martes, 23 de diciembre de 2008

Pintura de Caballote: Buscando a Dios: Amilcar y Pulguita.





Qué onda. Pues yo aquí, de nuevo en New York... Ja ja ja. Pero en las calles de la Nápoles... Hasta creen que a un pobre gato como yo los gringos les van a dar visa. No. En todo caso, la única ciudad de los Estates que se me antoja conocer es San Francisco. Y Nueva Orleans pero durante el Mardí Grass. Hacerme de un montón de collares y cambalacharlos por besos y algo más... Ha de ser padre, me imagino. Bueno, a lo que vamos. Estos cuadros que les voy a relatar, son de un cuate rico que tenía lo que quería, pero tenía una ambición, eran las pinturas, que serían su perdición... No es cierto. En realidad son cuadros de hechura triste, muy triste. ¿Alguno de ustedes han sentido de cerca la fría guadaña de la muerte? Es muy duro. Y es más duro cuando ésa insensible guadaña sega la vida de las criaturas. Yo creo, sinceramente, que la muerte es algo innatural. Es la cosa más innatural que existe. Y cuando un bebito no logra sobrevivir a la lucha feroz que mantiene con ése ser cruel e innatural, pienso que algo no está bien. Todo nuestro cuerpo, toda la potencia de nuestra mente, y toda la enterza de nuestra alma, están creadas para vivir. No hay más. Debemos vivir. Para éso nos puso el Buen Dios sobre el mundo. Y el precio de la desobediencia, es decir, del alejamiento de Dios, es la muerte. Éso es el pecado. Y creo también que de ahí viene la enfermedad, todo el desajuste que nos lleva a perder la batalla contra ése ser a quienes algunos incautos adoran como un dios, y se atreven a decirle "santísima muerte". Cuando la sociedad hace algo así, pues no puedo evitar pensar que hay algo que está verdaderamente mal. En fin.

El primer cuadro se llama "Buscando a Dios-Amilcar" y es mi propio dolor al perder a un niño que hubiera querido mucho, ya que era el hijo de mi mejor amigo, casi mi hijo también y que no pudo abrazar con sus manecitas la vida. Y el segundo, se titula "Buscando a Dios-Pulguita" y es otro pulso de mi dolor, cuando mi segundo sobrinito no pudo lograrlo también.

La muerte no es santa. Jamás lo será. Ya fué vencida por Jesucristo, y lo único que Él nos pide para darnos vida eterna, para vivir en gozo junto a Él, quien nos hizo con amor para ser eternos, es creer en Él, amarlo como Él nos amó al colgar a todos nuestros cuerpos separados de Él, de su Gracia, en ésa terrible cruz deparada a los criminales junto a su propio cuerpo. Y Él venció a la muerte y la arrojará al infierno para siempre, ¡bendito sea el Señor! Nietche únicamente se quedó en la muerte de Dios. No pudo ver más allá, y por éso enloqueció. La ciencia y la filosofía son sabias, pero al estar dentro de la naturaleza, sólo pueden explicar lo que está dentro de la naturaleza. Dios es más grande que la naturaleza, ya que es obra de Él. Por éso ninguna ciencia puede explicarlo. Y por éso uno no puede llegar a Dios por sus propios medios. Es el Señor quien se acerca a sus criaturas. Cuando veo una célula, una molécula, o un cúmulo de estrellas siguiendo un orden demostrado por la ciencia, yo no veo una chiripada cósmica, no. Veo las manos de mi Hacedor en acción. Espero que mis reflexiones les sirvan un poquitín, y más en éstas fechas, ya que la Navidad no es Santa Clós, ni es embriagarse ni nada de éso. Es conmemorar el amor infinito del Señor, que nos ama tanto que no quiere que nadie se pierda, sino que todos estemos con Él en su Reino, y por éso, por treinta y tres años, renunció a su aura divina y vino y caminó entre nosotros como humano, para decirnos cómo es que podemos estar con Él por siempre. ¡Feliz Navidad!

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