sábado, 21 de noviembre de 2009

Arte Objeto: Calabox.














¡Qué puex!

Les mando como de costumbre, un saludo combativo y con batientes de puerta desde aquí, su peludo cojín. Y también batientes de ventana, faltaba mas.

¿Qué tenemos aquí? Otro poco de arte-objeto. Eso de “arte objeto”, se me hace que no es más que un bonito nombre para decir “artesanía”. Pues bien, esto que ven, tiene más bien el espíritu de “artesanía”. Es bien difícil, cuando uno camina por los tianguis de aquí, del Edo. Mex. (aunque puede ser de cualquier lugar de México) y ve algunos trabajos de artesanía, distinguir entre ésta y el arte. Hay piezas hermosas, ya sean de cartonería, barro, cestería, que muy bien podrían decirse piezas únicas. Recuerdo especialmente una “catrina” de barro negro que vi en Oaxaca, una pieza que desgraciadamente no pude adquirir, por que como soy hombre de recursos monetarios limitados, su precio estaba muy por encima de mis posibilidades, lo cual no quiere decir que no sea justo. La injusticia estriba en la pobreza generacional de salarios que padecemos los mexicanos y que los sicarios que tienen las riendas de ésta nación no les importa nada, por que ellos siguen llenándose las bolsas de dinero, y eso provoca que el dinero no circule, como debiera ser en una economía sana, y que impide que mucha gente gaste en cosas así, pero me desvío del tema. El artesano hace un gran trabajo, pone algo de su alma en la pieza que hace (¿acaso no es eso una característica de la pieza de arte?) y todavía la regala. Y lo triste es que ya no alcanza el dinero para comprar una pieza que te alegre tu casa. ¿Y saben qué es lo malo? Que quienes aún pueden darse el lujo de comprar algo así, y no hablo de quienes van a las tiendas de artesanías popis de la Zona Rosa, todavía las regatean. Algo que me confirma que en éste país, nadie aprecia el esfuerzo de los demás. Si uno se pusiera en los zapatos del señor que a diario barre la calle, de la cajera que le atiende a uno en el super, del muchacho que le despacha a uno en el tianguis, del vigilante que está doce inhumanas horas encarcelado en ésa puerta que nos abre a diario, de toda ésa gente que hace algo rutinario y aburrido para poder sobrevivir, éste país sería más justo y menos violento. Pero me vuelvo a desviar, ¡caramba! Me encanta divagar.

Sigo. Era una “catrina” que, pese a tener la solidez del barro negro, estaba “envuelta” en su manto, como si estuviera apareciendo ante nosotros. Preciosa. Dos mil pesos. Pero su valor real y justo, sería como diez mil o más.

En fin, que ésta pieza que les ofrezco, era el germen de un negocito. Si. También intenté hacer artesanía, pero a nadie le alcanza ya para comprarla, así que lo dejé, aunque quizás en algún momento lo vuelva a intentar. Está hecha con una caja de cartón, la que laqueé, y las calaquitas fueron hechas con una arcilla que venden en las papelerías más pirrurris, una que está fabricada con resinas y que endurece en unas horas, casi como la epóxica, pero sin la resistencia de ésta.

Como quería que fuera de buena suerte, la hice dedicándosela a un matrimonio joven, el de mis amigos pochtecas Ana-chan y Jona-kun, que cada semana, por varios días, están haciendo su lucha por vivir en éste país con cada vez menos oportunidades, en los tianguis vendiendo mi vicio: videojuegos y japonerías diabólicas, alias ánime. Según la mirada dura y sin piedad de los ricos, ellos serían unos despreciables delincuentes, merecedores de las peores torturas del curbasc. ¡Piratas! Yo digo que los ricos le roban mucho, pero mucho más al pobre, y por generaciones ya. Y que si no fuese por gentes como mis amigos, la caldera social que es éste país ya habría estallado, y no de la forma en como estalló en la revolución abortada que estamos celebrando, no, sino mucho más violentamente, saqueando negocios, quemando casas de ricos, etc. etc. etc. Por que como les he venido diciendo desde el principio de éste artículo, a nadie le alcanza ya el dinero…

¡Sayonara! ¡Hasta la semana que entra!


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