lunes, 27 de noviembre de 2017

Pintura de Caballote: Cuatro Dibujos.


¡Hola a tutos y tutas!

Perdón por publicar hasta hoy. Lo que ocurre es que tuve que salir del país hacia la Hermana República de Oaxaca para ayudar a mi pequeña familia; no los abrumaré con los detalles de esta expedición, pero lo que sí les comentaré, es que hay que cuidarse el riñón. Tomar mucha agua y hacer por lo menos media hora de movimiento al día, para sudar. Bajar el consumo de sal y de azúcar, y luchar por evitar la diálisis a toda costa.

El hospital es un sitio feo. El paciente, es a momentos un mero objeto en manos de la medicina, la soledad del enfermo es terrible, ya que se está a total merced del destino. Es en un hospital donde, sin duda, se siente más terrible la soledad. Y el acompañante, ha de erigirse en un guerrero y en un testigo, que lucha y percibe ése dolor.

Con éstas cosas en mente, hice estos cuatro dibujos, que espero disfruten, camaradas y camarodos. El primero:


Se titula "El Sueño de la Diálisis", y está hecho sobre papel Fabriano con un lápiz 2H. Es un poco más grande que el formato carta de 28 x 25 cm.




Este otro se titula "Dolor". Está hecho sobre cartulina marquilla, sobre un cuaderno que conseguí por allá. No me acuerdo de la medida, pero es el mismo que el de cualquier cuaderno que se consiga en cualquier papelería.



"La Guajolota" es el título de éste. ¿La idea? Realmente no lo sé. Sólo sé que necesitaba relajar mi mente del horror del hospital, y lo primero que vino a mi rescate fué esta estrafalaria mujer. Papel marquilla con tintas de bolígrafo.



Y el último. "La Hora de Comer". Relato platicado por mi hermano, sobre un par de vecinos apanicados por la creciente delincuencia de su barrio, y que por lo mismo, ven con malos ojos a cualquiera que pase por ahí, así sea un trabajador/a que se siente en la banqueta a descansar los pies y a comerse su torta.

Y bueno, camaradas y camarodos, por el momento es todo. En Diciembre les traeré los "Ayes de la Matria II", un enorme óleo.

¡Hasta la entrega que sigue! ¡Historieta o muerte, VENCEREMOS!

martes, 3 de octubre de 2017

Eructo Literario: “Torta de Sándwich de Quesadilla con Harto Aguacate” Parte 3 + 2 Dibujos.


                La tierra se movió de nuevo. En el mismo día como si estuviese marcado por alguna extraña profecía: Tlazoltéotl, la Diosa que Come Suciedad, se desperezó y nos hizo saber que, sobre la piel de esta tierra vasta y grande, somos meros ácaros. Como dije en la entrada anterior, a veces el país parece que se derrumba, se colapsa, pero al igual que con la caja de Pandora, hasta abajo, en este fondo de dolores, se halla la Esperanza. Los jóvenes salieron, las ciudades brillaron con la solidaridad del abrazo de las Naciones amigas de este pueblo sufrido, con el apoyo desinteresado a las comunidades afectadas por la tierra, el terremoto.

                En uno de los capítulos de “Evangelion” de Estudio Gainax, van conversando dos personajes, Gendo Hikari y su lugarteniente, Fuyutsuki, sobre el hecho de que cuando Dios expulsa al Hombre del Paraíso, éste crea las Ciudades. La Ciudad es, en más de un aspecto, el Paraíso Artificial, hecho por el Hombre a su imagen y semejanza. Pero cuando la Casa, la Ciudad, que representan en última instancia la seguridad de poder dormir sin que te atrape un depredador, se vuelve en contra tuya y te trata de destruir, el animal en nosotros grita, se espanta, no entiende qué es lo que ocurre. Tal es el miedo que genera un sismo: despierta a ése pequeño animal que somos, con todos nuestros instintos erizados, y hasta antes dormidos por el confort y la seguridad que te da ése paraíso falso. Por eso lastima tanto, por eso da tanto miedo, cuando la Tierra, tu único apoyo en esta existencia que puedes sentir con tus pies, se mueve. Todo en lo que uno cree, se tambalea también, porque sólo Dios puede consolar en un momento así. La Ciencia, queridos camaradas y camarodos, no puede, porque no tiene ni siquiera una certeza del porqué la Tierra se mueve. Todo es teoría y especulación, y ésta corre, espantada cuando la pared de tu casa -tu castillo- se agita bruscamente, buscando sacudirse de ti. Un recuerdo a las víctimas de éste monstruoso sismo, no sólo para la Ciudad de México, también para Oaxaca, Morelos, Chiapas, Veracruz, y también para nuestros hermanos en las Antillas, porque también el Viento y el Mar se agitaron con violencia, Huracán, El Corazón del Cielo, destruyendo, queriendo comernos. Un abrazo solidario.


                ¿Por dónde seguimos? Tengo un par de dibujos que me gustaría presentarles, un poco también por esta circunstancia:


                Éste se titula “Blanquita, Perita y Tair”. Es una especie de recuerdo a la gente muerta –como haya sido- y la bendición de que uno pueda seguir aquí. Por una razón muy sencilla: uno pudo ser el que ya no estuviese aquí, y ellos, ellas, sí. En mi caso, estas dos niñas fueron atropelladas por un inconsciente y ebrio conductor a la tierna edad en que están en este retrato. El otro, soy yo. Los balazos son una mera alegoría sobre que el Mundo, no es otra cosa sino un paredón de fusilamiento, y uno nunca sabe cuándo y cómo va a llegar la sentencia. Está dibujado sobre papel Fabriano de 21 x 29.5 cm. con lápices de color y grafitos.

                El otro dibujo se los pondré al final ya que lo que sigue trata del final de mi cuentote, novela corta, casi final del tomo “Los Jóvenes Soñadores”, y va así:

“Torta de Sándwich de Quesadilla con Harto Aguacate” Parte 3 (Final).


                Son las tres cuarenta y cinco de la madrugada cuando salgo del Vip's. La cocinera fue muy amable al prepararme un par de tortas de sándwich de quesadilla con harto aguacate, como me gusta; me hago amigo de los empleados, y puedo relajarme, preparándome para la batalla. Cómo estaré de tenso, que no me ha molestado el efecto secundario de tanta leche de magnesia: la diarrea.

                Terminé lo que tenía que hacer, tomándome un instante para planear mi entrada, y dejé -como un último acto de bonhomía- una buena propina por un buen servicio, despidiéndose los empleados de mí con grandes sonrisas y pidiéndome regresar. Si salgo con vida de ésta, prometo que lo haré. También en la farmacia del establecimiento me armé con antiácidos y, como está relativamente cerca la calle de Iztacíhuatl, decido llegar a pié. Intentaré colarme desde la calle de atrás, brincando las azoteas para sorprender a la bruja. Pareciera que traigo un ángel guardián -uno bueno-, porque no tengo ningún contratiempo, salvo al principio, ya que, al igual que la vez anterior que quise encontrar la "Casa de la Hermosa Luz", algo ocurrió que me hacía dar vueltas en círculo, teniendo que recurrir al viejo. Ahora bastó con concentrarme no en la Casa, sino en el edificio que se halla detrás. Todo se va resolviendo bien, ya que la calle se halla vacía, y el zaguán del edificio que está justo atrás de la "Casa de la Hermosa Luz" -según Google Maps-, está también abierto y vacío. Subo sigilosamente hasta la azotea, con solo dos gatos que andan de enamorados como testigos y ahí veo ya los dos altos chacuacos arrojando su humo blanco. Aún así, son como dos metros y medio los que he de escalar; suspiro, y revoloteando el garfio, logro afianzarlo al segundo intento.

                Alcanzo la azotea de la Casa de la Hermosa Luz, y debo tomarme un momento para reponerme, ya que me ha costado más de lo que pensé el subir hasta aquí -¡pinche gordo que estoy! ¡He de ponerme a dieta, con una chingada...! Sin embargo, y contra todo lo que digan de mi, he de sentirme orgulloso de mi propia fuerza: ¡he alzado el equivalente a dos costales de cemento de un tirón!-. Recuperado el aliento, me saco la gabardina, envolviendo con ella al garfio y la computadora de Ritssi y los dejo aquí, escondidos tras los tinacos. Son peso muerto, y debo moverme con fluidez a partir de este momento; me coloco la mascarilla, me pongo el legendario machete de mi agüelo con la funda en el cinturón, junto a la funda de la pistola con sus cinco cargadores y sigilosamente camino hasta la entrada, no sin antes asegurarme de que no haya nada ni nadie custodiando la puerta. Nada. Pero no me confiaré; por mi seguridad, debo pensar que si esta puerta de hierro sólo está cerrada con una cadena y un candado barato que abro fácilmente con las ganzúas, es porque me esperan.

                Sin embargo, no hay nadie, ¿tan confiados están en su red de complicidades que no dejan ni un guardia? Bajo, y veo los pabellones que supuestamente sirven como asilo, y no puedo evitar indignarme ante lo que veo: los ancianos se hallan encadenados a sus camas, con mascarillas y bajo un sueño muy pesado, seguramente inducido por fármacos. Malditas bestias. Se arrepentirán de lo que le han hecho a estos viejitos. De momento, será mejor dejarlos así, pero tomo la precaución, al igual que Arnoldo Charles, de tomar varias fotos para denunciar esta felonía. En la puerta se halla uno de los supuestos "trabajadores sociales", dormitando en una silla. Está armado con una pesada cachiporra forrada de caucho para no dejar marcas y un arma. ¿Dónde se ha visto que un enfermero o un trabajador social ande armado, y que a los residentes de una institución de "beneficencia" se les encadene y se les obligue a dormir con drogas? Este pinche matón ahorita me va a despepitar todo, lo quiera o no el cabrón. Rápidamente llego hasta él mientras le pateo la silla, y al caer al suelo el mastodonte, inmediatamente lo desarmo, le arrebato su macana y con ella lo inmovilizo, poniéndosela en el cuello y haciendo presión en forma de palanca. "Ahora si, cabrón. Si no quieres que te lleve Patas de Cabra, dime donde hallo a Meriba". El guardia, respirando con dificultad, me dice que no conoce a ésa "Meriba", pero que escaleras abajo, en un anexo junto a calderas, se hallan todos, incluso el doctor Quiún. "Cuántos guardias hay en el edificio" le pregunto, a lo que me responde que diez cuando mucho, ya que casi todos salieron con las camionetas a buscar a dos ratas. Ratas. ¡Já! Meriba es una chingada dálmata; apenas ayer nos decía piropos sucios a Igor y a mí, y ahora somos "ratas". Únicamente hago presión con la macana y el guardia, tras una breve lucha, se desmaya. Debiera matarlo al ojete, pero no caeré al mismo nivel de estos secuestradores, traficantes de personas... ¡Cuántos hogares no se han vestido de tristeza, cuántas madres, padres, han llorado lágrimas amargas al no saber dónde se hallan, y cómo se hallan sus seres queridos! Cerca de veinte mil niños se "pierden" al año en el país, sin contar hombres y mujeres y mucho menos inmigrantes centroamericanos... ¡Y estos hijos de la chingada son los responsables junto a autoridades corruptas como "La Diabla" de este horror! Me enciendo en cólera. ¡Cómo de que no! Aprieto más, y el cuello se rompe. La única piedad que tendré con estas mierdas, es matarlos rápido, y eso, para que no me estorben. Compruebo el arma del guardia: una beretta con silenciador. Bien, es compatible con la mía, tengo veinte balas más y el silenciador será muy útil.

                Sin embargo, hay algo, quizá mi conciencia, que me hace sentirme intranquilo, incómodo, no lo sé a ciencia cierta; el caso es que un sentimiento extraño me hace regresar y romper con las pinzas las cadenas que atan a los ancianos a sus camas. Me tomo un momento también para leer las etiquetas de los "sueros" que les inyectan, y confirmo que mi sospecha es correcta: puros barbitúricos, que en dosis leves los mantienen adormilados y también, manejables. El gas que les hacen inhalar, es óxido nitroso, y seguramente es para el mismo propósito. Les saco las hipodérmicas así como también les quito las mascarillas, y bajo al otro piso. Ellos solitos despertarán en una hora cuando más.

                Saliendo de las escaleras, y sin dudarlo ya, elimino a otros cuatro matones de "Quimera". Ésta vendría siendo la tercera planta, y según el "camarada mono", todo el piso funciona como hospital, e, igual al asilo, los pobres ancianos se hallan encadenados y drogados. Tomo fotos mientras los libero, y éstas, junto a las que tomó Arnoldo Charles, serán el testimonio de esta infamia. Aquí hay suficiente material para un libro; quizá lo escriba después, cuando todo este horror termine. Hay una sala y, por lo que veo, es la sala de tortura del doctor Quiún que fotografió Arnoldo: los viejitos están abiertos en canal, cercenados de algunos miembros y/u órganos; como en un rastro hay ganchos de acero colgando de rieles y grandes cuchillos de carnicero "adornan" una pared. Echo un vistazo, y adentro de un par de congeladores se hallan órganos vitales. Las pobres víctimas balbucean de dolor pese a las potentes drogas llenando el ambiente de una lúgubre melodía... No lo resisto. Tomo fotos, y debo, por humanidad, quitarlos de sufrir; no conozco ningún caso de alguien que haya sobrevivido sin hígado, riñones y un pulmón. Sin ojos. Conectados a una extraña máquina que los drena lentamente de su sangre que va a parar a bolsas de transfusión. Cierro con lágrimas el oxígeno y abro a todo el óxido nitroso, y compruebo que su agonía es breve. Descansen en paz, que todo este dolor no será en vano. Salgo de este infierno, y como Dante, bajo a otro círculo. Esta segunda planta son oficinas y consultorios, donde cínicamente hay retratos y cuadros de ancianos sonrientes y los eslóganes de la Fundación: "el ocaso puede ser un nuevo amanecer", "dar todo el amor cuando aún no es tarde", "su amada rúbrica será el cariño en el libro que pronto ha de cerrarse", "La flor obsequiada es más bella en la mano que todavía la puede recibir"... Todo ése cinismo me enferma.

                Abajo seguramente se halla el vestíbulo, el comedor y los baños. Sin embargo, he notado algo desde que entré a este edificio: es muy frío. Hay un olor desagradable que no podría precisar de qué es, impregnándolo todo, y, aunque he sido muy cuidadoso sobre cámaras y otros dispositivos de vigilancia -de hecho no hay ninguno, sólo los matones de "Quimera"-, siento que me están observando en todo momento; he visto con el rabo del ojo sombras negras, que desaparecen apenas uno voltea, y alimañas: en el piso que funciona como hospital vi arañas y ciempiés, además de ratas. En apariencia, el sitio es limpio y funcional, pero definitivamente es un nido de inmundicias, y se van haciendo más evidentes conforme voy bajando.

                Elimino otros dos guardianes de "Quimera", y llego a la planta principal. Ahora toma forma el relato del viejo, y ahí veo el comedor; junto se halla la cocina industrial y la bodega, y ése corredor me late que es el que conduce a los baños. Si lo sigo, he de dar con el lugar donde realizan los sacrificios, y con El Tabernáculo de Quiún. Llego al baño, grande, muy espacioso, y extrañado, al igual que el viejo que me narró su breve estancia aquí, noto muchas arañas, que caminan haciendo patrones... espera, son... ¡son letras! ¿Que dicen?  E... S... T... A... S... M... U... "Estás muerto"... Súbitamente estallan estridentes carcajadas, y, como flamas obscuras, muchas sombras se alzan y bailan; son sombras muy negras, más negras que mi propia sombra, y creo enloquecer, porque tienen ojos que son como carbones encendidos, torcidos, malignos, y garras que aunque no me tocan, aún así buscan romper mi cuerpo, y yo disparo una, dos, tres veces sin resultado... "¡Jesucristo, ayúdame!" casi grito con una suplica que viene del fondo de mi aterrado corazón, y, como si alguien encendiese un interruptor de luz, todo vuelve a la normalidad. O casi todo: el asqueroso olor como a yuquía se ha hecho más intenso, pese a que traigo puesta la mascarilla.

                Me hallo muy tenso. Sudo mucho y casi me orino del pánico de hace unos momentos. Por lo mismo, apunto con el arma a todos lados, y en el momento en que se me abalanzan dos siluetas blancas, no dudo y disparo creyendo que se trata de más "ángeles de Quiún", pero no se trata de ellos. Frente a la segunda puerta, caen mortalmente heridos los dos últimos guardias de "Quimera", que venían con las armas en la mano, alertados por los azulejos quebrados por mis balazos. Traigo colocado también el silenciador, así que no escucharon los disparos, y no esperaban encontrarme aquí, si no, hubiesen entrado echando plomo. Cojo con toda la rapidez que puedo las balas que traen estos hijos de la chingada, no debo dejar resollando a ninguno de ellos. Trato de reponerme. Hasta mis oídos llega una lúgubre salmodia. Ahí he de dirigirme, ahí se halla seguramente reunido el "Tabernáculo de Quiún", y su lideresa: Alma Meriba.

                Atravieso la sala de calderas, y es muy obscura; ahí veo un horno crematorio, y mesas donde hay enormes bolsas negras con... cadáveres. Debí suponerlo. El humo blanco que sale de las chimeneas proviene de este lugar. ¿Que es eso que veo allá? Es otro horno, pero parece para pan. Y esta mesa con extrañas inscripciones... ¿que estaban haciendo? Es una figura humana; hay herramientas de escultor aquí, unas cubetas con polvo blanco, y en esta otra una masa marrón... ¡hiede! ¡No quiero ni imaginarme de qué estará hecha! La figura está moldeada con la misma masilla asquerosa pero esas marcas están hechas con el dedo: son cinco marcas de uñas en lo que vendría siendo la mejilla en esta cosa. No sé de momento para qué estén haciendo este monigote, así que me conformaré de momento con únicamente tomarle fotos. Madre mía, en estas cubetas hay huesos humanos y en esta otra bolsas de sangre, en esta otra, ojos, y aquí... Corazones. Corazones humanos. ¿Para qué necesitarán esto? Seguramente para nada bueno. Basta, no tengo tiempo para estas cosas ahora. Debo salir ya de aquí, e ir hacia donde realizan sus pinches sacrificios.

                Salgo, alcanzo otro corredor, y la letanía ahora se escucha más claramente, como si flotase en esta opresiva penumbra. ¡Maldición! Tengo un temblor que me recorre todo el cuerpo, y no puedo controlarlo completamente. ¿A quién irán a sacrificar? Porque seguramente se hallan reunidos para eso. Y no consideran que lo que se halla en su "piedra de Tizoc" es un ser humano que ríe, que llora, que tiene una historia personal, compleja, digna de contarse y ser escuchada, no se trata de una vaca o un becerro... Y aunque fuesen solo animales, aún así sería horrible; no entiendo cómo un ser que pretende ser un dios pueda complacerse en la destrucción; es algo absurdo ya que el concepto divino, en última instancia siempre es un concepto creacionista. Los únicos que destruyen son los diablos, incapaces de crear cualquier cosa y por ello son seres malignos; y si alguien los adora con cualquier forma de sacrificio que implique derramar sangre, es alguien igual de maligno. Sencillamente dejas de ver a quien camina a tu lado como a una persona, y, ¿no es ésa una de las motivaciones de los asesinos seriales, el ver a los demás como "cosas" y no como seres humanos? No lo permitiré. No más.

                Domino con gran esfuerzo el temblor, el dolorcillo que como agujas traigo en el estómago moliéndome, la opresión que en un momento ha envuelto a mi ánimo y me dirijo al sitio. No es mi imaginación. Este corredor pareciera que va en curva y siempre en descenso; conforme voy bajando, pareciera que el ambiente se va haciendo frío, húmedo y sucio... Vuelvo a percibir las sombras, se acercan; la voz de ellas resuena en mi cabeza, burlándose de mí, hablando en una lengua rasposa y ofensiva, pero ahora creo. Creo que, si este maldito horror existe, forzosamente también existe su contrario. Sí. Creo en Dios, creo en su misericordia, y en su Hijo Jesucristo. He visto ése otro mundo, y he llegado a la misma conclusión a la que llegó Arnoldo "Monita" Charles. Ahora entiendo completamente porqué, a la hora en que el "ángel" maldito, torcido de Quiún lo atacó, estaba leyendo el Salmo Noventa y Uno. Aunque muera, me acojo a Dios, y yo también digo como un mantra, un escudo que me protege: "Esperanza mía, y Castillo mío, Mi Dios, en Quién confiaré" apretando los dientes.

                Frente a mí hay una puerta de dos hojas, pintada con extraños símbolos que vagamente parecen pictogramas egipcios, custodiada por uno de ésos "ángeles". Seguramente pasando de aquí ya no se admiten personas "normales", únicamente miembros escogidos. Apenas se distingue la aberración ésa; parece un pedazo de manta blanca, un jirón de lino flotando, moviéndose casi imperceptiblemente de un lado a otro, como si un viento que no se siente lo gobernase; pero en cuanto me acerco, se alza, feo, amenazante como siempre. Ésa puerta es el fondo de este pozo de inmundicias, no me cabe ninguna duda de ello. Transponiéndola, seguramente se halla la bruja y su conciliábulo. Pienso en arrojar un cóctel hacia el cancerbero, pero me detiene el pensar que también detrás de ésa puerta, puede haber un ser humano que necesita mi ayuda. El "ángel" bufa, buscándome, pero no le doy tiempo para hallarme: disparo dos veces, y, como en las anteriores ocasiones, el horrible ser se retuerce, chilla deshaciéndose en cenizas blancas; pese al escándalo que hace el guardián, la salmodia no cesa. Aprieto los dientes, quizás el elemento sorpresa se ha esfumado. No pierdo tiempo: de una patada abro la puerta que vuelve a cerrarse tras de mí; la temperatura baja de golpe, y la visibilidad es poca debido al espeso incienso que impregna todo, y lo reconozco como el asqueroso olor que he estado percibiendo desde que entré a este edificio, pese a la mascarilla. Asqueroso, no comprendo cómo hacen para tolerarlo las figuras que se recortan entre las sombras con sus capuchas picudas como kukuxklanes.

                Avanzo, y el incienso me marea de lo concentrado que está, si no trajera esta mascarilla, no sé que pasaría, quizá estuviese tirado en el piso con toda mi humanidad a merced de estas bestias; sin embargo, parece ser que la adrenalina me compensa. Mis pupilas se abren y me acostumbro a la poca luz, y veo al Dr. Quiún, levantando algo que parece una serpiente negra y verdosa; los concurrentes vuelven a cantar en una lengua que no conozco pero el tono es inconfundible: se trata de una alabanza para el demonio al que adoran, y sobre la piedra de los sacrificios de donde cuelgan los cadáveres desollados de otros cuatro ancianos, se halla... Lo conozco, si. Es el viejo que me trajo a este lugar por primera vez. Lo extraño de todo esto, es que pese al escándalo que hice al matar al cancerbero y al entrar, aparentemente ninguno de estos ojetes hijos de la chingada se ha dado cuenta. Bien. Sin embargo, no veo a la principal dálmata que he venido a buscar. Ahí está su trono hecho como de telarañas, colgando encima de todo y de todos, como me dijo el señor que están a punto de inmolar, pero de la dueña, ni su luz. No sé si sea suerte o qué.
               
Me doy prisa: disparo contra el sujeto que lleva el cuchillo, derribándolo, y es hasta ése momento, que los sujetos encapuchados parecen darse cuenta de que se hallan bajo ataque. Llego hasta el viejo, al que despabilo de dos certeras bofetadas, y hago que se levante de la cama con circunvoluciones, empapada de sangre en donde se halla, y después de comprobar rápidamente que esa sangre no es suya, hago que se ponga detrás de mí. Grito: "¡En donde está Meriba!", y nadie habla, se limitan a observarme extrañados, casi como si fuese una aparición. Miro con detenimiento al los miembros del "Tabernáculo de Quiún", y lo que hallo es a un grupo de viejos que, recuperada ya la noción de la realidad, ahora tiemblan, luchando por escudarse entre ellos. Reconozco a un par: ahí está el Gobernador del Banco Nacional, temblando como una gelatina. Y ése otro, es Nalgos Chim, dueño del corporativo Carko, quizá el grupo empresarial más poderoso de México. Ahí se halla, tratando de escudarse detrás del Emperador de la Basura -ése tipejo que abusaba sexualmente de las mujeres que le pedían trabajo-, el ex-senador Sergio Márquez De Caballos, famoso por su diatriba contra las organizaciones populares y también por entablar acciones judiciales contra empresas paraestatales a favor de la clase macroeconómica, sin ningún empacho pese a haber pertenecido al mismo aparato gubernamental que muerde. Y ése que chilla como una rata gorda es el dueño de Televisión S.A, responsable de la enajenación mediática de buena parte de la sociedad... A los otros no los conozco, pero si están aquí, enfundados en esas túnicas y cantando alabanzas a su dios maligno... Asquerosos. Le pregunto al viejo si ya se recuperó, y al responderme afirmativamente, le digo que llame a los bomberos y huya; el viejo no quiere, está aterrado y con justa razón. Ya qué. Le pido por segunda vez que le hable a los bomberos y huya, porque de este sitio no van a quedar más que escombros retorcidos. Sólo debe tomar las llaves de los guardias y salir por la puerta principal.

                El viejo, visiblemente asustado, acepta y apenas escucho que abre la puerta, le emboquillo el cañón de la pistola al cófrade que está mas a mi alcance, y le repito la pregunta al Presidente de Televisión S.A. sobre el paradero de Alma Meriba, y como se niega a responder, disparo. La incredulidad primero, y después el terror, llena a los miembros del Tabernáculo, y suplican por su vida mientras chillan "¡mataste a Limantour!" "¡Mataste a Limantour!"... ¡Ah chingá..!, ¿acaso se referirán al ministro de Hacienda de Porfirio Díaz? Nooo... Decido ignorar de momento ése dato absurdo y tomo a otro de ellos, y haciendo lo mismo, repito mi pregunta: "¿Dónde está Alma Meriba?" El Presidente de Televisión S.A., tartamudea, comienza a responder: "...fue a la... iglesia... donde se casó a..." ¡cuando, sorpresivamente, el doctor Quiún le corta la cabeza limpiamente de un solo tajo! ¡Y enseguida, levanta del cuello con un solo brazo al masivo Gobernador del Banco Nacional y me lo arroja! Apenas puedo hacerme a un lado, y apretando los dientes, le disparo todo el cargador, logrando derribarlo de nueva cuenta; los despojos del Tabernáculo chillan espantados, intentan correr, pero no hacen más que dar vueltas en círculos. Recargo a toda prisa mi arma y justo a tiempo, porque espantado, veo al doctor Quiún levantarse de nuevo y, haciendo un ruido espantoso con la boca, empieza aparentemente a volver el estómago; mi instinto me grita que corra, que trate de alcanzar como sea la salida. Muevo las piernas, con todos los vellos del cuerpo erizados como puerco espín, y me topo con que los miembros del Tabernáculo se pelean entre ellos para ganar la puerta. Alzo la pistola, pero súbitamente aparecen varios "ángeles" exterminadores, y caen sobre el grupo... Dios mío... ¡Dios mío! ¡Los envuelven! ¡No sirven de nada las aterradas súplicas, igual los matan quemándolos horriblemente, lanzándolos contra mí! ¡Y miro horrorizado cómo el doctor Quiún vomita "ángeles"! ¡No me da tiempo para apuntar! Pero aún así disparo, le doy a uno, a otro, a otros dos más y logro acertarle uno de mis tiros en la cara, cerrándole la boca justo cuando regurgitaba otro "ángel", el cual estalla incendiándolo, gritando horriblemente...

                Dejo de dudar. Prendo un par de cócteles molotov y los arrojo hacia donde se halla el Dr. Quiún, y, horrorizado, veo que se alza de nueva cuenta, riéndose de forma ominosa con la quijada a punto de caer, sostenida únicamente por una tira de pellejo; el fuego lo envuelve, pero aparentemente no lo lastima, y ahora se abalanza contra mí, armado con su pavoroso cuchillo ritual. Con fuerzas sacadas de la desesperación, esquivo su ataque con un "salto de tigre" y gano distancia, mientras le arrojo otro cóctel molotov y alcanzo la puerta. Salgo, y corro por el pasillo que ahora pareciera retorcerse; grito, tantito para aspirar aire, y tantito para soltar un poco de miedo, porque también escucho carcajadas burlonas, y sombras que se retuercen por todas las paredes que se arrugan como si estuvieran hechas de papel. Sin embargo, otro sonido llama poderosamente mi atención: la puerta a mis espaldas se rompe, y sé que un ser maligno envuelto en llamas como un demonio furioso viene atrás de mí, buscando asesinarme de una forma fea, lenta y dolorosa; la luz del incendio proyecta sobre mi sombra otra sombra, agresiva, de un enorme cuchillo, y gracias a ello, puedo agacharme oportunamente, esquivando el filo pero haciéndome caer. Me ruedo, esquivando los ataques que el Dr. Quiún descarga buscando lastimarme, mientras se ríe grotescamente; más que risa, mi aterrado cerebro identifica ése espeluznante ruido como el jadeo de una hiena muy grande... Toco con la mano la funda del machete de mi abuelo, y más por reflejo que por conciencia, saco la hoja legendaria que mató hace tanto tiempo a otro ser sobrenatural; lo levanto con fuerzas sacadas de la desesperación, y el brazo armado del Dr. Quiún vuela cercenado limpiamente. ¡Y ahora soy yo quien tira tajos! ¡Y el ser maldito que resistió un cargador entero y varios bombazos incendiarios, se desbarata como si estuviese cortando un monigote armado con carrizos secos! El Dr. Quiún ríe sin mandíbula, con ésa fea risa seca, muerta, hasta que su cabeza cae, rota como si estuviese hecho de masa seca. Cae, deshaciéndose en ceniza blanca.

                Quisiera detenerme un momento a descansar, pero no puedo. El incendio crece, alimentado aún más por la tea que fue el Dr. Quiún, y debo ver si el viejo loco ha logrado salir; si no, he de llamar yo mismo a los bomberos para que vengan a rescatar a los ancianos. Debo apurarme, también porque debo ir a ayudar a Ritssi; alguna vez me comentó que la bruja y él se casaron justo en la iglesia de "La Sagrada Familia"; luego, ella ya sabe donde se halla. Sólo espero que el sacerdote que sabe matar vampiros sea capaz de contenerla hasta que llegue.

                Atravieso la sala de calderas y los hornos, y noto que la rara escultura con las cinco marcas ya no se halla en la mesa, pero de momento no le doy importancia y cuando alcanzo los baños, algo me sorprende y hace que me detenga por un momento: frente a mí, se halla un anciano vestido con una especie de bata de hospital blanca, y en la semipenumbra, lo albo de sus canas y su atuendo se asemeja a una reverberación. Ha de ser uno de los viejos que se hallaba en el tercer piso y que ya se ha despertado; intento decirle que salga, ya que el incendio me viene pisando los talones: todo este sitio explotará cuando las llamas alcancen las calderas y los hornos, y su abastecimiento de gas, pero me detiene poniéndose un dedo en la boca, con el ademán de "silencio". Ahora me dice con una voz muy cálida que no me detenga en el vestíbulo, sino que debo salir del edificio de la misma forma en la que entré, ya que las fuerzas del orden ya están en la puerta, y es cuestión de un par de minutos para que entren. Como si supiera lo que estoy pensando, me dice que don Pascual -hasta ahora es que sé el nombre del viejo loco que me ayudó a hallar este sitio- se halla a salvo, ya que sabiamente ha decidido hacerse el desmayado. "Debes darte prisa, ya que la Sacerdotisa de Quiún está por vencer al cura Cervantes, el párroco que cuida a tu amigo Igor". Ante ése aviso aprieto el paso, pero cuando caigo en cuenta de que no le he dado las gracias a éste señor, detengo mi tranco y volteo, para toparme con que ha desaparecido igual a un fantasma: sin dejar rastro alguno. Y ahora que lo pienso, también ha desaparecido el asqueroso olor, dejando en su lugar una sensación de tranquilidad y un agradable aroma a rosas, pese a estar en un baño muy viejo. De las extrañas arañas, ni su luz, se han esfumado también.

                Pero no quiero pensar en esto ahora; ya después habrá tiempo para ello. Avanzo a toda prisa, mas, cuando alcanzo el vestíbulo, escucho voces; precavidamente me escondo con el arma preparada y checo si no son más matones de "Quimera". El alma me vuelve al cuerpo cuando reconozco a los "madrinas" Trejo y Quintana entrando y auxiliando a don Pascual, y ellos llaman por radio a los bomberos ante la repentina explosión de las calderas que han sido alcanzadas por el incendio. Bien, parece que mi labor en este sitio llegó a su fin. Sin embargo, no puedo quedarme al interrogatorio, Ritssi se halla en grave peligro, así que aprovechando la distracción del estallido, me adelanto a los inútiles estos y me escabullo sin ser notado. Moviéndome con rapidez, subo de nueva cuenta las escaleras y alcanzo la azotea, recogiendo las cosas que había dejado ocultas y vuelvo a bajar al edificio de atrás con el garfio, al que desgraciadamente he de dejar. Gano la calle y tomo un taxi, pidiéndole al chofer que me lleve a toda velocidad hasta la iglesia de "La Sagrada Familia".

                Bajo del vehículo, y, con precaución, me acerco a la puerta, la cual, a la distancia, se ve abierta; un agudo grito sale de la nave principal, ¡no puede ser! Corro, temiendo lo que ocurre adentro.

                Penetro a la amplitud del templo, y con únicamente la luz que entra por la puerta principal y los vitrales, mis ojos tardan un momento en habituarse a la pesada penumbra; con manos temblorosas saco un cóctel molotov y lo enciendo, un poco con la esperanza de que aumente aunque sea en algo la escasa luz, azulosa, plomiza, y otro mucho para defenderme de quien sé que está aquí. Un sonido extraño se arrastra por la amplia galería, y siguiéndolo, avanzo cautamente, cuando noto los indicios de la lucha que ha tenido lugar en este sitio: como cortinas de manta blanca, deshiladas, todas las bancas, columnas y retablos que ilumina la luz amarilla de mi improvisada antorcha se hallan cubiertas de telarañas... Volteo hacia el altar, y es cuando descubro un par de horribles figuras. Las piernas me tiemblan, y creo desmayarme del miedo una vez más al ver sobre el altar, a un bulto envuelto en gasas blancas, la cabeza colgante, gris, el cabello cayéndose de golpe, y sus ojos haciéndose pequeños, como globos llenos de agua que se vaciaran con un grotesco ruido de succión. Las cuencas vacías me señalan a otro ser, encorvado, monstruoso, enorme; parece un vampiro con un cuello innaturalmente largo... Sé quién es. El cabello negro, abundante, impide que vea el rostro de Alma Meriba que me ignora, entretenida en morder al padre Cervantes y succionarle la vida, lentamente. Grito, no puedo contenerme, grito con todas mis fuerzas para evitar el volverme loco, y arrojo el cóctel molotov contra ésa aberración...

                La botella vuela, haciendo un amplio arco mientras el tiempo corre lento; Alma Meriba alza la mirada, y deja de hacer lo que está haciendo. Suelta al padre Cervantes el cual cae, envuelto como un insecto pero, pobre tipo, no puedo ver cuando aterriza porque Alma Meriba se yergue, me muestra impúdica una vez más su figura: su piel, bañada por la luz amarilla de la bomba que vuela hacia ella, luce verdigris, su torso alargado de senos abultados y brazos delgados y correosos, se une a una especie de cadera que, pese a tener rasgos femeninos, también tiene mucho de araña, y su rostro... Es el mismo, pero al mismo tiempo es diferente... No sabría explicarlo, pero se ve muy vieja, casi momificada, si ése término pudiese aplicarse aquí... Me mira divertida, sí. Hay gozo en ésa mirada, en ésos ocho ojos idénticos a los que usa cuando pretende ser humana, y su boca... ¡Dios mío! Sonríe, y sus dientes son como sierras metálicas que destellan amenazadoramente, enmarcados con ése cabello negro que provoca una irrefrenable lujuria cuando se halla en su forma de mujer...

                La bomba avanza, y ella, retadoramente, busca mi mirada, y creo envejecer cincuenta años de golpe. Ella me mira de la misma forma en la que una serpiente mira a un ratón, y lucho ése mínimo instante contra ella sólo para poder pestañear... La bomba avanza, y yo repito como sosteniendo con todas mis fuerzas un escudo el Salmo 91, "Esperanza mía, y Castillo mío..."; lucho con todas las fuerzas que poseo para pestañear y poder pensar "Mi Dios, en quien confiaré". Lucho, para sacar de mi cabeza la abrumadora, omnipresente voz de ella que no tiene necesidad de decir nada, sólo su risa descarada, y con ella sola se burla, me dice que el Dios a quien invoco no puede ayudarme ni a mí, ni a Ritssi. Me dice sin palabras, que nos enredará y nos succionará muy lentamente todos nuestros fluidos, y cuando estemos secos no nos matará, sino que nos concederá una vida tan larga como la de ella, que vio cuando Ramsés y Moisés se enfrentaron hace cinco mil años, y nos conservará así, secos e inútiles para torturarnos una y otra vez...

                La bomba avanza, y grito una vez más, con mi garganta, con mi mente, para callarla... Grito con todas mis fuerzas, "Esperanza Mía, y Castillo Mío, Mi Dios en Quien Confiaré", y la botella vuela, y justo cuando creo que la alcanza, algo se interpone y la bomba estalla, incendiando a éste ser que, hierático, protege a Alma Meriba del fuego. Cinco marcas escarlatas luce en su mejilla, y ahora comprendo lo que el difunto Aguirre quiso decirme con que el Dr. Quiún sólo era un golem... ¡Mierda! Comprendo cabalmente quien hizo al monigote de asquerosa masilla que vi en la Casa de la Hermosa Luz; desmembré al que tenía cuatro marcas en la mejilla, luego, éste es el quinto. ¿Quién habrá sido capaz de eliminar a los anteriores?

                Alma Meriba ahora se carcajea, no sólo en su mente, sino físicamente. Su risa induce imágenes que me enloquecen, y debo hacer uso de todas mis fuerzas para no caer dentro de ésa locura... siento, literalmente, su imagen, el tacto de su cuerpo desnudo abrazándome, su boca succionando mi pene, mis bolitas, mi estómago, mis muslos y mi pecho, y al siguiente siento en la cabeza el terrible dolor de su horrible aguijón perforándome, envenenándome... El golem de Quiún corre hacia mí con su horrible cuchillo, envuelto en llamas, incendiándolo todo a su paso. Alma Meriba clava su aberrante mirada en mi pobre persona, que mas que persona, es una polilla atrapada por una viuda negra... Creo que me rompo una muela al apretar las quijadas en la lucha por moverme, e, involuntariamente, el dolor de mi úlcera me rescata, me vuelve a la realidad justo cuando el golem me tira una cuchillada... No es mortal, me ha dado en un muslo, lejos de la femoral, y aprovechando el dolor, rompo el lazo, la telaraña que Alma Meriba había tendido a mi psique. Cojeando busco ganar distancia, mientras saco otro cóctel molotov.

                Ahora ella habla, y su voz, aterradora, parece una sierra cortando madera; susurra, y aún así, los candelabros y los cristales vibran. Se ríe quedito, y las palabras poco a poco toman forma: "Querido, ¿intentas lo imposible? Lo lograste una vez, y por ello te respeto. El último que se ganó mi respeto fue un jesuita de apellido Torquemada, porque logró vencer a la Imagen de mi Señor. Ése fue el Tercero. El segundo fue derrotado por el mismísimo Martín Lutero, quien me obligó a huir hacia Roma, cobijada por la contrarreforma... Al anterior, ya su nombre se ha perdido en las arenas de los tiempos. Sí, querido, si. Éste pobre abad no pudo contra mí, debido a que conozco muy bien su doctrina; es idéntica a la mía, la egipcia. Su iglesia, es una amalgama de miles de cultos, pero su base es egipcia. ¿Que diría Moisés al ver esta perversión de su doctrina, de la ley grabada en las tablas de roca madre que le dio el Dios al que invocas en el monte Sinaí cubierto de fuego y relámpagos, el mismo Dios que doblegó al imperio más formidable del mundo antiguo, y a sus dioses, incluidos Ramsés y a mi dios? Quien ríe al último ríe mejor, querido... Tu Dios calla, indiferente a tus ruegos y súplicas, indiferente a todo desde hace más de dos mil años, pero el mío se ha escondido en la doctrina de la que se dice su 'iglesia', perforándola, llenándola de hoyos, haciéndola quebradiza y débil. Lograste eliminar al Cuarto, pero jamás lograrás eliminar al Quinto. Sí, querido, éso a lo que te enfrentaste en mi casa es el Dr. que se llama como El que está el Otro Mundo, el Otro Ángulo, y a quien amo con todas mis fuerzas. Él es La Llave, y está hecho de los huesos y las cenizas revueltas con la sangre de mis queridos sacrificios, y gracias a ti, se ha perfeccionado. Veo confusión en tus ojos, querido, así que permíteme explicarlo: cuando mi amado vino a la Tierra desde ése Otro Mundo -nada de platillos voladores, ésos no son lo que tú crees- y desposó a una doncella humana, aquel a quien llamas 'Dios' se molestó mucho con aquel cariño, así que le ordenó a los hermanos de mi amado que lo encerraran en un sitio llamado 'Tártaro'; pasaron muchas lunas, Ra caminó por el cielo infinidad de veces, pasó un Diluvio, y entonces, y hasta entonces, cuando era una doncella que se lavaba el rostro y el cabello en las márgenes del Nilo, me contactó, haciéndome caer en un profundo sueño. No te diré lo que me dijo, querido, únicamente te diré que me mostró la cerradura que lo mantiene preso, y la forma de fabricar la llave que ha de liberarlo: cenizas y sangre de ancianos. Muchos ancianos; las razones de que porqué deban ser viejos, es algo que no te incumbe. Sólo digamos que como el que lo encerró es muy viejo, la llave debe estar hecha de los humanos más viejos que haya. La llave ha de purificarse en ciclos, nueve ciclos para ser precisos, y gracias a ti, querido, sólo restan cuatro".

                "Desde que te vi, supe que eras especial, por ello te marqué; pudiste haberte convertido en alguien encumbrado en mi organización, pudiste tomar esta larga vida que te ofrecí, como todo un señor, pero no... Tuviste que seguir el torpe ejemplo de Arnoldo Charles, quien desechó mi ofrecimiento y murió creyendo torpemente que los engranajes del Mundo podían ser cambiados por la voluntad humana, y creyó con su vida que en algún momento, el hato de mamíferos rumiantes que se dice 'humanidad', podría ser redimido y elevado a un grado superior gracias a la solidaridad, la ética y el trabajo conjunto como iguales. Pero Arnoldo Charles, así como todos los ilusos que creen en las ideologías marxistas, sumados a todos los ilusos que creen que el amor fraterno, el 'ágape' griego, es capaz de redimirlos a ellos como a sus semejantes, pasan por alto que ése concepto llamado 'Humanidad', no es más que una palabra bonita para describir a un conjunto de animales semejantes a ratas que siempre estarán dispuestas a devorarse entre ellas a la menor provocación..."

                ¡Diantres! No le falta razón a esta bruja. Siempre los poderosos han abusado de la gente, desde que empezamos a caminar sobre la Tierra, pero también sé que no debe ser así. Más bien, hemos estado inmersos en un error llamado egoísmo; la evidencia histórica muestra que las sociedades primitivas lo compartían todo, y juntos crecieron hasta que algo se torció. Lucho contra sus ideas, así como lucho contra su golem, esquivo sus cuchilladas, uso todo lo que sé de peleas, todo lo que he aprendido en mis cuarenta y siete años de vida, y apenas puedo contenerlo; lucho con todas mis fuerzas contra las palabras de Alma Meriba que, aún sin quererlo, hace daño en mi ánimo. Quiero creer que no somos meros animales, no. Los animales no hacen poesía, no pintan, no son capaces de sacrificarse a sí mismos por sus amigos, como lo hizo Jesús... Una rata no es capaz de ir hasta el gato y decirle "detente, no mates más de mis congéneres".

                Disparo toda la carga de la pistola contra el golem de Alma Meriba, logro derribarlo, y ella sólo se ríe... ¿Por qué no me ataca? En el momento justo en que ella decida actuar, en ése momento se terminó. Quizá quiera que destruya a este quinto golem, o quizá solo se esté divirtiendo, que es lo más probable... De todas maneras, gana ella. ¡Árgh! ¡Eso estuvo cerca! El cuchillo del quinto golem de Quiún roza mi cuello, y noto espantado que comienzo a agotarme, mis reflejos ya no son tan veloces... ¡Dios! ¡Si me vas a ayudar, éste es el momento! Porque si seguimos así, yo, Ritssi, y quién sabe cuántos más viejitos vamos a morir... Me estorba la mochila, éste demonio hecho de cenizas me ataca velozmente, no me da tiempo para ganar espacio y arrojarle otro cóctel molotov, así que con todo el dolor de mi corazón, decido soltar la mochila, y ya más ligero, redoblo mi esfuerzo, pero ya estoy respirando con la boca, ya me cuesta trabajo moverme, desgraciadamente no voy a durar más de diez minutos a lo sumo...

                Una luz se enciende y como una estrella fugaz corre por el amplio espacio de la nave de la iglesia y cae sobre Alma Meriba, prendiéndola como una antorcha. Ella grita de dolor, quebrando los vitrales, paralizando por un instante al quinto golem de Quiún, que se vuelve sobre sus talones e intenta correr hacia su ama para protegerla, pero no se lo permito. Me ha dado la espalda, y sea como sea, he de aprovechar esta oportunidad que quizá, y muy a mi pesar, será la última. Me apoyo en una de las caídas bancas para ganar vuelo y salto sobre ésa cosa con el machete de mi bisabuelo José Galicia y girando como los boxeadores todo el cuerpo cuando dan el golpe, de un tajo limpio le corto la cabeza; los dos caemos, el golem deshaciéndose en cenizas blancas y yo golpeándome con todo el impulso de mis cien kilos contra el filo de una banca, quebrándome el antebrazo izquierdo y retorciéndome del dolor mientras Alma Meriba brinca hacia una de las columnas, escapando del fuego y al fin la observo totalmente en su espantosa forma real corriendo grotescamente por la bóveda y de pronto se deja caer. Intento esquivarla, intento levantar el machete, pero es demasiado tarde: ya está sobre mí. El golpe me deja sin aire, como a un pez que es arrancado del agua, y ella ya no dice nada. Sólo quiere matarme y yo lucho por recuperar el aliento, estiro mi mano derecha e intento dispararle todas las balas que me quedan a bocajarro, pero de un violento golpe me desarma. Estoy perdido. Perdóname, amigo Ritssi, no pude preservar tu vida. Perdóname Arnoldo, no he podido hacer más. Abre su hocico lleno de dientes afilados como agujas, relamiéndose, y yo sólo puedo pensar, muy quedamente, como la luz de mi vida que se apagará en breve: "Esperanza mía, y Castillo mío, mi Dios, en quien confiaré."

                Pero ésa flama no se apaga. Unos tacones resuenan en las baldosas, su eco rebotando en las paredes cual puntos suspensivos al final de éste párrafo que es mi vida... Alma Meriba voltea, y casi de inmediato afloja su presión sobre mí, permitiéndome respirar; ¿quién llegó? Ha de ser el mismo que le arrojó el cóctel molotov hace un momento, ¿habrá sido Ritssi? No, no lo creo, lo dejé hecho una criba, al borde de la muerte. Alma Meriba se muestra... ¿temerosa? ¿Cómo es eso posible? No lo creo, pero sumisa, hasta su horrible, monstruosa forma arácnida deja a un lado y en un instante vuelve a ser la hermosa, tentadora y voluptuosa mujer de tan sólo un metro y medio de estatura. Murmura humildemente, bajando la cabeza:

-"Salve, señor, ¿que trae al Honorable Mujer Serpiente hasta esta, su sierva?"

                Levanto el rostro, y no puedo creerlo... ¡"La Diabla" se halla aquí, junto a sus escoltas los agentes Sánchez y Solórzano! No sé si sea el fuego que pinta extrañas sombras en el rostro del Comisionado de Paz Pública del CISEN, o mis dolores combinados, el cansancio, ¡qué se yo!; el caso es que "La Diabla" parece exactamente lo que su apodo dice de él: un demonio. Provoca escalofríos, y hasta el ambiente, pese al incendio, el calor de las llamas, pareciera que se hace frío, brumoso. "La Diabla" habla con firmeza. Su voz está llena de tintes metálicos, como hojas de obsidiana raspándose entre ellas, afilándose, ominosas, amenazantes:

-"Me trae, madam Meriba, la orden de arrestarla por los cargos de Alta Traición y Asesinato."

Alma ahora parece una niña regañada, y haciendo pucheros, únicamente atina a decir:

-"¿Alta traición? ¿Asesinato? ¿De qué está usted hablando, mi señor?"

-"Puede hacerse la tonta, pero usted más que nadie sabe que nada, absolutamente nada escapa de Los Ojos de la Noche. Usted supo bien, cuando vino con la emperatriz belga, que únicamente hay una regla para los extranjeros en ésta tierra: respetar a los Poderes. Usted creyó, tontamente, que Los Poderes se habían debilitado, erosionados por el tiempo, El Poder del Norte y la corrupción, y que quizá ya el poder humano tuviese mayor peso en el equilibrio cósmico, y que quizás pudiese utilizarlo para su propio beneficio, pero usted lo ha entendido mal. Se avecina una gran tormenta, así que, como en los tiempos antiguos, se ha de dar de comer de nuevo a los Poderes con el chalchíhuatl. Nunca ha sido debilidad, sólo previsión. La supuesta corrupción, la 'guerra' contra el narcotráfico, las desapariciones y asaltos con violencia, asesinatos, no son otra cosa que una Nueva Guerra Florida. Pero usted, madam, deliberadamente ha decidido apoyar al candidato presidencial de la oposición con recursos abundantes, creyendo que así lograría presionar para elevar su rango a Poder. Pero usted no ha entendido, en los doscientos años que lleva viviendo con nosotros, que este asunto de la 'democracia' sólo sirve a un propósito: mantener la Paz Social. Podrá estar la región convulsionada, pero nuestro deber es impedir una Revolución espontánea y de la población, y, dado el caso, guiarla hacia los cauces adecuados, como hicieron mis predecesores en la Revolución de Independencia, la Guerra de Reforma y las Revoluciones de Francisco Villa y de Emiliano Zapata, y ahogando posteriormente a los gérmenes llamados Cuartel Madera, Lucio Cabañas, Género Vázquez, EZLN, EPR y ERPI. Usted, al apoyar a un candidato al que no le ha llegado el turno, está alterando nuestra valiosa Paz Social. No conforme con ello, madam, su sirviente, el cuarto, asesinó al licenciado Limantour, el cual fue el artífice de nuestro actual control económico..."

-"...pero... pero yo no maté a monseur Limantour, ¡fue esta rata! Si usted me lo permite, mi señor, lo exterminaré en este preciso momento..."

-"¿Y que ganaríamos? El licenciado Limantour estaba directamente bajo su custodia, así que cualquier cosa que le ocurriera, sería su responsabilidad, ¿o miento, madam Meriba? Además, usted ya ha de saber que este reporterillo ya no se halla bajo nuestra zona de influencia; a él lo cuida otro Poder, más grande que el suyo o el mío, como aconteció con Arnoldo Charles; por si no los ha notado, en este templo se hallan enviados de ése Gran Señorío..."

Y es apenas un destello, pero la iglesia se ilumina como por un rayo de sol y creo distinguir, sentados en lo alto del Altar, un par de figuras aladas, que en un momento, un ínfimo instante, bajan su brillo y se confunden con los retablos que adornan el sitio. Me tallo los ojos, creo volverme loco.

-"...De la muerte del 'camarada mono', usted deberá responder a otro tribunal, cuando llegue el tiempo de la Trompeta. Usted decide cómo venir, pero permítame recomendarle que lo haga pacíficamente. No querrá usted terminar de forma tan triste una vida tan larga e interesante como la suya."

                Alma Meriba gruñe, se transforma una vez más en la monstruosa mujer araña, y yo estoy a punto de desmayarme... Todo esto ha sido demasiado para mí. "La Diabla" ordena, y en un momento, y sin saber cómo, estoy junto a ellos. Sánchez me tapa los ojos con una capucha, y lo último que puedo ver, es a Alma Meriba saltando grotescamente de columna en columna, luciendo amenazadoramente un horripilante aguijón que surge de sus caderas, cuando todo se vuelve negro por la capucha y ya no puedo ver cómo es reducida. Sólo escucho sus estridentes gritos, primero amenazantes, y ahora clamando misericordia; el dolor de mi úlcera y el de mi brazo, mi corazón latiendo con tanta fuerza que creo que me va a romper el pecho por la ansiedad, apagan un interruptor adentro de mí, y ya no veo nada, ya no escucho nada, sólo esta terrible obscuridad que me envuelve y me lleva a la inconsciencia...


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                No sé cuánto tiempo ha transcurrido desde que perdí la conciencia, pero apenas abro los ojos, una cosa blanca me recibe; grito, intento levantarme, creyendo que me ataca otro de los "ángeles" malditos de Quiún, pero un par de manos suaves llegan hasta mí y me tranquilizan. Las formas que el terror cinceló en mis retinas se suavizan y toman sus contornos reales, definidos. Las manos que me calman llevan hasta una hermosa sonrisa que ahora reconozco: la bella enfermera me dice que me hallo en el Hospital Mercy, y que me internaron debido a mi úlcera, mi brazo izquierdo roto en tres partes, una desgarradura por arma punzocortante en mi muslo derecho y sobre todo, a una aguda crisis nerviosa que me mantuvo dormido durante tres días.

                "El Mercy". Ya más relajado, pregunto por Ritssi, y la bella enfermera Luna Huno me informa que se halla estable y que a más tardar, en dos días saldrá de Terapia Intensiva, pero yo debo ser revisado por el Dr. Pinto. Después de ello, y de comer algo, podré, bajo el permiso del médico, visitar a mi amigo. Respiro profundamente, corroboro mentalmente que todas las piezas de mi cuerpo se hallen en su sitio correcto, abro los ojos de nueva cuenta, fisgoneando con impudicia, descaradamente, la tentadora silueta de anchas caderas y largos muslos de la hermosa enfermera, gozando como si fuese la primera vez el despertar de la carne pidiendo guerra... "Me siento bien" le digo, y como confirmación de mis palabras, levanto mi mano derecha y la meto debajo de la falda de la hermosa enfermera, agarrándole descaradamente, sopesando la calidad y la calidez de uno de sus  cachetes. Mi erección no pasa desapercibida a la coqueta enfermera, ya que me susurra al oído lo travieso que soy, y que va a ver que tan cierto es ello; toma mi virilidad y la trabaja maravillosamente, mientras con la mano exploro goloso las húmedas oquedades que se hallan en tan hermosa cadera. No me deja terminar, con el pretexto de que aún me hallo débil, y el venirme me debilitaría. Debo ser checado por el Dr. Pinto, comer, y después, "ya veremos", me dice guiñándome un ojo, y sale contoneándose como los barcos en alta mar. ¡Rayos! ¡Claro que necesito comer, pero una cadera como ésa!

                La consulta es rápida, y el Dr. Pinto me permite ir a visitar al maltrecho Ritssi. Llego y el cabrón se halla medio sentado en su cama. Ya le han retirado el tubo que le ayudó a respirar pero ahora debe de traer puesta una mascarilla de oxígeno. Se halla tomando con la ayuda de un popote un delicioso caldo de pollo. "Pinche Ritssi, no te ves tan mal" le suelto, y el cabrón se dobla, haciendo heroicos esfuerzos para no reírse.

-"En cambio tú te ves hecho una mierda; deberías comenzar a fumar, güey."

-"Toda la culpa es de tu vieja. Me zarandeó, en muy mal plan, como quiso la cabrona..."

-"Oye güey, y... ¿pudiste... terminar? Tú me entiendes."

                Le platico lo ocurrido, y justo en eso, la puerta de la sala de Terapia Intensiva se abre y aparece "La Diabla", solo con su alma. Sus escoltas se han quedado afuera. No se halla molesto, antes nos saluda y nos pregunta cómo nos sentimos. Y antes de que podamos contestarle, nos arroja un ejemplar de hace dos días de "La Rayuela, El periódico que grita lo que otros callan", con el titular a ocho columnas: "Cae Organización de Supuesta Beneficencia que Asesinaba Ancianos. Investigación de Arnoldo Charles (QEPD) y J.H. Hernández".

-"Costó mucho trabajo convencer a Bobadilla para que nos permitiese editar tu diatriba contra el sistema. No, no te preocupes, únicamente ocultamos los nombres de los miembros renombrados del 'Tabernáculo', para evitar una crisis política y económica. Ustedes saben, es año electoral. "

                Nos dice el colofón de esta aventura, que pese a todo, no deja de tener un aire a "verdad histórica": Alma Meriba fue abatida al oponerse al arresto, su peligrosa organización, desarticulada. La limpieza ya fue hecha, borrando los nombres importantes de los miembros del Tabernáculo y, gracias a mí, al artículo que mandé a "La Rayuela" -debidamente censurado-, el caso -del que ya sólo queda una carcasa que ya puede ser del dominio público- ha sido regresado a la PGR sólo para cerrarlo oficialmente, "La Casa de la Hermosa Luz" ha cerrado sus puertas definitivamente. Y Ritssi, como "consorte" de Alma Meriba, ha heredado la inmensa fortuna que ella amasó durante siglos.

                Ritssi se ha quedado callado, y entiendo que necesita un tiempo a solas. Me jalo a "La Diabla" y, mientras salimos, le pregunto sobre la verdad. La "Diabla" me habla sobre cuando llegó a México Alma Meriba, en el mismo barco que trajo a Maximiliano de Habsburgo con el disfraz de ser una comerciante de sedas francesas; lo cierto es que los Poderes europeos ya no querían nada con ella, así que vio como una gran oportunidad el venir a estas tierras. Juró lealtad a los Poderes de aquí y Ellos le permitieron que intentara fabricar la supuesta llave, a cambio de darles un porcentaje de los sacrificios. "Sin embargo, tu amiga nunca fue muy lista. Nunca entendió que la supuesta 'llave' no era otra cosa que el berrinche de un supuesto dios caído y capturado por un verdadero Dios. Aunque hubiera podido completarla, ¿habrá quien pueda escapar de la ira de ése Dios? El sacrificar ancianos únicamente era una venganza tonta contra el que lo capturó. Y fue tan tonta, que quiso morder la mano de quienes la recibieron aquí, con el error de pretender usar el poder político para presionar al divino. Fue cuando Ellos me ordenaron castigar su soberbia."

-"¿Entonces, por qué mantuviste vivo al 'cerdo' Aguirre si lo sabías todo?"

-"Todo esto es más complejo de lo que crees, reportero. El 'cerdo' era una forma de hacer las cosas legalmente. No me veas así, Quizá creas que somos unos corruptos a quienes sólo les interesa el dinero. Ésa es, precisamente, una de las múltiples máscaras. ¿Crees que el grueso de esta población, atontada por fútbol y telenovelas, pero lo suficientemente cobarde como para involucrarse en impedir un asalto, no digamos ya una violación o un asesinato, creerá en la existencia de Ellos, mis Patrones? Les es más fácil creer en un Estado Fallido y que a todo se lo está llevando la chingada, a creer que en realidad, todo está bajo un control férreo. Se trata de la ilusión de la libertad y el libre albedrío: un Estado como el nuestro te da la ilusión reforzada de que, teniendo algo de dinero, o teniendo amigos con un mínimo de influencia, puedes hacer lo que quieras, y por lo mismo, todos van a luchar por obtener aunque sea una migaja de ése poder, lo que destruye la unión y la solidaridad que son, en última instancia, las bases de las creencias de Arnoldo Charles. Pero créelo, reportero, todo tiene una causa, y un porqué. Aunque ésas causas y ésos porqués, a veces sean incomprensibles. Sólo te diré que a Los Poderes que gobiernan desde tiempo inmemorial, les agrada la legalidad. Aguirre nos dejó de servir cuando se involucraron Ritssi y tú, porque hicieron que Alma Meriba se ensoberbeciera y bajara la guardia. Tu reportaje nos dio el argumento legal que necesitábamos, así que te cuidé como a la niña de mis ojos. ¿O crees que por ti mismo hubieses podido morder a 'Valkiria' y salir vivo de ésa? Arnoldo Charles nunca confió en mí, y yo nunca hubiese podido acceder a su bitácora que te dejó en ése maldito cofre bendecido."

-"Entonces, ¿lo sabías todo, y no protegiste al 'camarada mono'...?

-"El ya había resuelto casi en su totalidad el caso. La diferencia entre él y tú, reportero, es que Arnoldo Charles era muy prudente. Por lo mismo, fue hasta su muerte que nos enteramos que el 'Tabernáculo de Quiún' se estaba moviendo contra nosotros. El error del 'camarada' fue no confiar en El Poder. De haberlo sabido antes, él no habría muerto y tu seguirías con tus reportajes amarillentos de atropellados y/o asesinatos pasionales."

                Al indagar sobre el paradero de Alma Meriba. "La Diabla", divertido, me contesta que en algún sitio, totalmente amarrada y colgada de cabeza con una pequeña incisión en la vena que está junto a su oreja para que no le estalle la cabeza y con una piedra proveniente de la iglesia de "La Sagrada Familia" clavada en su mandíbula. "A fin de cuentas, ella provocó el incendio y proveyó el medio para castigarla". Me estremezco, la dureza de ese castigo ha de ser terrible en cualquier persona, por la imposibilidad de morir en unas cuantas eternas horas, pero se magnifica exponencialmente en un ser que nadie sabe cuánto vivirá. Ante mi pregunta sobre cuánto tiempo va a estar así, o ante la posibilidad de que se escape, me responde seriamente que ella va a quedarse así hasta el Tiempo de la Postrer Trompeta.

-"Hasta que vuelva tu Dios. Mientras, vive lo que te resta de vida sabiamente; es decir, sigue como reportero de nota roja y como detective de cuernos, y no intentes fisgonear en asuntos que no te incumben. Te lo digo claramente: los Poderes de este país, de esta región, ya se han fijado en ti; ándate con cuidado, no les busques las cosquillas porque ésta vez, has corrido con mucha, muchísima suerte. Adiós."

Y me quedé ahí, parado en medio del pasillo. Podría jurar que el ambiente se llenó de un penetrante olor a azufre, y que a cada tres pasos, se le asomaba una cola puntiaguda y colorada al jefe "Diabla" mientras se alejaba montado en sus botines que resonaban en los azulejos como si fuesen pezuñitas.

                Sin embargo, comenzó a darme hambre. Me dirigí a la cafetería preguntándome si podrían hacerme una torta de sándwich de quesadilla con harto aguacate. Tantos datos, tantas cosas que pasaron... Quizá deba escribir un libro. Sí, disfrazándolo como ficción política con terror. Quizá lo haga. Lo malo es que siempre he sido muy zonzo para los títulos, pero eso puede de momento esperar. Ahora, hay que comer para celebrar el estar vivos, y ¿dónde estará mi bella, bellísima enfermera...?

FIN.


                Y bien, camaradas y camarodos, con esto terminamos con el asunto de este cuento, que espero sinceramente que les haya gustado. Acabo de terminar de leer la obra de Paco Ignacio Taibo II “No Habrá Final Feliz” siendo la primera obra de Taibo II que leo, y creo que mi propia obra no quedó tan mal. Espero sinceramente que les haya gustado aunque sea un poquito.

                Ahora a lo otro. Quiero presentarles a mi papá:


                “El Divino”, lápices 2H, 4B y 6B sobre papel Fabriano de 21 x 29.5 cm. Es la primera vez, también, que dibujo a mi padre. Alguna vez platicaré, quizá, el porqué. Sin embargo, me han dado ganas de dibujar mis raíces, mis orígenes. Ya verán que onda en las siguientes entregas.

                Y creo que es todo. Me despido de ustedes adelantándoles que la siguiente entrega, voy a poner un cuadro que había pospuesto poner, ya que quería hacer un video. ¡Nos vemos la entrega que viene! ¡Sayonara! ¡Muchísimas gracias a los Pueblos Hermanos que nos han ayudado tanto en esta hora triste! ¡Muchas gracias! ¡Aquí seguimos, de pie, gracias a las manos amigas que nos han ayudado a levantarnos! ¡Muchas gracias! ¡HISTORIETA O MUERTE! ¡VENCEREMOS!


jueves, 31 de agosto de 2017

Eructo Literario: “Torta de Sándwich de Quesadilla con Harto Aguacate” Parte 2 + un par de Dibujos.


                ¡Hola! ¿Cómo están?

                Desde este lado del Muro de Los Lamentos Lastimeros y el Aullar de los Perros, el Gato se pasea orondo como corresponde a la dignidá gatuna que este su seguro servilleta ostenta, resistiendo la violencia, la inflación (¡de pronto, y sin previo aviso, las cebollas, tradicional alimento de la gente amolada y de ciertos Gatos ostentosos, se volvieron de plata! ¡Ya ni que decir de los jitomates que ahora parecieran estar hechos de oro, y ni siquiera mencionar a los antes humildes nopales, que ahora se transmutaron en platino, por los altos precios!), y a  últimas fechas, la lluvia, que no nos ha dejado de amenazar con ahogarnos. Pareciera que Tláloc busca destruirnos, enojados por nuestra autodestructiva forma de ser; si no me creen, chequen las noticias del socavón que se abrió en el Centro Histórico de la Capital Mexica. Sólo falta que se vuelvan a ver auroras boreales en estas latitudes, y que se aparezca una Garza con la mollera de Espejo en pleno Palacio Nazi-onal.

                ¿Qué por qué ando tan fúnebre? Verán, el pasado Sábado 26, fuimos al Centro Histérico para apoyar a los padres de los muchachos desaparecidos de la Normal Rural de Ayotzinapa. Y es muy triste notar que en un país en donde se “extravían” cerca de 20 000 personas al año, haya tan poca sensibilidad de parte de nosotros los pobladores. La gente dice: “ya están muertos”, y como que todos creen que está mal que estos señores paren el tráfico para pedir algo que es de justicia elemental: que ésa cosa amorfa que se dice “gobierno”, haga lo que tiene que hacer, es decir, que se CUMPLA LA LEY, y que caiga quien deba caer, y no dar largas al asunto, y no mandar a sus golpeadores, a sus soldados y policías a vigilar a estos padres, vigilando cada paso que dan, evitando que salgan siquiera de Ayotzinapa, como denunció una de las madres, costándoles mucho el venir hasta esta Capital que es un gigante egoísta y sordo y ciego, lleno de cánceres por todos lados. Entró la pequeña y humilde manifestación, pero no por ello menos combativa, a la Avenida Juárez, para quedarse en el Hemiciclo al Benemérito de América. El Zócalo, nuestro Histórico Zócalo desde donde la gente de todas las eras ha venido a manifestarse, desde los Mexica cuando apedrearon a Moctezuma, hasta los tiempos más o menos recientes, hoy, se halla cerrado a este tipo de cosas. El pueblo ha sido expulsado de él.




                Tomé un par de fotos, debido a que la lluvia se soltó muy fuerte, justo cuando entraba la manifestación. En mi corazón, camaradas y camarodos, siento un aire sobrenatural flotando en el ambiente. Quisiera creer que ya tocamos fondo, y que por lo mismo, sólo nos queda comenzar a subir de nuevo, pero esto es una mera esperanza. El país se desmorona, y a sus mismos ciudadanos les vale un soberano cacahuate. En fin.




                ¿Dónde estaban los estudiantes de la UNAM’ ¿Dónde estaban los políticos que van a “salvar” a este país? ¿Dónde estaba López Obrador? ¿Los del PCM? ¿La gente que se conduele de la tragedia de Tejas E.U.A, pero que es sorda e indiferente a este tipo de desgracias? Más importante, ¿Dónde estaba nuestra conciencia, que permite un ultraje de esta calaña, el que 43 estudiantes, muchachos, desaparezcan y nadie se quiera hacer responsable de encarar la verdad y se queda tan tranquila? Este país, esta gente, duele, en serio. A veces se me ocurre que necesitaríamos una purga al estilo Mao. Porque no es posible que cada día aparezcan en nuestras paredes letreros de gente desaparecida, no sólo estos muchachos, y nadie, ni siquiera nosotros, hagamos nada. No me extraña que nos inundemos, que estemos llenos de ladrones y asesinos, que la Tierra se abra. No, realmente no me extraña.

                Y bueno, pasando a cosas más agradables, quiero presentarles la continuación de:



“Torta de Sándwich de Quesadilla con Harto Aguacate” Parte 2



Habiéndonos sacudido a las colas, ahora sí, con calma, nos dirigimos a Eduardo Molina; en un instante vimos recortarse contra el cielo gris a la enorme cúpula de la Terminal de Autobuses de Poniente-Oriente. Parece un molde gigante de gelatina, ¿a poco no? Alcanzamos a pie después de estacionar el carro el túnel que conduce al interior, y en un momento más, vimos un servicio de guarda equipaje, el único en todo el andador. Buscamos la gaveta doce, y al fin tuvo sentido la palabra "adodocemolina". Una cerradura de combinación, así que probé derecha 40, izquierda 33 y derecha 77. Nada. Entonces recordé que Arnoldo Charles era comunista, así que nunca empezaría nada por la derecha, si pudiese evitarlo. Ahora lo hice pero a la inversa, y ¡voilá! el pequeño locker se abrió. Con manos temblorosas descubrimos un sobre, y adentro de él, una llave antigua, pero no por éso menos compleja que las modernas. Ritssi sacó su celular y tomó fotos de todo lo que estábamos haciendo; creo que por ser forense, tiene ésa especie de vicio. Yo saqué el cofrecillo, y lo abrí con la llave que recién habíamos adquirido... Adentro, había un cuaderno pequeño, largo y hecho a mano, ideal para ocultarse en cualquier sitio; era una especie de bitácora escrita en su totalidad con taquigrafía -lo bueno es que aprendí ésa técnica en la secundaria; en estos días, ya es muy poca gente la que aún la usa- que Arnoldo llevaba discretamente a cualquier sitio y una tarjeta SD de memoria.

Nos fuimos al área de comida de la terminal, para empezar a analizar el contenido; Arnoldo Charles era en extremo metódico, cosa que se agradece ya que nos evita trabajo extra. La bitácora comenzó hace un mes y días, coincidiendo con el arranque de la precampaña presidencial -no puedo evitar mencionarlo, por todos lados están jode y jode con éso-, con una extraña petición: la señora Delfina Caxtixtleca -"es la madrecita de Aguirre" acotó Ritssi- le pidió al "camarada mono" que por favor le echara "un ojito" a su hijo, ya que de un tiempo a la fecha, estaba teniendo un comportamiento grosero con ella; la señora temía que anduviera en malos pasos, ya que en un momento dado, dormía todo el día, y llegando la noche, salía de su domicilio y regresaba hasta ya entrada la mañana, descuidando sus ocupaciones. Parte del comportamiento inusual de Aguirre era el hecho de que se sumía en profundos monólogos, además de un estado de ansiedad febril, como si tuviese deudas que no lo dejaran en paz, espantando a la madre la cual, al inquirir por la causa del comportamiento, era parada en seco, al principio con frases cortantes como "usted no entiende", y al final, con amenazas. Ritssi al escuchar ésto se extrañó, ya que su trato con Aguirre siempre había sido cordial y respetuoso, parecía que el "camarada mono" estuviese describiendo a una persona totalmente opuesta...

-"La pasión es algo muy cabrón, pinche Ritssi, y discúlpame por lo que voy a decir, pero tu vieja se cae de buena y por si fuera poco, coge delicioso; ¿si en un momento dado se hubiera portado grosero, lo habrían vuelto a invitar?"

-"Claro que no, güey; si le hubiese faltado al respeto a Alma o a mí, lo hubiera corrido a patadas."

-"Por eso 'el cerdo' se portó siempre bien con ustedes; me late que por ahí va el pedo, este patrón lo veo a cada rato tanto en los amantes como en los maridos de las esposas que me ha tocado investigar..."

Arnoldo Charles se dio a la tarea de seguir a Aguirre, dándose cuenta de que su cambio de actitud se agravaba después de los días miércoles y jueves, llegando a una tabla de remanso los lunes. Justo ésos días, los miércoles y los jueves, eran cuando generalmente los Ritssi hacían cama redonda con Aguirre; de hecho, Ritssi me comentó que coincidieron un par de veces Aguirre y el "camarada", y aunque la cosa acabó en deliciosas orgías, Aguirre trataba muy respetuosamente a Charles.

-"Dices 'respeto', Ritssi, pero, ¿no podría ser frialdad?"

-"Ahora que lo mencionas, 'Gordolobo', posiblemente sí, güey..."

Entonces, Arnoldo Charles dedujo correctamente que "el cerdo" Aguirre estaba terriblemente apasionado con Alma. La contundente prueba: su casa/estudio -un cuarto grande de azotea con cocineta que alquilan en la colonia Guerrero, muy cerca de La Lagunilla- se hallaba literalmente tapizado con dibujos y pinturas, y casi todas, con el tema a últimas fechas preferido por el artista: Alma.

-"¿Sabías eso, Ritssi?"

-"No güey; siempre quiso pintarla y dibujarla, y nos pedía permiso a cada rato, pero Alma no se deja ni tomar fotos, dice que siempre sale gorda en los retratos güey; incluso la bella foto de nuestra boda en el hermoso atrio de la iglesia de 'La Sagrada Familia', está guardada bajo siete llaves en un viejo baúl 'enterrado' en el lugar más profundo del armario junto al resto de sus identificaciones, y éstas las saca sólo cuando es muy necesario güey. Con decirte que ni siquiera vota con tal de no enseñar su credencial..."

La quería sólo para él. Su actitud era un síntoma de desesperación al tener que compartir al objeto de su deseo: Alma. Y con cada "menage a troi" los miércoles y los jueves, el deseo y la desesperación del pintor crecían geométricamente. O al menos, eso era lo que en un principio consideró el "camarada mono". Aguirre necesitaba acercarse a Alma desde otro ángulo. Ya no era suficiente ser el compañero de placeres, necesitaba que ella fuera suya completamente a toda hora, necesitaba que lo amara. Y "el cerdo" se enfrentó a dos problemas, insalvables de momento: Alma estaba felizmente casada con Ritssi, nada más ni nada menos que el Jefe de Medicina Forense del SEMEFO. Y el segundo, quizá más importante: Aguirre era pobre, muy pobre. Imposible que satisfaciera los costosos gustos de ella.

Lo que Arnoldo Charles descubrió también, y como de rebote, es que Aguirre fue llevado, en su desesperación por obtener poder económico y social para enamorar a la esposa de Ritssi, a trabar contacto con una extraña sociedad ocultista: "El Tabernáculo de Quiún", y cuyo rostro visible es el de una supuesta sociedad de beneficencia que se especializa en geriatría y en tanatología: "La Casa de la Hermosa Luz" -aquí es donde empecé a creerle al viejo que conocí en la avenida Amsterdam-. El local que conocí apenas ayer funciona, según el camarada, como centro de asistencia psicológica tanto para ancianos y sus familias, así como hospital y asilo, y en donde Aguirre trabajaría por un tiempo de limpiapisos hasta que alguien del Patronato de la Fundación lo recomendó para hacer una exposición a beneficio del centro tanatológico, en la mismísima Casa Lamm, en el corazón de la colonia Roma. Estos hechos coincidieron con el cambio radical de Aguirre con su madre, lo que despertó la suspicacia del "camarada mono". ¿Cómo en éste país, de la noche a la mañana, un humilde limpiapisos -aunque sea un artista excelso- expone en uno de los centros culturales más elevados de la capital, y lo más extraño, que el pintor done todo a dicha fundación, cuando él mismo sería objeto de ayuda? Algo definitivamente no estaba bien, sonaba a todas luces a fraude. Entonces apuntó su mirada hacia la fundación tanatológica, y así fue que la empezó a investigar.

Arnoldo era un gran detective: cruzando datos incluso pudo conseguir información sobre sus ingresos, los cuales ascendían a varios miles de millones de pesos, obtenidos gracias a donativos, eventos culturales como en el que participó Aguirre, colectas y a no pagar impuestos dada su condición de organización de beneficencia, y sobre todo, al famoso redondeo. Cada cinco centavos que la gente redondea en las tiendas de autoservicio, se canalizan a la bolsa de valores en fondos chatarra, multiplicándose y yendo las ganancias a parar a las Islas Caimán, libres de polvo y paja. Y discreto, nunca llama la atención de forma directa, ya que el total recaudado antes de inflarlo en la bolsa, se dedica al mantenimiento de la Casa. Un negocio redondo, libre de sospechas dado que "La Casa de la Hermosa Luz" no cobra nada por sus servicios, además de que tampoco paga sueldos, ya que se mantiene casi en su totalidad con el esquema de becarios, cosa muy conveniente para ellos, ya que los empleados no hacen antigüedad y son cambiados constantemente. Nadie, excepto el Patronato de la Fundación y su director, trabaja tres meses seguidos en el mismo puesto, ni seis meses en la "Casa de la Hermosa Luz". La casa que es su fachada en la calle de Iztacíhuatl, es propiedad de la Presidenta del Patronato de la Fundación, una mujer misteriosa a la que únicamente se le conoce por Meriba, no se sabe si es su nombre o un alías -aquí Arnoldo hizo la anotación, hombre enciclopedia al fin de cuentas, de que en hebreo antiguo ése nombre significa "rencilla"-. No hay fotos públicas de ella, sólo se sabe que es muy anciana ya, habiendo rumores que dicen que tiene más de cien años.

Arnoldo Charles incluso descubrió más. El Tabernáculo de Quiún -Arnoldo también anotó que "Quiún" es el nombre de un demonio egipcio, y que la Biblia habla de él en Amós 5:26; aparentemente, según ciertos textos medievales y alguno musulmán, éste diablo busca absorber vida así como los vampiros, pero de la gente que ha vivido más, como una forma de desacralización y blasfemia contra el ser más anciano y longevo que existe: Dios. Seguramente el director de "La Casa de la Hermosa Luz" tomó para sí ése nombre en lugar del propio; ya me perecía un apelativo muy raro de por sí-, aparte de las conexiones que mantiene con los tres principales partidos políticos mexicanos y con la CONCANACO, la COPARMEX y la AMB -algunos miembros del Patronato son también miembros distinguidos del FRI, del Mocho y del Perderé, así como ocupan grandes sillas en un par de bancos y empresas-, también mantiene muy disimuladas ligas con el cártel "Tepito Guerreros Aztecas", ayudándose mutuamente a lavar dinero, y apoyándose para su seguridad de ellos y su local en una casi desconocida y obscura organización criminal a nivel internacional terriblemente peligrosa llamada "Valkyria", y su rama mexicana "Los Quimera", dedicada en su totalidad a la trata de personas. Aparentemente, ellos apoyan a "La Casa de la Hermosa Luz" a cambio de dinero -mucho dinero-, con un par de camionetas y expertos asesinos que buscan por todos los rincones de la ciudad a indigentes de la tercera edad, y fingiendo ser trabajadores sociales con engaños los conducen a la casa, de donde nunca vuelven a salir. Como dato curioso: el centro tanatológico también da ayuda funeraria, pero no tiene tratos con ningún cementerio ni con ninguna empresa de pompas fúnebres; a diario tienen mínimo un deceso tanto en sus instalaciones que funcionan como hospital y asilo, como de gente externa, quienes dejan al cuidado de "La Casa de la Hermosa Luz" a sus ancianos desahuciados o agonizantes, pero los cuerpos no aparecen nunca, y los familiares, aparentemente, están satisfechos con la ayuda dada. "Entonces, ellos han de cremar a los viejitos que fallecen..." pensé, recordando las dos altas chimeneas que comenzaron a soltar humo blanco cuando fui a ver la casa.

Hay más. Hace quince días, el "camarada mono" ayudó a doña Delfina con dinero para escapar a su pueblo. Arnoldo descubrió que "El Tabernáculo de Quiún" exige, para ingresar a sus filas, el sacrificio de alguien cercano; entre más cercano, mejor, ya que el rango obtenido dentro de la organización es más elevado. El sujeto a sacrificar siempre debe ser de la tercera edad. "El cerdo" Aguirre ya estaba intentando convencer a su madre de ingresar como interna a "La Casa de la Hermosa Luz", cuando Arnoldo Charles, adelantándose muy oportunamente a la acción de los falsos trabajadores sociales de "Quimera", prácticamente la sacó de su casa aprovechando un descuido de Aguirre y la acompañó hasta su pueblo y cuando vio que se hallaba a buen resguardo, regresó a la capital e intentó colarse en la casa de Iztacíhuatl disfrazado de alguien interesado en los servicios de hospedaje y asilo, sin mucho éxito, dada la cerrada seguridad que "Quimera" proporciona al sitio. No logró colarse sino hace apenas seis días, disfrazado como un anciano indigente y armado con una pequeña cámara, cuyas fotos y audios están en la tarjeta SD. Y a partir de entonces, todo fue correr. De alguna manera se dieron cuenta, pese a las precauciones que Arnoldo tomó para cubrirse las espaldas, de que había descubierto sus secretos. Sin embargo, "Quimera" no fue el perseguidor. Tampoco los matones del cártel instalado en el barrio bravo de Tepito. Arnoldo aquí se vuelve vago en sus descripciones, sólo habla de sombras blancas que lo persiguen y de un terrible sentimiento de angustia y desazón que no lo dejaba ni dormir. Lo cierto es que Arnoldo nunca supo, quizá sólo hasta el final y antes de poder escribirlo en ésta bitácora qué o quién fue enviado a terminar su existencia.

-"¿Cómo ves?"- le pregunté a Ritssi.

-"Es... monstruoso, güey; es obvio que el enemigo es ésa organización. Aparte de la certeza de que están matando viejitos, la forma en que manipularon a Aguirre es diabólica güey, suponiendo que las pesquisas de Arnoldo sean ciertas; sigo creyendo que Aguirre es inocente. Simplemente no creo que alguien con su sensibilidad artística pudiese matar a alguien... "

-"Está el caso de la 'Doña', María Félix y Agustín Lara, Ritssi; ¿no le tiró el cabrón dos balazos, enloquecido de celos? Y ahí tienes a Van Gogh, cortándose la oreja para evitar perder a su amigo Gauguin, y lo único que logró, fue espantarlo. La soledad y el deseo de estar con alguien son cosas difíciles de sobrellevar."

-"Bueno, güey, tienes un punto a tu favor, pero aun pienso que en todo caso, güey, es una víctima de ésa extraña sociedad".

Me quedé pensando un momento, sopesando los datos, y dije:

-"Quizá 'La Diabla' no haya estado tan errado en encerrarlo; si lo que nos dice el camarada en esta bitácora es cierto, pues Aguirre sí sería sospechoso de la muerte de Arnoldo, puesto que si tendría un motivo claro. Sí, Ritssi, discúlpame; me parece que Aguirre sabe más de lo que él mismo admitió ante el juez. Como sea, creo que es necesario que vaya al Reclusorio Oriente a hablar con él."

-"Sí, también creo eso, güey. Yo debo ir a trabajar, y en el work, quizá pueda analizar las fotos de la SD de Arnoldo. Estamos en contacto güey, cualquier cosa, te marco o me marcas."

-"¿Te llevo?"

-"No güey, tomo un taxi; debo regresar a la casa a cambiarme. Toma esto..."

Y mientras terminaba de fumar su cigarrillo -¡cómo fuma éste cabrón! ¡Fácil se termina dos cajetillas a diario!-, al momento sacó una libreta e hizo unas anotaciones, firmándola y sellándola con un sellito que me acabo de enterar que siempre carga:

-"Diles a los guardias que vas de mi parte, en asunto oficial para que no se pongan mamones, y les muestras esto, güey. Que me hablen a éste número por si no te creen".

Salí de la TAPO y me dirigí al Reclusorio Oriente. Llegando, pedí hablar con el encargado de custodios para intentar saltarme la enorme fila de familiares que desde temprana hora se hallan formados buscando pasar. Mentí descaradamente: les dije que iba en asunto oficial y de parte de "La Diabla", haciéndome pasar por uno de sus "madrinas". No tuve siquiera que mostrar el papel que me dio Ritssi. Todos le temen a "La Diabla". Me imagino que algo semejante era José Stalin antes de la Revolución de Octubre, cuando era el jefe de la policía zarista. O Beria, cuando supuestamente ya eran comunistas los rusos. O el mero mero de la Gestapo. O el jefe del FBI cuando empezó su cacería de "comunistas". O Cueto durante el '68, para ponernos nacionales. O... Charros. Pinche lista tan larga la de estos demonios.

-"Aguirre se halla en confinamiento solitario. Ahí puede entrevistarlo. ¿Necesita apoyo?"

-"No, gracias. ¿Por qué lo aislaron?"

-"Porque el sujeto está loco. Yo creo que está buscando morirse; ha intentado suicidarse dos veces y al no conseguirlo, atacó a alguien pesado de aquí con un palito de elote harto afilado y si éste no se lo echó al plato, fue porque Aguirre está bajo la mirada del jefe 'Diabla'; nos dijo bien claro que ése cabrón no se puede morir hasta que despepite todo."

No pude hacer menos que sorprenderme. Hasta aquí llega el largo brazo de la ley del diablo, y hasta los cárteles internos le temen, carajo.

Me condujo un custodio hasta el área de confinamiento. Por el camino, pude ver cómo este supuesto centro de readaptación social funciona día a día. Presos comerciando droga, "trabajando" en estafas telefónicas, todos revueltos: carteristas con asesinos, pederastas con narcos, caníbales con defraudadores y lo peor de todo: los familiares caminando por toda la prisión, como si vinieran a un día de campo. En caso de un motín, tendrán muchísimos rehenes. No. Estas pinches cárceles debieran ser derribadas, y vueltas a hacer. Nada de esta anarquía disfrazada de "autogobierno"; celdas individuales, y nunca mezclar reos peligrosos con el resto de la población. También habría que ponerlos a trabajar con un sueldo, que no tengan tanto tiempo libre, porque sólo tejen tenebra en sus cabecitas y se corrompen más. ¿Podré ver eso algún día? Já. Tendrían que cambiar mucho las cosas aquí. El sistema carcelario mexicano es como un estado, independiente, más semejante a una monarquía antigua, incrustado como un cáncer terminal en el sistema judicial: si se le extirpa, el paciente muere, llevándose a todos con él. Siguiendo esta línea de ideas, se  me ocurre que quizá, para hacer una verdadera revolución aquí, habría que empezar por demoler este viejo edificio llamado sistema judicial. Quizá por ello, lo primero que hizo el cura Hidalgo al comenzar la Revolución de Independencia, fue liberar a los presos. Pinche ambiente, éstas cárceles son frutos muertos, corrompiendo a toda la sociedad. Es feo pensarlo, pero una democracia nunca logrará erradicar esta corrupción que crece y lo alcanza todo, porque la democracia es el sistema perfecto para salirse con la suya; ofrece millones de esquinas donde ocultarse a los poderosos, por éso ha de ser que los súper millonarios que matan a quien se les ponga enfrente de sus ganancias y sus intelectuales comprados la defiendan tanto. Quien se ponga de parte de los jodidos, en automático se convierte en "dictador" y/o "terrorista". Quizá el "camarada mono" tuviese razón. Sólo un estado comunista, o quizá también una teocracia, tuviesen la fuerza suficiente para eliminar ése tipo de corrupción. No lo sé. Puede que la medicina llamada "dictadura del proletariado" sea amarga, dura, pero igual y es lo que necesita éste país que desprecia a la vida y adora a la muerte como bien dijo Josialfredo.

Llegamos. Una hilera de puertas metálicas cociéndose como cacerolas al sol. Frente a mis ojos, la puerta rojiza con un seis dibujado a toda prisa: un apando. Aquí afuera ya empieza a hacer calor; para el mediodía, la temperatura ahí adentro ha de ser el jodido infierno; de por sí, antes de llegar, el sitio todo apesta como una zahúrda. El custodio abrió la puerta y en la maloliente obscuridad, pude conocer al fin a Aguirre. Estaba tratando de cortarse las muñecas frotándolas contra un pedazo de cemento no aplanado. Si no hubiese estado atado con las manos atrás de la espalda, seguramente ya se habría cortado las venas con sus propios dientes. "El reglamento dice que esta puerta, debe estar cerrada. Cualquier cosa que usté necesite, nomás me toca duro la puerta, y de volada la abro" sentenció con gravedad el enorme custodio que me sirvió de Virgilio a través de éste infierno. Madre mía, que pinche peste... ¡Caca por todos lados! Se ve que el reglamento sólo sirve para una chingada. Aquí no hay derechos humanos; aquí, no existe siquiera un atisbo de humanidad. Saqué el pañuelo que Alma acababa de darme, esperanzado en que el rico aroma de ella fuese suficiente para neutralizar la miasma; madre mía, realmente no aguantaba el hedor, los ojos comenzaron a llorarme mientras hacía heroicos esfuerzos para contener el impulso de vaciar las tripas del asco. Traté de ver al "cerdo" Aguirre a los ojos, pero él los apartó.

-"Usted es el pintor Aguirre, ¿cierto?"- El sujeto, acuclillado, asintió con un gesto. -"Tenemos que hablar. Sé que usted está relacionado con 'El Tabernáculo de'..."

-"¡Calle! Usted no es uno de nosotros. Usted, como profano, no sabe nada… ¡No diga ése nombre! No lo mencione nunca..."

-"Bien. Comenzamos a entendernos. Entonces seré breve: ¿mató usted a Arnoldo Charles?"

-"Si, yo lo maté, sí..."

-"¿Cómo lo mató?"- Pregunta de control, únicamente para saber si miente, o lo obligan a mentir.

-"Yo... yo lo llevé a su casa... Él creyó en mí, pero, yo lo llevé a su casa..."

-"¿A quién llevó a la casa de Arnoldo Charles?"

-"...Yo... yo no quería matarlo... Él fue bueno con mamá, la ayudó mucho, incluso cuando perdí el control... Ay de mí... Espera… Tú, ¡tú la conoces! ¿Verdad?"

De pronto, Aguirre se irguió, oteando el putrefacto y estancado aire del apando, mirando a través de la caliente obscuridad, observándome sostener el pañuelo que Alma me dio; repentinamente, Aguirre saltó hacia mí, bufando como un animal. Buscaba morder, arrebatarme con la boca el pañuelo. Acostumbrado como estoy a las peleas, no tuve que hacer nada, solo moví mi centro de gravedad hacia la derecha mientras me inclinaba un poco, y Aguirre se fue en banda, tropezando con mi pierna, estrellándose contra la sucia pared y cayendo al suelo. Como un niño, "el cerdo" Aguirre comenzó a sollozar. Serio, hasta ése momento me percaté de las extrañas esculturas hechas con excrementos: torsos, rostros, caderas. Y todos ésos "monumentos" pertenecían a una sola mujer: Alma. Toda Alma recreada en la inmundicia. Aguirre crispaba las manos, llorando; pacientemente le repetí la pregunta:

-"¿A quién llevaste a la casa de Charles?"- Casi no entendía lo que Aguirre empezó a balbucear:

-"...has estado con ella, ¿verdad? ¿Verdad que es Afrodita, es Asera, es Xochiquetzal? ¡Todas ellas en ella! ¿Verdad que es la Diosa del Amor? Debes entenderme, yo estuve dispuesto a sacrificar a mi mamacita a su diablo, por ella... Ella supo, ella lo sabe todo porque es mi Diosa del Amor; ella me lo pidió, y yo obedecí, ¿qué podía hacer, si mi voluntad es totalmente suya? Ella ordena, yo obedezco, sin chistar nada, ¿no es eso lo que esperan los dioses de nosotros? Ella mandó, y yo llevé al ángel de su diablo, para que matara a don mono... Pero don mono, tan bueno... Él la salvó, no dejó que llevara a mamá a ésa casa, me detuvo, y éso, éso la enojó mucho..."

-"¿A quién te refieres? ¿Quien se enojó?"

-"Tú la conoces, es la Diosa del Amor... Don mono evitó que mamá fuese devorada por él, el Demonio Egipcio. Y ya no pude tener nada, ¡nada! Ni riquezas, ni una respetable posición social, ni a ella, ¡ay! mi Diosa, por quien arriesgué todo, y por quien todo lo perdí, ¿y sabes qué, extraño? No me arrepiento de haber pecado, no me arrepiento de aceptar que mi mamita fuese sacrificada a él, y lo volvería a hacer, con tal de volver a estar una noche más con ella, mi hermosa Diosa, mi Diosaaa..."

Me acerqué prudentemente para que no me embarrase de mierda, remarcando mi pregunta, jugando un as al ver la inestabilidad mental de Aguirre:

-"¿Quién es tu diosa? Te conmino en su nombre a que me reveles el suyo."

Me aventé un farol, y ante mi sorpresa, pareció funcionar. Ante mi presión, Aguirre se apartó con evidente temor, mientras, ahora sí, buscaba mi mirada:

-"¡No! ¡No puedes hacer eso! Si me lo pides en su nombre, yo… yo no puedo negarme, pero yo no debo revelar su nombre a profanos, aunque posean su marca... Por favor, si ella sabe que he revelado su nombre, mandará a su ángel a exterminarme; no me obligues, por piedad, no me separes de ella..."

-"¡Habla! En su nombre te lo exijo..."

Aguirre, desesperado, se mordió fuertemente el labio inferior, cortándoselo, y como un animal, gruñó sordamente:

-"¡MERIBA! ¡Su nombre real es Meriba...!"

-"¿Su nombre real? ¿A qué te refieres, Aguirre? Dices que la conozco, pero, ¿con qué nombre?"

Aguirre únicamente sollozaba sin lágrimas; era en cierto modo, triste verlo hipear como un niño al que le han pegado.

-"Ay, mi alma... mi bella alma..."

-"Está bien, no me lo digas ahorita pero, esta tal Meriba, ¿ella te ordenó matar a Arnoldo Charles? ¿No fue el director de la Casa de la Hermosa Luz, el Dr...?"

-"¡Calla! No menciones su nombre. No, eso no es lo que tú crees, él no es el verdadero, ¿cómo podría serlo, si se halla atrapado en El Tártaro? Él sólo es un muñeco, un... golem. No tiene voluntad propia, extraño. ¿Cómo podría, si ella es la médium de la Voluntad de Él, el que se halla parado en ese Otro Mundo, Otro Ángulo, observándonos? No importa ya... Te he revelado su nombre, y su ángel vendrá a asesinarme…”

Aguirre tomó una profunda aspiración de aquel aire putrefacto, arqueando ambas cejas, serenándose pero de pronto, con desesperación, empezó a decir:

-“¡Ah, ya lo entiendo! Por ello traes su marca, profano… Tú has traído a su ángel, al igual que yo, que conduje al ángel para que asesinara a don mono... Sé bien que al no serle útil, ella, mi Diosa, me desecharía como basura; sólo deseaba que se me permitiese terminar por mis propias manos, y no así... Ya nada importa, ya estoy muerto, profano... Los dos estamos muertos, amigo, la diferencia es que mientras yo lo sé, tú dudas, por ello preguntas y preguntas cosas que ya sabes y que de todas maneras no te incumben; en fin… Te lo diré todo, de muerto a muerto: Ella le ofrece ancianos a su dios, el demonio Quiún. Ella cree que así puede abrir las puertas de su prisión para traerlo a este mundo, donde le dará a ella y a los discípulos, El Tabernáculo, poder sobre toda esta región y una vida muy, muy larga, como la de ella, que vio cuando los esclavos hebreos levantaron las pirámides de Egipto. Ella lo adora; con las cenizas de los huesos y la sangre de los sacrificados, ella crea imágenes de Quiún, y la imagen es su avatar; lo marca también, con una marca profunda en su mejilla para que sea el avatar quien reciba el mal que vaya dirigido a ella... Ella lo controla, y él obedece; él crea a los ángeles con el poder de Quiún, y los manda a hacer lo que los hombres no podemos…

Me extrañó el cambio de actitud de Aguirre.

-“¿Quién es ése tal Quiún? ¿Otro dios a quien adoras?”- Pregunté, para calar la calidad de cosas que “el cerdo” me había dicho. Pero éste ahora, molesto, me encaró para derrumbarse después:

-“¡No digas pendejadas, muerto! ¡Yo, amigo muerto, sólo puedo adorarla a ella, mi Diosa del Amor! ¿Cómo podría adorar a un supuesto dios que ha sido capturado? ¡Entonces, o no es tan fuerte, o no es dios! Si se tratase de simplemente adorar como chimpancés a los truenos, ¿no sería más sabio, más prudente adorar a quien lo capturó? ¡Simple lógica! Pero, amigo muerto, nunca es tan sencillo; la adoración exige creer, es decir, tener fe. Y la única fe en la que puedo creer, está en Ella, dentro de sus caderas... Ya veo que no has estado con ella, ¡no puedes haber estado con ella! ¡Cualquiera que hubiese estado con ella, no haría semejantes preguntas tan idiotas! ¿Crees, amigo, que soy un ambicioso anciano deseoso de vida eterna como los necios del Tabernáculo que creen estúpidamente que con dinero pueden comprarlo todo? ¡A mí no me importa cuánto tiempo viva yo, si puedo estar ése limitado pero a la vez eterno instante con ella, dentro de ella, amándola! Pero ella, ella… ¡Ella no me ama a mí, solo tiene ojos para ése infeliz hijo de su chingada madre demoníaca de Quiún! ¡La muy hipócrita no quiere ni siquiera a la máscara que le sirve de marido en ésta época! ¡Y el muy imbécil no se da cuenta de nada! ¿De qué sirve el tiempo, si no puedo estar con ella? ¡De nada! ¡Maldito Quiún! ¡Maldito sea su tabernáculo! ¡Malditos sean todos! ¡Tú, yo, todos…! ¡Ay de mí, ya está aquí...! Viene por mí... Perdóname mamacita, no quería hacerte daño, pero ella, ella es mi todo... Escúchame, amigo, porque es lo último que diré: Yo no maté con mis manos a don mono, no, pero sí conduje al ángel de Quiún, con la Marca de Meriba; don mono nunca la aceptó, pese a haber estado con ella, ¡nunca la quiso, siempre la devolvió, yo lo vi cómo se la devolvía todas las veces que ella se la daba! Y tuve que llevársela yo mismo, y tuve que ver cómo el ángel le apagó la vida desde adentro a don mono. Y después, cuando comprendí lo que había hecho, lo bajo que caí, llorando fingí el robo, llorando revolví toda la casa, llorando lo rompí todo, hasta la chapa, pero nunca le clavé la espátula a don mono cuando ya estaba muerto sobre su escritorio; ¡yo quería mucho a don mono! Siempre le estaré agradecido por salvar a mamá del Tabernáculo y... de mí. Lo de la espátula, eso se lo ha de haber ordenado ella al ángel, porque odió mucho a don mono porque le impidió tomar la vida de mi mamacita para ése maldito diablo; yo sólo me dejé atrapar para que nadie sospechara del Tabernáculo. Eran mis órdenes, y las cumplí bien, aunque no quería hacerlas, pero ella, ella, mi Diosa, me lo ordenó. Ella ordena, yo obedezco. Siempre es más fácil si hay un robo y alguien como yo, sin valor, cerca... Y supe, amigo, desde que don mono se llevó a mamá que ya no le era útil, que ya le estorbaba, pero yo, era feliz únicamente estando cerca de ella, respirando el aroma de ella, ése mismo rico aroma a hembra que traes tú en su marca… Ya, ya está aquí... ¡Vete! ¡Corre todo lo que puedas! ¡De todas maneras, ya estás marcado, y cuando ya no le seas útil, también te eliminará, como a mí!  ¿No hice bien lo que se me ordenó? ¿Qué hice mal, sino revelar tu nombre? No, por piedad, no..."

Volteé siguiendo la ahora aterrada mirada de Aguirre. En la hedionda penumbra, algo blanquecino se recortaba como una sábana que flotase en la estancada atmósfera. Por instinto me llevé la mano a la funda, pero recordé que me habían quitado el arma en la aduana del reclusorio. Comencé, nervioso, a patear la puerta y a llamar al custodio a gritos, cuando éso pareció extenderse, cubriendo a Aguirre, golpeándolo salvajemente al estrellarlo contra el piso, el techo y las paredes y justo cuando la puerta se abrió, ésa cosa se metió por la cara del pintor, el cual, como una marioneta a la que le han cortado todos los hilos al mismo tiempo, se desplomó sin vida ante mi espantada mirada y la aterrorizada mirada del guardia, que también alcanzó a verlo todo.

Me quedé al papeleo. Lo duro fue que de improviso llegó "La Diabla", ahora sí, con sus pistolas, los agentes Sánchez y Solórzano. Frente a nosotros, y como una burla por parte del Comisionado de Paz Pública del CISEN, Ritssi –traído ex profeso para esta labor- abrió como a una res el cuerpo de Aguirre. Y lo que halló no fue nada nuevo: la laringe y los pulmones eran los de un anciano que hubiese fumado toda la vida. El mismo cuadro que Ritssi descubrió en el "camarada mono". "La Diabla", echando literalmente flamas de los ojos fue directo al grano:

-"Ustedes se sienten muy nalgas, muy chingones, como si fueran investigadores gringos, ¿no? El 'ciesai' de Teporingo, y sólo son un par de pendejos que se están pasando de listos. Ustedes tienen que aprender, cabroncitos, que hay formas en las que se hacen las cosas. Una correcta, y lo que ustedes están haciendo. No han entendido que éste país tiene raíces muy viejas, y sus estructuras están dadas por Poderes establecidos mucho antes de que Colón fuese comisionado para que trajera a los europeos cuando ésos mismos poderes consideraron y negociaron con los Principados europeos que era el momento; no han entendido que si alguien quiere hacer algo, se deben "engrasar" los engranes correctos. No han comprendido, imbéciles, que el Poder debe ser absoluto, o no es Poder, y a los Poderes, Tronos y Principados les gusta la adoración. Síganle, síganle como van, porque me cae de madres que no van a llegar a fin de mes. Tómenlo como una amistosa advertencia, en memoria del 'camarada mono' a quien estimaba como a mi hermano pese a que pocas veces estuvimos de acuerdo. No saben, par de pendejos, que si me agitan las aguas, pueden pescar algo que quizá se los coma. Algo muy viejo, con un enorme y feo aguijón, y sobre todo, malo. Malo en serio, y no mamadas. Ustedes no tienen ni una pinche idea de lo que aquí se está moviendo. Están advertidos, después no vengan a chillarme nada. Solórzano, Sánchez, ¡vámonos!"

Y "La Diabla" salió de la morgue del reclusorio, seguido por sus colas; si no hubiese tenido la nariz, la boca y el cuello totalmente embadurnados con ungüento de mentol, podría haber jurado que el ambiente hedía a azufre. Obviamente, "La Diabla" sabe, y muy bien, contra lo que estamos peleando, y la confirmación de esto es que no preguntó nada sobre lo que hablamos el difunto Aguirre y yo; la pregunta aquí es la misma a la que llegó el “camarada mono”: ¿en qué bando está ese cabrón? ¿O solo está de pinche observador? No creo poder preguntárselo, también por obvias razones. Sin embargo, no nos ha prohibido seguir con el caso, aún tenemos margen de maniobra. Ritssi terminó de cerrar el cuerpo, y visiblemente agotado, dejó que el forense del Reclusorio terminase de hacer el papeleo. Ritssi estuvo muy callado, desde que llegó al Reclusorio, y hasta que abordamos mi coche -Ritssi siempre ha sido huevón para manejar; casi siempre se mueve a través de taxis-, y una vez adentro, pleno de un gran cansancio que era más anímico que físico, me dijo que teníamos que hablar.

-"¿Que traes entre manos?"- le dije, a lo que él sacó de su mochila su lap. Ahí me mostró los documentos financieros con la firma de la tal Meriba y el Patronato que demostraban los nexos de "La Casa de la Hermosa Luz" con "Quimera" y operadores del cártel "Tepito Guerreros Aztecas", pero lo más impactante fueron las horribles fotos que Arnoldo pudo tomar en "La Casa de la Hermosa Luz": ancianos colgados y desollados como reses en un rastro, y sacrificados por un hombre con cuatro marcas en el rostro. Lo mismo que me dijo el viejo que me llevó al centro tanatológico, coincidiendo también con la descripción del fulano que pagó los anuncios a Rosita. Y un par de fotos borrosas, que mostraban a una mujer de espaldas saliendo de la casa de Iztacíhuatl.

-"Quiero que sigas a esta cabrona"- y la voz de Ritssi sonó con... coraje, si. Llevaba el rostro contraído en una mueca que conozco muy bien: la de un marido ofendido. Sin embargo, la postura, la caída del cabello, las hermosas pantorrillas, las anchas caderas que se intuían a través del grueso abrigo... Recordé en ése instante lo que el "camarada" dejó dicho en su bitácora, las pinturas y dibujos de la mujer que obsesionó al "cerdo", lo que acababa de ver en el apando, las esculturas de mierda hechas por Aguirre, totalmente de espaldas, recreando de memoria todos los aspectos de una mujer que él recorrió centímetro a centímetro cada miércoles y jueves. Y lo que él mismo acababa de decirme un par de horas antes cuando lo cuestioné acerca del nombre con el que conozco a Meriba: "Ay, mi alma... mi bella alma..." Creo... Sí, he estado con ella. Es la misma mujer que aparece en estas borrosas fotos. Aún digiriéndolo, le pregunté a Ritssi, sin quererlo lastimar:

-"¿Sabes quién es?"

-"No. No precisamente. Tengo una sospecha güey. Arnoldo dejó dicho que ésta mujer es la famosa Meriba, la presidenta del Patronato del asilo éste."

Le platiqué entonces lo que me dijo el difunto Aguirre sobre la tal Meriba, y le dije lo que lo había asesinado; extrañamente Ritssi no pareció sorprenderse; es muy probable que ya haya llegado a la misma conclusión que yo.

-"Entonces eso resuelve el porqué sus sistemas respiratorios estaban tan dañados. No te lo he comentado todavía, pero ya terminé el análisis del polvo blanco. Es carbonato de calcio carbonizado hasta volverlo blanco, mezclado con restos quemados de algodón. Es simple ceniza de huesos cremados en un horno y revuelto con cenizas de tela, güey. 'Gordolobo', amigo... ¿contra qué nos estamos enfrentando?"

No pude responderle. Pensé en decirle algo amable, pero la verdad, tenía miedo. Mucho.

Pasé a mi local. Necesitaba sentarme, beber un poco de leche de magnesia -la úlcera me estaba molestando mucho desde que "éso" mató al "cerdo" Aguirre y en el reclusorio me terminé mi última ranitidina- y digerir todo éste desmadre. Simple ceniza de huesos, seguramente de viejitos sacrificados. Eso cuadra a huevo con el rubro de la Casa. Y éso. Lo que mató a Aguirre... Él llamó a ésa cosa "el ángel de Quiún". De no haberlo visto, sencillamente soltaría la carcajada. Mierda, ¡estaba temblando! Mis manos no eran capaces de escribir nada, porque sencillamente no podía teclear nada en el ordenador, menos sostener la pluma para armar lo que ya teníamos. Realmente Arnoldo Charles prácticamente nos dejó todo en bandeja de plata, solo había que relacionar a ésa tal Meriba con la Casa y el Tabernáculo, y quizá presentarle, más como una cortesía, el informe a “La Diabla”, y enviarlo no sólo al periódico, también a alguna ONG para cubrir nuestros traseros de posibles represalias, ya que los miembros del Tabernáculo están muy bien posicionados; al verse descubiertos, lo más probable es que reaccionen con mucha ira ante quien destapó su cloaca. Quizá recurra a la ONG que ayuda a los padres de los muchachos desaparecidos de la Normal Rural de Ayotzinapa, son muy buenos en lo que hacen; aunque de la raya, nadie pasa, dicen por ahí. Necesitaba tomar una siesta, así que cerré con llave y me tumbé en el sofá y me perdí cerca de cuatro horas que me cayeron de maravilla. Me despertó el vibrador del celular, con un Ritssi en muy mal estado. Casi no entendí lo que me estaba diciendo, pero alcancé a comprender que había confrontado a Meriba; me pidió que lo viera en la Iglesia de la Sagrada Familia, entre Puebla y Orizaba, colonia Roma, hacia donde se dirigía. “Apúrate por favor güey…

Me vestí a toda prisa y salí pitando hacia el sitio. Algo adentro de mí me gritaba que apretase el paso, y pese al tráfico de la hora –eran las seis de la tarde-, logré llegar relativamente rápido. Un sacerdote me salió al paso, como si me esperara: “Disculpa hijo, ¿serás por ventura aquel a quien le dicen ‘Gordolobo´?”. No sé porqué todos los sacerdotes han de tratar a los "normales" de "hijos"; será que todos somos hijos de la chingada. Al asentir, el sacerdote con grave rostro de circunstancia me dijo: “sígueme hijo, creo que no tenemos mucho tiempo.” Me guió hasta la casa sacerdotal, y mientras caminábamos a toda prisa, me iba diciendo que Ritssi estaba en muy mal estado, con graves golpes y severas quemaduras tanto externas, como internas, y aún así no había querido que trajeran a ningún médico; no, hasta que hablase conmigo. Preguntó si habría algún problema en que le permitieran terminar ahí ante esa enorme probabilidad, y como dio una muy generosa limosna, cualquier problema quedó superado. Entramos a una habitación en penumbras y en una cama, hallé a un Igor Ritssi terriblemente golpeado, mas lo impresionante, es que tenía todo el cabello cubierto de canas, y terribles quemaduras en el rostro. Me acerqué presurosamente, y Ritssi abrió un ojo, y su mirada verdigris era intensa; con una voz que era casi un susurro empezó a decirme, en medio de constantes ataques de tos:

-…´Gordolobo´, amigo… ¡Cájum! Ya sé quién es… Meriba… ¡Cof! ¡Cájum! Siempre lo...supe...pero no...no había querido... aceptarlo... ¡Cof! …Meriba es… ella es… Alma… Lo que viste... ¡cóf!... lo que... mató a Arnoldo... ¡cóf!.. lo que mató a Aguirre... ¡cájum!... me atacó... Y ella... la mujer que... amé por casi veinte años... sólo se reía... ¡cóf! Me dio por... muerto... y se fue. ¡Asgf! Pero ella no... no sabe que... no me mató... resistí... ¡cájum!... quizás porque he fumado mucho... desde que era un... muchacho...”

Y con un débil aliento que desgraciadamente sonaba a último, me dio un par de cuentas de banco con unas contraseñas, y una encomienda, tan dolorosa, que Ritssi soltó un par de lágrimas de su único ojo medio sano: “Mátala. No la entregues a ´La Diabla´… Ella hallará el modo… ¡Cof!…de escaparse… y seguir… ¡cájum!...con su carnicería… Debes… matarla… solo me usó… de pantalla… Fui un tonto güey… Tanto que la amé, y... no supe... ¡cóf!... que estaba... enamorado de... un monstruo... Debes… parar esto…

Eran las siete veintisiete de la tarde noche cuando un sueño profundo hizo descansar a mi amigo. Dejé instrucciones al sacerdote para que ahora sí, trajese al doctor Pinto del Hospital Mercy; el dinero no sería ningún problema. Le encargué encarecidamente que no permitiese, al menos hasta mañana al mediodía, su traslado a un hospital, dado que temía que Alma Meriba, si lograse sobrevivir a mi ataque y acabase conmigo, fuese en busca de mi amigo. "El es muy fuerte, resistirá" dije al sacerdote, y entonces me dirigí a cumplir con mi encomienda. Le pedí al cura si podía prestarme alguna computadora con internet, y amablemente me prestó la de la iglesia. Chequé los números, y pedí estados de cuenta con las claves que mi amigo acababa de darme. No podía creerlo. Alma, bajo el nombre de Meriba era exorbitantemente rica. Ritssi no era precisamente pobre, tenía un muy buen salario de cinco dígitos al mes que le permitía vivir con holgura, pero en comparación con su esposa, era un indigente viviendo en una caja de cartón. ¿De dónde obtuvo tanta riqueza? Obviamente de las transacciones llevadas a cabo con la fachada de la “Casa de la Hermosa Luz”, quizá desde mucho antes. Ahora, debía ver la forma de relacionarla firmemente con ellos. No iba a ser fácil, ya que ella era experta en cubrir sus rastros, por lo que Arnoldo había podido investigar. Además, ella estaba rodeada de un aura… sobrenatural. Es necio negar, a estas alturas de la investigación, ése elemento; el problema es hacerlo creíble. Quizá en su casa pudiese hallar algo que me acercase a ello, cualquier identificación con su foto o firma serviría. Saqué impresiones de los estados de cuenta y además los guardé en mi USB y salí de ahí pensando en ir a la casa de Ritssi, no sin antes despedirme de mi amigo, a quien un par de amables beatas ya lo estaban cuidando. La historia a contar a todo el mundo es que accidentalmente se quemó en su trabajo con ácidos. Y con ésa historia pienso presentarme ante Alma. Alma Meriba. Quiero ver su rostro cuando le informe de la "muerte" de su marido y avisarle donde está, y después meterle siete plomazos y cortarle la cabeza para que no pueda regresar nunca -le pregunté ociosamente al sacerdote, más por joder que por curiosidad antes de salir, sobre cómo podía matar a un demonio encarnado y que se chupa la vida de los demás. El cura, sonriéndome, me dijo que los demonios, al ser ángeles caídos de la Gracia no se les podía matar; pero si estaban poseyendo a alguien, lo mejor sería el exorcismo, mas si eran espíritus encarnados, es decir, posesos ya sea por propia voluntad, o metidos en el cuerpo de muertos o niños nonatos, el procedimiento a seguir sería el mismo que con los vampiros: descabezarlo y enterrar o quemar el cuerpo aparte y boca abajo o arrojarlo al fondo de algún ojo de agua, laguna o río mientras que a la cabeza, habría que coserle los ojos con sal y/o ajo adentro de ellos, y trabar la mandíbula con una piedra de río o, en su defecto, un ladrillo; de preferencia bendecido o perteneciente a una iglesia o a un camposanto. Me sorprendió el amplio conocimiento de este sacerdote sobre el tema; si hallo alguno de esos elementos, lo tendré en cuenta-. Mandarla directo a los brazos de ése tal Quiún, de parte de Arnoldo y de Ritssi, y de tantos que ella sacrificó desde sólo Dios sabe cuándo. Me pregunto si Ritssi realmente es católico. Bueno, a estas alturas, ¿cuál es la importancia de ello? Se supone que Dios está en todas partes, ¿por qué no estaría en esta iglesia de "La Sagrada Familia"? No lo sé. De momento no quiero pensar en  ello. Y no sé si Dios me apoye: ¿valdrá aquí el mandamiento "no matarás"? Ya que voy a echarme a varias bestias disfrazadas de seres humanos.

En el coche, y mientras me dirigía a la oficina de nuevo por los documentos para armar el caso, comencé a atar cabos con los elementos que ya tenía a mi disposición, los datos que Igor obtuvo y con los que el “camarada” me proveyó: Ritssi tuvo la sospecha de la identidad de “Meriba” desde el instante en que vio el pañuelo blanco en el departamento del “camarada mono” -Alma le da un pañuelo blanco de algodón pedido exclusivamente a cierta fábrica en los Estados Unidos, bañado en sus secreciones vaginales mezclados con su sudor y el caro perfume que usa a todos sus amantes, y todos, o casi todos, caímos en este lujurioso juego menos Arnoldo, lo que obligó a Alma Meriba a usar al "cerdo" Aguirre para llevárselo-, y dicha sospecha se convirtió en una abrumadora certeza cuando observó las fotos, aunque borrosas, que le hiciese Arnoldo Charles saliendo de la “Casa de la Hermosa Luz”, él mismo me lo acababa de decir con su voz quemada por el ataque del "ángel de Quiún". Todo empezó a caer en su sitio. Por ello Arnoldo Charles dijo en su carta póstuma que todo esto iba a ser muy doloroso para Igor... ¡Un momento! El viejo que me mostró la Casa dijo que había visto a una especie de monstruosa mujer-araña en el sitio cuando estaban por sacrificar a su amigo; si mi sospecha es verdadera, entonces, me he estado cogiendo a... He estado metiendo mi tilín en... Qué asco.

Para llegar rápido a la oficina, conduje por la Avenida Chapultepec para tomar Río Tiber y entroncar con el Circuito Interior y apenas había llegado ahí cuando, sin previo aviso, una especie de sábana blanca me tapó todo el parabrisas. Iba a sesenta por hora cuando me estampé de frente con el vehículo que iba adelante, y por atrás se me estampó otro; supe de inmediato que todo había comenzado, así que sacudí con fuerza la cabeza para sacarme el atontamiento y ante el atascamiento de la puerta que se negó a abrirse, rompí desesperadamente con los talones uno de los vidrios traseros y me escurrí por el hueco a toda prisa, justo cuando ésa cosa blanquizca penetró al interior de mi auto entre las resquebrajaduras del estrellado parabrisas. Aún aturdido, caí al piso buscando ganar espacio para poder defenderme mientras uno de los conductores que chocó conmigo se acercaba diciéndome leperadas, groserías que se congelaron en su boca cuando vio lo que salió de mi auto; horrible, quimérico, parecía otear el aire como un perro erizado buscando, y, al descubrirme, se lanzó contra mi; temblando, levanté el arma que ya llevaba afuera y disparé una, dos, tres veces, dándole de lleno a esa cosa innatural, que de inmediato comenzó a dar chillidos como de cerdo, mientras se agitaba como movida por un violento viento, deshaciéndose en cenizas blancas.

Afortunadamente, aunque estaba bien golpeado, no tenía miembros rotos, así que me alejé como pude del lugar. Este ataque sólo significaba una cosa: Alma Meriba había sido alertada sin querer por Ritssi cuando la encaró; posiblemente también estaría a estas alturas enterada de que la investigación de Arnoldo Charles no había sido neutralizada y por lo tanto, debía silenciarla eliminando todos lo cabos sueltos: yo; ya era un peligro potencial al haberme convertido en el sucesor de dicha investigación. Bien. Si conseguía controlar el dolor de la úlcera y llegar hasta mi oficina, le demostraría a ésa bruja todo lo peligroso que puedo ser. ¡Cómo pude meter mi tilín en esa cosa! ¡Voy a tener que desinfectarlo sumergiéndolo en cloro! Qué asco, en serio...

No sé cómo lo hice, pero me arrastré por varias calles alternas, previendo que la bruja tuviese espías que vigilasen mis pasos. Obviamente los tenía. El Tabernáculo está podrido en dinero, y ése es el verdadero dios de éste mundo, de esta jodida sociedad. Por ello ha de ser que el signo de "dinero" lleva una "s" cancelada: "Satanás". "Quimera" prácticamente trabaja para ellos, al menos aquí en la ciudad; el Tabernáculo está relacionado con los grupos más poderosos del país. Posee el enemigo recursos ilimitados, ¿y yo que tengo? ¡El Cuarto Poder, con una chingada!  ¡Si algo relativamente bueno ha salido de tanta gloriosa revolución, de tantos gloriosos muertos que han dejado sus espinazos y sus manos luchando por cambiar las estructuras monolíticas del mundo, es la libertad de publicar un artículo, una opinión en un periódico, una revista, un pasquín, en internet o hasta en una pared y que muchos lo lean! ¡Cuando descubra su pinche jueguito a todo el mundo, se arrastrarán a esconderse del sol como las asquerosas alimañas que son! Madre mía, me está matando la pinche úlcera. A ver si ella no termina conmigo antes que el "ángel de Quiún", el enviado de Alma Meriba, lo haga.

Lo bueno es que ya mero llego... Y lo bueno, es que Arnoldo Charles logró tomar fotos claras del conciliábulo; tengo a todos esos ojetes del "Tabernáculo de Quiún" agarraditos de su pelada colita en la acción misma del delito: reunidos alrededor del viejito a sacrificar... Tengo al ojete doctor Quiún F. Outheaven fotografiado en el perverso acto de clavar el cuchillo desollando ancianos vivos. Ya mero llego. Nomás atravieso este callejón, y podré tomar mi leche de magnesia. Y empezar a armar el artículo que presentaré a "La Rayuela"; Bobadilla estará contento, él también estimaba al "camarada mono"... lo subiré a la nube, lo mandaré también a la ONG Agustín Pro Juárez, a Carmen Aristegui; descabezaré a la bruja, encarcelarán a sus aliados, ya lo verá... No, ¡no puede ser! ¿Cómo chingados es que me hallan? Ahí está la pinche sábana blanca, el supuesto ángel exterminador, oteando el aire, como un animal salvaje, como un pinche chacal...

Disparo.

La extraña sombra se estira innaturalmente, se retuerce agresiva como una especie de papel que fuese gobernado por un extraño, feroz viento, trata de esquivar mi plomo, pero creo que le di de lleno... Si, creo que ya recordé esto, ya lo hice, aquí me quedé. Acabo de quemar mi oficina, y abordo de éste taxi, me dirijo al domicilio de mi amigo Igor Ritssi buscando la última pieza suelta, el último elemento que ligue firmemente a la bruja con su organización; acabo de quemar la computadora junto a mi oficina, y necesito una para armarlo todo... Debería comprar una portátil.

Llego a Puente de Alvarado e Insurgentes. De aquí a la casa de Ritssi sólo son unos pasos; camino sigilosamente, mirando a todos lados para evitar ser descubierto por los espías del enemigo. No sé que clase de espías sean; dado que me enfrento a seres sobrenaturales, podrían ser incluso ratas o cucarachas, no solo humanos. También debo evitar a toda costa toparme con Alma Meriba, ya que aún no es el momento; hasta que arme todo y lo suba a la nube y lo envíe por e-mail a "La Rayuela" y a la ONG, hasta entonces será el momento. Me paro en la esquina, y me tomo un momento para escudriñar la casa; no hay luces encendidas. Seguramente la bruja, después de que creyó haber asesinado a mi pobre amigo, habrá ido al aquelarre que es "La Casa de la Hermosa Luz" a festejar. Bien, que lo disfrute, porque a ésa hija de la chingada se le acabó la diversión.

Sin embargo, no me permito bajar la guardia. Camino en diagonales volteando a todos lados buscando parapetarme en los portales y en los automóviles que se hallan estacionados y alcanzo la residencia con la llave que tomé de Ritssi en la izquierda; en la derecha llevo el arma amartillada, cubriéndola con la mochila salchicha donde llevo todos los documentos. No puedo permitir que la bruja me liquide por un mal movimiento, no antes de chingármela primero. Giro silenciosamente la llave, abro un poco la puerta y tras escuchar atentamente los ruidos de la casa, me convenzo de que no hay nadie, y entro. Afortunadamente para mí, a Alma Meriba no le gustan las mascotas, contrario al casi finado Ritssi que siempre ha querido tener un perro.

Subo sigilosamente hasta la recámara, y con únicamente la luz de mi linterna, comienzo a buscar la pieza que me falta en los cajones de la cómoda. Nada. ¡No hay nada, con una chingada! ¿Donde guardará la bruja sus identificaciones? No vaya a tenerlas en alguna gaveta adentro de la casa de Iztacíhuatl; no, no lo creo. Esas cosas son muy personales y de uso corriente, así que debe tenerlas dentro de alguna bolsa: su credencial para votar, su permiso de conducir, alguna credencial escolar o de biblioteca; sólo necesito un documento con huella dactilar, con foto y firma, algo así. ¡El clóset! Ritssi mencionó alguna vez que ella guarda esas cosas ahí. No quería buscar en el enorme clóset, pero ya ni modo. Ahí está la cama king size donde nos revolcamos los tres apenas ayer, madre mía... Realmente disfruté ése par de ocasiones. Qué lástima. Y qué asco. Siempre he tenido mala suerte con las mujeres: la que no me pone el cuerno, es terriblemente ambiciosa, o es medio frígida, o es muy estúpida o muy hueca o irremediablemente loca, en el sentido más bajo y peyorativo de la palabra, o todas esas cosas juntas... Pero, realmente nunca me había tocado tener a una inteligente y astuta bruja como amante, una bruja peligrosa que quisiera, y que pudiera matarme.

Ahí continúa en su sitio el retrato de Arnoldo Charles, pintado por "el cerdo" Aguirre. Qué buen retrato. La sonrisa que me regala desde la pintura el "camarada mono" me convence de que estoy haciendo lo correcto. Bien, amigo mío. Me apuraré. Y realmente este olfato de detective que poseo no me falla, ya que no tengo que buscar mucho. Detrás de unos viejos abrigos de piel que parecen de principios del siglo pasado, hallo un baúl también viejo, y siguiendo mi instinto, lo abro con las ganzúas, hallando adentro un cofre ovalado de madera policromada con escenas de garzas y lirios, al más puro estilo faraónico cerrada con un candado que, pese a ser mucho más reciente que la caja, es muy, pero muy antiguo. Es hermoso, pero las ganzúas no me sirven aquí de lo viejo que es, así que debo romperlo. En la cocina debe haber algo que me sirva, porque nunca he sabido dónde guarda Ritssi su herramienta; mientras me dirijo ahí, no puedo evitar pensar que a Alma Meriba le gustan las antigüedades. Por toda la casa hay muebles y pinturas viejas, además del par de abrigos y el baúl... En especial esa caja de apariencia egipcia; ha de ser antiquísima. No podría precisar la fecha, quizá sea de finales del siglo XIX, cuando los europeos sintieron una admiración por el "exotismo" y compraban como enajenados cualquier artesanía hecha en lugares lejanos. Quizá sólo el "camarada mono" pudiera fecharlo correctamente, al ser tan culto; pero de que es muy viejo, no me cabe la menor duda. ¿De ahí, de ése placer por lo antiguo habrá sacado la idea torcida de sacrificar ancianos? Y me viene a la cabeza sin querer otra cosa: Aguirre dijo, antes de morir: "Ella le ofrece ancianos a su dios, el demonio Quiún. Ella cree que así puede abrir las puertas de su prisión para traerlo a este mundo, donde le dará a ella y a los discípulos, El Tabernáculo, poder sobre muchas cosas y una vida muy, muy larga, como la de ella, que vio cuando los esclavos hebreos levantaron las pirámides de Egipto". Después de ver esa caja, y algunas de las prendas de ése guardarropa, ya no estoy tan seguro de que Aguirre estuviera exagerando. También está la "amistosa" advertencia de "La Diabla": "Algo muy viejo, con un enorme y feo aguijón, y sobre todo, malo..." Creo que el Comisionado de Paz Pública conoce mejor que yo al enemigo. Qué triste que no haya hecho nada ante los asesinatos de sólo Dios sabe cuántos ancianos.

Sigo con suerte: camino a la cocina me he topado con otra puerta, y siguiendo una corazonada, la he abierto y bajando unas escaleras, ¡oh sorpresa! me he topado con la cava de Ritssi, y también, con el escondite de sus herramientas. Este cabrón tiene de todo, hasta un garfio para escalar paredes; creo que me puede servir, así que lo tomaré prestado. Tomo también unas sólidas pinzas de bombero para romper el candado que custodia el cofre de Alma; espera, esto también me puede servir, tomaré esta mascarilla de ebanistería para polvos finos, uno nunca sabe -ojalá tuviese una para gases pesados-. Y me tomo también un instante para curiosear el chupe de Igor. Vinos, licores, y una caja llena de whisky y otra de vodka... No quiero decir o pensar que sea un borracho, pero tiene tanto whisky como un explorador que fuese a la India y temiese ser mordido muchas veces por las cobras... Espera, quizá me puedan servir... Si, ¡ijajay! Con estas botellitas podría hacer cócteles molotov... Sí, creo que puedo hacer una docena; no creo que a Ritssi le moleste, para no llegar desarmado ante la bruja y su conciliábulo. Eso me dará un mayor margen de maniobra.

Regreso al closet, y con las pinzas rompo al fin el candado; que bueno que las hallé, con una palanca hubiese lastimado esta hermosa artesanía. Empiezo a buscar, y hallo más de lo que podría pedir. ¡Bien! ¡Su credencial para votar! Espera... Aquí está un pasaporte viejo de Alma, fechado en... ¿1968? Sí, comparando ambas fotos y firmas es ella, solo el peinado y la ropa son diferentes. ¿Cuántos años tiene, pues? A simple vista aparenta unos treinta y cinco, más o menos; y esto... Una... una cédula de identidad francesa junto a un permiso para entrar al país firmada por el mismísimo Porfirio Díaz... ¿Y estos otros? Madre mía, estos otros documentos de identidad son... franceses. De cuando Maximiliano de Habsburgo intentó crear el Segundo Imperio y Don Benito Juárez se lo impidió. Son permisos para comerciar con México telas. Y estos otros... también franceses, y por la fecha... No puede ser, son salvoconductos emitidos por el primer imperio napoleónico, y si no me equivoco, son para salir de Egipto, por la probabilidad de guerra con Inglaterra... Las firmas en todos ellos... ¡la caligrafía es la misma! ¡Estoy viendo la firma de Alma Meriba en documentos que abarcan más de trescientos años! No puedo creerlo. Éste se ve muy viejo, está escrito con caracteres árabes, ¿será del imperio otomano? Y este otro aún más viejo, escrito en un latín raro; por la marca en el sello de cera parece bizantino, o quizás de la república de Venecia, no puede ser... ¿Qué es esta bruja, un vampiro? No puedo evitarlo, me tiembla el cuerpo de miedo. Me estoy enfrentando a un ser que, a juzgar por estos papeles, tiene más de mil años de vida. Jamás me he sentido más pequeño e insignificante. Impotente. La úlcera me empieza a molestar de nuevo, sudo frío, y nuevamente recurro al pañuelo que Alma me dio para secarme la frente mientras saco la leche de magnesia para calmar el malestar, pero no bien bajo la botella, el ángel exterminador de Quiún ya está sobre mí. Apenas puedo hacerme a un lado mientras le aviento por reflejo la pesada y larga pinza; el espantajo chilla, parece que le ha dolido ya que le ha abierto un boquete, pero únicamente he conseguido exacerbar sus ansias asesinas... ¡Debo sobrevivir a toda costa! ¡Trata de envolverme! ¡Maldición! ¡Quemas, cosa hija de la chingada...! ¡AAARGH! ¡Si lo logra, esto se acabó! Lucho, tiro patadas con todas mis fuerzas en el hueco que la pinza hizo, busco un poco de espacio para poder sacar la pistola, y con gran esfuerzo lo consigo: le doy un par de balazos a bocajarro a ésa maldita cosa, que como en las anteriores ocasiones, chilla horriblemente antes de deshacerse. ¡Maldición! ¡Van a salirme ámpulas donde ésa cosa me tocó! Ha estado muy cerca, casi me mata esta vez... Todo me da vueltas, siento que me desmayo; de no ser por el retrato del "camarada mono", su pintada sonrisa al óleo dándome valor, creo que no podría seguir.

¿Cómo es que me encuentran? ¿Cuál es el elemento que les permite hallarme? Debo serenarme, usar la lógica y ver si en el comportamiento de los... "ángeles" éstos hay algo que me dé un indicio. ¿Qué es lo que hacen? Realmente parecen perros, como chacales olisqueando el aire, como detectando un rastro, cazando... Y son ciegos, de eso no me cabe ninguna duda ya que el último que me acaba de atacar, no fue capaz de esquivar el fierro que le arrojé. No observan, huelen. Y de pronto, la verdad le llega a mi abrumado cerebro: ¡el pañuelo! Es verdad, Aguirre me dijo más de lo que yo mismo quiero creer: "Yo no maté con mis manos a don mono, no, pero sí conduje al ángel de Quiún, con la Marca de Meriba" "¡Corre todo lo que puedas! ¡De todas maneras, ya estás marcado, y cuando ya no le seas útil, también te eliminará, como a mí". ¡La susodicha "marca" es el chingado pañuelo! Mientras traiga éste pinche trapo, seguramente los enviados de Alma Meriba seguirán apareciéndose. Hora de probar esta hipótesis: si mi razonamiento es verdadero, lo primero que debo hacer, es dejar el pañuelo en... el sótano. Es el lugar más aislado de esta casa con una única entrada, y salida. Tendré el control por un momento. Me dirijo entonces al sitio, y dejo el pañuelo sobre la mesa de trabajo de Ritssi; a continuación, busco en la cocina algo que destruya las feromonas de Alma, algo como el cloro, o hidróxido de amoníaco. Uso un lavapisos con este último compuesto y me tallo vigorosamente el rostro, las manos y por si las flys, mi tilín con todo y bolas, ya que después del pañuelo, es la cosa que cargo que más ha de oler a las intimidades de la bruja ya que no he tenido tiempo para darme un regaderazo; madre mía, al contacto con el químico sin diluir, me arde un chingo, ¡quien me manda andar de cachondo! Sin embargo, me achispa, despejándome la cabeza. Acto seguido, también lavo los chones, la gabardina y lavo también los bolsillos donde guardé el pañuelo, y por si las flys, también las solapas a las que paso un trapo de cocina humedecido en el detergente. Y espero un momento después de volverme a vestir, parapetado detrás de una vitrina, justo atrás de la puerta que conduce al sótano con el arma preparada, al "ángel de Quiún".

Mi espera no dura mucho: aparece el "ángel exterminador" igual de impresionante que todas las veces; es la primera vez que lo veo con detenimiento: semejante a primera vista a la Esfinge flota, ondula en el aire como si estuviese hecho de humo. Mi primera impresión fue acertada, ya que parece un chacal hecho de humo blanco; aparentemente mi hipótesis de que es ciego también es correcta, ya que se desliza justo a mi lado y debo apretar el cuerpo para que no note el temblor de mis miembros, el castañeteo de mis dientes mientras rezo un Padre Nuestro en mi cabeza pidiendo ayuda divina. Tiemblo. Las piernas se me aflojan cuando noto eso que, por analogía, pudiera ser el rostro del "ángel": es, sin duda, un rostro humano, el rostro de un viejito. No sé por qué, pero hay una infinita tristeza en ése arrugado rostro, que a momentos se convierte en el de un chacal, y al siguiente es humano. Estoy de suerte. Pasa de largo sin notar que tiemblo bañado en sudor frío, y flotando baja las escaleras; debo moverme, como un cazador. La presa está en mi trampa pero no debo confiarme. Eso que está abajo es como un tigre, capaz de acabarme de un único zarpazo. Me acerco cauteloso a la puerta y observo lo que el demonio hace: llega hasta el pañuelo, y me busca olisqueando el aire, y al no hallarme, chilla horrible y angustiosamente. Es un ruido estridente, me pone los nervios de punta y ya no aguanto más. Disparo, una, dos veces, y le doy hasta la tercera por el temblor de mis manos, justo cuando se da cuenta de donde me hallo y se pega a las paredes, bufando agresivamente mientras sube las escaleras buscando alcanzarme antes de deshacerse en cenizas blancas... ¡Ah, mi estómago! Siento como si un cuchillo lo atravesase, y debo recurrir a la leche de magnesia; la bebo mientras bajo la escalera, cojo una botella de vodka en memoria de mi gran amigo Arnoldo Charles y mojo con él el pañuelo; sobre un serrucho que uso como plato, quemo el pañuelo maldito que arde rápidamente en una larga y azulada, agresiva llamarada. Ahora Alma Meriba no sabe dónde estoy, tengo el elemento sorpresa de mi parte. Lo malo, es que reforzará la vigilancia, y quizá también, mande más "ángeles", o a los matones de "Quimera" hacia aquí. Subo de nuevo a la recámara, tomo la portátil de Ritssi, el cargador y una batería recargable, todos los documentos que hay en el baúl y los echo en la mochila salchicha, así como a las pinzas de bombero, pensando en hallar otros candados que no pueda abrir con las ganzúas; tomo una sábana que rasgo, bajo de nueva cuenta y con premura, hago bombas molotov mezclando los licores con azúcar que tomé previamente de la cocina. Diez. Las acomodo en la mochila y también pongo en su interior la mascarilla y el garfio, y salgo igual de sigiloso como entré. En ése momento, una camioneta blanca da vuelta a la esquina, y siguiendo correctamente a mi instinto, me parapeto rápidamente detrás de un zaguán. Cinco matones bajan y entran a la casa de Ritssi. Ni siquiera se toman la molestia de ocultar sus armas: uzis y AR-15; entran, usando una llave que seguramente es la de la dueña.

Debo apurarme. Al no hallar el cadáver de Ritssi, sabrán que no ha muerto y comenzarán a buscarnos. Sobre mí, está claro que Alma sabe cuando he destruido a sus enviados: el que sigan viniendo, es la prueba de ello, sólo espero que ella no sepa del escondite en donde se halla su marido. Ex marido. De mi cuenta corre que terminando esta noche, así será. El tiempo está en nuestra contra, cada minuto cuenta; aún así, debo encontrar un sitio donde pueda armar el informe, eso es de vital importancia en el descabezamiento de ésa extraña sociedad, ése será el primer golpe y ha de ser contundente. Si mal no recuerdo, en la calle de Salamanca esquina con Durango hay un Vip's que abre durante toda la noche. Paro un taxi en Insurgentes y le pido al chafirete que me lleve ahí. Debo tomarme un momento para armar toda la historia, y seguir con mi plan antes de ir a enfrentar a Alma Meriba, que seguramente ya me está esperando; confío en que, al sentirse poderosa, se haya ensoberbecido y no intente huir, porque eso la haría ganar. Sencillamente se sentaría a esperar el momento adecuado para matarme y cambiar de identidad, como lo ha hecho por cientos de años. Sin embargo, un sentimiento extraño me hace levantar la vista, y alcanzo a distinguir a varias unidades del CISEN y la PGR que a toda prisa van hacia la dirección de donde vengo... Silenciosos, se mueven entre el tráfico como sombras; cuando he llegado a seguirlos en sus operativos como reportero de nota roja, siempre se me han figurado orcas que van de cacería, totalmente diferentes en su accionar a la policía "normal". ¿Acaso "La Diabla" por fin ha comenzado a moverse? No lo creo. No se ha movido ni un ápice desde que Aguirre fue asesinado, ¿por qué habría de moverse ahora? Irán a echarle el guante a otros, esta delegación política es de las más violentas de la ciudad. Sí, eso ha de ser…

CONTINUARÁ…


                ¿Qué les está pareciendo? Este cuentito es muy largo; quizá debiese llamarlo una novela ligera y corta. Es el penúltimo relato de mi libro “Los Jóvenes Soñadores”, que desearía publicar.

                Bueno, les prometo que la siguiente entrega será la última de este cuento. Y ahora vamos a un par de cosas que he hecho en estos días:



     "Todo el mundo tiene algo que decir". Papel marquilla y lápices de grafito y tinta china. Y es cierto. Cuando alguien quiere a alguien, todo el mundo tiene algo que decir. Importe o no, todo el mundo. Este es un pequeño desahogo y nada más. Los otros dos son más... serios, por decirlo de alguna manera.


                Este dibujo se titula “Llegaron los Payasos”, y es una alegoría sobre el momento cuando la cordura huye ante la marcha implacable de los payasos que tomaron mi mente. Son lápices de cera de colores sobre papel marquilla y es grande, son 59x42 cm. Un poco para rememorar un día perdido en la memoria, cuando su seguro servidor vino a este mundo a dar lata.








                Estos son detalles. Y el siguiente es una acuarela y es un retrato de mis queridas primas las chicas Manzano:


                Recuerdo cuando niño, iba a Oaxaca a pasar los veranos. Recuerdo el aire tibio, el olor a muchas plantas, los cocuyos y las luces extrañas que se veían por las noches en el largo cuarto donde dormíamos. Extraño esos años, en serio. Estos son detalles:








                ¡Espero que les hayan gustado! Y ahora sí, sin más por el momento, me despido de ustedes.  ¡Hasta la entrega que viene! ¡Sayonara! ¡HISTORIETA O MUERTE! ¡VENCEREMOS!