¡Órale! ¡Ya estamos a punto de terminar con el mes del amor y la amistá!
Alguna amiga mía me dijo hace ya unos ayeres que yo no era nada romántico, y pienso que probablemente ella tenía mucha razón. Nunca suspiré con Brad Pitt. De hecho, se me figura que tiene piernas de alambre, como el estribillo de aquella canción: “este es el muñeco de alambre/ de alambre/ y el que no lo cante que chifle su máuser…” Bueno, bueno, con decirles que ni siquiera se me hizo guapo Pedro Infante, y eso que es el Gran Perico.
¿A que se deberá? ¿Será por que soy hombre? ¿Acaso debe haber alguna diferencia entre el romanticismo entre hombres y mujeres, el consabido lugar común que dicta que “la mujer es de Venus y el hombre de Marte”? ¿Por qué será que nunca suspiré, y hasta me desesperé con Julia Roberta en “La boda de mi mejor amigo”, y que me molesta la música grupera, en especial cuando intenta ser romántica?
Y sin embargo, he de confesar que me sentí identificado con el “Arrugas”, el gran Clint Eastwood en la escena en que deja ir de su vida para siempre a Meryl Strep en “Los puentes del condado de Madison”. Y he de confesarles que dos de mis películas favoritas, son románticas: “El camino a Casa”, una excelente película china que por casualidad llegó a mis manos (no, no se trata de la magnífica coreana de la abuelita sorda y el chamaco consentido que se llama “Todos los caminos llevan a casa”), una historia en donde un ingeniero chino cuenta en forma de recuerdos ajenos, el enamoramiento de su madre, una humilde campesina, con un maestro rural, y “El Asesino Perfecto”. También hay una canción, romántica, me me arranca todavía un par de lágrimas y la bolota en el cuello: “Amigo mío”, de mi gurú personal, el Serrat. Una canción hermosa, que habla de un amor eterno, que abarca todas las etapas de la vida.
¡Ah! ¡Ah! ¡Basta de melcocha! Pero he de confesarles también, que la gran mayoría de mis historietas y cuadros, son románticos. Ustedes lo han visto en éste Cojín. Vean ésta, “La última última cabalgata de Piero Bambini”. Es tan romántica, que por un momento creí sinceramente que podía ganar. No había nadie famoso entre los concursantes, y la categoría en la que entró era de “Historieta Alternativa”. Creí sinceramente, románticamente, que podía ganar. Terminé las últimas viñetas casi barriéndome, y fui a entregarla el último día.
¡Sayonara! ¡Hasta la semana (si Dios quiere) que entra!
¡Sayonara! ¡Hasta la semana (si Dios quiere) que entra!
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