¡Mis
estimados contlapaches! ¿Qué me cuentan de nuevo?
Pues yo
desde este punto del teclado, mandándoles un combativo saludo desde la tierra
de las Tunas, Tunatlán; el agujero persiste, pero ya tengo pelo alrededor de
él, sin albur, camaradas. Será que los gatos tenemos siete vidas, aunque hay
algunos que dicen que tenemos nueve, pero créanme, los gatos que tienen nueve
son gatos malignos que ahorcan con la cola, como creía mi abuelita. No,
nosotros los gatos rojos tenemos siete vidas y ya. Y esto me lleva a
cuestionarme cuántas vidas me quedarán. Veamos: tres vidas perdidas en amores
imposibles, otra del Terremoto del ’85, otras dos de un par de asaltos, ¡y ya
sólo me queda una! ¡Arrrgh! Creo que deberé cuidarla debidamente, ya que es la
última que tengo.
Aún así, es
mejor no preocuparse mucho por ello, ya que uno no sabe en qué momento ha de
caerse de la barda y para mala fortuna, caer no con las patas, sino con el
lomo… Uno nunca sabe tras cuál esquina se topará con los tres perros que han de
convertirlo a uno en longaniza, o con que bola de pelos ha de atragantarse este
camarada para siempre, qué ratón envenenado he de comerme, en fin… La muerte a
todos nos alcanza, como desgraciadamente alcanzó al gran presidente Hugo
Chávez.
Hugo
Chávez. Un hombre definitivamente polémico para muchos, pero en mi humilde
opinión, ha sido uno de los mandatarios más grandes que ha tenido América
Latina. En medio de la crisis global del capitalismo, hizo que se pusiera de
nuevo en el mapa económico la opción socialista como algo viable, ya que
Venezuela fue uno de los poquísimos países que crecieron. Repartió entre la
población la riqueza petrolera, cuando en países como México, los ricos
acaparadores de todo nomás están viendo cómo hacerle para volverla a privatizar
con las consabidas consecuencias del aumento a todos los energéticos y al
empobrecimiento de la gran mayoría (aún más, créanme) y tenía un corazón tan
grande, que incluso se daba el lujo de dar gas natural a los barrios pobres de
algunas ciudades norteñas de E.U. durante el invierno para calefacción, un
hecho que poca gente conoce, y del que yo me enteré gracias al periódico La
Jornada. Además tiene entre sus laureles el no haberse achicado ante el rey mata
elefantes de España, y decirle sus verdades a la cara. Me cayó muy bien después
de eso, ya que ése señor que se divierte como loco andando de safari cree que
por ser rey un presidente ha de hacerle caravanas y no, es su igual, le guste o no.
Murió de un
cáncer maligno, y hay quien dice que por envenenamiento. Realmente no sé si
esto sea cierto, y sin afán de hacer rumores ni de generar odios, pero me
parece que existe una duda razonable, ya que se ha visto que la inteligencia de
Estados Unidos ha utilizado sobre población civil desarmada armas de
destrucción masiva (véase Hiroshima y Nagasaki), bombas de fósforo blanco y Gas
Mostaza (como en Vietnam y en la Guerra de Corea) y hasta balas de uranio
empobrecido como se vio en la horrible y absurda guerra del Golfo. Además, los
E.U. –su gobierno, no su pueblo, que hay muchos norteamericanos que valen mucho
y que se oponen con todas sus fuerzas contra estas acciones genocidas de su
gobierno- tienen un largo historial de guerras civiles provocadas y
auspiciadas, y para muestra, sólo basta con ver lo que hicieron en América
Latina en la segunda mitad del siglo XX y el asesinato de presidentes como
Salvador Allende y nuestro Francisco Ignacio Madero, cuyo asesinato se planeó
en la mismísima embajada de E.U. en México. Además, a mí se me hace muy raro
que en ésas reuniones de la Cumbre del Alba hayan salido enfermos Hugo Chávez y
Cristina Kishner y de cáncer. Hay una duda muy muy razonable.
Y bueno. Se
acabó. ¿Qué les pareció? ¿Les agradó mi obra maestra? Espero que si.
“Sombras en
el Adoquín” es una novela gráfica que yo quiero mucho. Su argumento lo escribí
más o menos rápido, pero su realización me costó mucho trabajo, tanto técnico
como espiritual, muchas noches doblado sobre el escritorio y bajo la luz de mi
lámpara quemándome los ojos. Estoy seguro que me costó una dioptría o dos del
esfuerzo físico que también tiene.
La última
parte es un añadido que surgió casi al final de la historia, cuando estaba por
terminarla. Hacía falta un colofón, faltaba terminar por atar algunos cabos y
responder las consabidas preguntas “¿y vivieron felices para siempre?” “¿Qué
pasó con la Sirena?” ya que en el guión original el final quedaba flojo. Así
que un día, caminando por la calle, observé a unos niños de la calle en el
centro, que iban a una tortería a saciar su hambre. El día estaba nublado y
amenazaba llover, y así salió solo el epílogo.
El dibujo
es áspero al principio, sin usar ninguna regla, porque el mundo real es feo, es
un mundo que permite y auspicia niños que se crían en la calle, y por eso el
color también es sucio, pero cambia gradualmente, si se fijan bien, cuando
aparece la presencia de José Galicia, definitivamente loco, y sujetando a la
causa de su locura en la forma de una muñeca.
La muñeca
existe, la hice para una clase de la Universidad donde me pedían hacer una
escultura hecha de tela, y como no tenía ninguna idea de momento, se me ocurrió
hacer un juguete con medias viejas. Lo bauticé como “Ballenato el Defensor de
las Ballenas” y tuvo un éxito sin precedente para mí. Verán, cuanto niño
conoció a Ballenato, quedaba encantado de inmediato con él. Gané una muy buena
calificación, y así entró también en la historieta con el papel de la Sirena.
Si los niños que jugaron y durmieron con Ballenato supieran hoy que realmente
es la encarnación de la locura… ¡Já ja ja!
¿Y porqué
la Locura? José Galicia provoca indirectamente la muerte de muchos seres al
penetrar en el mundo que se esconde bajo nuestros pies. Tenía que pagar de alguna
manera, y entre matarlo o volverlo loco, pues me decidí por lo segundo ya que
creo que a veces, la locura es más terrible que la misma muerte; José Galicia
paga con creces el daño que el desequilibrio de su estadía en ése mundo provoca
y por eso lo pinto en la viñeta de la página 141 con una corona que es al mismo
tiempo la herida que la Sirena le provoca; toca fondo cuando genera la compasión
de la gente más indefensa que existe que son los niños de la calle, que se
quedan sin comer pero contentos de su buena acción y es entonces cuando es
redimido, ha terminado de pagar y entonces llega la muerte para liberarlo de la
locura, especie de purgatorio.
Las
“Sombras en el Adoquín” también generó algunas rimas, que puse al principio y
al final, y que ya les había publicado antes, en mi especie de “libro” que se
titula “Cinco Años”. Me pareció bueno ponerlos al final, para terminarlo.
Y ya. ¿Qué
más hay que decir de esta historieta? Creo que nada más. De hecho, cuando
comencé a publicar en este su “Cojín del Gato”, planeé que el blog llegara a su
final cuando terminara de publicar esta historieta, hace ya más de cinco años.
Era mi plan original, es verdad, pero creo que terminar con este blog en este
momento sería una muy mala decisión. Aún quedan cosas por decir, muchas. Y
nuevas cosas surgen. Ya no he hecho pintura de caballete, es cierto, pero espero
retomarla en un futuro próximo; además, sigo escribiendo, y últimamente he
vuelto a dibujar como un león, es decir, sin descanso gracias a los proyectos
de animación que tengo en fila, además de las historietas que estoy
produciendo. Sí, hay todavía muchas cosas que decir.
Pero es
tiempo también de un cambio, camaradas. Para que las cosas realmente valgan, he
decidido publicar más espaciadamente, conforme las cosas vayan saliendo. Así
que ya no publicaré cada 15 días, como es la costumbre. De hecho, terminando
Abril, - porque planeo ponerles unas historietitas que son para niños y quedan
bien en todo Abril - me parece que es mejor que publique cada mes, para poder
garantizarles que lo que se está haciendo, valga la pena el tiempo que pierden
platicando conmigo y que no se pierda nuestro contacto, con la excepción de que
cuando publique historieta, -que nos falta por terminar “Tzitzimine”, ahora que
ya tengo el permiso de mi hermano de ponérselas hasta el final- seguirá cada 15
días, para que no se pierda la continuidad. ¿Qué les parece el plan?
Y sin más
que decir, me despido. ¡Sayonara! ¡Chávez
Vive! ¡Viva Venezuela! ¡Historieta o Muerte! ¡Venceremos! ¡Hasta la entrega
que viene!
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