miércoles, 30 de diciembre de 2009

Pintura de Caballote: “La Feber Nahualizada”.








Y bueno, éste año ya casi se nos va.

Como la canción del maese Chávez Texeiro, “se va la vida, se va al agujero, como la mugre en el lavadero”, este cojín parece que ya cumplió su primer año de vida, y un año más viejo, el gato risón se lame las bolas… de pelos, no sean mal pensados.


¿Cómo les fue con Chidoclós? Espero que muy bien. A mí el gordo del traje rojo me trajo muchos recuerdos. Como sabrán, por éstas fechas se me fue mi última amiga no humana, la gatita Lola. Y acordándome de ella, me acordé también de otra gatita a la que quise mucho. Ella se llamó Feber Soledad. Soledad, por que me la encontré muy cachorrita, vagando sola por la calle desalmada, a expensas de que un perro gacho se la quisiera cenar. Estaba tan pequeña, que cupo perfectamente en mi mano, y estaba tan cansada, que se durmió todo el camino en el metro y luego el pesero, en la bolsa de mi saco.





Bueno, ésa gata era muy valiente. Cuando creció, ella acostumbraba jugar a espantar a los perrillos que pasasen cerca de la casa, y eso fue la génesis de ésta serie de dibujos, que culminaron con el cuadro que está en el tope de la columna, y que está hecho con la misma técnica de los “Santos Viejos”. Les presento la serie de dibujos que culminaron en éste cuadro:




“La Feber nahualizada”, salía muy tempranito, y se agazapaba esperando que pasara un perrillo, y entonces saltaba sobre él, toda esponjada, brincando como una ardilla en zig-zag. Me imagino que la imagen que inspiraba en los perrillos era tan espeluznante, que salían corriendo con el rabo entre las piernas, sintiendo el aliento de mi gata loca en sus patas traseras. Supongo que, si los gatos pudieran reírse, las carcajadas de la Feber hubieran estallado incontenibles en el amanecer de la unidad.
Sin embargo, mi gata también era susceptible al amor. Y fue el amor el que provocó que bajase la guardia, que se pusiera lenta, cosa que aprovechó un perro vengativo, venenoso como el del anuncio que puse en alguna entrada, cobrando sus bromas con la vida. Fue un perro grande, y muy mañoso. De otra forma, si ella no hubiera estado enamorada, no creo que jamás hubiera podido alcanzarla, Feber era un Guepardo en miniatura.






He de confesar que nunca me gustaron mucho los perros. Sin embargo, después de la muerte de Feber, los quise menos. Yo tenía mucho coraje, y tenía ganas de comprar carne molida y hacer una limpieza general de perros en la colonia, pero mi madre hizo que las aguas de mi furia volvieran a su cauce, cuando el “Solovino”, el perro de unos vecinos vino hasta mí y me lamió la mano, reconciliándome con su raza. Me dijo mi madre: “¿ves? Sólo siguió su instinto. Los perros también son cazadores, y como Feber, también son capaces de sentir afecto, y darlo”. Desde entonces, la guerra terminó, y sigo llevándome bien, tanto con los perros, como con los gatos. Pero claro que sigo prefiriendo a los michos.






¡Sayonara! ¡Hasta la semana que viene! ¡Feliz Año nuevo! ¡Feliz dìa de Reyes!












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