viernes, 19 de marzo de 2010

Histerieta: “La Última Última Cabalgata de Piero Bambini” Quinta Entrega.


¡Cómo están! Sacudidos, ahora que la tierra tiembla como un ebrio, ahora que el calor está más insoportable que nunca, y que el agua nos atemoriza, ya que no podemos beber libremente de la llave como antes, además de que ya casi no hay, recordándonos que poco falta para que la Gracia del señor Jesucristo se termine y regrese, pero a juzgar… Piénsenlo bien, ya que es algo muy serio, ¿en qué lado estarás tú cuando Él regrese?


Y pues, continuemos, les sigo comentando lo último del sismo de ’85, lo que aún recuerdo.






Regresé caminando a mi casa ése 19 de Septiembre de 1985, por las devastadas calles de la colonia Roma. Sí, como suponen bien, soy carroña de la Roma, siempre quise mucho mis calles de Puebla, de Colima, de Guadalajara, y mis parques España y México, mi avenida Chapultepec, así que me entró un sentimiento muy macabro al ver varios edificios colapsados, además de que pasé también por mi ex primaria, la “Alberto Correa”, y la vi derruida, aplastada, con los escritorios donde alguna vez estudié y dibujé, sosteniendo lozas de concreto.
Tenía prisa por regresar, ya que mi amigo “Nalgo” (al que salvó su portafolios al caer sobre él) me porfiaba que regresáramos juntos, pero yo temía sinceramente que el edificio donde vivía se hubiese desmoronado.

Tenía por qué estar temeroso, ya que ése viejo edificio había sido levantado en la década de los 40’s, y la mayoría de los edificios que vi que se vinieron abajo, eran más o menos de ésa época. No imaginan el alivio que sentí cuando al dar vuelta a la esquina de Puebla y alcanzar la mitad de mi querida cuadra, vi que “El Edificio” seguía en pié. Una vecina, de quien ya alguna vez les platiqué, la finada Elina Cariño, excelente pintora, se asomaba por la ventana en ése momento, y me dijo en tono burlón a manera de saludo: “¡Cómo! ¿Estás?”

Y bueno, ya. Mi familia me recibió abrazándome, contenta de que estaba en una pieza, ya que por el radio habían escuchado la magnitud del terremoto, y los flashes de noticias nuevas llegaban a todas horas. Cuando llegó la noche, me acosté un momento a descansar, ya que hasta ése momento me dí cabal cuenta de que seguía muy tenso.

Apenas había cerrado los ojos, cuando de pronto, la pesadilla se repetía, pero ahora magnificada por la certeza de las consecuencias. Si el primer terremoto, el de 8.1° (que no sé porqué ahora les da por bajarle la intensidad a 7.9) provocó miedo, el que siguió fue aterrador. En el primero, el temor fue más bien instintivo, casi animal, pero en éste segundo, después de ver y escuchar todo lo que había provocado, después de meterse en la cabeza, fue peor. Recuerdo el movimiento, y era tan brutal, que casi me tiraba del marco donde nos escudábamos mi hermano y yo. Y lo peor: el tiempo parece detenerse. La plegaria que uno reza en su mente, se convierte en gritos destemplados pidiéndole a Dios que detenga la tierra. Acabé con las manos cansadas de haberme sujetado a ése marco de puerta, y agotado de la pura tensión. Cuando cesó por fin el movimiento, salimos todos los vecinos a refugiarnos en la calle, sin querer regresar por ésa noche, ésa terrible y larga noche, a nuestras camas, por temor de caer vencidos, aplastados por la muerte hecha concreto y varillas. Nadie durmió ésa noche, aunque nos arrebujamos en la calle, con cobijas de todos, acostados sobre cartones y una que otra colchoneta que los valientes sacaron de sus casas, entre un café y panes y la sirenas que a todas horas pasaban. Mi hermano se enlistó luego luego en una cuadrilla de ayuda, y a mí no me aceptaron, por que estaba muy chico, además de que me sentía agotado.

Ah, qué de recuerdos. Y bueno, déjenme terminar con los cabos sueltos. Era justo platicarles del terremoto, de mi vivencia personal de ése momento horrible, y permítanme retomar el hilo de Piero Bambini, por que se me juntaron las cosas, y ésta es la última entrega de ésta historieta; les prometo que no me cuelgo mucho.

¿En que me quedé? Creo que cuando la entregué. Como pueden darse cuenta, los dibujos son algo apresurados, por que terminaba una página por día. Si no lo hacía así, no iba terminar nunca. Llegué patinándome, y al entregarla y ser revisada, pude ver a otras historietas que estaban siendo entregadas en ése momento, y al compararlas, creí sinceramente que podía ganar. Vamos, la categoría era “Alternativa independiente”, y las otras cosas que vi en ése momento, eran puros robots, y me parece que desde los 60’s, después de Isaac Asimov, los robots ficticios poco pueden ofrecer. El premio no era gran cosa, además de que la historieta no se ve de forma seria en éste país, ya que quién sabe por qué, ha quedado marcada por el denigrante “infantilismo”. La mayoría de la gente, piensa al ver “monitos”, que por el hecho de ser “monitos”, son para niños. Y generalmente, ésa misma gente piensa en los niños en términos de “da- da gu-gu”, ya que les niega la estatura de seres pensantes. En fin, que la historieta en México, pese a ser ávidamente consumida, carece de lectores inteligentes. (¿Pero cuánta gente lee en México, aunque sean artículos sueltos de revistas? Un mal hábito que cierra los horizontes a la población, y que los maestros deberían revertir, pero con eso de que ya no quieren ni poner tareas ni revisarlas, quieren que eso lo hagan los padres…)

Volviendo al tema, me sentí un ganador sin tener en realidad argumentos validos para sentirme así, y así viví un rato, intoxicado por la pura idea de ganar. Bien dicen que el hombre propone, y es Dios quien dispone.

Llegó el tan esperado día de la premiación, y para variar, la autopista estaba hecha un caos. Llegué tarde a la cita con mi amigo “Nalgo”, que fue el único que accedió a acompañarme en tan importante momento para mí, y llegamos cuando ya estaban dando los premios. Ahí me enteré que “La última última cabalgata de Piero Bambini” había sido proyectada en diapositivas, y que recibió halagos por su atmósfera y su dibujo por parte del jurado, y hasta ahí me cayó el veinte de que a los ganadores siempre les llaman por teléfono para avisarles y que lleven algo preparado para decir ahí, ¡y a mí nunca me llamaron! ¡ARRGGHH!!

Ganó una historieta de robots. Fantástico. Un refrito con algunas variaciones que fluctuaba entre “Blade Runner” y “Ghost in the Shell”. En realidad, la historia no era tan buena, ya que era rebuscada hasta decir basta, no así el dibujo, que era limpio y eficiente, aunque algo amuñecado, es decir, como si hubieran dibujado muñecos en vez de personas, ¿si me explico? No quedé satisfecho con el fallo, ya que, a mi parecer, otra historieta, (y no Piero Bambini, está bien que soy ególatra, pero no tanto) debió ganar: “Terror Digital”, ya que era una historia negra de detectives. Muy bien narrada, y el dibujo era de autor, con un sello característico, con un final sorprendente, una diagramación bien equilibrada. Déjenme les pongo después el nombre de los autores, por que en éste momento no tengo ésas historietas, las tengo en mi “studio”. Ésa sí que era una historieta alternativa. La categoría de manga ni la menciono, porque eran muy, pero muy pobres, en historia y en dibujo, en diagramación, en atmósfera, en forma narrativa… Ninguna mereció ganar a mi parecer.

Bueno, con un afán de comprender qué es lo que mueve la mente de los jurados, compré todas las ganadoras (el premio era la publicación de la historieta ganadora, con un tiraje de mil ejemplares, para venderse en la Feria de la Historieta), pero creo que sí gané algo. Como diría el sabio maestro Rochi a Ten-Shin-Han: “si Gokú gana en éste instante, se sentiría el mejor del mundo, y dejaría de buscar su perfeccionamiento”. ¡Qué bueno que no gané! Me hubiera aletargado, durmiendo en mis laureles. No ganar me hizo reflexionar profundamente sobre la actitud que debe tener un artista, lo que persigue; me hizo decirme: “¿qué estoy buscando?” “¿fama?” “¿reconocimiento?” “¿Por qué pinto, por qué escribo, por qué sigo en ésta locura de hacer historietas en un país donde a casi nadie le interesan estas locuras?” “¿Por qué?” Y creo que la respuesta es bien sencilla: Pinto, escribo y dibujo, porque sí. Por que hay cosas que hay que decir, aunque nadie esté de acuerdo, aunque a nadie le guste la voz que las dice, aunque a nadie le interese el medio por el cual dichas cosas son expresadas. “Hacemos canciones para no estar solos”, canta el argentino Juan Carlos Baglietto, y tiene razón. Y también por que se siente muy bonito superar la angustia que produce la hoja limpia, el medio vacío. Y la razón más importante: por que ahorita, en éste preciso instante, me estás leyendo tú, y me estás respondiendo, de la forma en que tú quieres, la forma que tú, amigo, amiga, juzgues conveniente. La fama no importa, si tú me lees en éste momento, si ves mis cuadros, si lees y observas mis historietas. La única cosa que un artista debe perseguir es ésta: la comunicación cuando yo me muestro, y tú me respondes, aunque sea con un gesto despectivo. Gracias. Muchas gracias.

Y bueno, se acaba Marzo. ¿Qué les pondré ahora? Como sigue Abril, creo que les pondré una historietita muy pequeña que hice para una maestra de preescolar, para sus alumnos, para que vean que éste Cojín peludo y harapiento también es para los más pequeñitos.

¡Sayonara! ¡Hasta la siguiente entrega!

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