domingo, 11 de julio de 2010

Pintura de Caballote: Lucifer.

El incendio arreció dentro de la catedral de mi corazón. Ya no bastaban mis esfuerzos por salvar a mis criaturas, por que, desde el hecho de que yo las capturé, yo las pinté, me pertenecen, son mías, y por lo tanto, debo protegerlas. Cubrí mi cuerpo con mi último trozo de papel kraft, impregnado de imaginación, para resistir los dardos de fuego, sus impúdicas lenguas toqueteando todo, convirtiéndolo en ceniza.

Avancé un poco más, y, a bocajarro, heló mis venas una fría carcajada, cínica, seguida de la extraña armonía de una especie de flauta. No podía verle, tan solo un atisbo de silueta se recortaba en el fuego, hipeando por los accesos de risa torcida. Extraño gozo.

Alcé la voz, grité con mi garganta enronquecida por el humo del incendio:

-¡Ea! ¡¿Quién anda ahí?! ¡¿Necesita ayuda…?!

Las llamas se cristalizaron como si algo les arrebatase la energía, no así la forma. La figura entonces volteó, y pude ver un rostro que eran miles de rostros hermosos sobre un cuerpo que me recordó al que describen los profetas Ezequiel (28) e Isaías (14:12-20), era como si estuviese atravesado por espadas, y sus heridas viejas… Vió mi turbación, y relamiéndose me dijo:

-Hijo de hombre, ¿Quién necesita ayuda aquí sino tú? Soy yo, el que tentó a Eva y alejó a su progenie de su Hacedor (Génesis 3), fui yo quien corrompió a tu especie para hacer que Dios los castigase con el Diluvio (Génesis 7 y 8), y soy yo el que levanta altares en los desiertos, quien intenta tentar incluso a su Hacedor (Mateo 4), y promueve todos tus apetitos, y los protege. Por que soy un Querubín Protector, y estaba enfrente del rostro de mi Hacedor. Por eso tengo un millón y siete veces más rostros. Soy quien está en los corazones del violador, del asesino, del banquero que roba lo que debiera ser de todos, del juez que dice hacer justicia, pero le hago ver que gana más con perdonar a los asesinos que proteger a los padres de la guardería ABC. Sí, soy yo quien agria la leche, y quien hace que te llenes de ira y quieras incendiarlo todo. Sí, hijo de hombre. Soy yo quien le dijo a Oppenheimer cómo hacer la Bomba Atómica, soy quien sopló el conocimiento que necesitaban a quienes inventaron las armas de fuego. Soy el imperio que destruye pueblos para arrebatarles sus materias primas. Y soy quien se relame al violar a una indefensa anciana y a una indefensa mujer, cobijado por el anonimato de ser Ejército, Soy quien te encadena con las vírgenes y los santos, quien te aleja de Dios diciendo que te acerca a Él, mientras pervierto y violo a tus niños y jóvenes. ¿No me ves? ¿No puedes verme? Eres un humano pequeño y ciego. Si estoy enfrente de todo. Justo enfrente de todo. Soy el poder del Mundo, soy quien encumbra al Dinero sobre la bonhomía, y te dice que vale más la voluntad que el amor. Soy quien defiende a la ambición como si fuese una virtud. Y soy quien promueve éste incendio en la catedral de tu corazón, destruyendo tus sueños, haciéndolos imposibles, lejanos y etéreos…

Y se carcajeó, tocando de nueva cuenta su flauta, bailando impúdicamente. Los ojos le brillaron como ascuas, y su lengua melosa una vez más habló:

-¡¿Quién necesita ayuda?! ¡¿Quién la necesita más?! Por que éste incendio será mi casa por la eternidad, cuando mi Hacedor me capture, y me condene al Infierno Eterno. ¿Ves? Hasta yo tendré vida eterna aunque ésa eternidad sea un grito y un gemido constante, pero tú, hijo de hombre, ¿tú qué tendrás? Eres débil, eres nada.

Dijo cínicamente, sonriendo de una forma torcida y malévola. El incendio volvió a la vida. Las llamas me rodeaban, lastimándome, y comencé a gemir: “¡Ay de mí! ¿Quién me librará de éste cuerpo pecador?” mientras el Adversario se carcajeaba de mi dolor, de mi angustia; mas, en mi turbación una voz suave me calmó. Me dijo de modo firme, pero cálido: “…de mí mismo nada me gloriaré, sino en mis debilidades. (…) Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera; respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí. Y me ha dicho: bástete mi Gracia, por que mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; por que cuando soy débil, soy fuerte.” (2da de Corintios 12.)

Cuando la voz cesó, tomé el trozo de papel kraft con el que me defendía del incendio, y lo extendí a riesgo de mi vida, y con él capturé al querubín, su imagen en éste mi corazón que es ésta catedral, que ha quedado quieta; el incendio se ha ido, no así su risa burlona, como un cascabel con dientes que me tira tarascadas, pero me alegro cuando me muerde, por que sé que al ser débil, estoy más cerca del Señor.


Y bueno, han pasado algunos dìas desde que publiquè lo ùltimo. Debo disculparme, ya que he estado postrado en cama debido a una fuerte tos, como la canciòn del Sabina. Acto seguido, he de dar las gracias a todos y a todas las que han estado pendientes de èste gato, que ya no aguanta sus bolas de pelos. Y seguido, tambièn he de dar fè de la ineficacia de la justicia mexicana en el caso de la guarderìa ABC y del SME. Què poca abuela tiene èstos dizque jueces. Sigo en piè firme en la idea de no volver a votar, e irìa màs lejos: dejar de pagar el iva, hasta que se vayan estos pomadosos señorones que hacen que uno crea que hemos vuelto a la edad de Don Porfirio. Digo, hay un dizque gobierno que dizque combate el narco y que dizque hace justicia, y sobre todo, dizque nos gobierna. No hay màs que ver el programa de Discutamos Mèxico para darse cuenta de que hasta los historiadores dizque chipocludos, andan con la onda de decir que fuè Porfirio Dìaz, èse cruel dictador, quièn diò forma al Mèxico moderno. ¿Y Juàrez, señores historiadores? ¿Acaso ya estàn como unos perversos Tlacaèlels reescribiendo la historia para que cuadre con su modelo econòmico que permite los caciques y la vuelta a los hacendados? Al rato vamos a tener de nueva cuenta tiendas de raya.


Bueno, mis camaradas peludos y acojinados, me despido y nos vemos a la pròxima.


¡Sayonara!




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