¡Qué paxó, mis ardientes camaradas!
Una entrega más de éste cojín pulguiento y lleno de pelos y pulgas, pero no se alarmen. ¿Sabían que las pulgas eran consideradas emisarias del amor en el Renacimiento? Así que no las hagan menos, así como a alguna chinche que no falta y a la cachondísima Garrapata, Garrachiche, Garranalga y Garratodo. ¡Já ja ja! El chiste es chupar la sangre, ¿o no?
Pues qué les puedo contar de nuevo. Las botelloas de pulque de éste cojín se siguen lanzando a éste vasto mar de la interné buscando embriagaros, y ahora el tlapehue es de sangrita de la Viuda. O mejor dicho, de éste vampiro tiznao, que como el ser inmundo y obscuro, enemigo de las asoleadas que es, todo lo santo le refulge porque le quema, por eso la cruz que tiene, tiene que ser de ceniza. No sé si volcánica, o no, en fin.
Un Vampiro. Un ser obscuro que ama dormir de día, y chupar la sangre cada vez que puede. Un ser cachondo y por lo mismo andrógino, de espaldas no sabes si es mujer u hombre; ser dual, que lo mismo recibe la estaca, como da el miedo y agria la leche, se come a las criaturas.
Y también, un ser escatológico, que niega llegar al fin del camino. Reniega de lo natural y hace pactos absurdos por permanecer aquí una mísera noche más. Pensar que se dice que son atraídos por los suicidas, ¿será por observar de forma obscena lo que ellos, medrosos y cobardes, no han de realizar jamás? Sí, la muerte les ha de llegar como una violación, como una defenestración, machista y dura, enamorándolos por la fuerza, tomando con violencia su corazón anciano en años y pesares, pero juvenil para buscar siempre la pachanga, escurrir el bulto a la responsabilidad diaria que implica caminar bajo la luz del sol. Por eso son alegres respecto a su final. No en balde el origen de la palabra “gay” es “alegre”, "jocoso" en no me acuerdo qué idioma. Diré en su favor que, pese a no haber vampiros morenos, (nunca les da el sol, por eso “Blade” es absurdo) no son racistas ni discriminatorios, como la mayoría de los gays. Ellos te chupan, seas del color que seas, no les importa si eres pobre, ni si eres rico. O lo feo o fea que seas. Ellos te chupan, y ya.
Y a éste vampiro, la quema le llegó. La catedral donde dormía fue pasto de las llamas, y él, haciendo un acto de magia fenomenal, un pase de vendedor de detalle, una arenga digna del mejor vendedor ambulante, le pidió a éste gato que lo salvara del fuego eterno. -“Vampiro, vampirito, ser de obscuridad, ser demoniaco por elección propia…”- le dije – “…nadie escapa del juicio de Dios. Aunque creas zonzamente como Benedetti que el Juicio es por invitación, nadie escapa de él.”- “¡Piedad!”- Me dijo con sus ojos llorosos. –“Esperaré el juicio del Altísimo, tan sólo permíteme, Gato Risón de Chesire, Escatológico Gato Jazz Pintado de Colores, permanecer en ésta hoja de papel kraft, hasta que llegue ése momento…”- “No lo sé. Eres un ser innatural, todo lo quieres a tu antojo. No respetas la forma de la naturaleza, te la brincas como un burgués contaminando al mundo con tal de hacer dinero, la manchas como un científico queriendo hacer clones y como un farmacéutico queriendo ponerle copyright a ésos mismos clones y genes. Estás tan loco como los publicistas al registrar los colores como si fuesen inventados por ellos… ¿Qué podemos hacer para que no hagas estropicios en mi Studio?” – “¡Márcame!” – Gritó al ver que las llamas se acercaban, replegando su cuerpo pálido que humeaba por el resplandor del incendio hacia la débil sombra que el papel proyectaba sobre él. –“¡Márcame! Si los Profetas que dibujaste, si el ángel que, pese a ser joto, marcaste y preservaste, no protestaron de mi presencia, no me rechazaron, ¿he de llevar sobre mí también tu juicio?”
Me hizo pensar. ¿Para qué corchos discrimino? ¿Para qué corchos juzgo si eso es potestad de Dios? Tomé un pliego grande que estaba a punto de quemarse, y capturé su esencia en uno, dos, tres trazos de carboncillo. Tizas azules combinadas con pigmento puro, blanco de zinc y azul de Prusia delinearon su esbelto y pálido, andrógino y sensual cuerpo. Estaba hecho. Sólo faltaba un detalle. Un detalle definitivo: La marca. “¿De quién eres, vampirillo? ¿A quién rogarás para que te salve del Fuego Eterno, si todos los dioses creados, los ángeles caídos a quienes ruegas teniendo por dioses y diosas, serán pasto de él, en el Día de su Ira?”
El vampiro se puso triste. Un gran dolor le hizo temblar las manos, su frente se perló de sudor, y contrayendo su rostro en un rictus que se me antojó un último escape, pero ahora de quienes lo tenían encadenado a ésa condición innatural, rugió sollozando- “¡De Él! ¡De Jesús! ¿Quién me podrá salvar de mi condición miserable si no es el Altísimo?” Como un relámpago tomé el carboncillo negro, y le marqué en su frente una cruz, de la misma forma, con el mismo ímpetu de quienes marcaron las casas de los primogénitos de Israel en Egipto, el día de las Plagas; el carboncillo se volvió rojo, y una nueva luz brilló en medio de la frente, provocando una sonrisa en el vampiro que siempre deambuló por la Colonia Roma, una sonrisa que dice que ya nadie podrá tocarlo, y que ahora puede vivir contento y tranquilo en ése pedazo de papel kraft, guardado junto con los profetas y el angelito joto y la gata Feber Nahualizada en el Studio.
Y sin más que contarles, me despido de ustedes, esforzados camaradas que han resistido la desaparición del Jefe Diego sin echar porras y cohetones por habernos quitado a semejante alacrán. Bien se dice, que el que a hierro mata, a hierro muere. Nomás queda la pregunta, ¿de qué tamaño será la bestia que se atrevió a hacerle eso a uno de los Intocables, uno de los dueños del feudo que es México? ¿Debemos alegrarnos, o entristecernos? Porque parece que la hora de Los Lobos ha llegado, y entre las llamas del incendio que nos quemará, quién sabe quiñen quede inerme.
¡Sayonara!
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