Mis
estimados camaradas y camarodos. Espero que estén muy bien.
Quiero
agradecer desde este cojín, las apreciables muestras de afecto que familiares y
amigos me han dado con motivo de la partida de mi hermano mayor. Como sea,
somos cristianos, este gato cree en Jesucristo como su Rey, y por lo mismo,
sabemos que la muerte no es otra cosa que un viaje muy largo, y que al final,
nos volveremos a encontrar. Muchas gracias por sus atenciones.
Sin
embargo, la Vida sigue, y lo mismo pasa con este Gato Jazz. ¡Venga la
Imaginación! ¡Larga Vida a la Fantasía! ¡Historieta o Muerte! ¡Venceremos!
Quiero ofrecerles un cuadro que me tardé… déjenme contar… de 2006 a la fecha…
¡13 años! ¡Madre mía! En hacer, y un pequeño cuento conmemorativo para celebrar
dicho acontecimiento, que ahí les va (tanto el cuadro como el cuento):
El Rapto de los Payasos.
Amargo
el café; afilo con la boca el pincel y decido terminar de una buena vez con
este cuadro. Amargo y placentero tema el de mi cuadro, pinche temple, pura
pintura bien machita, hecha a base de puros huevos, como el ménage a troi
que es mi tema. Quizá por ello escogí esta técnica sobre el óleo. Recuerdo
aquella tarde, hace veinte años cuando al igual que hoy, todo comienza con una
llamada y un café: sorbo la noticia de que por fin ha accedido a venir y esta
me llena como el aroma, el regusto amargo y sabroso que llena mis papilas y mis
nodos nasales.
-...Cuento contigo. Pero antes debemos hablar.
No sé
de qué tiene ella temor. Le he dicho hasta el cansancio que los mirones son de
palo. Sí, con todo el doble sentido que esta frase pueda albergar. Amarga
bebida, yo no sé a ciencia cierta cómo es posible que me agrade tanto; será que
el café se parece a nuestra vida, y uno debe buscar lo bueno en lo malo, y lo
malo en lo bueno...
-...ya te he dicho que no te preocupes, Cabriola. Esto será
nuestro secreto. Te recojo mañana en el ADO. Sí, no te preocupes. Nadie se
enterará que has venido...
Le dije
a través del teléfono, entre excitado y exasperado, con plena conciencia del
chantaje que le estaba haciendo. Y eso fue ayer. Medio desesperada, tomando
como siempre decisiones de pronto, Cabriola siempre ha sido como las
equilibristas de los circos: cambia de caballo a galope total. Pienso en ello
con un poco con amargura, pero saboreándome de antemano cuando la veo llegar.
Abrazos. Besos. Parabienes. Y el secreto, el chantaje que le hago a mi prima política amarrándonos a ambos... No, a los tres. Yo, el colado, el impostor, el voyeur,
porque ella no viene a verme a mí, sino a él. Vino a obtener placer
carnal con mi amigo, y aunque siempre he estado dispuesto a proporcionárselo,
ella nunca lo ha querido de mi.
Eso
duele. En serio.
Por eso
tuve que obligarla a que me dejase ver. Aunque eso fuese un mero pretexto entre
los dos. O, mejor dicho, entre los tres. No es que le sea del todo indiferente,
o repulsivo, no. Es el qué dirán. Soy su pretexto, ya que, ante todo el
mundo, conmigo, el primo "gay" -todos creen que lo soy; después de
veinte años sin pareja, para la sociedad se es gay- y no hay pedo. Para qué
andarse peleando con todo el mundo.
Al
estrecharla, su caliente sangre me contagia, todas sus feromonas estallan en mi
nariz y en este momento deseo arrancarle la ropa y como un animal, copularla
con ferocidad en medio de la estación de autobuses, valiéndome madre todos los
demás. Pero muy a mi pesar, la civilidad se impone. Maldigo en mis adentros los
cinco mil años de civilización, porque desde que me acuerdo, siempre he querido
hundirme entero en la caliente cadera de mi caliente prima. Pinches apellidos,
pinche parentesco; ella me lleva al área de comida, mientras la imagino
desnuda, cachonda, voluptuosa como un lechón servida en un platón en la mesa,
dispuesta y deseosa de ser devorada por todas mis reprimidas ansias...
-...no quiero que te hagas una idea equivocada de mí...
- Ya te he dicho que no te preocupes. Siempre vas a ser lo
que has sido siempre: mi querida prima. Pero, eso no quita lo que ya te he
dicho...
La mirada de ella es como el café: profunda, obscura e
hirviente. Espera mis palabras como la bebida espera a la crema que la espese y
la haga más receptiva al placer de beberla. Yo lo sé, y ella lo sabe. Con ése
espíritu le repito mi chantaje:
- ...sabes el precio de mi discreción: soy tu mirón de palo.
Con todo lo que entiendas y no entiendas de ello, Cabriola. Soy tu juguete,
quiero que me uses como quieras.
Y sonríe. Ella es una artista circense capaz de hacer maravillas
con un simple bastón de madera sobre una cuerda medio tensada como mis ansias a
cinco metros del suelo. Me enerva, me empieza a usar; ella sabe que le muerdo
con la mirada el cuello, vampírico, y se abre coqueta el escote, sólo un poco,
dejándome degustar el nacimiento de sus enormes pechos. Lo está disfrutando, lo
sé muy bien. Pago, y emprendemos el viaje a donde nos espera el tercero, la
otra variable, el pretexto, por decirlo de alguna manera, de este affaire.
¿Y quién
es él? ¿De quién es este rostro amable, también deseoso? El entonces no tan
viejo Ritssi nos conoce bien. Es el mago que permite que ella sea la piedra
filosofal, el plomo rojo de esta carnavalesca alquimia: nos transmutará de
simples mortales en seres cuasi divinos. Es también un médium, conoce estos
deseos quizá mejor que nosotros mismos. Le presenté a Cabriola hace tiempo, y,
experto, supo el deseo que siento por mi media prima, y usando su magia, nagual
antiguo, convertido en picassiano centauro ha logrado convencernos de aceptar
nuestros deseos de galopar juntos. Maligno Ritssi, que nos abre la puerta de su
casa, y de su cama. Ella viste únicamente una camisa mía, me invita
indirectamente a que la cubra con mi piel, y al caer mi prenda, también caen
los prejuicios a favor del deseo, y el grial es el goce de nuestros cuerpos.
Levantamos
los tres nuestras copas de espumoso vino y caemos en la cama. Demoníaco Ritssi.
No entiendo su arte; creo que jamás lo dominaré... Por lo menos no al grado
maestro que él posee. Desnuda a Cabriola de prejuicios y reglas sociales, y yo,
mirón de palo, me duele el deseo de lo inflamado que está al observar la
deliciosa manzana del deseo que es la cadera de Cabriola empinada; le acaricio
los grandes pechos, mientras Ritssi se deja montar por ella, me regodeo en su
gravedad, en la textura del pezón. Cabriola gime de placer, es una domadora,
permite que la toquemos toda, y mis dedos, y mi boca se deleitan en el sabor
amargo de su otro centro mientras mi amigo la posee; mis dedos se unen a mi
lengua en ésa ahora nueva entrada, también húmeda, redonda, deliciosa y
delicada de amargo, rico sabor. Se distiende maravillosamente, y ya no me puedo
contener, Cabriola nos alberga a ambos; Cabriola se yergue gigante ante el
impúdico pero gozoso tacto en su tersa piel interior, y ahora nos devora. Somos
meras hojas en ése torbellino de gemidos, humedad y carne; con su golosa boca
parte mi pecho, y en un momento, somos los tres uno solo: la victoria de ella
sobre el mito del macho, ya que ella es quien nos monta, nos exprime como
quiere y como prueba de su poder, lleva nuestros corazones en su mano
izquierda, los ofrece a la luna como sacrificio mientras explotamos en su cielo
interno como fuegos artificiales una, dos, tres, no sé cuántas veces durante dos,
tres, no sé cuántos días...
¿Que
quedó de nosotros?
Jirones
de piel cuadriculada. Calvos, grandes y falsos pies, greñas verdes, narices
rojas. Somos payasos, jugando a ser domadores de ése fantástico animal llamado
"mujer".
Pasaron
los años, y aprendí a aceptar y disfrutar lo malo de lo bueno, y lo bueno de lo
malo, como éste café que me estoy tomando. Acabo mi cuadro, sus últimas
pinceladas y lo valoro con aquella noche como referencia. ¿Quién podrá creer
esta fantasía de una única vez? Suspiro. Creo que lo he digerido al fin, y
mientras limpio el pincel, suena el teléfono. Es Cabriola, después de más de
veinte años de aquello...
-... ¿y qué tal estuvo? -pregunto indiscreto, buscando hacer
una tardía sobremesa de aquella deliciosa noche.
-... pues no fue la gran cosa...- la respuesta de Cabriola
me hace volver a mi enorme cuadro. Al observar las tres figuras que acabo de
terminar de pintar, siento que la piel se me pone blanca, que me crecen los
zapatos y el poco cabello que tengo se tiñe de verde, mientras surge una enorme
nariz roja como centro de mi rostro.
30 de Julio de 2018.
¿Qué
les pareció? El cuadro es realmente un “menáge
a troi”, quizá más ganas que verdadera experiencia de algo así. Digamos que
la experiencia real fue frustrante, por la inexperiencia, con mi amiga y mi amigo. Hoy, realmente me
siento viejo como para intentar algo así. Pienso que los toros desde la cerca,
definitivamente se ven mejor. A continuación, les presento el proceso del
cuadro:
Estas
imágenes son el inicio del proceso: tenía una tabla de una mesa de aglomerado,
y como ya no servía, me dediqué a quitarle la formica y con las gubias, darle
volumen real, aprovechando el grosor de la madera. Así quedó en la primera
imagen, y la segunda es el encolado de la madera, y la tercera, es la primera
capa de gesso hecho tradicionalmente con blanco de zinc, blanco de España y
cola de conejo.
Estas
dos imágenes corresponden a la segunda capa de gesso y a la tercera, y ya
estaba lista para pintar, después de una lijada con una lija de agua del cero
para uniformar el gesso. El temple es una técnica antigua, y es necesario que
la superficie esté lo más lisa posible.
La
primera capa de temple, pura yema de huevo con carboncillo molido para hacer
las sombras y aprovechar la transparencia del medio. Seca terriblemente rápido;
exige mucha disciplina, por ello creo que entró en desuso. Pido una disculpa
por la poca calidad de las fotos.
Segunda
capa de temple.
Tercera
y cuarta capa de temple. Aún monocromo.
Quinta
capa de temple: color amarillo cadmio. Huevo mezclado con pigmento de ése
color.
Sexta
capa de temple: Rojo cadmio.
Séptima
capa de temple: Azul ultramar.
Octava
capa, y casi la final. Detalles y una lijada más para envejecerlo a propósito.
Y el
resultado final. Creo que no me quedó tan mal para ser el primer temple que
hago, ¿no?
Lo
cierto, es que el temple es una técnica que requiere mucho tiempo y mucha
paciencia; la pintura se seca muy rápido, y es muy receptiva a polvos durante
el proceso, amén de que es terriblemente delicada a cambios climáticos (se
esponja en temporada de lluvia) como en su manejo. Requiere también paciencia
la preparación del gesso, ya que un gesso muy espeso, creará grietas y
descamaciones en la superficie, estropeando jornadas enteras de trabajo, ya que
hay que lijar para dejar la superficie lisa. Tampoco se puede usar una capa muy
delgada, ya que esto puede provocar (según me han dicho) que sea atacada la
pintura por mohos y/u hongos. Como ventaja, diré que es relativamente
económica, ya que el gasto fuerte es en los pigmentos, se puede aplicar con pinceles de buey y es
estable hasta morir: si la superficie está bien imprimada (sin gessos
comerciales ya que el acrílico no es recomendable), durará mucho tiempo siempre
y cuando esté en un lugar ventilado y lejos de calores excesivos o al contacto
de la luz directa del sol.
Bueno,
ya está lista para enmarcarse y colgarse, ¿alguien se apunta? ¡Já ja ja! Bueno,
creo que es todo por hoy. Les comento que he estado bastante ocupado, ya que la
gente de la Casa de Cultura de Tultitlán me ha pedido que les haga un par de
murales pagaderos con sebo, pero lo veo como picar piedra. Toda la gente que
los ha visto ha quedado impresionada con el trabajo, y espero dentro de un mes,
poderles poner en este Cojín a los dos primeros paneles del susodicho mural.
Sin más
en el frente, me despido de ustedes. ¡Sayonara!
¡Historieta o Muerte! ¡Venceremos! ¡Y por fin, en México, en más de cien años, quedó
electo un presidente y un congreso por elección real de la voluntad popular! Una
buena noticia en medio de tantas malas…
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