de Tultepec. Julio de 2009.





Puente roto.





¡Hola a todos! ¡Qué tal!

Pues nada, aquí como es ya una costumbre añeja y rancia, el gato subiéndose a su cojín a dejar bolas de pelos al mayoreo! Antes que nada, quiero agradecer a mi querido/a "Anónimo" por sus chipocludos comentarios dejados en éste sitio cascabelero y ratonero, ¡muchas gracias! Y fíjate que casualmente tenía éstas rimitas que son de hechura muy, pero muy reciente, como te podrás dar cuenta por las fechas que les sirven de título. Has sido de gran ayuda, ya que estaba indeciso si poner otra histerieta, o seguirle con los "sueños", o poner otro cuadro. Y como me decías que a ver si ponía otra bola de pelos hechas palabras, pues ya ves.

También anexo unas fotos, que en realidad no tienen nada que ver con los textos, como se podrán dar cuenta. Las pongo en un afán latoso de que no se vean puras letras... Si vieran que ésto de decidir imágenes que se lleven con los textos, no es cosa fácil. Me he dado cuenta de que uno dispara el objetivo sin detenerse a reflexionar un poco sobre la imagen. Es un asunto más de tripas. Pero bueno, creo que son bonitas, agradables de ver, y todas están tomadas por los rumbos de éste gato, cuando se va de pata de perro.

alas de ángel.




¡Bueno! Pues nada más quiero informar que la semana que entra les pondré otra de mis múltiples histerietas, una que hice hace ya unos ayeres, pero que considero que es digna de verse. Y sin más que decir, ¡Sayonara! ¡Hasta la semana que viene!

miércoles, 22 de julio de 2009

Eructos Literarios: "Los Sueños" 1° parte.





¡Hola a todos! ¡Cómo están!

Esperoque muy bien. Quiero agradecer a mi estimado/a "Anónimo" por sus chipocludos comentarios, ya que son como una inyección de vitaminas. Acabo de leer el último que hizo, y me encantó, tanto, que no puedo moverme hasta que alguien llegue y me desencante... ¡Já ja ja!
Y hablando de juegos de niños, quiero compartirles éste relato que ya tiene un ratín que lo escribí. Se trata de un texto autobiográfico que me vino por un sueño virguero, uno de ésos que hacen que te despiertes alegre y con un agradable sabor de boca, recordando mi niñez. Después, éste sueño creció, y ahora es parte de un relato más grande que he titulado "Los Sueños", los devaneos oníricos que tiene un hombre que va a su trabajo abordo de una pesera; un poco por la excelente película de Don Akira Kurosawa. Y, he de confesarlo, también un poquitín de "Spirited Away", una de las obras maestras de Don Hayao Miyazaki. ¡Qué atmósferas logra éste señor! Verlo es como ver un cuadro de Velázquez: basta y sobra para darnos humildad por un día, al quitarnos las ansias de hacer grandes cosas, y ponernos con los pies en la tierra, haciendo lo que hacemos de la mejor forma posible, que en realidad es la única forma que conozco de, por lo menos, intentar hacer grandes cosas.
Bueno. Le adjunto unas fotos, para que no sea puro texto, ¿no? Las fotos son de la iglesia abandonada de Teyahualco, en Tultepec, Edo. Mex, a cinco minutos caminando de la casa de todos ustedes. Es una iglesia del siglo XVI, partida por un sismo, tengo entendido que en 1900 no se bien, y desde entonces se halla abandonada. Junto a ella se halla la nueva iglesia, fundada alrededor de 1950. Se nota, por la arquitectura, ¿no?
Bueno, los dejo con el relato:



ALAS DE ASFALTO.



“…a los que piensan que Dios
Es velocidad y altura.
A los que vuelan y sienten
La sagrada libertad…”
JOAN MANUEL SERRAT.

A Don Hayao Miyazaki,
Agradecido por la magia.






En espera que avance. Es temporada de lluvias y nadie sabe conducir… Basta con que alguien se desespere y ¡zas! Ya está: un choque. Y todos varados. Ni modo, es un tiempo muerto; hasta la atmósfera que se respira dentro parece estancada, se detiene, cargada con el vaho de todos los que vegetamos en ésta pesera, varada en medio de la nada, méndiga ciudad gigante. Las ruedas del vehículo, de tan quietas, parece que comienzan a moverse hacia atrás.

Ni modo. A diario es lo mismo y no queda de otra más que recargar mi cabeza contra el vidrio de la puerta, dormir lo que no pude en la cama, tratar de soñar lo que no se pudo con la almohada, sacar raíces en los pies, la espalda y las nalgas e intentar controlar mi peso contra algún movimiento brusco del colectivo. Me dejo cultivar en ésta caja de metal y sudor acumulado; Me pregunto qué frutos iré a dar.

Afuera, dos niños recorren por segunda vez la calle en sus patinetas; parecen pájaros que se burlaran de nosotros, atrapados aquí, con sus risas y su libertad hecha velocidad y equilibrio, pájaros que vuelan a ras del suelo.

¡Y cómo ha cambiado el gusto de los pajaritos! Ahora les fascinan las patinetas. Cuando yo era un pajarillo de diez años como ellos, pocos eran los que podían tener una; más que una cuestión de dinero, era una cuestión política. Quien usara una patineta era visto como un creído y un agringado. Todavía a nosotros nos enseñaron que Los Niños Héroes habían muerto peleando contra los gringos. Uno de los juegos favoritos era defender al castillo de Chapultepec de los invasores norteamericanos; todos querían ser Juan de La Barrera y morir heroicamente defendiendo con la vida la bandera.

Por eso las patinetas casi no se veían. El otro juguete eran las bicis, pero también pocos podían tener una, ya que ésas si eran caras. En la escuela, sabías si un niño era riquillo si tenía una bici.

Así que la elección natural eran los carritos de baleros que uno podía hacer de forma relativamente fácil con la ayuda del papá de uno o con la cooperación de los hermanos mayores.

Bueno, mi papá poco podía ayudarme, ya que siempre se hallaba muy ocupado en “Los Pollitos” quemando en alcohol el poco dinero que tenía, y mis hermanos mayores también estaban absorbidos en sus asuntos, echando novio o jugando con sus propios amigos de su edad. Como soy el menor de los tres y ellos me llevan bastante edad, casi no me pelaban salvo para regañarme o enviarme a mandados que ellos por escalafón ya no hacían, así que de niño siempre fui solitario, parco de palabras y lleno de complejos. Recuerdo que siempre odié la clase de deportes porque tenía que usar shorts y mis piernas, siempre cubiertas por pantalones largos, mostraban a las diez de la mañana su pálida condición. Lo más seguro era que nadie me pelara, pero a ésa edad sentía que todos los ojos se clavaban en mí, lo que producía mi equívoco en las rutinas y la risa de todos mis compañeros, que a partir de entonces me consideraron lerdo y torpe.

Pero peor resultaba la clase de natación. Ahora de viejo me doy de topes contra la pared por no haber aprovechado ésa clase, ya que en el D.F. sólo habían dos escuelas públicas con alberca: la “Alberto Correa” y la “Benito Juárez”, pero cuando era ése pajarillo de diez años, maldecía ésa alberca con todas mis ganas. Las profesoras de natación siempre estaban sentadas en frente de un prado que había junto a la alberca, en donde nos hacían cambiarnos de ropa, porque el vestidor, pese a ser grande se lo dejaban todo a las niñas. Era el terror absoluto para mí, porque nunca fui delgado, y además, desnudarme frente a ésas perversas maestras me cohibía aún más, así que nunca dudaba y cuando tenía oportunidad me escapaba, no sólo de la clase sino de la escuela, que para el pajarillo que era, resultaba más bien un reclusorio.

Así acumulé muchas faltas y regaños de mi madre, a la que a cada rato la mandaban llamar para informarle de mi conducta.

Debo decir que los regaños de mi madre eran especiales. Ella nunca me pegó, pero cada vez que me llamaba la atención yo imploraba al cielo que mejor me diese una buena tunda, ya que tenía la virtud de hacerme sentir miserable, peor que una rata de dos patas.

No es que yo no valorara a mi madre. Ella trabajaba mucho por nosotros tres, pero por lo mismo, ella casi no estaba con nosotros, así que yo no me sentía en confianza de hablar abiertamente con ella, que me preguntaba constantemente “¿por qué, hijo?” y yo no le podía dar una respuesta, ya que la vergüenza me dejaba mudo.

Entonces ocurrió lo que tenía que ocurrir: reprobé el 5º grado. Me convertí en una especie de traidor de los esfuerzos tanto de mi madre como de mis hermanos, que nunca habían reprobado en su vida, o por lo menos, así me sentía yo en casa. Todos los vecinos fueron a verme, como si les interesara mucho, bola de argüenderos; había de todo: desde los que querían regañarme también y meneaban la cabeza de lado a lado, hasta los que creen que cualquier crisis es una oportunidad, pero nadie, que yo recuerde, me dio un abrazo para brindarme su solidaridad.

La escuela no era mejor. Todos me veían como el tonto, desde que entraba hasta que salía, prácticamente huyendo; sentía sus miradas y sus burlas hacia mí.

Mi casa eran dos cuartos de azotea de servicio de un edificio construido en los 40’s, varios patios de azulejos y un corredor lleno de macetas eran mi hábitat natural, todo esto cargado de un aire de vecindad promiscua, ya que las puertas siempre estaban abiertas en la azotea. Como es natural suponer, sólo había un baño para todos los inquilinos; siempre estaba sucio y además, tenía los vidrios rotos, así que uno tenía que bañarse a toda velocidad antes de convertirse en témpano. Recuerdo de ésa época especialmente una canción. Era de Emmanuel y decía: “…sola, despertó de un brinco gritándole, / estiró sus brazos llamándole, / el cuarto en silencio / nadie contestará…” Repetía la canción cada cinco minutos la vecina del cuatro y se me quedó pegada en la memoria. Me la aprendí en una de tantas veces que me tocó hacer cola para hacer del uno.

Pero la cantaba en todas partes. Cuando iba al pan, a las tortillas, a cualquier mandado, camino a la escuela, y en la escuela misma; a propósito la cantaba alto en la escuela cuando podía, ya que quería que me escuchara Vanesa Young, la hermosa niña que se sentaba delante de mí. Quería que supiera que yo no era como los demás niños, que sólo se preocupaban por jugar futbol y comenzar peleas de bolas de papel masticado. No, yo era distinto. “¡Mírame, Vane!” “¡Vane!” “¡Por favor voltea!” “¡Aquí estoy!” “Me muero por tocar tu mano…” Pero qué va. ¡Cómo iba ella a voltear! Creo que cualquier cosa era mejor que girar la cabeza y toparse con mi desaliñado aspecto de chamaco de barrio. Pero no me importaba, ahí iba de terco con “…sola, despertó de un brinco gritándole, / estiró sus brazos llamándole, / el cuarto en silencio / nadie contestará…” soñando que Vane volteaba y me sonreía hasta que el creído del Domínguez me callaba, méndigo niño carita; de todos los chamacos collones que andábamos tras la Vane, sólo él se atrevía a hablarle.

Pero no todo era malo. Cuando se es niño se tiene magia, quizá porque uno cree ciegamente en todo lo que uno quiere creer. Así fue como ése dos de Enero entré al baño y, sentado en el trono del rey presencié algo muy extraño: junto al cubo de la regadera estaba extendida en la pared una jerga grande de las que la portera usaba para hacer la limpieza del edificio, pero eso no era lo raro. Lo extraño era una tina que mi madre usaba para lavar los trastes y parecía flotar en medio de la pared. “Qué vaciado” pensé, y, picado por la curiosidad me acerqué paso a paso, entre extasiado y ansioso. Con cuidado quité la tina, el corazón me latía poderosamente, podía sentir mi propia sangre recorriendo mi cuerpo y concentrándose en mis mejillas, mientras mis manos temblorosas se llenaban de sudor. Frente a mí, se encontraba flotando un manubrio, volante deportivo de acero forrado con cinta de aislar.


Respirando suavecito por miedo a romper el encantamiento, recorrí la tela que ocultaba lo que ya felizmente intuía, y en un instante, la revelación, epifanía, me deslumbró:

-…chido… ¡un carro deslizador avalancha!

¡Los Reyes llegaron antes! No sé cuanto tiempo estuve ahí, grabándome cada línea, cada letra, sintiendo y oliendo el aroma a nuevo, la textura de las llantas de goma, la línea amarilla y negra, embebido y embelesado, agradeciéndole a Dios el permitir que existieran los Reyes Magos. Afortunadamente era de noche y nadie me molestó; cuando el frío de la madrugada comenzó a calarme, con sumo cuidado acomodé todo tal y como estaba, guiado por no sé qué extraña y lúcida inteligencia, y, guiado por ella, murmuré entre dientes un nombre, dado como una revelación. El nombre de mi nueva compañera:

-…”Alas de Asfalto”… Eres “Alas de Asfalto”…

Y de pronto, a partir del seis de Enero, aparecieron por todas partes niños que traían carritos de baleros, con el ruido de sus ruedas metálicas rayando las banquetas ensordeciendo a todos. Y también de pronto, todos querían jugar conmigo. En un momento éramos cerca de diez niños jugando carreritas desde la avenida Chapultepec hasta el parque España. En un instante me convertí en:

-¡”GORDOLOBO”! ¡”Gordolobo” llegó primero! ¡AHHH!

Y yo hasta la fecha no sé si mi apodo se debiera a que existe una planta medicinal con ése nombre o a que era audaz y obeso.

-¡Gordolobo! ¡Gordolobo! ¡Gordolobo…!
-¡Arriba Gordolobo…!
-Gordolobo, ¿me dejas jugar con tu avalancha?

Y yo, lleno de orgullo y de sudor por el esfuerzo, entre resoplidos le decía a Maricarmen:

-‘Orale, pero cuida mucho a Alas de Asfalto…

Por primera vez en mi vida tenía una “groupie”. No sé si se me acercaba porque tenía ruedas y ya era popular, pero quería creer que era porque le caía bien. Ella siempre me echó muchas porras, porque nuestros juegos atrajeron a niños de otros barrios, así como aumentó nuestra hambre por retos más difíciles, y ésos retos sólo se encontraban en un lugar: el bosque de Chapultepec.

Ahí fue la primera vez que supe de él…

Veloz era un niño de mi misma edad que en el apellido llevaba la fama. Iba a la escuela “Benito Juárez “y tenía una avalancha gringa de tubos y ruedas altas, que después me enteré que un tío suyo se la había mandado desde Nuevo Laredo; en la bajada de Los Pinos agarraba una velocidad endemoniada, así que los carritos de baleros en lo único que le podían ganar era a hacer ruido.

También me lo encontraba en otra bajada más difícil, que está enfrente del cerro del chapulín; en su cima existe hasta la fecha un anfiteatro que sólo era frecuentado por las parejitas, así que teníamos una excelente oportunidad de jugar ahí todos los sábados.

La bajada era sólo un poco menos empinada que la del cerro de Chapultepec, y considerablemente larga, como de dos, quizá tres cuadras. La primera vez que la tomé, hasta los ojos me lloraron por el aire, además de que “Alas de Asfalto” como a la mitad comenzó a vibrar muy duro. Ese era mi recorrido favorito, no me podía distraer ni un segundo; usaba mi peso para acelerar y equilibrar y el freno a mi costado durante el largo recorrido casi ni lo usaba, hasta el final, ya que daba a “la milla” y siempre pasaba mucha gente.

En la escuela las cosas comenzaron a mejorar, ya que gracias a los triunfos que conseguimos “Alas de Asfalto” y yo más niños comenzaron a hablarme. Paulatinamente dejé de ser el niño torpe y grande –tenía ya once años- que era un tonto reprobador. Sorprendentemente supe después que el Güero del 6º B estaba haciendo apuestas ¡conmigo! Era muy raro que se entusiasmaran así, ya que los sábados, sólo los amigos de la cuadra y yo éramos los únicos que iban a las carreras. La “Alberto Correa” se enteraba sólo por la plática del Güero de mis triunfos, ya que nadie se paraba ése día por Chapultepec.

Por eso nunca me sentí una celebridad. Cuando por fin me cayó encima la certeza de mi propia fama fue un lunes en la escuela.

Había reunión de maestros y nos dejaron solos; cosa extraña, por primera vez me hallaba callado dibujando en mi cuaderno en medio de la bulla de los compañeros, cuando lo más bonito que pude imaginar comenzó a ocurrirme.

En medio del barullo, resplandeció, como si fuese un coro de ángeles, la voz más hermosa que hasta entonces había escuchado:


-Gordolobo, ¿hoy no me vas a cantar…?

Quedé paralizado por la sorpresa. Tardé un poco en levantar la vista, temeroso de que lo que estaba viviendo no fuera cierto, y ahí, acodada en mi mesabanco estaba el amor de mi vida, Vanesa Young… ¡Trágate eso, Domínguez, cara de mono! Creo que rompí el lápiz al apretarlo de la emoción. Si éso es el amor, ¡estaba enamorado! El dolor de panza que siempre tenía en la escuela había desaparecido, y de repente, el salón como que era más luminoso, y me sentí fuerte y ligero, no podía dejar de sonreír. Vane nunca me había hablado y ahora, ¡me pedía que le cantara! ¡Dios mío! ¡Gracias! ¡Muchas gracias! Comencé a cantarle: “…sola, despertó de un brinco gritándole, / estiró sus brazos llamándole, / el cuarto en silencio / nadie contestará…” y ella atenta, escuchando mis berridos.

A partir de entonces, y por un tiempo, se volvió costumbre que le cantara a Vane, pero nada más. En realidad nunca platiqué con ella porque siempre fui muy tímido. Nunca se me ocurrió de qué podía platicar con una niña tan bonita como ella. Pero así como las canciones también se volvió costumbre el llevar los sábados un reloj con cronómetro a las competencias. Nos habíamos especializado, y ya habíamos puesto reglas que no sólo nosotros seguíamos, como que los equipos debían ser de dos: uno manejaba mientras otro empujaba por un tiempo, cerca de cinco metros a todo lo que daban las piernas, de la base de las bancas del anfiteatro al poste de luz. Si alguien empujaba un paso más era trampa, y la meta eran dos árboles ahuehuetes en donde habíamos clavado unas bolsas de plástico. Nos habíamos vuelto serios en nuestro juego.

Nuestras marcas también servían a los otros niños, y así, pese a no haber competido todavía lado a lado, Veloz también las usaba. Pero ¿quién se halla a salvo del destino? El conflicto con él era inevitable.

Un sábado, el Güero, el hijo del plomero de la vuelta, se le ocurrió llevar también la cuenta del tiempo de Veloz, y de pronto, para desgracia mía, comenzó a gritar muy emocionado:

-¡GORDOLOBO! ¡CHITO! ¡ESTAN CORRIENDO MAS RAPIDO QUE VELOZ Y EL OTRO NIÑO…!

Casi podría jurar que Veloz levantó una ceja a la vez que dramáticamente se alzaba de su vehículo, el “Diablo Rojo” mientras el Güero, con la emoción chispeándole en los ojos continuaba:

-¡Neta! ¡Es apenas menos de un segundo! ¡Pero ya van dos veces que se los chingan…!

“Ya van dos veces que se los chingan…” El amigo de Veloz, al que le apodaban “El Parabólico” saltó rápidamente en defensa de su colega.

-Cállate niño. ¿Cómo crees que ésa botija le gane a mi cuate?

“Botija…” ¡Ay! ¡Con lo que siempre me gustaron los pleitos! Pero, como ya había dicho antes, nos habíamos vuelto serios en nuestro juego.

-¡Cálmate, pinche orejón! ¡Mi carnal Gordolobo es más chingón que ustedes…!

Lo cierto es que en las peleas de palabras, el Güero, por malhablado, era temible, pero eso sólo contribuyó a exacerbar más los ánimos. El compañero de Veloz llamó a sus amigos y el Güero a los nuestros. Seríamos como doce chamacos gritándonos de cosas, pero, si mal no recuerdo, el Güero y el Parabólico eran los que más gritaban.

-…pinche hijito de papá. Le sacas a que Gordolobo se los chingue, pinches rotitos putos…
-Cállate, muerto de hambre. Veloz no corre gratis, y ustedes, harapientos, no traen ni quinto…
-¿De apuestas? ¿Neta, güey? No le saques al parche, rotito, ¿Qué, de a chescos y tortas pa’ todos? ¿O qué, puto?
-Orale, muerto de hambre, pero para variar que traigan carne, que si nos das de las que comen, pura torta de migajón…
-Chido, rotito, tortas de a de veras, no tus piches sangüichitos de mamerto. Vá, y chin chin el que se raje…

El reto estaba hecho. Los orgullos de la “Alberto Correa” y la “Benito Juárez” estaban de por medio. Rápidamente nos pusimos en posición de arranque, y un segundo después Chito me empujaba a todo lo que daban sus piernas mientras yo hacía mi cuerpo hacia adelante para que mi peso me ayudara a ganar velocidad. Atrás de mí escuché el trancazo que Chito se dio al caerse mientras sentía la vibración en las manos y en todo el cuerpo mientras Alas de Asfalto rodaba a todo, el viento me daba en la cara, arrancándome dos lágrimas por la velocidad. De reojo ví que Veloz salió un poco atrás de mí, sin duda debido a que el Parabólico no era tan bueno como Chito empujando, pero su avalancha gringa era endiabladamente buena, no en balde su nombre de “Diablo Rojo”, así que no tardó en alcanzarme ya cerca de la meta. Comenzó a rebasarme a una gran velocidad así que apreté las manos sobre el volante y empujé mi cuerpo más al frente y solo así logré emparejarme, porque ya me ganaba por medio cuerpo; un poco más, otro poco más, logré igualarlo nuevamente y de pronto, los dos cruzamos como flechas, roja y amarilla, los ahuehuetes que eran la meta.

Realmente no sé quién ganó ése primer round, pero ahí me dí cuenta de que Veloz era un gran piloto, y de que si volvíamos a competir en ésa pista, lo más seguro era que perdiese.

Atrás de nosotros venían corriendo los otros niños, y el Güero dando voces:

-¡Gordolobooooo…! ¡Gordolobooo…! ¡Qué chingón! ¡Ganamos! ¡Ganamos…!

Ahora fue Veloz el que habló, molesto:

-Ni máiz palomas. Fue empate. Diez metros más y me los chingo…

Se volvió a armar la bronca, y otra vez fue el Güero el que se volvió nuestro abogado por ser el más gritón:

-¡Qué empate ni qué ojo de hacha! ¡Lo que pasa es que no nos quieren pagar! ¡Sacones!
-¿Pero mi cuate qué va a pagar si fue empate?

Y los amigos de Veloz gritando a coro:

-¡Sí, no hay que pagarles ni madres!
-¡Veloz, no les pagues nada!
-¡Sí! ¡Nada de nada!

Y mis cuates también gritando al mismo tiempo:

-¡Pinches rotos putos! ¡Además de malos perdedores, sacones!
-¡Sacones!
-¡Sí, pinches putos…!

El calor envolvía los ánimos. Y llevado por ése calor, hablé por primera vez:

-Yo gané. Pero si tienes dudas, pues te reto a otra carrera, pero no aquí…

Todos guardaron silencio por un momento. Casi se podía sentir la tensión en el aire, en espera de la respuesta de Veloz, que al cabo de un momento dijo:

-Orale, pero ¿dónde?

Recordé en ése momento un sitio que quizás me beneficiaría. En mis múltiples escapadas de la escuela el año pasado, descubrí una zona del cerro de Chapultepec que no estaba tan empinada y que, a diferencia del resto del cerro, casi no habían árboles. Estaba cubierta por pasto corto y, como extra, daba a una de las calzadas. Yo me conocía todos los huecos y piedras y Veloz no. ¡Seguro que no! Estaba junto al museo del Caracol; sí, ése sitio era perfecto. Sólo tenía que echarle chile piquín al orgullo herido del Veloz para que aceptara. Dije petulante:

-No sé si quieras. Es un sitio para hombres, no para niñas… Así que…

Veloz enrojeció de coraje. Dijo en voz baja, arrastrando las palabras:

-Sabes que te puedo ganar en cualquier parte…

Gané. Estaba obsesionado. Sólo faltaba la guinda del pastel, así que en el tono más presuntuoso que sabía, dije:

-Es aquí cerca. Pero como te dije antes, sólo los muy machos se atreven…
-¡Déjate de babosadas! ¡El Diablo Rojo y yo te ganaremos! ¡Dilo ya!

Definitivamente gané. Ahora sólo faltaba que pudiese ganar la carrera. Ese niño era realmente bueno, pero engreído como estaba por el apoyo de mis amigos, me atreví, descaradamente, a ir más lejos:

-Espera. Es aquí, junto al museo del Caracol, ¿sabes dónde está?
-Sí. Las vacaciones pasadas vine con mi papá.
-¿Te parece que nos veamos ahí el sabadaba que viene a las diez?

Veloz dudó, pero no aflojé la presión.

-Si lo quieres, que nadie nos empuje, sólo nosotros dos.

Veloz abrió los ojos mucho. Sin duda se dio cuenta de que Chito era mejor empujador que el Parabólico, y al verme gordo, pienso que creyó sinceramente que le estaba dando sin saber una ventaja. Ya era mío.

-Orale, pero que ellos estén en la meta para que nadie diga mentiras.
-Orale, pues; si quieres, vamos a marcar de una vez la meta, y putos los de la escuela que pierda, ¿va?
-Va.

¡Estaba amarrado! Aunque viera qué difícil curso había elegido, ya no podía echarse para atrás. Sólo vi cómo palidecía cuando amarramos las bolsas de plástico en los postes para marcar la meta. Suspiró, y sólo dijo:

-…qué cabrón eres, Gordolobo…


“¡Putos los de la escuela que pierda!” Me volé la barda. No sospechaba en la que me había metido, pero del lunes al viernes la presión fue en crescendo. El lunes a la hora del recreo se corrió la noticia como reguero de pólvora. El martes apenas me veían, comenzaban a echarme porras a mí y a la escuela. El miércoles me estaban invitando tortas y golosinas niños y niñas que ni siquiera conocía. El jueves comencé a sentirme nervioso y el viernes, ya era insoportable la tensión.

En la noche comenzó a dolerme mucho la panza y me dio chorro por los nervios, no pudiendo dormir nada, y a la mañana del sábado me estaba arrepintiendo de todo corazón de haber dicho tantas barbaridades.

Intenté comerme un pan, pero apenas lo acerqué a mí me provocó tal acceso de asco que lo tuve que dejar para después. Pero decidí echarle valor al asunto y a las ocho de la mañana estaba tocando la puerta de Chito en el edificio de junto. Salió a abrirme su hermano mayor y me dijo que estaba enfermo, así que lo dejé y me fui a buscar al Güero, que vivía a la vuelta en la avenida Chapultepec.

Su madre se asomó por la ventana, y molesta, seguramente por que los desperté, me dijo que su hijo no iba a salir a jugar ya que estaba castigado. (Después me enteré de que su mamá lo cachó viendo una revista de encueradas que ocultaba su papá debajo de la cama.) No me quedó más remedio que regresar con Chito, al que su hermano nuevamente negó.

-Ya te dije que está enfermo, mi buen.
-Por favor, mano. En serio lo necesito.

A regañadientes salió, haciendo muecas y doblándose para que creyera que le dolía de verdad la panza.

-¡Ay! Neta no puedo ir… Me arde mucho la barriga…

Como lo conocía desde que éramos unos párvulos, ya sabía que mentía. No era la primera vez que me traicionaba; una vez, en el jardín de niños me peleé con mis enemigos mortales, los hermanitos “Cuaz”. Dijo que me ayudaría, pero al final nunca llegó y me pegaron. Ahora que lo pienso, la verdad no sé porqué lo consideraba mi amigo.

-Ta’ bien. Que te mejores.

Pinche Chito. Y pinche Güero. Nadie de la “Alberto” que me acompañara. Pero un hombre es un hombre, no podía quedar mal después de armar tanto jaloneo. Quizá Veloz se rajara, no fuera y ya, no pasó nada. A mi mente vino el rostro de Vane escuchándome cantar y pensé que lo haría por ella, Vane, mi primer amor.

Nunca he sido puntual. Defecto que conservo hasta el día de hoy, pero ése día, llegué al Museo del Caracol a las 9:30, media hora antes del reto. Me senté a esperar deseando que no llegara Veloz, sintiendo al sol durísimo, como un comal volteado al revés, además de que tenía la boca seca, me sabía a centavo de los puros nervios.

En eso llegaron el “Cuicas” y el “Tiliches”, cuates de la cuadra, atraídos por el evento. Le decíamos “Cuicas” porque era una fiera para las canicas y el “Tiliches” se ganó su apodo por traer siempre llenas las bolsas del pantalón con las cosas más raras y extrañas que uno pueda imaginarse. Una vez sacó una lagartija. Lo cachamos porque andaba cazando vivas a las moscas y se las echaba en la bolsa.

-…pos pa’ que no se muera de hambre…

Desgraciadamente para mí, pese a ser de mi palomilla, ellos iban a la “López Cotilla”. Ni modo.

Al rato llegó el Veloz con sólo tres niños de su palomilla. En sus ojos se notaban los estragos de la mala noche que seguramente él también pasó. Pero a quién se le ocurre ser tan serios a los diez años y apostar el orgullo de una escuela.

-Gordolobo…
-Veloz…
-¿Listo?
-Cuando quieras…

Creo que él también me vió demacrado, ya que hizo un gesto como diciendo “si no hubiésemos armado tanto pinche relajo, no estuviésemos haciendo esto.”

Les pedí al Cuicas y al Tiliches que fuesen mis padrinos de honor y que se pararan en la meta y ahí fueron corriendo, acompañados por dos cuates del Veloz. Su amigo el Parabólico, que hasta ahí me enteré que se llamaba Jorge, se quedó para marcarnos la salida.

Como los corredores de atletismo, nos apoyamos en los volantes, listos a la señal para arrancar a correr. Diez pasos. Ni uno más, hasta el arbusto de ahí. Sin trampas, era una cuestión de honor.

-En sus marcas…

Méndigo Chito, méndigo Güero que no vinieron a apoyarme…

-…listos…

Hasta ése momento sentí hambre. Y Vane rondándome la cabeza…

-¡…FUERA!

El golpe de adrenalina, muevo las piernas a todo lo que dan, casi me caigo en el último esfuerzo, casi no puedo subirme a Alas de Asfalto. El brincoteo del terreno, el viento que comienza a arreciar en la cara al ganar velocidad… ¡Madre mía! ¿No que no estaba tan empinada? El tiempo parece detenerse, Alas de Asfalto vibra toda, como un animal indómito brinca queriéndome tirar; mis brazos tensos, aferrándose al volante, manteniendo la dirección, girar sólo un poco a la izquierda, a la derecha para evitar una piedra, un arbusto. No me puedo distraer. Aquí lo doy todo, Vane. ¿Cuánto dura ésta carrera? Mis reflejos comienzan a imponerse a mis miedos; me vuelvo uno con Alas de Asfalto y de pronto, me descubro echando el cuerpo hacia delante, el brazo derecho presto a volar hacia el freno de mano por si hay que frenar un poco, nunca totalmente. Con el rabillo del ojo veo un borrón rojo que viene junto a mí. Es un gran piloto, eso que ni qué. En un instante veo el talud del cerro, creo que voy adelante. Puedo ganar. Puedo ganar. ¡Voy a ganar!

Brincamos el talud. Volamos no sé cuantos metros a un metro de altura. Las cosas pasan muy rápido a mis costados; calculo que iré como a cuarenta kilómetros por hora, quizá más. Caemos, escucho un golpe metálico, escucho a Veloz maldecir, de pronto se detiene, queda atrás súbitamente. Me permito voltear y Veloz va dando vueltas en el piso junto al Diablo Rojo. ¡Gané! ¡Gané! ¡La meta está enfrente! ¡Ganamos! ¡Alas de Asfalto y yo ganamos! Vuelvo a voltear al camino, a la explanada, a la meta, a la gloria y me topo de manos a boca con dos ojitos asustados: un niño pequeñito en su triciclo que se queda paralizado de espanto…

-¡QUITATEEEE…!

Sólo tengo tiempo de girar el volante bruscamente; escucho la madera crujir y veo al cielo y al camino alternarse violentamente. Alas de Asfalto me pega en la cabeza, enojada y sigue su camino dando tumbos, como yo que me detengo poco a poco con mi brazo izquierdo y mi frente que arden, pero extrañamente no me duelen, aún no.

Me quedo ahí, tirado en medio del camino y extrañamente todo está sereno, quieto. Duro una eternidad sintiendo el cuerpo caliente y entonces escucho los gritos de los amigos, el Cuicas, el Tiliches y los otros dos que aún no conozco, incluso oigo a Veloz…

-¡Gordolobo…!
-¡Gordolobo…!
-¡Gordolobo! ¡¿Estás bien?!
-¡Gordolobo…!
-¡Gordoloboooo...!

Con trabajo me levanto. No puede ser. La meta estaba a unos pasos… ¡No! Los amigos y los que hasta hace poco eran enemigos me rodean, asustados y excitados, y entonces veo a Veloz, que lleva el brazo raspado. Me miro y descubro que estoy igual. Tengo una enorme descarapeladura en el brazo izquierdo y seguramente otra en la frente, ya que la siento muy caliente.

-Gordolobo, ¿estás bien?
-Sí, creo que sí, Veloz… ¿y tú?
-Bien, no me rompí nada… ¡Bien hecho, Gordolobo!
-¿eh?
--Sí. No atropellaste al niñito. ¡Bien hecho! ¡Eres un gran piloto!

Era verdad. Me esperaban muchos regaños en mi casa, pero no lo atropellé.

-¿Dónde está? El niño…
-Se lo llevó su mamá –dice el Tiliches, lleno de orgullo- ¡Volaron! ¡No puedo creerlo! ¡Volaron! ¡No manchen!
-Es cierto. También tú eres un chingón, un piloto muy chingón, Veloz.

Veloz sonríe ampliamente. Dice, lleno de gozo:

-¡Somos los más chingones de por aquí! Lástima que el Diablo Rojo se rompió. Se le dobló una rueda al caer. Si no, te hubiera ganado.
-Hasta crees… Alas de Asfalto y yo ya te habíamos chingado…
-Dejémoslo en empate. Al fin que nadie atravesó la meta.
-¡Sale! ¡Empate! ¿Cuates?
-Cuates. Chócalas, Gordolobo…

En eso, el Cuicas llegó con Alas de asfalto.

-Gordolobo, ven a ver…

Me acerqué y entonces vi a mi avalancha, a Alas de Asfalto, quebrada, rota a la mitad. Sólo se sostenía gracias a los fierros de los frenos.

-Mala onda… -dijo Veloz - ¿te van a pegar?
-Desgraciadamente no.

Dije con tristeza.

Efectivamente, mi mamá no me pegó, pero como se asustó mucho al verme con mis enormes descarapeladuras, después de curarme me regañó duramente y me prohibió volver a Chapultepec con Alas de Asfalto. ¡Ay! Pobre de mi avalancha, rota e inservible ya.

El lunes todos me preguntaban que qué había pasado, y al decirles “fue empate” todos hacían muecas de que no me creían. Al verme con mis enormes costras en la frente y el brazo, nadie me creyó. Alguien soltó el rumor de que me caí y perdí.

El martes todo volvió a la normalidad. Nadie volvió a hablarme y ¡ay! hasta Vane ya no me pidió que le cantara más. Maricarmen dejó de visitarme al ver rota a Alas de Asfalto, así que comprobé que sólo le caía bien por tener vehículo, pero afortunadamente, el fin de cursos estaba cerca.

Pasé a 6º con un buen promedio, mi negro pasado de reprobado pareció quedar atrás y volví a tener amigos. Dicen que el 6º grado sólo es preparación para la secundaria y es verdad. Uno crece muy rápido. Los juegos ya eran diferentes, y estaban mezclados con nuestras hormonas que estallaban incontenibles, desatadas. Recuerdo que mis amigos, la Vero, Karina, Claudia, Igor, Raúl y yo nos quedábamos durante el recreo encerrados a piedra y lodo en el salón jugando a las “cebollitas”, afiebrados y precoces.

También volví a enamorarme. Vero Ching, la chinita de los ojos dulces y bonitos era mi amor. Pero desgraciadamente, ella no me pelaba más que como cuate, posiblemente a mi porte de chamaco de barrio, que como tal, era desaliñado y sucio. Aún así, ése enamoramiento ya no fue como el que tuve con Vanessa Young, ya que a ella la veía como a un sol y a Vero la comenzaba a ver como a una mujer. También los amigos eran distintos con distintos intereses. No sé cómo, pero todos cambiamos.

Ya nadie me dijo más “Gordolobo”, y creo que fue cuando mi niñez terminó en cierto modo, en ésa carrera. Creo que jamás volví a ver al mundo de una forma tan inocente, creyendo en todo, esperando todo. Es una lástima que algunas cosas pasen, como pasan de mí, encadenado a éste vehículo, a éste mundo horrible de adultos, ésos niños que siguen jugando a las carreras; ahora que arranca el pesero y me aleja de ellos, como la vida me alejó de mi primera década de existencia, mis once años. Casi puedo ver a Veloz y a mí mismo en ésos niños compitiendo a ver quien es el mejor, volando a ras del suelo, Veloz en su “Diablo Rojo” y yo en mis “Alas de Asfalto”…


Heber Jair Aguilar Hernández “Gato Jazz”.
Real de Tultepec a sábado, 08 de septiembre de 2007


Y bueno, se acabó por hoy. Mi amigo Marco me decía que la mitad del relato muy bien se podía cortar, ya que no alteraba el conjunto de la obra, pero definitivamente no quise, por dos motivos: es un relato autobiográfico. Ésas cosas son importantes para mí. Y segundo: considero importante mostrar el ambiente en que se desarrolla "Gordolobo", el aire de indefensión que tiene, y su baja autoestima producto de ello. Por éso no puede creer cuando se vuelve popular.

En fin, les decía que éste cuento es el inicio de algo más grande. Actualmente estoy construyendo la cuarta parte de "Los Sueños", y todos, todos, son productos oníricos. Ya lo verán. Aparte, acaricio la idea de volverlos historieta. Realmente no sé si pueda, ya que actuialmente estoy haciendo otra animación (me gustó la experiencia de "La Carrera de la Silla") que creo va a llamarse "La Caja", y estoy haciendo otra historieta con argumento de mi hermano, H.P. Agular, que es una versión libre de la famosa película alemana de los '30s "El Ángel Azul", y me estoy peleando con un exigente y mamila cuadro que pide más de lo que tengo de momento, un enorme temple (pintura al huevo) que realmente me está dando mucha lata.

Bueno, pues me despido, ¡y nos escrivemos la semana que entra!
¡Sayonara!

martes, 14 de julio de 2009

Pintura de Caballote: Sin Título (Patologías.)


¡Hola a todos!


¡Cómo están!

¡Espero que bien! Qué tenemos aquí... Pues bien, el cuadro (en realidad, éste debiera llamarse "círculo") que les presento a continuación no tiene título. Es el retrato de dos de mis mejores amigos, y el fruto de su amor. Pensaba regalárselo a ése pequeño fruto que ya ha crecido y ahora es una jovencita de doce años, cuando llegara el momento de sus quince primaveras, pero de momento no sé qué hacer. De todas maneras, éste cuadro es de ella.

Amor... Es una palabra muy grande. Verán, yo, aunque soy soltero, aunque nunca he tenido la experiencia de compartir todo con una mujer, tengo un par de ideas sobre éso. Por lo que he visto, todos los matrimonios tienen etapas duras, muy difíciles de solucionar, y es obvio: la convivencia cotidiana a veces requiere un esfuerzo muy grande para poder ser llevada, no sé si con placer, pero sí con tranquilidad. García Márquez dice en su libro "El Amor en los Tiempos del Cólera" que el matrimonio no es cuestión de amor, sino de estabilidad. Yo, pienso que miente.

Me parece que el hecho de vivir junto a otra persona por más de dos años, requiere algo más que la estabilidad. Es más, ésa estabilidad debe ser el producto de algo más, debe ser el producto de la suma de muchas cosas, como la afinidad de intereses, la química sexual, el compartir cosas, pero ¿qué aglutina todo ésto? ¿Por qué, en un momento dado, dos perfectos desconocidos deciden unirse más allá de un mero encuentro sexual, que sería más que suficiente para preservar la especie? ¿Qué los hace aguantar sus malos olores, sus malos ratos, en fin, todos los defectos que llevamos como personas encima? ¿No sería más fácil estar solitarios?

Sólo encuentro una palabra que tenga la fuerza necesaria para servir de aglutinante: AMOR. Y cuando éste se acaba, no queda más que salir corriendo, para intentar sobrevivir. Y vienen los divorcios, las peleas, todo el infierno de una separación. Yo he visto, y muy cerca de mí, el daño que hace éso. No es nada agradable estar en un hospital viendo el fruto torcido de ése desamor vuelto odio, destrucción, nada.

Por éso hay que darle siempre una oportunidad al amor. Hay que comprender que el amor es sacrificio, es hacerse a un lado, permitir que el otro, la otra, pase y coma primero. Es decir, como diría sabiamente Alberto Cortés en una de sus canciones, "sólo los que aman saben decir TÚ". Y el amor debe ser un colchón suficiente que suavice todo, hasta la tormenta más poderosa, por que el amor viene de Dios, y es santo, por éso, como dice Pablo en 1° de Corintios trece: "el amor es sufrido, es beningno; EL AMOR NO TIENE ENVIDIA, el amor no es jactancioso, no se ENVANECE; no hace nada indebido, no busca lo suyo, NO SE IRRITA, NO GUARDA RENCOR; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, TODO LO SOPORTA..." por lo mismo, el amor no tiene que ser un obstáculo para nada, para ningún proyecto, para ningún plan.

Sin embargo, somos humanos, y por lo mismo, no somos perfectos. También nuestro amor es imperfecto, y por lo mismo, como somos finitos, en algunos casos quizá deba terminar. Aún así, también es cierto que somos perfectibles, y lo que hacemos mal ahora, si le hechamos ganas, mañana lo haremos mejor. Igual es nuestro amor. Si lo dejamos para siempre en su cuna, nunca crecerá, y por lo mismo, morirá inmaduro, en vez de florecer y hacerse semejante a Dios: eterno. Creo firmemente que hay que darle una oportunidad a que crezca, a que se desarrolle, y no abortarlo cuando aún es joven. ¡Viva el amor! ¡Venga el amor! Por que con amor, hasta los frijoles más humildes saben excelentes, la cama aunque sea de tablas, será mullido colchón, y la casa, aunque sea de láminas, será el palacio más amplio y espacioso que exista.

Termino ya. Amigos, no los estoy atacando ni nada de éso ¡Dios me libre de algo así! Sin embargo, los canales de comunicación se hacen escasos, y aparentemente la distancia ha ido creciendo hasta hacerse moustruosa. Dense una oportunidad. Los dos. Obviamente hay que hacer sacrificios, por ambas partes, ya que no seré yo quien dé culpas, por que ése es un camino hacia la destrucción. Uno no se lleva nada al morir, y quizá el único equipaje que podamos cargar, sean los recuerdos, así que, ¿qué es más importante? Cambar nunca es fácil, pero si aún hay amor, todo se puede, por que es amor la energía que hizo posible al universo.

Sobre el cuadro, pues es óleo sobre lámina, un comal grandote de medio metro de díametro que me encontré chahcareando en Cuauhtitlán, cuando todavía estaba el tianguis gigante, ése que vendía hasta reses en pié, y que por los malos gobiernos, lo han partido y desecado, haciéndolo casi nada hoy. Lo pinté por el '97, pero en realidad lo terminé hasta el 2007 por que le hallé algunas imperfecciones que rehice. Aún no me satisface del todo, será que quiero mucho a mis amigos y por éso le sigo hallando defectos, ya que los originales son distintos... ¡Sayonara!

miércoles, 8 de julio de 2009

Histerieta: "Rock'n Roll Blues" 7° entrega.

Rock'n Roll Blues pág. 29
Rock'n Roll Blues pág. 30

Rock'n Roll Blues pág. 31


Rock'n Roll Blues pág. 32


Y por fin, el fin. "Hasta que se calló este güey" Ni máiz palomero. Éste Gato no se calla, y ha de seguir maullando hasta que le salgan ronchas, faltaba más. Pues si, como les comentaba, éste es el final de mi primogénita, y espero que les haya agradado.
Otra noticia más. La mancuerna literaria del Glorioso "Gato de Azotea", H.P aguilar, o sea, mi carnalito, ha aceptado que les publique aquí, en su cojín consentido, el primer capítulo, el primer CÓDICE de la tremebunda saga del Aguilita y del Dr. Yazz-Ot-Tsé, titulada "TZITZIMINE", que significa en náhuatl garrapateado "Los que cayeron de cabeza". Es una historieta muy larga, de nueve códices normales de 32 páginas y un final largo, de 64. Al rato la publico, ya que he descuidado un poco el publicarles algo de pintura, y una que otra rima aderezada con fotos de éste, su psicalíptico y obsceno felino Jazz, así que, cuando la publique, ya veremos cómo nos arreglamos para que la tengan toda, no sé aún la mecánica, por que ésa historieta estuvo planeada para venderse, pero nos cayó el chahuistle de que en éste país de petates literarios y mazorcas pintadas, los empresarios le hagan el feo a cualquier cosa que implique generar mercado, así que ya veremos cómo nos arreglamos.
Otra noticia: ¡Ganamos! ¡El abstencionismo fué altísimo en la elección pasada! Así me gusta, canchanchanes. Quizá de momento no se note, pero el abstencionismo dirigido es una forma de lucha, de resistencia civil pacífica; una forma de mostrar al mundo que los que nos gobiernan, son una bola de mafiosos caciquiles o de caciques mafiosos... ¡Cómo nos venimos a enterar de que el rival de Fantomas, El Cacique Inmortal, no era un mero alucín de historieta, sino que era muy real! ¡Que se vayan todos! ¡Refundación de la República ya! ¡Nuevo Constituyente! Quiero agradecer su apoyo, como vicepresidente del Partido de las Lombrices, por las ganas echadas a la pasada elección, que, como era de suponerse, sólo votó el voto duro de los partidos (y uno que otro deschavetado que cree ingenuamente que estamos en una democracia) ¡Larga vida a los guerreros!
En fin. Sin nada más que informar en éste frente de batalla, éste glorioso Batallón de los Corazones Rotos, me despido para irme a acostar un rato, y que el sueño se encargue de lamerme mis heridas ganadas en la lucha por Eros.
Ya, para acabar, ¡cúrate pronto, Keka Briones! ¡Recibe un combativo apoyo de un guerrero más de los Bronquios Destrozados! ¡Orgasmo ahora! ¡Salbutamol mañana! ¡Sayonara y hasta la semana que entra!

miércoles, 1 de julio de 2009

Histerieta. "Rock'n Roll Blues" 6° entrega.

Rock'n Roll Blues pag. 24
Rock'n Roll Blues pag. 25

Rock'n Roll Blues pag. 26


Rock'n Roll Blues pag. 27


Rock'n Roll Blues pag. 28


Hola de nuevo. Si. Ya sé que se podrían hacer muchos comentarios virulentos. Hoy sobra tema. Los gorilas vuelven por sus fueros militares, y toda la grilla baratísima que es la política nacional, por no decir la internacional. Sí, que si Norcorea... Sí. Que los alimentos trasgénicos. Sí, que la desertificación y los monocultivos estropeando la tierra... Sí, si si.
Sin embargo, hoy no tengo ganas. Hoy como que tengo más bien el antojo de mandarlo al diablo todo. Me siento muy cansado. Antier ella no me saludó, no me hizo caso en lo más mínimo pese a que estaba parado junto a su esbelto, bello cuerpo. No creí que me doliese tanto. No creí que algo así me lastimara de nuevo, extraño don dado únicamente a ellas, la capacidad de lastimar sin violencia. Tengo ganas de mandarlo todo al diablo. Han sido dos duras, eternas noches, así que por favor, discúlpenme mi mal humor.
Y si. Ya se termina ésta hija mía. La semana que entra, es su última entrega. Asi que, nos vemos la semana que entra. Sayonara.