lunes, 13 de septiembre de 2010

Histerieta: “El Beneficio Del Edificio” de H.P. Aguilar Parte 6.

¿Echamos a correr al gato? ¿Si? ¡Já ja ja! Estaba escuchando en el radio que así se decía en el siglo XIX cuando alguien emprendía grandes proyectos. De hecho, creo que el autor del “Periquillo Sarniento”, Joaquín Fernández de Lizardi, inicia el primer número del “Libertador Americano” o del “Pensador Mexicano”, no recuerdo de momento cuál, con ésta frase: “¿echamos a correr al gato?” refiriéndose al lanzamiento del periódico de corte liberal que era la primera voz del movimiento insurgente. Lo malo es que éste su servidor, éste gato peludo y pachón es muy pachorrudo y cariñoso para echarse a correr por ahí. Menos cuando se puede navegar ya por la Interné.

Por cierto, hablando de festejos, qué mala onda que se suspendan las ceremonias del grito en el sureste por las lluvias, y en el norte, por el narco. Por lo que he escuchado, parece que en algunos sitios de Chihuahua y Tamaulipas, van a suspender la ceremonia. Sí, lo hemos logrado, camaradas. Para no extrañar al siglo XIX estamos ya en una guerra. Torva, sí; fría, si; y para estar también en onda con éste siglo de la idiotez, sin ideología, salvo la de la descomposición. Los narcos, convertidos en sendos señores feudales, exigen a las gentes de poblaciones del norte del país dinero a cambio de tranquilidad en sus negocios, a cambio de derecho de tránsito, a cambio de poder vivir en sus propias casas. Se están constituyendo en estado, como en la edad media.


Uno se pregunta del por qué del colapso de poblaciones prehispánicas, como Teotihuacan, como Tula, pero creo que la respuesta es obvia: llegaron los narcos. Y comenzó el éxodo, como pasa en Juárez y comienza en Monterrey y Tamaulipas hoy en día.


Sí, creo que estas fechas debieran ser de reflexión. Muchos políticos e intelectuales dicen que no se avanza buscando culpables, y quizá tengan razón, pero no toda. La Justicia exige el señalamiento de culpables, y me gusta pensar que también La Historia. Para entender el por qué nos estamos descomponiendo, uno debe buscar en ésa misma historia las causas, y me parece que uno de los responsables es el sistema de partidos que tenemos, además del centralismo que dejó vulnerables las fronteras y concentró trabajo y cultura en el centro desde tiempos de la Independencia, además de una política muy benévola para el gran capital, en detrimento de los micro empresarios y de la gente normal. Sino vean: desde tiempos de la misma Independencia, la gente abandonaba el campo para irse a trabajar a la Ciudad de México, cosa que se agudizó con Miguel Alemán, para terminar en nuestros tiempos en donde la gente que debiera trabajar el campo, tan necesario para mantener la autosuficiencia alimentaria, se va de braceros a E.U. Y ya no solo los campesinos. Y quizá sea una exageración, pero debiéramos vernos a nosotros mismos, de forma objetiva. ¿Por qué votamos? ¿Únicamente por ser una responsabilidad social, cívica? ¿Estamos conscientes de todas las guerras que hemos tenido como nación? ¿Sabemos e intentamos realmente identificarnos con las causas que nuestros antepasados tuvieron para empuñar las armas? Me parece, camaradas, que es cómodo echarle la culpa nada más al PRI. Por que de que tiene culpa, la tiene, y mucha, por que fueron los priístas los que abrieron la puerta a la podrida ideología del neoliberalismo, amén de las matanzas de estudiantes y guerrilleros en la Guerra Sucia, pero no todo el priísmo fue malo. Consideren a Lázaro Cárdenas. ¿Y el PAN? ¿Sabían que Morín, su fundador, armó su partido por estar en contra de que Lázaro Cárdenas nacionalizara la industria petrolera? Objetivamente hablando, ¿no es ése un caso de deslealtad al país? No me extrañaría que fuese en un gobierno panista que el petróleo dejara de ser mexicano. Y el PRD. Muy bonito, “¡vengan todos los que estén hartos de los malos gobiernos!” decían. Quiso ser tan plural, que le abrió las puertas a gente sin convicciones y prontas a aceptar dinero para jugar a la oposición cómoda como los chuchos y los amalios, pero descalificó luchas auténticas como las del EZLN en su comodidad partidista, olvidándose incluso de sus muertos durante el Salinismo y el Zedillismo, y relajó tanto su línea ideológica, que permite que alguien tan pirrurris, tan alejado de la gente de pié y por lo mismo de la izquierda como Ebrard, sea su carta fuerte para la presidencia este 2012.


En fin, que todo esto no es más que para pedirles, camaradas, que estas fiestas patrias también reflexionen un poco sobre la historia que hemos vivido, y así sí, se pueda gritar “¡Viva México!” sin remordimientos por no saber ni siquiera el Himno Nacional. Por que es fácil gritarle vivas a la patria, cuando uno no tiene ni idea de que en Chiapas, Oaxaca, La Sierra Tarahumara, la Sierra Negra de Puebla, aquí mismo, en Iztapalapa, en Estado de México, hay gentes que viven en cuevas, que no tienen zapatos, que hay días que no tienen ni qué comer, ya no digamos qué vestir; cuando hay gente que lava su carro con manguera, que tira comida en perfecto estado, que no repite camisa en todo el año. Cuando hay cabroncitos que siguen tirando basura en las calles y les pegan a sus mujeres y a sus niños. Cuando un dizque presidente de la república que se dice demócrata pero niega un “voto por voto” que hubiera dado certidumbre política al país, un presidente que cree que la guerra al narco se gana con solo retenes sin eliminar la corrupción interna del estado, sin quitarle a los narcos la forma de lavar dinero al eliminar el secreto bancario, un presidente que prometió crear empleos y sólo ha agravado la crisis económica nacional al consentir tanto a macroempresarios como televisa, pero que no explica el porqué ha estado subiendo las gasolinas, haciendo a las clases medias más vulnerables, encareciéndolo todo; éste mismo presidente que acrecienta la brecha económica entre ricos y pobres, permite que desfilen soldados yanquis en la parada militar que debería ser la apoteosis de lo nacional. Ésos soldados gringos, descendientes de Scott y de Poinsett, que no dudaron en robarnos a la mala la mitad del territorio nacional en 1845, abusando de nuestra debilidad como nación recién nacida, ésos soldados, que masacraron cobardemente a población civil mexicana como la veracruzana, como la de Monterrey, ésos mismos soldados, descendientes de los que no se tentaron el corazón para masacrar a los cadetes del Heroico Colegio Militar, definitivamente no debieran venir, por que además, están haciendo lo mismo que nos hicieron a nosotros a los iraquíes, a los paquistaníes y a los colombianos con sus bases que sólo traen drogadicción y prostitución, además de tensar las relaciones entre las naciones. Para mí, particularmente, es un insulto, es como si me recordaran a mi madre. No se vale, hay que ser consecuentes, y si se grita un viva al país, no debe uno de lastimarlo de ésa forma. Antes, uno debe seguir luchando por los derechos y conquistas ganadas con sangre por nuestros antepasados, como el derecho inalienable de gritarle en su cara al presidente “usted está mal”, por que para vivir mejor fue que se lanzaron a una guerra de independencia, a una guerra de reforma y a una revolución, y defendieron con valor y coraje ésta tierra de gringos, españoles y franceses. Uno debe dejar ya de ser agachón, y dejar de creer que el presidente es un rey chiquito.


Y bueno, dejando el rollo a un lado, les presento la última entrega del “Beneficio” y su consabido colofón. ¡Disfrútenla!















Y bueno, déjenme contarles del final del mítico “Edificio”. Cuando nos enteramos de que el dueño quería vender nuestra casa, (porque como dijo Zapata, “la Tierra es de quién la trabaja”, así también se puede decir “La Casa es de quien la habita”) los vecinos nos juntamos, y como el sismo estaba cerca aún, intentamos afiliarnos a una organización de vecinos, creada justo después del terremoto, aprovechando una liga que se mantenía con un ex - vecino que en ése entonces era el director de la UVID-19 de Sep. (Era algo así como “Unión de Vecinos e Inquilinos Damnificados 19 de Septiembre”), donde nos enteramos que en caso de venta, son los inquilinos los que deben tener la primera opción de compra, pero era un mar de dinero, así que para poder hacerlo en pagos semejantes a una renta (con el disgusto del nuevo dueño, el hijo de “Guerra”) intentamos afiliarnos. La UVID nos pedía apoyo a sus actos y acudir cuando nos llamaran para evitar lanzamientos de inquilinos miembros. Nos pareció bien, pero pasó lo que siempre pasa en luchas largas: la carga de la solidaridad terminó recayendo en mi familia y dos vecinos, entre ellos el gran Rafael Catana. Agotados, ante el nulo compromiso de los demás, dejamos de luchar para únicamente entablar un juicio, y mientras éste se daba, nosotros pagábamos la renta por medio de un abogágster, con la premisa de que en cuanto éste dijera “no da más”, ése mismo día tendríamos que dejar nuestro hogar.


La gente comenzó a irse y el “Edificio” se volvió un pueblo fantasma. Los tlaconetes invadieron todo, y a las seis de la tarde, una sombra blanca comenzó a pasearse por los cuartos de servicio y la azotea. Además de que algunas zonas adquirieron presencias muy pesadas. La escalera que daba al departamento 10 daba escalofríos, y era muy vaciado, por que uno estaba muy tranquilo, hasta contento y cantando, pero pasando por ahí, la piel se ponía de gallina, además de que se sentía un frío innatural.


Otro de los espantos que se descararon, era el de los tanques del gas. Estos estaban en la azotea, y ésta se hallaba prácticamente vacía. De repente, se escuchaba que los tanques se azotaban uno contra el otro, con su característico retintín metálico, pero cuando uno corría a ver, temiendo a algún ladrón, no había nadie. Además, a diferentes horas del día, especialmente a las tres de la tarde y a las seis, se escuchaban pasos en la azotea y en los pasillos, de botas, como las de mi padre cuando llegaba bien sarazo marcando territorio con sus tacones. La cosa es que mi padre ya no vivía con nosotros, se había mudado a la colonia Portales, y rara vez nos visitaba. Al principio, uno se asomaba, asombrado, pero conforme nos acostumbramos, dejamos de ponerle interés a las voces y los ruidos. A veces, cuando estaba en los lavaderos, atrás de mi se escuchaba como si alguien me hablara por mi nombre. Y yo no fui el único que sintió ésa clase de espanto. Mi hermano mayor Alf me mostró que las psicofonías existen porque bastaba con pegar la oreja a la pared para escuchar cosas como “estoy atrapada” y groserías, cantos como alabanzas a seres blasfemos y cosas así. Amén de las sombras, tanto pequeñas, como de niños, como las que salen en el juego “Silent Hill”, como grandes, y no siempre antropomórficas, pero creo que la principal, el demonio que se carcajeaba de nosotros, era la blanca que vi un par de veces, afortunadamente siempre lejos de mí.


Y llegó el final. El abogado nos advirtió que habíamos perdido el juicio y tuvimos que buscar a toda prisa un sitio nuevo, y lo hallamos en las calles de Actopan, aún en la Roma, donde duramos sólo un año, por que de golpe y porrazo, las rentas de toda la zona se hicieron insostenibles, impagables para gente de clase baja siendo empujada a pobre como nosotros por las malas políticas del neoliberalismo. Como la Revolución le hizo justicia a mi madre con un departamento del Infonavit aquí en el Estado de México, fui yo quien propuso a la familia que emigráramos y nos olvidáramos de pagar renta, salvo la de la deuda del departamento, y así fue como la Roma, y la Ciudad de México nos corrió. Alquilamos un camión de mudanzas y juntamos nuestros palos y recomenzamos nuestra historia, aquí, en éste generoso estado que nos ha abierto las manos, acogiéndonos de buena gana, pese a sus cacicazgos y su mal gobernador que dice que todo está de maravilla y que aspira a ser el siguiente presidente. Lo que importa es la gente que te rodea, ¿no creen?


Y pasó el tiempo. Una vez que fui a buscar chamba al hotel “Cuatro Estaciones”, pasé por mi antiguo barrio, para toparme con los albañiles derribando a fuerza de mandarria la fachada del mítico “Edificio”. Mi corazón se quebró. No pude evitar que dos lágrimas se me escaparan mientras atravesaba la acera y recogía un guijarro de mi “Edificio”, que conservo como un extraño tesoro, valioso únicamente para mí. Es el último homenaje que pude dar a mi casa, a mi hogar de mi niñez y juventud, sitio de mi primer amor y de mi primer corazón roto, así como fue el cuartel de guerra donde con mis primeros amigos jugábamos a ser los Niños Héroes, y donde ahora se alza un condominio de super lujo. Me pregunto si los fantasmas del “Edificio” se escaparán del “Inframundo” para molestar ahora a los pirrurris que viven ahí, si ésa sombra maligna se paseará todavía, y que alguien, en éste momento, voltee sobresaltado al escuchar su nombre sin que haya alguien cerca, tan solo la sombra escurridiza de niños y gatos que en su soledad infinita de espíritus dejados de la gracia de Dios buscan paliar un poco su infierno anticipado.


¡Sayonara! ¡Viva México, caones! ¡Muera el mal gobierno!

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