¡Mis estimados contlapaches! ¿Qué me
cuentan de nuevo? Espero que estén bien, y que se hallen harto cómodos con
sendas tazas de café a su lado. Pues yo aquí, ya tranquilo, también con una
senda taza de café a mi lado, decido poner aparte las politiquerías; cansado
estoy de ellas, cansado me hallo de la hipocresía y cinismo de nuestra clase
política y empresarial, quiero volver a empezar.
Y para empezar, quiero hacer este
cojín más “light”, sin tanto rollo, a no ser que sean cuentos y rimas, y dejar
que sea la imagen la que hable, y dejando las letras únicamente para explicar
un poco lo que pasa en las imágenes, cuando sea necesario.
Bien, deseo que sopesen esta última
rima que acabo de hacer:
25 de Febrero de 2013.
1:28 AM.
Ella mira la línea de mi
vida,
Ilumina mi existencia de
verde.
Desnudo, y más que ello, sin
suerte,
Apenas puedo sujetarme a mi
silla.
No es fácil, cientos
atestiguan el momento
Mientras comen palomitas,
murmuran y tienen risa
Con el correr de mi vida en
segmentos
Y no hallo consuelo, me
hundo más en la silla.
Esta es una película
Que no deseo observar.
Mis uñas se quedan sin
cutículas…
Quisiera ser otro y en otro
lugar.
Los ojos verdes lo ven todo
hasta el final.
Ella es fantástica, ¡qué
hermosa mujer!
Ella es todas y es ninguna,
mi bien y mi mal
En todas mis edades, todas
por haber
Y nadie en el cine lo nota…
¡Ay! Se acaba la cinta,
Se encienden las luces,
Han sido más de dos horas.
¿Quién es el cruel director
Que me ha plasmado así?
¿A quién se le ocurrió
Hacer un filme sobre mí?
Me hundo más y más en la
silla,
Luneta que es inquisición,
martirio
Cuando se posa en mí la
verde vista,
Me desnuda hasta los huesos,
tirito,
Y ante su mudez sólo puedo
murmurar
“Gracias, Querida, por
intentarlo”.
Ella se levanta, y la
posibilidad
De la Novia, la Amante, la
Esposa
Aleja sus sabrosas caderas
por el pasillo
De este cine de barrio lleno
a reventar.
Sin su posibilidad me descubro
raquítico,
Infinitamente frágil,
caminando a la ancianidad.
Esta rima se me ocurrió a partir de
un sueño que tuve hace apenas unas noches, donde me hallaba en medio de un cine
de barrio donde estaba observando toda mi vida. Fue un sueño raro, con sabor a
muerte, y a mi lado había una mujer rubia vestida con una gabardina caqui,
peinada de chinos, tacón muy alto, como de película de los
cuarentas/cincuentas, y me interrogaba con la mirada, y ante una pregunta que
nunca pude comprender bien del todo, me di por vencido y sólo pude murmurar lo
que digo en la rima: “Gracias por
intentarlo”, y entonces ella se iba, y yo comprendí que se iba para
siempre.
Y bien, siguiendo con el orden del
día, permítanme presentarles la siguiente secuencia de “Sombras en el Adoquín”:
“¿Por qué no te lo llevaste de una vez…?” Es lo que uno a veces se pregunta cuando también uno se descubre pequeño, muy pequeño, tan infinitamente pequeño que se pierde la noción del mundo y por lo mismo, uno no entiende porqué siempre duele tanto cuando las cosas se terminan. Cuando el amor se termina, y también uno se descubre, además de pequeño, indefenso y rabioso, incapaz de comprender porqué nos lastimamos si nos quisimos tanto; quizá sea un mero instinto de supervivencia, yo no lo sé, pero a veces la primer reacción que se tiene es de rencor y coraje, y es cierto que sólo se odia lo que alguna vez se ha amado aunque suene a lugar común, a canción populachera de Juan Gabriel.
Así mi abuelo ficticio, al igual que
todos en un momento de dado: persiguió su amor a través de mundos enteros, se
enfrentó a la Muerte queriendo ganar a su amada, hizo todo lo que estuvo en su
mano para conquistar a la Sirena, para terminar con sólo el terrible rencor y
su efecto secundario, aunque afortunadamente breve: la misoginia. Pero esta
muerte desafiada es más grande que el dolor y la ceguera de uno, sabia Catrina
como te bautizó Diego Rivera y por eso se contenta con decir: “En este mundo ya a acaecido su hora y el
desequilibrio ha concluido… { } … pero no por mucho, te lo aseguro”.
Ya casi terminamos con las “Sombras
en el Adoquín”. De hecho, la siguiente entrega es la última de esta novela
gráfica, cosa que habrá de celebrarse con (quizá) un chocolate caliente y una
dona, si mi corazón roto lo permite. Yo nunca creí que el corazón pudiese
romperse físicamente con la separación, pero es verdad. La tristeza mata, por
eso no es bueno estar triste. Pero también creo que el cuerpo fue hecho para
ser eterno, bendita máquina que El Señor diseñó, y que es Él quien dice hasta
cuando ha de detenerse y no uno, aunque uno invoque a la muerte en medio de la
desesperación.
Y bueno, para terminar, quiero
saludar a los contlapaches que me siguen en este cojín: al camarada Jose Juan,
al camarada Mike Angeliux que es asiduo. Ya en estos días, si Dios quiere, te
llevo “El Hobbit” para que lo leas. A la camarada Carmensait, la poderosa
Gigante de Transistores que me mandó un saludo, y aunque se lo contesté en la
misma entrega, me han dicho que parece que no contesto nada. No es eso, lo que
ocurre es que contesto en la misma entrega como comentario, pero ya voy a
contestar aquí, en la página principal. Ya te busqué en el “feis”, carnalita,
pero me salen como un chorromontonal de Carmen Guzmán y los ojos ya no me sirven
como antes, ya no distingo nada más allá de mis narices y pues la verdad, creo
que es más fácil si tu me contactas como “Jair Aguilar” o como “Gato Jazz”, no
es mala onda me cae que no. ¡Barush! ¡Que onda, cómo estás! ¡Te mando un abrazo
y un saludo, carnalito! Y también un saludo y un fuerte abrazo a todos los que
se me pasaron. No es mala onda, créanme.
¡Hasta la entrega que viene!
¡SAYONARA! ¡HISTORIETA O MUERTE!
¡VENCEREMOS!
No hay comentarios:
Publicar un comentario